La lúdica reinvención
Una imagen de El viejo castillo
La ilustración de la obra de Mussorgsky devino una elevada experiencia, que sin romper con la fidelidad al sentido de la suite, se permitió respetuosas y enriquecedoras fantasías en torno a los temas de la composición musical. Para aprehender lo anterior en sus implicaciones, vale la pena, ante todo, un breve repaso a la labor de Mussorgsky.
La centaura alada y el poeta
Obra maestra de esa forma llamada música programática, Cuadros de una exposición, de Modesto Mussorgsky, atesora lo mejor del genio romántico decimonónico, pero desde una estructura que ya anunciaba el advenimiento del nuevo siglo y sus audacias armónicas y cromáticas.
La suite, originalmente compuesta para piano, describe vivamente los contenidos de una exposición póstuma con obras del pintor y arquitecto Viktor Alexandrovich Hartmann, gran amigo de Mussorgsky. Hartman había fallecido poco antes y Mussorgsky no encontró mejor tributo para su amigo que interpretar musicalmente las obras plásticas, dotándolas así de movimiento. Cuadros de una exposición consta así de diez temas (Gnomo, El viejo castillo, Tullerías, Bidlo, el ballet de los polluelos, Dos judíos polacos, Mercado de Limoges, Catacumbas, La cabaña con patas de pollo y La gran puerta de Kiev), intercalados por el Promenade (Paseo), que representa al visitante del museo recorriendo la exposición, de un cuadro a otro.
El pelirrojo Modesto Mussorgsky, con su perpetua botella de alcohol.
Dando su rostro a “un cuadro anónimo de Hartmann”, Edwin Salas sirvió de introductor de la obra, cuyo primer Promenade serviría para presentar a un pelirrojo Mussorgsky, perpetuamente sujeto a una botella de alcohol para mitigar los sinsabores de la muerte de su amigo.
El primer tema, Gnomo, que en la suite representa a un duende que se retuerce grotescamente, fue acometido por Brujerías de Papel como la anécdota de un personaje que acosa a una mariposa que revolotea a su alrededor.
El segundo tema, El viejo castillo, que en la obra musical retrata un castillo medieval, ante el cual canta un trovador, devino en la puesta en escena de la breve e intensa historia de amor entre un bardo y una centaura alada que habita el castillo.
Tullerías, con la que Mussorgsky interpretó la algarabía de niños jugando en un jardín conservó ese mismo sentido con la imagen de una pareja de niños jugando a la pelota.
Otro cuadro que conservó casi literal su sentido fue el de Bidlo, acerca de una rústica carreta de dos ruedas de madera enganchada a un buey que se niega a seguir prestando su fuerza. Ballet de polluelos en sus cáscaras también conservó todo su vitalismo humorístico con la anécdota de unos pollitos festivos que danzan y disputan su espacio con un tercero.
Durante la clausura de las jornadas del festival.
Para El mercado de Limoges, en el que Mussorgsky retrata a mujeres que discuten animadamente en el mercado, Brujerías de papel elabora una brevísima fábula sobre la vendedora que va siendo despojada de toda su mercancía, pero que obtiene al final una recompensa.
Mientras, uno de los segmentos más aplaudidos llegaría con Catacumbas, en el que Mussorgsky ilustraba la imagen de su amigo Hartmann con dos sombras, visitando las catacumbas a la luz de una linterna. Para este apartado, el grupo de titiriteros ha optado por un lúdico encuentro entre Mussorgsky y la muerte. La calavera, deliciosamente lúdica, ha sido caracterizada como un personaje amante de los malabarismos circenses, que luego de alardear de ellos con el público le da al protagonista un “susto de muerte”.
Tras ese cuadro, y en uno de los momentos más entrañables de la obra, Brujerías de papel interpretaría La cabaña sobre patas de pollo como un benévolo encuentro entre el fallecido Mussorgsky y la bruja Baba Yaga -la habitante de la cabaña en el folclor popular de Europa del Este- quien con sus sortilegios devolverá al compositor a la vida.
La función concluiría con la muerte y la bruja Baba Yaga bailando fragmentos de la versión sinfónica de la suite (Ravel, 1920), que muy pronto devendría alegre ritmo tropical para cerrar, con temperamento latino, una encantadora noche de homenaje.
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