El saber de Sabina y Sabines

Cotidianidades paralelas

A veces en medio de la noche, los recuerdos como luces de bengala, vuelven trascendental y policroma nuestra perplejidad.
Renato Leduc

Canta la canción de las noches perdidas, / quema como el gas azul de los mecheros, /
sirve para echar vinagre en las heridas, / miente como mienten todos los boleros.

Joaquín Sabina

Concebido por el diseñador gráfico y director editorial de la Secretaría de Cultura de Colima, Víctor Uribe Clarín, El saber de Sabina y Sabines es un espectáculo de bohemia y nostalgia, de carácter ligeramente performativo, que conjuga a dos de las voces más populares de la cultura hispanoamericana contemporánea: el poeta chiapaneco Jaime Sabines (1926–1999) y el cantautor jaenense Joaquín Ramón Martínez, mejor conocido como Joaquín Sabina (Úbeda, 1949).
El programa, de una hora de duración, reúne unos veinticinco títulos, entre poemas y canciones, y fue presentado en Morelia este domingo 25 de octubre en el claustro mayor de la Casa de la Cultura. Habrá dos funciones más en territorio michoacano: hoy lunes en Uruapan (en el Auditorio Manuel Romero de la Universidad Don Vasco, a las 20:00 horas) y el próximo viernes 30 de octubre en Zitácuaro (en el Auditorio Municipal Samuel Ramos, a las 20:00 horas).

Simetrías: JS & JS
La idea de reunir en un mismo programa el trabajo de Sabines y Sabina no es descabellada en absoluto. Una semejanza evidente entre los dos es que sus nombres comienzan con las mismas iniciales: Joaquín Sabina y Jaime Sabines, JS. Pero ¿habrá algo más en lo que se parezcan?
Una revisión a sus biografías permite distinguir que la vida de cada uno de ellos no corre paralela a la del otro, a pesar de ciertos guiños significativos. Por ejemplo, en 1949, cuando nace Joaquín Sabina, Jaime Sabines está abandonando su natal Tuxtla Gutiérrez para irse a la ciudad de México, donde nacerá a la vida política nacional y a la poesía como acción pública (su primer poemario, Horal, es editado en 1950). Sin embargo, esto es meramente anecdótico. Epidérmico.
Hay dos razones por las que estos dos autores sí pueden codearse y entenderse. La primera es que los dos han sido poetas. La segunda es que los dos han sido, a su modo, hombres que desde su habilidad poética han decidido explorar la cotidianidad, como si fueran meros paisanos que escudriñan las dichas y desdichas de la existencia.

En efecto, el mayor atributo de Jaime Sabines es la mirada que le dedica a lo cotidiano, a lo simple, a cuanto lo rodea. La larga agonía de su padre, víctima del cáncer, es un ejemplo. Allí donde un hombre común se limitaría a llorar una pérdida íntima, a la cual mantiene en el ámbito de lo privado, de lo familiar, Sabines lo transforma en una larga elegía de reflexión sobre el dolor, la muerte, la espera, el recuerdo y la nostalgia ante la fugacidad de la vida.
A su vez, Joaquín Sabina no se reduce (salvo en unas pocas ocasiones complacientes y perfectamente disculpables) a crear “canciones de amor”, sino a mirar críticamente su realidad a través de ellas.
El sabor agridulce que acompaña a los dos autores en algunos de sus mayores momentos poéticos es otro denominador razonable.

Velada discreta
Así pues, la velada a cargo del ensamble colimense, comenzó a las 19:00 horas, haciendo que se dieran la mano dos clásicos de Sabina y Sabines: el tema Calle Melancolía y el poema Los amorosos.
Concluiría, una hora más tarde, a las ocho de la noche, con el poema Me encanta Dios y el tema Más de cien mentiras.
En el Inter, Karelia Amezcua y Armando Hernández dieron voz a los poemas No es que muera de amor, Tú tienes lo que busco y Algo sobre el Mayor Sabines, entre otros, que se alternaron con temas como Contigo, Y sin embargo, Autonecrología, Noches de boda, A la orilla de la chimenea y 19 días y 500 noches.

Junto a los actores participaron, en breves intervenciones, los bailarines Cristina Zamora e Ignacio Sánchez, miembros de Ángulo Móvil, todos acompañados por la soprano Mariana Corona (del grupo colimense Cantarte) y el cantante y guitarrista Pepe Huataza en un espectáculo discreto, íntimo, no exento de bemoles (qué extraña sonó Y sin embargo), pero que resultó propicio para convocar a la nostalgia.
Una noche de cuarto creciente, con una concurrencia que (de menos a más), fue llegando al espectáculo de entrada gratuita y que concluyó con el voto de los participantes en el sentido de que la presentación sirviera de pretexto o acicate para acercar al público a la lectura de Sabina y a la música de Sabines. ¿O es al revés?