Histeriósmosis II

Babel de híbridos

Segunda entrega dedicada a la exposición abierta en la Sala de Patrimonio de la Casa de la Cultura de Morelia, que se ocupa de los trabajos de Desmond Ray Ramírez

El autor Desmond Ray Ramírez durante la noche inaugural.

A medio camino entre cierto naturalismo de vocación orgánica, visceral, y una honesta y profunda inspiración demiúrgica, los trabajos de Desmond Ray Ramírez (Colorado, Estados Unidos, 1973) son un festín de la alteridad. Dinámicas mutaciones operan en cada personaje que puebla sus dibujos y lienzos.
Y en esta intensa babel de híbridos, Desmond expresa algunas de las pulsiones más significativas de nuestro tiempo: independencia e individualismo exacerbados, el ego desde su reflejo mental más irracional, así como la irrupción violenta de los contenidos de una realidad interior (dirían los freudianos: el asalto del ello).
En medio de estos rasgos, los trabajos tienen el suficiente coraje para ser totalmente audaces a la hora de cantarle (ya como himnos, ya como elegías), a las luces y abismos de nuestro mundo psíquico.

Collage, dibujo e infrarrealismo
El autor acude en la mayoría de sus obras al collage (una de las grandes aportaciones del Dadá), pero también a una sabiduría gráfica y dibujística en la que el realizador atesora sus mejores cualidades.
Porque Desmond Ray Ramírez se revela aquí como un pintor infrarrealista, lo suficientemente romántico como para apasionarse por el riesgo y la aventura de sumergirse en un subversivo caldero de protoformas psíquicas, pero desde estos recursos, se nos muestra ante todo como un dibujante de lo irracional iluminado por un espíritu confesional tan directo que le permite plasmar la mayor identidad posible entre lo que siente y lo que expresa.


¿Otra pastilla para poder dormir y soñar en blanco y negro? (mixta [acrílico, tinta y collage] sobre papel, 63 X 47 cms.).

El lirismo salvaje
Pocas veces vemos por estos lares una actitud intimista que sea tan salvajemente lírica (y en este sentido, tan eficazmente expresiva) como en las obras de este autor nacido en los Estados Unidos, pero educado en México. Porque, finalmente, las deformaciones oníricas y las bioformas caprichosas de sus dibujos y pinturas son medios para fragmentar la realidad y abrirle paso a la infrarrealidad del instinto, que es de donde emerge el monstruismo objetivo que define sus trabajos.
Aquí, a diferencia de lo que hace Jorge Alberto Ortega, no hay alusiones políticas y muy pocas que puedan ser consideradas explícitamente populares, sino una proyección pura y directa de la emotividad individual del autor; una individualidad que se manifiesta en los terrenos del más llano existencialismo. La operación se cumple con tanta pureza, especialmente en las tintas y dibujos, que de ahí procede su nota más auténtica: bárbara e impredecible.


El bosque (mixta [acrílico, tinta y collage] sobre cartulina , 35 X 19 cms.)

Incitaciones y temores
El bosque (acrílico, tinta china y collage), es en realidad una incitación a lo prohibido, tomando como punto de partida la idea-arquetipo de uno de los cuentos infantiles más clásicos del mundo: la Caperucita Roja.
Un texto muy intencionado surca este collage y aduce: “You may find from time to time you run into the big bad wolf” (“Puedes descubrir, de vez en cuando, que entras corriendo en el gran lobo malo”).
El motivo principal de la composición es una Caperucita cuyo rostro es todo labios y ojo (labios y ojo explícitamente sensuales, tomados de otra modelo), pero la caída final de los pliegues de la caperuza hace pensar que el atuendo está vacío por dentro (a pesar del incitador detalle de una capa muy abierta en el escote).
Un pequeño detalle le da una insólita intensidad al personaje: dentro del ojo de la modelo parece asomarse, apenas insinuado como apunte, el rostro –ese sí infantil y temeroso–, de una niña.
La silueta de una cabeza de lobo resuelta a tinta concluye la composición.

Tos (mixta [collage, acrílico y tinta] sobre papel, 35 X 20 cms.)

Estornudos que revelan
Mientras, en Tos (acrílico, tinta, papel y collage sobre papel), el punto de partida es la glamorosa foto de una de esas modelos de revista juvenil, que originalmente ilustraba un artículo dedicado a temas de maquillaje. Con la tinta diluida y el pincel muy húmedo, se ha dejado sobre su frente un rojo carminado que alude a sangre reseca. Otros accidentes controlados surcan el rostro, pero el gran apunte de la composición es la suerte de estornudo que se desborda, poderoso y en azules y blancos, no por la nariz o la boca del personaje, sino por su ojo izquierdo. Mientras, el anoréxico tronco de la modelo aparece apenas sugerido y con breves atuendos verdes. El trabajo es una mirada muy crítica hacia el mundo de la epidermia, de la apariencia, de lo superficial.


Malí (acuarela, tinta y acrílico sobre papel, 34 X 28 cms.)

Lo irracional pulsional
Uno de los grandes momentos dibujísticos de Desmond se encuentra en su mixta (acuarela, tinta y acrílico sobre papel) Malí.
El retrato de un personaje brinda una de las notas más agresivas de la exposición, a partir de la gran eficacia de un dibujo libre, espontáneo, absolutamente suelto, de cuya libertad emerge una genuina nota de irracionalidad pulsional.
Este enorme acierto dibujístico se ve reforzado por la fluidez de accidentes controlados como las salpicaduras en rojo, todo modulado por un trabajo atento que le da una inquietante ambigüedad expresiva al personaje retratado: la lengua lúbrica, la mirada taimada, torva y los amenazantes dientes cuya agresividad se extiende a ciertas formas dispuestas en la espalda del personaje, como si fueran visiones distorsionadas de las vértebras de su columna. Un retrato muy cumplido… no porque revele a un personaje “tal como lo vemos”, con los ojos del sentido común, sino porque lo revela “tal como lo siente” el autor, mostrando así su naturaleza más oculta. Una pequeña obra maestra.


Jorge Alberto Ortega, el otro autor que participa en la muestra, ante la instalación que comparte con Desmond, localizada al centro de la galería.

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