Tres perspectivas acerca del teatro en Michoacán fueron presentadas al público durante una mesa dedicada a la dramaturgia en la V Feria Nacional del Libro y la Lectura Michoacán 2012. Los autores Manuel Barragán, Carlos Romero Acosta y Fernando López Alanís compartieron su experiencias y puntos de vista, no sólo acerca del oficio de escribir para la escena, sino en torno a asuntos como la creación de públicos, la manera de acercarse a la gente, de elegir un tema y de acudir a los apoyos institucionales o buscar alternativas de autogestión.
El veterano de la mesa, Fernando López Alanís, cuya dramaturgia se ha decantado mayoritariamente hacia la reflexión y revisión de personajes y hechos históricos alusivos a Michoacán, echó de menos la presencia de gente de la escena como José Manuel Álvarez y el productor teatral Fernando Figaredo, quienes tenían la suficiente visión y las herramientas necesarias para generar públicos teatrales de manera eficaz.
Particularmente en el caso de Figaredo, en su papel neto como empresario, su visión consistía en hacer una inversión que le permitiera seguir invirtiendo, pero sus estrategias implicaban obligadamente la necesidad de crear público, a fin de que el negocio fuera rentable, tal como de hecho lo fue. Mientras, José Manuel Álvarez logró crear y consolidar públicos porque sus obras tenían la habilidad de tocar los temas a los que era sensible la gente y gracias sus continuas, permanentes giras por comunidades del interior del estado.
“Ahora hemos caído en un bache –lamentó– porque no se está educando a la gente a ver teatro; faltan obras que toquen a la gente, que le digan algo”.
El otro gran problema son los presupuestos. “La mayor parte de los teatreros de mi generación se han peleado los presupuestos de lo que fue el IMC o de los ayuntamientos y así se convirtieron en antagonistas, grupo contra grupo, descalificadores de los otros sin comprender que al hacerlo se descalificaban a sí mismos”.
“Este terrible pleito por el poco dinero de instituciones o ayuntamientos –agregó–, ha contribuido a empobrecer el panorama teatral de la entidad, donde tampoco hay públicos que paguen para ver teatro”.
De esta suerte, el escenario que percibe Alanís es el de un movimiento teatral que no consigue salir adelante con el éxito que le sería asequible si el gremio tuviera un mayor sentido de lo grupal y de la importancia de la colaboración.
“No veo falta de talento. Hay talento en directores, escenógrafos, tramoyistas, actores… lo que no veo es todo ese talento unido en líneas comunes, en vez de andarse peleando”.
Manuel Barragán, egresado de la carrera de teatro de la Universidad Michoacana y con una experiencia como dramaturgo que se remonta a su adolescencia, comenzó puntualizando que su perspectiva del teatro es totalmente política… no porque las puestas en escena deban ocuparse explícitamente de lo político sino porque la experiencia teatral, como forma de comunicación, ya es de suyo política. Es decir: es una forma de relación colectiva entre la obra y el público, un modo de comunicación que transmite y comparte ideas que necesariamente influyen en la forma de pensar y de actuar de las personas en su vida cotidiana.
Apuntó que su trabajo como dramaturgo siempre toma en cuenta la responsabilidad que lo anterior implica.
“Yo no sé si esto sirva para cambiar el mundo, pero por lo menos sí permite ponernos en contacto, compartir las cosas en las que creemos, o nuestras dudas o aquellos temas que nos parecen importantes y para los cuales a veces tenemos respuestas qué proponer y a veces sólo preguntas que, al compartirlas, impulsan a los demás a ensayar su propia respuesta”.
Por lo demás, consideró que el panorama del teatro en la entidad es alentador, sobre todo por la aparición de alternativas de formación académica. “Las escuelas de cine, de teatro, la propia Escuela Popular de Bellas Artes, son espacios de donde están egresando nuevas generaciones de jóvenes con una mirada fresca y con muchas ganas de experimentar, de hacer y de decir algo”.
Finalmente, Carlos Romero Acosta, quien se mueve principalmente en los ámbitos de la comedia de situación y del teatro–bar recordó que se acercó al teatro desde muy joven, a los 14 años.
“Mi primer intento de crear algo, en 2001, fue un ejercicio que llamé El sexo de tu pareja y que en 2011 lo trabajé de nuevo, lo reescribí y se convirtió en Hombre, mujer o quimera. En ese entonces mi necesidad de decir algo al mundo era mucho mayor que ahora. Quería compartir lo que tenía dentro y no encontré mejor manera de decirlo que a través del teatro”.
Actualmente con ocho dramaturgias, cuatro de ellas ya estrenadas, su trabajo se encamina ante todo al teatro cómico comercial. “Me gusta esta facilidad de digerir para el público, me gusta ver que la gente se vaya con una sonrisa, considero que agradecidos por todo el trabajo. También tengo una obra infantil, otras centradas más al melodrama, una pieza de suspenso y una experimental”.
La oportunidad de dirigir sus propias obras le da la certeza de darle a los personajes el tono y el ritmo que fue originalmente imaginado para ellos en el papel.
Por lo demás, el autor consideró: “Desde que entré a este ambiente de trabajo, antes veía mucho la situación de competir por los apoyos pero ahora veo más ímpetu de muchos compañeros por arriesgarse a hacer cosas solos. Esto me parece importante y ojalá podamos trabajar en comunión en bien del teatro. Debemos acercar gente para todo el teatro. Debemos ser capaces de compartir los escenarios o de recomendar al público los trabajos de otros”.