Lizeth Ibarra en la galería Omo

Anatomías etéreas


de un pensamiento



Mutación de la estructura (óleo sobre tela, 70 X 90. 2004. Fragmento) Sandra Lizet Ibarra Pérez.

Nueve óleos de formato medio (en dimensiones de 70 X 90 y 80 X 113) integran la exposición Anatomías etéreas de un pensamiento, que es la segunda exposición que se inaugura en la galería privada Omo, en el centro histórico de Morelia.
Las obras a la vista han sido seleccionadas de dos series emprendidas por Sandra Lizet Ibarra Pérez entre 2004 y 2009: Abstracciones del cuerpo y Cambiando un territorio estéril.
Los nueve trabajos participan del expresionismo abstracto, esa corriente amplísima en su variedad que nació como parte de las vanguardias europeas de comienzos del siglo XX. De manera muy particular, la autora asienta buena parte de sus premisas y de su temperamento en la vertiente denominada abstracción biomórfica, en la que las ideas que subyacen colores, planos y formas proceden de un universo orgánico, biológico, más o menos explícito.

Hacia la puerta áurea (óleo sobre tela, 80 X 113. 2009. Fragmento) Sandra Lizet Ibarra Pérez.

Pero la manera en que la autora se aproxima a esta tendencia merece una explicación. Por ejemplo, Sandra Lizet Ibarra está lejos de hacer fetiches o figuras rupestres; sin embargo, ha aprovechado la lección de tales formas para inventar ritmos más dinámicos en sus lienzos.
Un permanente movimiento de vaivén opera en sus óleos y conduce sucesivamente de la intuición fantástica a la intelectualización, de la imagen mágica a la representación.

Máscara primitiva (óleo sobre tela, 70 X 90. 2005. Fragmento) Sandra Lizet Ibarra Pérez.

El resultado es muy lírico (pero siempre es bueno recordar que “lo lírico” se caracteriza por el predominio de las motivaciones subjetivas sobre las objetivas: experiencias en las que la manifestación artística se torna más personal que nunca).
En este sentido, la obra a la vista es más sensibilidad que energía. Las de Ibarra son formas estáticas (aunque, dentro de su estatismo no renuncien a la vibración del ritmo mediante el juego de planos que se yuxtaponen o se contraponen entre las formas o desde las formas mismas). Pero desde tal punto de vista, en los títulos en exposición estas vibraciones todavía persisten en sujetarse a figuras reconocibles. Aún en los planos que simplemente se intersectan o que se cruzan se deja adivinar una costilla, una puerta abierta al misterio, bípedos y cuadrúpedos más o menos informes, aves intuidas… y el espectador puede recomponer esas sugerencias sin invertir demasiada imaginación.

Arqueología moderna (óleo sobre tela, 80 X 113. 2008. Fragmento) Sandra Lizet Ibarra Pérez.

Al ver los trabajos de la autora y pensando en el ámbito de abstracción biomórfica al que definidamente se corresponden, siento que a las obras les falta dar un paso adicional, en el que la profundidad espacial se transforme en profundidad dinámica. Quiero decir: algo que ya no represente ni sugiera la representación de alguna forma dada, sino que adquiera una pureza (por el momento todavía anhelada) que revele con toda su potencia un estado de ánimo, ya manifestado desde las ecuaciones geométricas de lo intelectual o desde el desgarrón con que barrunta el instinto.
Lo interesante de los trabajos, en todo caso, es que a la autora no la impulsa un racionalismo cartesiano; Lizeth Ibarra no trata de explicar la naturaleza. Tampoco quiere expresar el mundo que limitan las experiencias sensibles. Sin embargo, sí adopta una posición metafísica-espiritual que en lo personal me resulta confusa. Pero como tampoco deja nada librado a la intuición mística propiamente dicha, lo que consigue en la mayor parte de sus lienzos es una construcción lírica a secas, que comienza y termina en una subjetividad razonante y que, por serlo, lastra mucho del potencial implícito en los trabajos.

Fuerza primitiva (óleo sobre tela, 70 X 90. 2007. Fragmento) Sandra Lizet Ibarra Pérez.

Evidentemente, como una autora informalista, Ibarra rechaza los dos sistemas de que se valieron los pintores desde el Siglo XVI para incorporar la injerencia de la realidad física en la constitución mental de las formas plásticas: rechaza tanto la perspectiva geométrica de los clásicos como la perspectiva atmosférica de los románticos. Oscila, en cambio, entre una forma conceptual que se torna estática y una inquietud de adivinación que le otorga cierta vitalidad.
Adicionalmente, como descompone las formas en planos y con frecuencia las reduce casi a sus valores concretos (esferas, estrellas, medias lunas, círculos…), está siempre guiñándole el ojo a la geometría… pero desde ese lirismo al que ya me referí y que en varios momentos convierte a las obras en experiencias de ornato, es decir: obras más o menos inofensivas, en las que predomina un oficio capaz de seguir y responder al gusto promedio imperante en determinados públicos.

Conexión neuronal (óleo sobre tela, 90 X 70. 2005. Fragmento) Sandra Lizet Ibarra Pérez.

Todas las libertades están permitidas al pintor, a condición de provocar lirismo”, escribía Amedée Ozenfant hace ya sus buenos noventa años. Pero esta frase, que parece tan simple e incluso inocua, amerita más atención. No es lo que parece.
El más purista de los pintores cubistas franceses se refería ante todo a la necesidad de una libertad que le diera al artista la opción de no someterse a la religión ni a la política ni a la historia ni a las costumbres ni a la naturaleza. Es decir: pedía una libertad capaz de luchar en contra de todo cuanto se presentaba hecho al artista... y de paso invitaba al espectador a alcanzar esa zona “fuera del tiempo y del espacio” en la que las artes se dan la mano con una forma de pensamiento tan pura como la del pensamiento matemático.
Recurro, pues, a Ozenfant, porque para él el término lirismo era sinónimo de precisión y de arrogancia metafísica: la única manera de exprersarse de modo provechoso para alguien que quizás ya no cree en la existencia de una armonía preestablecida, pero sí en la capacidad humana de crearla (y que por eso se funda en la libertad absoluta).
Pienso que la premisa señala, con gran fidelidad, los aciertos y las limitaciones de una exposición como esta.

La estructura de una máquina para tomografías en desuso también se aloja en la galería.