La música y su influencia político-cultural
Abre los ojos,
pueblo americano
Conferencia del historiador Antonio Ruiz Caballero acerca del papel de la música en vísperas de la guerra de Independencia
Con el título Abre los ojos, pueblo americano. Música e historia en villancicos y coplas en Nueva España en vísperas de la Independencia, el maestro en historia Antonio Ruiz Caballero ofreció este jueves una conferencia acerca del papel de la música como instrumento ideológico y político en la Nueva España previa a la guerra insurgente. La conferencia se emprendió en la dirección del Archivo Histórico Municipal y Museo de la Ciudad a las 19:00 horas y a lo largo de la misma el ponente compartió la manera en que la música fue un elemento cuya función política y cultural fue empleada, ya para legitimar al sistema o ya para cuestionarlo y hacer circular ideas subversivas.
El historiador durante su explicación de cómo la arquitectura religiosa virreinal da cuenta de la rígida estratificación de la sociedad novohispana de la época.
Arte: legitimación y subversión
El maestro Ruiz caballero comenzó señalando que para autores como Herbert Marcuse (El hombre unidimensional, Ética de la Revolución…) el arte tiene el poder de configurar ideas capaces de derribar una realidad establecida y de crear una nueva realidad, toda vez que "la estética es la irrupción de otra racionalidad".
Desde esta perspectiva, indicó que las investigaciones que se han emprendido en torno a la música durante el virreinato y en relación a movimientos armados como el de la guerra de Independencia, le han permitido encontrar elementos que muestran cómo esa manifestación artística cumplió con una función política y cultural que sirvió, ora para legitimar, ora para cuestionar el estatus.
A lo largo de la ponencia, que acompañó con imágenes y fragmentos de grabaciones que reconstruyen coplas y villancicos de los siglos XVII y XVIII, el ponente abordó tres temas sucesivos de análisis: La música en la iglesia (el papel de la música como legitimadora de un estado de cosas), Los Sones de la tierra o Sonecitos del país (La música popular como canal de ideas distintas a las del Status Quo), y Las coplas prohibidas por la Inquisición (el papel subversivo de la música).
Aspecto del público durante la conferencia del jueves.
Para ganar almas… y conciencias
Al abordar el primer tema, el de la música en la Iglesia durante el virreinato, el conferencista señaló que el papel de la música en el ámbito religioso fue un elemento fundamental de la colonización del Nuevo Mundo, toda vez que, adujo, “ganar almas para Dios también significaba ganar conciencias a favor del Rey”.
Fue esta, entre otras razones, por lo que los europeos impusieron muy pronto sus ritmos, armonías y escalas a los naturales y a sus culturas en la Nueva España.
Fue así como la música adquirió un papel preponderante dentro de todo tipo de ritos litúrgicos que legitiman un orden, un sistema “inspirado por Dios”.
El académico tomó como ejemplo varios Villancicos empleados para fiestas patronales como la de San Pedro Apóstol, que exaltaban y afirmaban la autoridad real borbónica.
En este apartado también mostró cómo la arquitectura del periodo, en particular la religiosa, expresaba claramente la severa estratificación social de la época y la imposición de un estricto orden jerárquico, presente en los rituales litúrgicos.
Sin embargo, el ponente también advirtió que la institución eclesiástica no era un bloque compacto. Desde el siglo XVIII, las diferencias entre criollos y peninsulares comenzaron a crear conflictos y algunos símbolos religiosos, como el de la Guadalupana, cobraron una importancia decisiva para afianzar entre los criollos una nueva identidad.
Del son a la copla prohibida
De la música religiosa, al servicio de la conservación de un orden, el ponente pasó al tema de la música de carácter profano que se tocaba en fiestas, bailes y convites.
Explicó cómo, en medio de estas formas musicales populares, se comenzó a hablar de los Sones de la tierra (o Sonecitos del país), para distinguirlos de las composiciones musicales foráneas, que aún llegaban procedentes de Europa.
Estos sonecitos comenzaron a ganar presencia y difusión hasta que lograron ser reconocidos y ocuparon un lugar propio en el mosaico de manifestaciones de la época. El autor indicó que se les incluye en los espectáculos del Coliseo de la ciudad de México a fines del siglo XVIII por primera vez.
Durante la conferencia, el historiador compartió ejemplos de estos sones, a partir de reconstrucciones emprendidas por musicólogos. Sin embargo, advirtió que aún es difícil saber cuál era la estructura musical exacta de estas formas musicales y cómo sonaban en realidad porque, a diferencia de lo que ocurre con los villancicos y la música sacra del periodo, de estos sones no hay partituras. Empero, algunas tabladuras han dado indicios al respecto.
Luego de compartir un son extraído del álbum La guitarra en el México Barroco, el conferencista pasó al tema de las coplas prohibidas por la Inquisición.
Señaló, de entrada, que desde el siglo XVII la iglesia vigilaba atentamente el contenido de ciertas formas musicales populares porque eran sospechosas de promover la idolatría, la promiscuidad y, en general, de “faltarle a la moral cristiana”. Por lo menos, tales eran los principales asuntos fiscalizados por la iglesia.
A pesar de todo, las coplas se extendieron por todo el siglo XVIII y su contenido se hizo más peligroso… no sólo por sí mismas, como música, sino por otras costumbres culturales asociadas a ellas: los modos de vestir o de bailarlas, lascivos o escandalosos. Por todo esto fueron perseguidas.
Entre las coplas que hacían alusiones más o menos explícitas a lo sexual, por ejemplo, citó el chuchumbé, un baile que se hizo muy popular y en cuyas coplas se aludía al sexo y se burlaba del conservadurismo represor del clero. Un edicto emitido a mediados del siglo XVIII las prohibía por “excesivamente escandalosas” y establecía sanciones que llegaban a la excomunión. Pero en 1771 el chuchumbé seguía muy sano, vivito y coleando.
Otras coplas cuestionaban símbolos religiosos. “Los profanaban al aludir a ellos en formas coloquiales y desenfadadas. Esto nos habla del avance de la desacralización como proceso sociocultural. Entre los ejemplos que sobreviven hasta hoy existe una copla que representa una mofa al Miserere, por ejemplo”.
Lo significativo, explicaría el historiador, es que de la crítica religiosa se pasó a la crítica de la autoridad política, avizorando claramente la conciencia de una emancipación contra la injusticia. Mostró una de esas coplas, que data de 1808.
Concluiría indicando que las coplas son también documentos históricos, a través de los cuales podemos descubrir que no todo era “lealtad al monarca”, como pretenden hacerlo creer ciertas parcelas de la historia oficial. Llamaría a seguir estudiando estas manifestaciones culturales que ayudan a comprender y explicar las transformaciones en la conciencia de un pueblo cada vez más atento a la búsqueda de su propia identidad y a la construcción de su propio destino.
EN VIDEO
Un fragmento de la conferencia impartida el jueves en la dirección del Archivo Histórico Municipal y Museo de la ciudad.
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