Instantes escénicos

Voces de mujer o los

motivos de la barbarie

No nací para compartir el odio, sino el amor.
Antígona / Sófocles

Pero si nosotras somos esclavas y débiles, los Dioses son fuertes, y fuerte es la ley que los gobierna a ellos mismos. Por la ley existen los Dioses y ella discierne en la vida lo justo y lo injusto.
Hécuba / Eurípides

Yo sé que para mí no hay muerte. Porque el dolor –¿y qué otra cosa soy más que dolor?– me ha hecho eterna.
Lamentación de Dido / Rosario Castellanos

La vida es misericordiosa, nos regala un comienzo en cada instante. A cada segundo nos es planteada la cuestión: ¿quién soy yo?
El rostro verde / Gustav Meyrink

Valentina Freire (al frente) y Paulina Rosas (detrás) en un momento de Instantes Escénicos, en el foro para teatro de Cámara La Capilla.

Encendiéndose una a una, casi como apariciones rulfianas (susurros que se perfilan en la penumbra: a veces brisa, muy pronto vendaval), la voz de diversas mujeres emerge de cuatro presencias que aparecen en el escenario y nos comparten sus historias. En el trance, la palabra se torna rito e ilumina los motivos detrás de sus vidas y sus decisiones. Diez breves monólogos intercalados en un rítmico continuum y emprendidos por Erandini Alvarado, Angélica Cabrera, Valentina Freire y Paulina Rosas conforman la experiencia, que bajo el título de Instantes escénicos, fue presentado por el colectivo Voces, en dirección de Claudia Fragoso.

Proceso y herencia

Concebida como un segundo resultado del proyecto Hilo que falta (comienzo en Morelia en junio de 2003 y con un primer trabajo, Las vacantes, que se estrenó en octubre de 2004), Instantes escénicos recupera la esencia de diez personajes femeninos de la tragedia griega y ubica el sustrato de esos arquetipos en las realidades contemporáneas que surca la experiencia femenina. Es pues, en escena, la voz de diez mujeres que dan cuenta de los sufrimientos que han padecido pero, sobre todo (y esto es lo más importante), que dan cuenta de su fortaleza, de su porfía y de sus razones para ser presencias “bárbaras”: finalmente indómitas, libres, actuantes, fieles a sí mismas.

Desde una perspectiva teatral cuyos antecedentes en México serían Salomé, Lamentación de Dido y Judith (textos creados por Rosario Castellanos a partir de los años cincuenta y todos ejemplos notables de poesía dialogada o en monólogo), seguidos por la manera de acometer los tres monólogos de En ausencia de... (Antonio González Caballero, 1991), Instantes escénicos importa por el papel que le restituye a la oralidad en la escena y por el modo en que pone en perspectiva a un Eterno Femenino enfrentado a distintos deterioros.

Desde un punto de vista más universal, Instantes escénicos tiene un sabor que remite poderosamente a la forma de acometer personajes como la Nina y el Treplev de La gaviota (Chejov, 1896) o los desventurados Prozorov de Tres hermanas (Chejov, 1901): esos seres emergidos de una madurez chejoviana que nos permite compartir con ellos no meramente su circunstancia, sino lo más íntimo y vivo de sus procesos interiores.

Presencia e introspección

El destierro, la sumisión, el engaño, la soledad, el desprecio, la humillación, el abandono, la calumnia, la traición y la pérdida son los horizontes contra los que se recorta la entereza de los personajes, ya en la piedad, ya en el estoicismo o en la venganza. Los episodios son tan fugaces como intensos a partir de la dramaturgia de un Sergio J. Monreal que desde hace más de una década está reflexionando estéticamente nuestra realidad y nuestro país a través de sus creaciones (su obra más reciente, en el ámbito de la dramaturgia: la pastorela Christmas road, ése, de 2008).

En Instantes escénicos, la intensidad fluye del explícito tono introspectivo del trabajo. El autor toma el "monólogo interior" propio de la literatura y lo traslada al ámbito de lo escénico convertido en soliloquio. La naturaleza de esta operación, así como el tratamiento de la puesta como teatro de cámara, en un espacio muy íntimo, en penumbras y cercano al público, hace de la obra una experiencia muy demandante para el actor por el ejercicio de introyección que pide.

Y es que las de Monreal (ya se dijo en líneas previas) no son presencias que simplemente describan algo de manera anecdótica. En este sentido, durante la puesta, es entre Erandini Alvarado y Paulina Rosas por donde han pasado los extremos de complejidad y de limitación, respectivamente, a la hora de encarnar los textos.

La puesta aprovecha la escalinata de madera del foro La Capilla de la Casa de la Cultura de Morelia y al espacio sólo se le añade un perchero con prendas masculinas abandonadas (al frente, derecha actor), así como una frazada roja que rompe con los atuendos comunes de los personajes, todos negros, y un par de sillas.

Angélica Cabrera (izq.) y Erandini Alvarado (der.) durante Instantes Escénicos, en la Casa de la Cultura moreliana.

Palabra, sentido y vida

Lo más bello (dolorosamente bello) en Instantes escénicos es que las palabras que ofrece y que convoca esta experiencia teatral son un acto de confirmación de la vida. Después de todo, sólo quien vive puede contarnos un cuento, una historia o su propia vida. Y, parafraseando a uno de los personajes, mientras permanecemos aquí, en este mundo, sólo una cosa es más inevitable que la muerte: la vida

Desde su concepción más básica, narrar es ordenar el tiempo, darle sentido a los hechos y, por añadidura, es una manera de postergar la muerte, el olvido o cualquier otra forma de anulación. Es en tal idea donde este trabajo establece sus muy activos cruces entre lo estético y lo social, entre lo íntimo y lo político. Cuerpo y relato, presencia y palabra son los ejes de esta experiencia en la que se habla con, desde, por y para las mujeres, pero también con, desde, por y para ese signo en femenino que nos habita y nos constituye a cada uno de nosotros, hombres y mujeres.

En este sentido (pero sólo en este sentido), poco importa que el espectador de Instantes escénicos no sea capaz de reconocer eruditamente las fuentes clásicas en las que se inspiran los textos. No se trata de eso en absoluto. De hecho, sólo en un par de instantes hay citas casi textuales a los personajes trágicos helenos que inspiran a la puesta. En cambio, sus situaciones son perfectamente reconocibles desde el tamiz de las experiencias de nuestro tiempo. Desde este enfoque, en Instantes escénicos también hay un trabajo de reflexión y reelaboración que nada tiene que ver con esos perezosos ejercicios que suelen pasar como “adaptaciones” por estos lares. Este es otro de los puntos que le otorga interés a esta experiencia.

Porque, a fin de cuentas, cada palabra que profieren las mujeres de este trabajo es de dimensión restitutiva: a través de cada uno de sus relatos y confidencias nos ayudan ordenar, a través de la historia de “otras” y de “otros” nuestra propia historia, nuestras propias confidencias, nuestros propios cuestionamientos en torno al indispensable “¿quién soy?” y “¿quién he sido?”.



RECURSOS EN LA RED

Instantes escénicos toma como inspiración a una decena de poderosas presencias que surcan el imaginario griego, mujeres inolvidables porque tienen una historia que contar: se han rebelado contra el papel sumiso, pasivo, al que un mundo patriarcal ha pretendido reducirlas. Y como quien haya visto esta obra tiene una deuda pendiente con el apasionante mundo de los relatos griegos, a continuación hay algunos vínculos que conducen a obras indispensables y asequibles en la Internet. Casi sobra decir que todos o la mayoría de los siguientes títulos pueden adquirirse en prácticamente cualquier librería.

Antígona / Sófocles. Versiones para descargar en:

Medea / Eurípides. Archivo comprimido en formato ZIP:

Edipo Rey / Sófocles. Versión de la tragedia en formato pdf para descargar:

La Orestiada / Esquilo. Archivo para descarga en formato zip:

La Odisea / Homero. Libro en formato pdf en:

Las troyanas / Eurípides. Versiones para lectura en línea o descarga en:

Estudio socio-político de la Medea de Eurípides / ensayo de Dolores López Galocha, UNED (formato pdf):


Delgadina y la reina, su madrina


Una mirada grotesca

a deterioros del poder

El poder tiende a corromper y el poder absoluto corrompe absolutamente.
John Emerich Edward Dahlberg Acton

Noemí Uribe Hernández en el papel de Delgadina.

En plena era post Festen (Thomas Vinterberg y Mogens Rukov, Dinamarca, 1998, con versión al teatro en México en 2006 sobre adaptación londinense previa de David Eldrige), el incesto y, en general, el abuso sexual contra niños y adolescentes se ha revelado como una de las plagas más insidiosas de nuestro tiempo Esta forma de abuso del poder no es nueva, pero probablemente sí lo sea el cinismo con que se le tolera y se le encubre.
En simetría con tal realidad, la novena función de la Muestra Estatal de Teatro en Morelia puso el tema sobre la mesa acudiendo a un clásico que se remonta a la Edad Media y que llegó a los trovadores españoles hacia el siglo XVIII, cuando se popularizó el Romance de Delgadina, de inspiración anónima. Mucho tiempo después, nuestro Óscar Chávez incorporaría el relato a la tradición popular mexicana con su célebre Corrido de la Delgadina, que es del que ha partido Norma Román Calvo para esta versión escénica.

Una historia de familia
En Delgadina y la reina, su madrina (Norma Román Calvo, 1994, en codirección de Valentín Orozco y Claudia Fragoso con el grupo Teatro 12°-02 EPBA), estamos ante una tragedia, por más que el tratamiento acuda a lo fársico. Esta mixtura es apenas uno de los hechos que le otorga un gran interés a esta experiencia: el Rey padre (Javier Cervantes) ronda a la menor de sus hijas, Delgadina (Noemí Uribe) y demanda sus favores carnales, pero ante la entereza moral de la muchacha, que se niega a ceder, el paterfamilia enfurece y ordena que la joven sea encerrada y privada de alimentos. Para consumar el cruel castigo, cuenta con la temerosa complicidad de su esposa (Larissa Torres) y de sus dos hijos-esclavos On y Ce (Diego Montero y Víctor Domínguez).
Mientras, en el reino vecino, la Reina madrina (Abril Eugenia Jaimes), quien asume su poder con explícita frivolidad, es puesta al tanto de la situación por otra de las hijas del rey padre, Mariquita (Luisa Angélica Meza), y acude al rescate de su ahijada secundada por su ministro (Fernando Martínez Almanza, fuera del programa y de la más elemental disciplina). Sin embargo, el auxilio llega tarde y, tal como lo plantea el texto medieval original y varias de sus versiones posteriores, Delgadina muere como una mártir, soportando su confinamiento.

Los personajes de la Reina Madrina y de Mariquita.

En clave bufa
Han tenido que transcurrir tres días para que la Muestra Estatal de Teatro le abra las puertas a un discurso cuyos elementos fársicos y grotescos rompen con la tibia compostura académica que ha agrisado a otros ejercicios estudiantiles procedentes de la Universidad Michoacana.
Contra tal sentido de la propiedad, que a menudo neutraliza y esteriliza los contenidos de un trabajo, el ejercicio de los alumnos de segundo año de la licenciatura de Teatro de la EPBA ha desbordado eficacia a partir de su vivacidad y de su honesto sabor popular, con el cual brinda un retrato sardónico de giros, modismos y usanzas muy mexicanos, cuya realidad psicológica y social es potenciada por los mecanismos del ridículo y del absurdo.
Quizá las mejores palabras para describir lo anterior sean “bufo” y “carnavalesco”. En sincronía con lo que pide el texto de Norma Román Calvo (cuyo acierto es traducir de forma pintoresca diversos deterioros que afectan tanto a nuestra vida íntima y doméstica como social y colectiva: totalitarismo machista en el ámbito familiar, de un lado; abuso y trivialización del poder en la esfera pública, del otro, y entre ambos el miedo como detonador de la corrupción y de complicidades siniestras), los integrantes de Teatro 12°-02 EPBA sacan adelante un trabajo cuya mayor virtud consiste en que los trazos deliberadamente gruesos jamás banalizan sus temas: al contrario, sirven para acentuar su dimensión monstruosa.


Delgadina y su padre-rey en el comienzo de la farsa.

Vitalidad escénica
Bien visto, el del incesto es apenas un punto de partida para este trabajo, ya que los avances deshonestos del padre nunca se consuman. Pero el hecho de que el trabajo comience con este tópico (que es probablemente el tabú más universal que existe, presente en todos los tiempos y prácticamente en todas las culturas), colabora a poner en perspectiva las demás deformidades que nos aquejan como sociedad, entre ellas, señeramente, la frivolidad, la inutilidad de lo institucional, el temor de decir lo que se piensa, el conformismo ante las injusticias y el silencio ante la arbitrariedad.
De la puesta, la suciedad de ciertos trazos en la función del martes ha demeritado la eficacia del ejercicio. Pese a todo, el trabajo tiene la suficiente honestidad interna como para convencer y para no perder el sentido de su mensaje (esencialmente crítico). Su espíritu dionisíaco, correctamente acometido, le da agilidad al discurso y vitalidad a las caracterizaciones, en las que destaca de manera notoria el contraste entre los atuendos simples, luminosos, de Delgadina (acotando su sentido de pureza, que sobresale aún más al instalar al personaje al frente del escenario, izquierda actor, en un breve espacio que hace de su celda un nicho) y el colorido variopinto y, en cierto sentido, deliberadamente caótico, que plasma a los demás personajes como víctimas de sus pasiones.
La escenografía acota con diversos guiños la idea de un tablero ajedrezado, con sus casillas de blanco y negro. El recurso, en plena época de relativismo ético y moral, invita a recuperar una posición definida ante hechos como el abuso del poder.
También importa citar el fiel respeto que se le dedica a los diálogos, en los que la dramaturgia de Román Calvo (ganadora con este trabajo de un premio en la Facultad de Filosofía de la UNAM, en los años noventa) aprovecha la enorme riqueza popular de nuestro idioma, aplicándole además una métrica versística muy particular en momentos precisos, en correspondencia al corrido en el que se ha basado.
Una noche intensa, de teatro singularmente vivo. Es decir, singularmente humano. Bienvenida.



EN VIDEO: Aspectos de la puesta en escena de Delgadina y la reina, su madrina, en el foro La Bodega.

Protesta de la dirección
Un día después de la presentación de Delgadina y la reina, su madrina en el foro La Bodega, el martes, el director de la puesta, profesor Valentín Orozco, hizo circular la misiva siguiente, inconformándose contra un alumno cuya conducta durante el proceso de montaje le había ganado su expulsión del proyecto, pero que el día de la función, en la muestra, tomó el escenario por asalto para interpretar a su personaje de El Ministro.
Ninguna de las ideas o conceptos vertidos en la carta se han modificado. Sólo se han corregido erratas propias de una ortografía precipitada. El texto dice así:

CARTA PÚBLICA
El martes 23 de Julio del 2009 a las 20:35 hrs. aproximadamente, dentro de las instalaciones “culturales” del espacio alternativo “La Bodega”, en el marco institucional de la Muestra Estatal de Teatro, fue cometido un homicidio con todas la agravantes en contra del personaje “El Ministro” de la obra teatral Delgadina y la Reina su Madrina, de Norma Román Calvo.
El acto vil fue perpetrado por Martínez Almanza Fernando, con el apoyo y complicidad incondicional de Fuentes Mapoumé Aidet y los alumnos Gutiérrez Bucio Fabricio, Huerta Álvarez Laura Giovanna y Huerta Mendoza José Luis, del 2º año de licenciatura en teatro de la sección 01, Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo.
En el mencionado evento quedó prueba fiel de quiénes se dedican a hacer teatro y quiénes se dedican a deshacerlo. Los actores, estudiantes orgullosos del 2º año de licenciatura en teatro de la sección 02 dieron muestra fiel del compromiso “humano” que se adquiere y se respeta cuando se asume con coherencia, lógica y corazón, la responsabilidad de “procrear” un personaje.
¿Que parece chistosito el relato por hablar de asesinato? Pues bien: tal vez y sólo por curiosidad, deberíamos preguntarnos qué carajos somos como sociedad, y me permito confesar mi vergüenza como profesor universitario: ¿con que talante pido a mis compañeros estudiantes ser lógicos y coherentes, trabajar 48 horas al día y subirse al escenario con el corazón en la mano a jugarse la vida? En cualquier momento, algunos de esos estudiantes se convierten en delincuentes y nadie hace nada, nadie es responsable de nada (perdón, la “nada” no existe, siempre hay alguien que sí dice algo; “son jóvenes inocentes”, “están aprendiendo a hacer teatro”). Que vergüenza, pero en fin, este es nuestro panorama teatral y por qué no completarlo y decir que también es nuestro panorama cultural. Esas son las “personas” que “hacen” que el teatro en Morelia sea un desperdicio humano. Y los padres, amigos y compañeros de “profesión” de estos engendros de Dios están muy orgullosos de los logros alcanzados de tan notables “universitarios”.
¡QUE CAPACIDAD DE DESTRUCCIÓN!
Pero como ellos mismos afirman y defienden:
¡QUE VIVA EL TEATRO MORELIANO!
Y si alguno de los “TEATREROS” michoacanos o chilangos o de cualquier planeta se ofende con mis dichos, pues…. Mándome de antemano a chin... y los felicito por tan productivos ciudadanos engendrados y producidos en Morelia, Michoacán, a los tantos y tantos de finales del siglo pasado, qué maravilla “de…generación”.
Y no se confundan que no hablo por amargura, hablo de nuestra realidad y sus implicaciones humanas, que ya a nadie le interesan y esta situación, tan deleznable, me apachurra el corazón.

Valentín Orozco

Que conste que firmé con mi nombre verdadero y no con el seudónimo ese que me escribe pa’ decirme que hago teatro muy feo y ya recibiré mi merecido, gracias señor anónimo por sus buenos deseos.


Recursos en la web
Hasta donde se puede documentar, la historia original de Delgadina se remonta a la Edad Media. La copla original habla de la menor de las tres hijas de un rey que la desea y que demanda sus favores, pero el incesto nunca se lleva a cabo porque la princesa rechaza a su padre y éste ordena que sea encerrada en lo alto de la torre del castillo, privada de alimentos y de agua, hasta que finalmente la joven muere como una mártir.

Una versión del romance de Delgadina tradicional en la Vega de Santa María (Ávila) / Ensayo emprendido por Luis Miguel Gómez Garrido en:
http://www.culturaspopulares.org/textos4/articulos/gomezgarrido.htm

HOY EN LA MUESTRA
Jueves, junio 25

Las vírgenes Prudentes
Este clásico del maestro Antonio González Caballero acerca de tres jóvenes a punto de casarse, una de las cuales “se comió la torta antes del recreo”, se presenta esta tarde con integrantes de la compañía de teatro de la Casa de la Cultura de Indaparapeo. Dirige Ignacio Rodríguez Alanís.
Foro La Capilla José Manuel Alvarez, Casa de la Cultura, 18:00 horas. Entrada libre.

La manzana
La puesta corre a cargo del grupo “Anaznamal” (es decir, “la manzana” al revés), en dirección de Freddy Valdovinos, sobre un libreto de Antonio Argüdín. La sinopsis institucional dice: El artista está hambriento. Sólo tiene una manzana, sabe que no se la puede comer. Busca la trascendencia por medio de sus pensamientos, sabe que no la puede obtener porque no se esfuerza por alcanzarla. Al final, acepta su realidad y se come lo que tiene”.
Foro La Bodega, 20:30 horas. Entrada libre.