César Tavera, de Baúl Teatro

Apostarle a un teatro

de títeres para adultos


El realizador escénico presentó la producción y coproducción editorial de su compañía en el marco del I Festival Nacional de Títeres de Morelia


El realizador César Tavera, de la agrupación neolonesa Baúl Teatro y presidente de la UNIMA, al lado de ANdrea Finck durante la presentación de los libros, fanzines y revistas editados por la agrupación escénica regiomontana.


Aunque ha habido intentos significativos en el país, es preciso apostarle con más constancia a la creación de propuestas escénicas de títeres para públicos adolescentes y adultos.
Así se pronunció este martes César Tavera, director de la compañía neolonesa Baúl Teatro, durante el acto de presentación de la producción editorial de su agrupación, que está cumpliendo 25 años de actividad en Monterrey, Nuevo León.

Indispensable, la calidad
Tavera, quien mostró sucintamente lo más relevante de las publicaciones de Baúl Teatro, desde títulos ya agotados como Titiritextos y Dramaturgia, teatro para niños, hasta ejemplares de la revista Teokikixtli, consideró: “La experiencia nos demuestra que la gente está ansiosa por ver títeres; lo que tenemos qué hacer para corresponder a esa necesidad es realizar un teatro de calidad”.
Puntualizó: “Cuando hablo de calidad me refiero a algo muy simple: cada titiritero debe asumir el compromiso de llevar a escena lo mejor que sea capaz de hacer en ese momento. Si un artista es capaz de presentarse así ante el público, con esa entrega y con esa capacidad de humilde exigencia hacia sí mismo, siempre va a atrapar al público”.


Otro aspecto de la presentación editorial. Ejemplares de varios de los títulos presentados quedan en Morelia para que pueda adquirirlos el público interesado.


Oasis para el público
El veterano teatrista dijo que, a lo largo de los años, ha habido intentos significativos en el ámbito del teatro para adultos en México. Citó como ejemplos al grupo Luna Morena, de Jalisco y su adaptación de textos de Edgar Allan Poe; a Carlos Converso del DF y a La Mueca, de Morelia, con sendas puestas en escenas dedicadas al personaje de Ubú; a grupos universitarios de Xalapa que han concebido espectáculos a partir de la poesía de Octavio Paz y al propio trabajo de su grupo Baúl Teatro, con la puesta de dramaturgias como Maniobras femeninas, que aborda problemas y situaciones con una perspectiva de género.
“Este tipo de trabajos son como oasis para el público, especialmente porque aún perdura en numerosos sectores de público y de realizadores la idea de que el teatro de títeres es exclusivamente para niños pequeños. Esto, evidentemente, no es verdad”.
Recuperó, para ejemplificar lo anterior, la reciente experiencia que vivió su grupo en 2007, en Monterrey, con la organización de La carpa de los títeres, un espacio en el que se invitó a 18 compañías que presentaron obras dirigidas a niños, a pesar de lo cual el foro logró reunir a unos 80 mil espectadores en tres meses “y el público fue mayoritariamente de adultos y jóvenes”.
“Más aún –agregó–. A raíz de eso, nuestro foro, La Casa de los Títeres, comenzó a recibir la visita de públicos jóvenes y adultos, que iban en busca de más obras de títeres.

El trabajo, factor de unidad
Al abundar sobre la necesidad de un teatro de títeres para adultos y que sea emprendido con calidad, César Tavera consideró que la unidad del gremio es un factor vital, pero difícil de alcanzar. Sostuvo:
“Soy de los utópicos que todavía piensan que es mejor sumar, colaborar, pero también veo el canibalismo que suele darse entre los integrantes del gremio teatral. A mí me parece que es indispensable evitar las envidias”.
Habló de algunos de los intentos que, ya a nivel nacional o desde ámbitos regionales, se han emprendido en pos de esa unidad, entre ellos los de la UNIMA, la fallida ANTAC de los años setenta e iniciativas como una emprendida en Querétaro a mediados de los noventa.
“Estos esfuerzos de reunión deberían cristalizar, en primer lugar porque nos brindan una fortaleza gremial ante el gobierno y ante distintas instituciones. También debería sernos claro a los que nos dedicamos al teatro que lo único que nos une es el trabajo y que desde ese punto de vista las asociaciones pueden ser muy útiles para el despliegue de proyectos”.


Festival de Títeres: de

ciclos y resurrecciones


Títeres confeccionados por Gabriela Ortiz Monasterio para la puesta en escena de De la cuna a la mortaja, homenaje a la muerte en la cultura nacional estrenada a mediados de los años noventa. Los personajes figuran en la exposición de títeres en el foro La Bodega.


Hasta los públicos más jóvenes podrán recordarlo. Durante nueve años, entre 1996 y 2004, el Festival Internacional de Títeres de Morelia se erigió como uno de los escaparates escénicos más cautivadores de la capital michoacana. El proyecto, impulsado por la promotora Gabriela Ortiz Monasterio y promovido por el Instituto Michoacano de Cultura, a la sazón dirigido por Jaime Hernández Díaz, hacía eco al festival que organizaba anualmente en la ciudad de México Mihail Vasiliev.
En esos nueve años, Morelia pudo disfrutar no sólo de notables puestas en escena dirigidas a los niños, sino de deslumbrantes trabajos para adultos, concebidos en naciones de gran tradición titiritera y marionetista como Inglaterra y distintos países de Europa del Este, sin olvidar genuinos bastiones hispanos de ese arte como el autor Jordi Bertrán.
A pesar de su atractivo y de su potencial, el festival moreliano tuvo una muerte súbita en 2005, justo cuando el extinto Instituto Michoacano de Cultura (IMC) emprendía su debut como Secretaría de Cultura (Secum), con Luis Jaime Cortés como capitán del barco y Antonio Zúñiga como jefe del departamento de Teatro de la institución.
Varios disparates profirieron en su momento los institucionales para lavarse las manos del asunto, desde un antológico “y al fin y al cabo ¿quién es esa Gabriela Ortiz Monasterio?” (como si la vesiánica ignorancia del personaje que inquirió tal cosa de veras hubiera podido esgrimirse como la medida decisiva ante una cuestión de evidente perfil socio-cultural), hasta un no menos lamentable “de todos modos el festival ya no era rentable” (frase que en el mejor de los casos mostraba la absoluta falta de visión estratégica para apoyar un evento que hoy estaría maravillosamente consolidado y que en el peor de los casos desnudaba, mondo y lirondo, el cómodo chambismo del personaje durante su breve paso por la burocracia).
Valga recordar (por no dejar), que pocos meses después, hacia junio de ese mismo 2005, las declaraciones públicas fueron moduladas, hablando más bien del rescate de un festival que podía ser rentable. Dada la forma en que desde entonces se han comportado los personajes citados, quizá habría que agradecer que no hayan logrado, finalmente, rescatar al festival al que tan activamente colaboraron a darle matarili.
Cuatro años han pasado desde aquel 2005 y, remontando los escollos y reconectándose a sus líneas naturales de proyección, el impulso del Festival de Títeres retoma el cauce perdido.
Cierto: los proyectos y los programas, como las tradiciones, no pueden remendarse. La ruptura de su continuidad siempre es una herida grave. Pero los programas sí pueden reconfigurarse y adoptar perfiles nuevos.
Es la prerrogativa de su resurrección.


La actriz Berenice Reyes Luna y la titiritera Gabriela Ortiz Monasterio durante la inauguración del Festival Nacional de Títeres de Morelia.

Esto es lo que se vive por estos días en Morelia con la apertura del Primer Festival Nacional de Títeres, que recoge no sólo la estafeta michoacana enarbolada hace casi trece años, sino la del mismo festival de la ciudad de México, que naufragó a su vez por esos sinsentidos tan lamentables y comunes en los ámbitos de la administración y la promoción culturales.
Muy grata ha sido, desde esta perspectiva, la capacidad de convocatoria de los organizadores del nuevo festival, que no solamente han podido confirmar el contundente atractivo de esta vertiente escénica para el público (llevamos dos noches con “casa llena” en el teatro Stella Inda del IMSS, más las que se acumulen en lo que resta de la semana), sino que han logrado algo que no es habitual en el gremio: reunir a la mayor parte (si no es que a todos) los artífices del arte del títere de la capital michoacana y de algunas regiones del interior del Estado.
Un ciclo comienza, respondiendo a la herencia de ciclos anteriores, y lo hace con gran vigor. Como se ve, el festival no estaba tan “muerto”, por más que le hayan querido expedir el acta de defunción los que se la vivieron en la parranda. Bienvenidas sean, pues, las posibilidades que se abren de cara a este discreto pero prometedor retorno.