Bajo el signo de Noviembre I

La muerte y


la Revolución


“Noviembre es el mes de la muerte y, al mismo tiempo, el mes de la Revolución. En este 2009, a un año de conmemorar el centenario de la Revolución, esta doble significación se vuelve esencial para nosotros como mexicanos por una razón muy concreta: todos somos hijos de la muerte de la revolución mexicana”.

El escritor moreliano Sergio J. Monreal durante la plática realizada en el foro El Refugio del Juglar.

A comienzos de este noviembre el foro El refugio del Juglar inauguró una serie de actividades dedicadas a los temas de la muerte y la Revolución Mexicana, organizadas por Lourdes Esquivel y Sergio Julián Monreal Vázquez, y emprendidas por alumnos del Cedart Miguel Bernal Jiménez.
En la apertura del programa, Monreal Vázquez ofreció como punto de partida una charla que abordó los alcances y perspectivas de la Novela de la Revolución, así como reflexiones acerca del muralismo y, en el ámbito literario, de los movimientos que respondieron, continuaron o dejaron en puntos suspensivos la herencia que comienza con Mariano Azuela y concluye con José Revueltas.
Más allá de ese ámbito, la intervención del autor de La sombra de Pan, Crecerse al castigo, Caronte, La razón de los monstruos, Los ojos perdidos de Mirmidón y Las raíces del aire (entre otros títulos) se convirtió también en una revisión de las transiciones y reajustes que han conducido, desde hace unos cuarenta años, al desmantelamiento de los ideales y logros del México engendrado por la Revolución bajo el signo de un noviembre cuyas dos conmemoraciones principales (la Noche de Muertos y el aniversario del movimiento de 1910) se convierten en momentos singularmente significativos para los mexicanos en un momento en el que todos los contemporáneos “somos los hijos de la muerte de la Revolución Mexicana”.
A continuación, lo esencial de la charla que se extendió por poco más de una hora.

Crisis y reconfiguración
El autor comenzó señalando que los problemas de este país son más que el narcotráfico o la corrupción.
“Van más allá las cosas que están en juego, las que se están reacomodando en México; el hecho es que nadie sabe en este momento hacia qué desenlace nos conduce la situación en que vivimos. Podemos tener los más negros pronósticos. O los más esperanzadores. Pero el hecho es que nadie puede decir qué va a pasar con este país. No está dicha la última palabra, aunque tengamos un gobierno eminentemente empresarial, que gobierna para intereses muy específicos de este país.
“Esto motiva que mucha gente, simpatizante de la izquierda y de los pobres, diga: ¡uh! pues ¿ya qué caso tiene? Todo es una porquería, ya ganaron los malos, etcétera. Pero la historia no se mueve de esa manera. La historia se mueve a partir de factores muy diversos, entre los cuales figuran (y no como los menores) las tendencias históricas.
“Ahora bien: en este país hay una serie de tendencias históricas, entre las que figura la burguesía mexicana. Nos caigan mal, nos caigan bien, los envidiemos o los detestemos, la burguesía mexicana es una tendencia histórica y en este momento “está diciendo su palabra”, para usar los términos del caduco zapatismo. Y queda muy claro para dónde nos quiere llevar.
“Sin embargo, no hace falta ser un analista político ni ser amigo de Enrique Krauze o de Reyes Heroles para darnos cuenta de que este país, evidentemente, no está en control de la burguesía. De hecho, eso a veces da un poco más de pánico porque si el país estuviera bajo el control de los que podemos suponer que son “los malos”, ¡bueno!, por lo menos alguien tendría el control. En cambio, da la sensación de que en este país hay demasiadas fuerzas, demasiadas tendencias, demasiados protagonistas que todavía no manifiestan cuál va a ser su lugar en la nueva recomposición del país.
“Entonces, estamos asistiendo a una reconfiguración de este país. Y lo ideal sería que la mayor parte de los mexicanos pudiéramos colaborar de la manera más lúcida posible para que esa configuración sea soberana, y no fruto del accidente ni un Frankenstein de esos que acostumbramos hacer en Latinoamérica. Porque, lamentablemente, existe la posibilidad de que esta crisis en la que estamos metidos nos dé como resultado un Frankenstein. Si nos preguntamos: ¿y eso con qué tendrá que ver?, la respuesta es: con el mayor o menor grado de conciencia y de participación ciudadana que se involucre en la configuración de este nuevo país”.

Ciclos y horizonte
“Nuestro antecedente inmediato, incluso para quienes probablemente no guarden mayor memoria de eso, salvo lo que sus padres les han contado de cuando en este país gobernaba el PRI, es la descomposición del México de la Revolución Mexicana.
“El hecho es que hubo una serie de tendencias y configuraciones que adquirió este país, a partir del fenómeno de la Revolución Mexicana, las cuales gozaron de buena salud durante cincuenta años. Nosotros podemos decir que de 1920 a 1968 este país estuvo construyendo un determinado tipo de identidad y que al llegar a 1968 ese país no solamente ya estaba construido, sino que ya había agotado sus horizontes de posibilidad. Entonces, a partir de 1968 y hasta 1982, vino un largo proceso de reacomodo interno. Y para cuando llegó Miguel de La Madrid Hurtado a la Presidencia, comenzó en sí el largo proceso de desmantelamiento de todo lo que fue la estructura de la Revolución Mexicana.
“Nosotros podríamos preguntarnos: ¿Por qué aventarnos 14 años en ese proceso, que son los que median entre 1968 y 1982? En esos catorce años el PRI se estuvo debatiendo entre su apariencia dino y un contenido medio tecnocrático, que era el emergente y novedoso en su interior. La razón de esos casi quince años de transición es evidente: nadie puede cambiar de la noche a la mañana una estructura que tomó cincuenta años consolidar”.

Del país de los derechos
al país de las oportunidades
“Podemos resumir en unas pocas frases, aunque suene esquemático, lo que sucedió en 1968. En 1968 lo que ocurre es que las dos tendencias fundamentales de la Revolución Mexicana topan con su límite.
“Una de esas tendencias es (vamos a ponernos maniqueos y acartonados) la tendencia de Los Buenos, es decir: la de los que piensan en el bienestar de las mayorías, en la soberanía popular, en la soberanía nacional, en la democracia.
“Esta tendencia respondía a una parte significativa de la Revolución, que era la de generar garantías para el pueblo mexicano. Y hay que decir que eso se logró. Le podremos poner ochenta mil peros a eso: que el sistema educativo mexicano no sirve, que el sistema de salud no sirve. Sí. Pero se generó. Y ahí está. Y muchos de los que estamos aquí hemos vivido en menor o mayor medida de un sistema como el educativo, ya como estudiantes o como docentes. Formamos parte de una estructura que es inseparable de una visión de país que se construyó sobre esa base.
“Es decir, para el pensamiento del México de la Revolución, plasmado en la Constitución de 1917, los ciudadanos de este país tenemos una serie de derechos que es necesario garantizar. Y ahí es donde aparece una serie de instituciones públicas. La Secretaría de Educación Pública, la Secretaría de la Reforma Agraria, la Secretaría de Salud, la Universidad Nacional Autónoma de México... Estas conquistas son garantías, derechos: el derecho a la educación, el derecho a la vivienda, el derecho al trabajo... Son una serie de derechos que la Constitución considera como eso: como derechos. Lo que aparece en la Constitución es que nosotros tenemos derechos, tenemos garantías, no que tenemos oportunidades, como ocurre ahora. Hay un abismo enorme entre el concepto de los derechos y el concepto de la oportunidad. A muchos de ustedes les tocó nacer o adquirir conciencia de seres humanos en un país donde ya no había espacio para los derechos, sino en el que, a lo que más puede aspirar un mexicano, es a tener la oportunidad de trabajar o la oportunidad de educarse. Ya ustedes asistieron a un momento donde todas esas cosas habían topado con su límite”.

Utopía y límites
“Esta tendencia que estamos caracterizando y que estamos identificando con las tendencias mas populares del movimiento revolucionario, que son las encarnadas por Villa y Zapata en muchos sentidos, topan con su límite en 1968 por una razón muy sencilla: los militantes de toda esa tendencia histórica, sea dentro del gobierno o fuera de él, se dan cuenta en el 68 de que esas garantías ya no pueden avanzar más.
“Las gentes que hicieron la revolución en 1910 pudieron pensar muy utópicamente: dentro de cincuenta años no va a haber más pobres en este país, pero en 1968 tú sabías que siguiendo con esa estructura los pobres no iban a desaparecer nunca. Pero no sólo eso, sino que el garantizar de manera permanente e irrenunciable para todos los mexicanos estos derechos no era una garantía. Ya desde ahí se notó que a partir de los términos en que estaba redactada la Constitución de 1917 y una serie de condiciones alrededor de eso, no había garantías como tales. Es decir que todas las cosas que se habían logrado se podían llegar a perder.
“Obviamente, mucha gente puso el grito en el cielo o se burló de esas cosas en el 68. Oye ¿cómo se va a perder el derecho al trabajo o el derecho a la jubilación? ¿Cómo va a desaparecer el ISSSTE? ¿Cómo van a desaparecer las prerrogativas de los trabajadores sindicalizados? No sean alarmistas, ¡no sean escandalosos!
“Bueno, ustedes sabrán que eso, en el mundo de hoy, no es alarmismo: es la realidad. Obviamente no es una realidad sencilla. En un fenómeno como la desaparición de Luz y Fuerza del Centro aparecen involucrados muchos temas. Y nosotros como mexicanos con mínimo sentido crítico y sentido común, tenemos que ubicarnos. Yo he escuchado a mucha gente decir: Es que daba muy mal servicio. Ok, pero no pienses que por eso la desaparecieron. No pienses que el desmantelamiento de esta institución obedece a que consideraron a la pobre gente que no tiene luz, que paga mucho y a la que le dan muy mal servicio. Evidentemente ese no es el objetivo.
Y quienes dicen: Aunque no lo hayan hecho por mí, pero qué bueno que lo hicieron, bueno… esos simplemente se están haciendo cómplices de algo que, en el fondo, no entienden”.

EN VIDEO

“Noviembre es el mes de la muerte y, al mismo tiempo, el mes de la Revolución. En este 2009, a un año de conmemorar el centenario de la Revolución, esta doble significación se vuelve esencial para nosotros como mexicanos por una razón muy concreta: todos somos hijos de la muerte de la revolución mexicana”.

En manos de la IP
“El hecho es, entonces, que a nosotros nos toca nacer (y a los viejos no sólo nos toca nacer, sino crecer y asistir de manera amplia) a todo el proceso de desmoronamiento, de desmantelamiento, es decir, de clausura del México de la Revolución mexicana.
“La llegada de Vicente Fox a la presidencia no fue más que el último colofón. Cuando aparece Fox en escena y toma la banda presidencial, en ese momento ya es lo único que faltaba. Decir ¡Chin!, es que aquí se muere el México de la Revolución, no. El México de la Revolución ya llevaba mucho rato muerto. Primero a partir de su validez y de su vigencia histórica, y luego a partir de su realidad operativa.
“Debemos comprender que este es un país que tiene un gobierno netamente empresarial desde 1982. Los empresarios tomaron el control de este país desde ese momento y estamos hablando de más de veinte años. Es decir, quien directamente gobierna este país desde hace un cuarto de siglo es la clase empresarial.
“Entonces, cuando la clase empresarial, sobre todo en los momentos electorales, se posiciona ante nosotros diciendo No somos políticos, somos Iniciativa Privada, en vez de que pudiéramos responder: Ah, qué padre, mi alma descansa, más bien tenemos que decir No manchen ¿cuál Iniciativa Privada? porque ellos son realmente los responsables de la orientación que ha llevado el país.
“Ciertamente existe toda una estructura institucional envenenada, pero nos equivocaríamos si pensamos que los políticos como tales son los verdaderos beneficiarios del poder. Esto generalmente se nos va de las manos. Por ejemplo, cuando ocurrió lo de Salinas de Gortari la gente decía: Que regrese Salinas y que regrese lo que se robó, que era un bonito chiste y toda la gente se reía. Pero la verdad es que Salinas no fue el gran beneficiario económico de su sexenio. Él era un empleado.
“Uno se pregunta: Bueno, si tanto se robó y era el hombre más poderoso de México, ¿por qué no figura en la lista de los más poderosos de México? ¿Es que tiene mucha influencia y por eso no lo anotan en las listas? No. Simplemente porque no lo es. El trabajaba para otros.
“Y claro, eso no lo exime de sus culpas y de sus responsabilidades, ni podemos compadecerlo y decir ay, pobrecito Salinas, perdónalo. No. Dios lo tenga a fuego lento desde ahorita y peor cuando se lo lleve. Pero, entonces, lo que vemos es eso: nos tocó nacer en las postrimerías de un México. Y entre los muchos temas necesarios de debate, de análisis, de crítica y de comentario, que se plantean en el horizonte del año que viene está el de qué pasó con el arte en ese contexto. Cómo dialogó la experiencia estética en general y la literaria en particular, con todos estos fenómenos de los que estamos hablando”.

Arte, diálogo y realidad
“Notaremos que al gremio artístico siempre se le ha caracterizado por ser como de izquierda: crítico, revoltoso. Pero, finalmente, eso termina por ser un mote totalmente insustancial en la perspectiva. Realmente qué significa eso. ¿Quiere decir que debemos hacer arte político, o no… o sí pero cómo y hasta qué punto? ¿Y eso significa sacrificar mi obra? ¿Cómo le hicieron otros antes? ¿O el arte no es de este mundo, vive en la torre de marfil y si lo contaminas de realidad se ensucia? Estas son preguntas que nos mueven el tapete, porque el arte está aquí para dialogar con la realidad, pero hasta qué punto se traiciona cuando dialoga de maneta demasiado frontal con ella.
“Y me parece que en el contexto de nuestro país hay pistas, un mínimo conjunto de mapas que no te resumen la realidad pero al menos te dan herramientas para empezar a dialogar con ella.
“No estamos tan perdidos. De pronto nos sentimos absolutamente perdidos y suponemos que estamos inventando el hilo negro, y volvemos a tropezarnos con piedras con las que se han tropezado gentes ochenta mil veces antes. Y yo digo: bueno, si vamos a tropezarnos con las mismas piedras de otros, por lo menos seamos conscientes de que nos estamos tropezando con ellas. Sabes qué, es que a mí me gusta esta piedra y me quiero tropezar con ella y quiero ver mi caída, ya no quiero ver la del otro. Eso está bien, pero el problema es que esto se torna totalmente inconsciente. Y si tuviéramos una mínima perspectiva histórica desde el plano de la creación artística sería muy saludable para todos. No sólo para la gente que se dedica al arte, sino para el propio país en su conjunto, porque cuando empiezas a observar la manera en que el trabajo artístico dialogó con la Revolución, te das cuenta de que muchos de los enfoques más lúcidos, más críticos y más constructivos, los generó precisamente la actividad artística.
“Hay quien dice: El arte no transforma la vida, nunca la ha transformado ¿a poco le da de comer a los pobres? Bien: esa es una visión muy estúpida y muy limitada de lo que es la realidad. No. Yo soy un convencido de que el arte es esencialmente necesario para el ser humano. Y habrá quien cuestione: Oye, pero la gente no lee. Ah, bueno; pero como le digo a mis alumnos de bachillerato: Para que ustedes se puedan mandar sus cuaternarios mensajes por celular, créanme que necesitamos de la existencia del lenguaje. Alguno de ellos me ha respondido: Pero es que con esto me basta y yo procuro hacerle ver que no, que para construir el celular que tiene en la mano, por ejemplo, necesitamos una articulación discursiva mucho más compleja que TQM. Si no, no se puede construir.
“Se necesitan formas más elaboradas del lenguaje. El lenguaje es esencial y necesario. Aun mas, el lenguaje está vivo y la matriz del lenguaje es la poesía. Esto no es orgullo de poeta, simplemente es así. La primera palabra que se pronunció fue poesía, porque fue la expresión de la relación sensible de un ser humano o de un conjunto de seres humanos con la realidad, expresada a través de un significado abstracto en una cosa que se llamaba lenguaje”.

EN VIDEO

Lo que aparece en la Constitución es que nosotros tenemos derechos, tenemos garantías, no que tenemos oportunidades, como ocurre ahora. Hay un abismo enorme entre el concepto de los derechos y el concepto de la oportunidad.

Revolución, muralismo y novela
“Para entrar con un poco de tiento en estos terrenos, es útil tomar como punto de partida los dos fenómenos estéticos más emblemáticos de la Revolución Mexicana: la novela de la Revolución y el Muralismo. Ambos hablan, tanto de la Revolución Mexicana como del México que emergió de ella, aunque también guardan diferencias entre sí.
“El muralismo es un poco más amplio en perspectiva porque los muralistas, con Diego Rivera como caso emblemático, se remontan al universo indígena. Los muralistas se preguntan qué es el México que acaba de renacer, luego de haber sido uno con el Porfiriato y de reconstituirse a sí mismo con la Revolución. Entonces estos artistas comienzan a pensar en México y a decir: México es el pasado indígena y los héroes de la Independencia y la Reforma. Es decir, comienzan a formular una toma de posición, porque evidentemente México también es Iturbide y Victoriano Huerta, pero los muralistas toman partido: consideran que el México con el que tienen que ver, el que les interesa prolongar y festejar y honrar es este.
“Sobre esa base los muralistas se vuelven un poco maniqueos, hay que decirlo, porque entonces en los murales, exceptuando el caso de Orozco, que se permite mayor lucidez, Hernán Cortés es malo y la Malinche es buena. Pero cuando tú haces una mínima lectura objetiva histórica, te das cuenta de que ahí no hay ni buenos ni malos; simplemente hay seres humanos reales operando a partir de su circunstancia. Ahora, de que Hernán Cortés tiene su dosis de ojetismo, por supuesto que la tiene y nadie tiene por qué negarla. Pero evidentemente ahí tenemos que ajustar las malas cuentas con nuestra conciencia porque tenemos un problema que es incluso freudiano. Y es que Hernán Cortés es nuestro padre. Y ustedes saben que las relaciones con el padre son tremendamente conflictivas. De modo que en Cortés no estamos viendo solamente al conquistador que vino y aniquiló a los indígenas, sino a nuestro padre, así como la Malinche es nuestra madre. Y ustedes saben que para los mexicanos “mi mamá” es una virgen. Es purísima, es intocable. Cada uno de nosotros somos, sobre todo, un hijo de nuestra mamá. Entonces, ahí hay una relación muy disfuncional”.

Épica y muralismo
“La épica es uno de los grandes géneros de la antigüedad. ¿En qué consistía? En cantar. Pero en cantar no cualquier cosa, sino una historia importante que definía el sentido de una colectividad humana, y que además lo definía de una manera afirmativa.
“La epopeya puede contener momentos trágicos. De hecho, la epopeya emblemática es La Iliada, y obviamente lo que está pasando allí es una tragedia. Todo lo que desencadena la cólera de Aquiles es una tragedia. Sin embargo esa obra es una epopeya. Es un canto. Estás cantando las gestas de los héroes. Y las cantas con orgullo. Las cantas con confianza. Las cantas con alegría.
“El muralismo cumplió de alguna manera esa función. ¿Y qué es lo que canta? Está orgulloso de la Revolución. Vayan a ver los murales; están diciendo: estamos orgullosos de ser mexicanos. Y en ellos, además, a los malos los encontramos siempre en las sombras y vencidos, de modo que los que están robando, los asesinos… Victoriano Huerta, los inquisidores, aparecen en las esquinas. Los vemos, a lo más, conspirando. ¿Y por qué conspiran? Porque el pueblo mexicano está triunfando y los pobres, los campesinos, los obreros, los artistas y los grandes héroes están como en una comunión, manifiestan estamos felices porque logramos construir un México nuevo.
“Y hay que decir que los muralistas tienen razón. Es decir: ese México que nos costó un millón de muertos entre 1910 y 1920, es un México que tiene muchas cosas dignas de ser cantadas. Nos agarramos los mexicanos a chingadazos de la manera más despiadada, como acostumbramos hacerlo, y al final fue como los amigos que cuando se van a sacar el mole empiezan dándose picones, muy bravucones: ¡Qué! ¡Pues qué! ¡Y órale! ¡Sopas! Pero terminan los dos sangrantes y abrazados, compartiendo una cerveza y celebrando: Es que nuestra amistad es más fuerte, más perdurable y más grande. Es decir, unos amigos que no se madrean, no terminan de ser amigos.
“Entonces, la Revolución mexicana fue nuestra madriza. Nos sacamos la sangre, nos hicimos un montonal de muertos, pero al final pudimos decir: bueno, aquí está el país que fuimos capaces de construir. Hay cosas que logramos ver colectivamente y otras que no, había muchos intereses encontrados.
“Pero es que la Revolución mexicana, finalmente, no fue de buenos y malos. La Revolución no existiría sin todos los protagonistas. Si alguien pensara: Es que habría sido maravilloso si sólo hubiera estado Zapata y no Carranza, porque Carranza era terrateniente y estaba pensando en los privilegios de clase, pues sí, pero si Carranza no hubiera estado en la Revolución, no habría habido Constitución. Podría tener muy buenas ideas el maestro Zapata, pero le faltaba la visión constitucionalista para pensar una ley general que asentara estas aspiraciones de igualdad y justicia y que les diera un camino legal”.

Héroes de luz y sombra
“Todos los héroes tienen sus espacios de luz y de sombra. Ahí está la sombra de Villa. Villa es probablemente el más entrañable y carismático de los héroes de la Revolución, pero créanme: Si alguna vez ustedes leen o releen El águila y la Serpiente, de Martín Luis Guzmán, verán el pasaje en el que Luis Guzmán afirma que si tú te sentabas junto a Villa sentías que estabas junto a un jaguar que en cualquier momento se te podía lanzar al cuello y tirarte el zarpazo. Y tú puedes pensar: Ah, pinche discriminador. Lo ves como animal porque tú eras un intelectual y eras de derecha. Pero no. Es objetividad narrativa. Y es difícil ser más villista de lo que era Martín Luis Guzmán. Lo que él decía es: Yo le tengo pánico a Villa, pero sé que dentro de todo el desmadre que es esta revolución, donde está el más genuino afán de justicia es con este señor. Y a riesgo de mi vida y a riesgo de mi integridad, yo vengo aquí a sentarme con él.
“Por eso las revoluciones son tremendamente complicadas”.

Entre Orozco y Diego
“Entonces, decíamos, aparece este juego de luces y sombras, y el muralismo opta intencionadamente por la luz. Vean la inmensa mayoría de los murales y verán que los murales son celebratorios. El único prietito en el arroz es Orozco. Ante muchos de sus murales dices ¿No podrías hacerme estampitas más entendibles como las de Diego? Porque veo los murales de Diego y a todo le entiendo.
“Váyanse a ver El hombre en llamas del Hospicio Cabañas y dices: ¿Qué coño me está diciendo Orozco? ¿Este es uno de los grandes murales de la Revolución? ¿Y qué es? ¿El Pípila que se está aventando de…? Pero no, porque el Pípila es de la Independencia, no de la Revolución. Entonces ¿qué es el Hombre en llamas? ¿Por qué Orozco me pinta un Prometeo? O cuando pinta a Cortés y a la Malinche. Tú dices: Oye, pero es que allí no se ve que sean malos, sólo me pones a un hombre y a una mujer encuerados. Pero eso sí, te dan la sensación como de padre universal y de madre universal. De esta manera, en muchos momentos, Orozco se vuelve tremendamente hermético.
“Por el contrario, es muy difícil ver un mural de Diego Rivera y no entenderlo. Es muy claro: mira, aquí están los indígenas en su mercado, poniendo sus cosas para la vendimia. Eso no le resta valor a Diego. Diego es maravilloso en esta forma de construcción, de concepción. Uno se siente a toda madre en los murales de Diego Rivera porque siente no solamente que el mexicano tiene lugar en su país sino que el mexicano, en tanto ser humano, tiene lugar en el cosmos. Y eso es alucinante. Uno ve a los indígenas en su mercado y se siente como una algarabía en la tonalidad de las pieles, en los colores. Hay un equilibrio cósmico. No es que los murales de Diego tengan un equilibrio formal renacentista. No es que simplemente se halla inspirado en frescos como los que hizo Miguel Ángel. Es algo mucho más profundo. Diego es renacentista, pero no por copiar a Miguel Ángel, sino porque él siente una plenitud o por lo menos una inminencia de plenitud muy similar a la del renacimiento. Y eso es lo que uno ve en los murales de Diego. Así que cuando vayan a la ciudad de México, a Palacio Nacional, véanlos y disfrútenlos.
“Claro, en estos momentos, a como está el país, uno puede ver los murales de Rivera y más bien terminar llorando porque ¿cuál armonía? Está padre tu sueño, Diego, pero tu perspectiva queda finalmente como una utopía irrealizable. Pero finalmente ese es el tono que va a ir adquiriendo en lo general el muralismo, especialmente con Diego y Siqueiros. Es una visión afirmativa. El bien, o lo que suponemos el bien, está triunfando o está en condiciones de triunfar”.

De Zalce a Palacio Clavijero
“Nosotros tenemos en Michoacán a una justificada Vaca Sagrada, pero a la cual hay que matizar. Se trata de Alfredo Zalce. No todos los murales de Zalce son grandes obras de arte, pueden ser grandes obras técnicas. Más adelante hablaremos del otro mural, ya que hay dos murales suyos en el Palacio de Gobierno, en Morelia. Uno es el mural de La historia de Morelia, que en lo personal es mi favorito, y el otro, enfrente, es el que se dedica a tradiciones y costumbres de Michoacán. Véanlo: ese parece que lo pintó para patrocinar a la Secretaría de Turismo. Como Michoacán, no hay dos. Todo es padrísimo, con gente trabajadora. Y como se ve que estaba influido por los muralistas rusos, les pone un cuerpo de bailarinas rusas a las indígenas purépechas alucinantes, todos estilizados y largos. Y sí se ve muy bonito, pero también se ve que es una armonía artificial. Se nota que es un mural de personajes posando para la foto: ¡Qué lindo es Michoacán! Por lo tanto, la mirada poética es muy limitada en ese mural. Lo que sí no le podemos poner objeción es a su técnica pictórica. Temáticamente es muy chato y superficial, pero es extraordinario en el manejo del color, de la luz y de la forma. Cosa que otros no tienen. No me acuerdo cómo se llama el que pintó el espantoso mural del Ex Palacio de Justicia, el del Morelos entre llamas. Y la gente, bueno, dice “es que tengo que ver todos los murales de Morelia” y va y se planta igual ante los de Zalce, ante los de Fermín Revueltas en San Nicolás y ante ese. Y se nota un abismo enorme. Y ya no digamos el bodrio del Palacio Clavijero, ante el cual dices es que aquí ya se perdió absolutamente todo. Cada nuevo mural que se pinta en un edificio público da muestra de hasta qué punto el muralismo está muerto y de que lleva cuarenta o cincuenta años muerto. Ya se agotó, ya se canceló, ya cerró su ciclo”.

La visión afirmativa
“Entonces, en el muralismo hay esa visión afirmativa. Y hasta cierto punto está justificada. Uno no les puede reprochar a los muralistas que se sintieran contentos por el triunfo de la Revolución. Y obviamente eso de pronto te genera desconfianza porque es lo mismo que decía el PRI, que hablaba de nuestros héroes que nos dieron patria, libertad y justicia y de un México de derechos, de apego a la ley y progreso. Y tú puedes decir: Eso ya está caduco. Sí, pero tengan en cuenta que hubo un tiempo en el que no lo estuvo. Imagínense a un gobierno que generó algo como la universidad nacional. Le podemos poner ochenta mil peros a la UNAM, pero yo creo que no hay mexicano con mínimo sentido crítico y autocrítico que no se sentiría orgulloso de ser Puma. Y no me refiero al equipo de futbol.
“Yo creo que si un michoacano que esté en perspectiva estudiantil no ha sentido el gusanito de ser nicolaita, algo le falta en su formación. Y eso no significa que endioses a la Universidad. Pero hasta yo, que no cursé carrera universitaria alguna, cuando ando caminando por CU sí me ganan esas como ráfagas de decirme es que sí ha de ser bien padre ser nicolaita y hacer vida académica y ser parte de esto. Y dirán: pero si es sólo el SUEUM y el SPUM, y las huelgas, y que no se definen los programas y que descertifican a la facultad de medicina. Sí, pero hay algo allí, especial. No es lo mismo ser del Tec de Monterrey que ser de la Universidad Michoacana. Y habrá quien diga que es mejor el Tec. A lo mejor, en cuanto a calidad técnica formativa. Pero el sentido público, es decir, el saber que esto lo construyeron los michoacanos para los michoacanos, es prerrogativa de la Universidad Pública. Y el Tec, por más que diga que hay un compromiso público, eso, finalmente, en la Iniciativa Privada, es un compromiso opcional. La iniciativa privada no está obligada a ese compromiso. Y habrá quien opine: Ah, así está mejor, son buena onda. Sí, pero créeme que en cuanto dejen de ser negocio, desaparecen esos compromisos. Y por eso los departamentos o las áreas de humanidades aparecen y desaparecen. ¿Y orientados por qué? Por el interés privado”.

Optimismo, pesimismo y estupidez
“Por el otro lado tenemos al radical opuesto que es la novela de la Revolución, que tiene una visión total y completamente trágica. Muchas veces se dice que es pesimista y que el muralismo es optimista. Yo creo que no. Pienso que cuando el muralismo se vuelve optimista se vuelve medio idiota. Cuando está cantando con plena lucidez y considera que allí hay cosas que vale la pena cantar, no se puede considerar que es optimista.
“Porque el optimismo, finalmente, es estar contento sin ver la realidad. Yo creo que vamos a ser felices. No sé por qué, pero lo creo. No se sustenta en nada. Igual es en el pesimismo. Se asume a priori que las cosas van a estar bien o a estar mal. Y la mirada de los muralistas en sus mayores momentos de lucidez épica tiene una fuerte dosis de inocencia, pero una inocencia que no es bruta, que no es estúpida, que no está obnubilada. Es como la inocencia festiva de los niños. Los mexicanos teníamos derecho… todavía tenemos derecho, pese a lo traumático que es acudir últimamente a los 15 de septiembre, de estar en la plaza gritando Viva México. El gritar con orgullo que somos mexicanos no es el problema. El problema es que eso ya se asoció a una estupidez absoluta, que es la de afirmar a ciegas que Viva México porque México es cien por ciento chingón, que Como México no hay dos y que como la solidaridad michoacana no hay otra en el mundo. Entonces, ¿no hay croatas solidarios en el mundo? ¿Podemos medir los grados de solidaridad y no hay croata que sea más solidario que un michoacano? Eso es una idiotez. Y por ese lado, se llega al fascismo.
“Cuando tú empiezas a ponderar acríticamente, diciendo que México es bien chingón porque a puritita fuerza de voluntad vamos a lograr quién sabe qué, vas directito al fascismo”.

La amenaza del fascismo
“Dice Robert Mussil en relación al nazismo: El nazismo tiene en sus fenómenos de base, es decir, en la gente de los pueblos (él habla sobre todo de los pueblos de la región de Baviera, de ambiente más bien rural) un componente tremendamente simpático, es la gente que está orgullosa de su patria chica. ‘Es que mi pueblo es bien chingón’. Y ese orgullo es con el que uno simpatiza. El problema es cuando no te das cuenta que ese orgullo tienen el mismo derecho de tenerlo los pueblos vecinos, o los de países y continentes vecinos.
“Y ese es un problema tremendamente grave porque, finalmente, ese aspecto tan simpático y pintoresco de ciertas regiones de Alemania fue el caldo de cultivo que permitió el florecimiento del fascismo en el que se sustenta el pensamiento nazi.
“Era algo que parecía tremendamente inofensivo. Y sobre esta base de Como México no hay dos o Mexicano cien por ciento chingón, o te lo tomas a la ligera y te ríes de ti mismo al decirlo, o empiezas a preocuparte. Y cuando vez que esa forma de pensar, hueca y estúpida, gana las elecciones, empieza a dar miedo. Porque superficialmente hay quien dice Ah, qué padre, es la recuperación de nuestra conciencia como mexicanos. Pero no es cierto. Yo no quiero ni pensarlo. Lo que ves es un lenguaje casi tribal: Yo, México: Chingón; fuerte… y ahí tenemos a la ciudad llena de gorilas.

EN VIDEO

El cine y los últimos
coletazos de la épica

“Pero este no es el caso del muralismo. Tiene una elevada dosis afirmativa, pero ha sido optimista con los ojos abiertos. Y todos nosotros hemos sido optimistas con los ojos abiertos. Somos una punta de sentimentaloides, los mexicanos. Vamos a una comunidad indígena y vemos niños corriendo descalzos y se nos llenan los ojos de lágrimas. Es que esto es chingonsísimo, maravilloso. Somos una porquería en la ciudad. ¿Por qué este país está tan triste y tan deprimido si tenemos estas cosas tan maravillosas? Así que hay muchos momentos en que sentimos que esta vena afirmativa del orgullo patrio está sustentada y no es un formulismo institucional. Eso se rescata en los grandes momentos épicos del muralismo y del cine de la revolución.
“Porque más cándido que el muralismo, sólo el cine de la Revolución. Si ves el cine del Indio Fernández, claro, hoy te pasas la mayor parte del tiempo riéndote. Pero con todo y esa risa autocrítica, hay momentos en que no puedes dejar de sentirte sentimentalmente aludido, y con un sentimiento que no es superficial, sino profundo.
“Cada quien tendrá su repertorio, pero yo tengo como una de mis películas favoritas a Pueblerina, con Columba Domínguez y Roberto Cañedo. Al personaje de Columba le ha pasado de todo: la violaron los caciques, le encerraron al marido, ha mantenido a su hijo, es despreciada por todo el pueblo. Y entonces, cuando su marido regresa ella no quiere hablar con él porque piensa que es impura, que no merece mirarlo a los ojos. Finalmente el otro anda ahí medio rogándole. Y lo único que hace es que un día es llegar a su casa y se lleva su ropa.
“Entonces, hay una escena en la que el Indio filma a Columba bajando entre las tierras de labranza mientras Roberto Cañedo está debajo de un árbol cantando Dos arbolitos, únicamente con su guitarra, y viene Columba Domínguez bajando con la ropa.
“Yo no puedo decirles por qué, pero para mí eso es México. Y está maravillosamente filmada. Y hay quien la puede cuestionar y decir: es que es convencional, es que es machista ¿cómo que la mujer le lleva la ropa al hombre? Pues yo no sé, pero es chingona, es maravillosa esa escena. Hay un aliento allí… y el Indio Fernández se pintaba solo para la épica.
“Cuando tú vez a Pedro Armendáriz, que entre paréntesis era pésimo actor, vestido de Pancho Villa y montado a caballo dices ¡A güevo! ¡Viva México! Cómo no. Claro, ahí ya está palideciendo porque son los años cincuenta, pero todavía el cine mexicano alcanza a reivindicar legítimamente esa mirada épica de la Revolución”.

La mirada crítica
“La contraparte de todo esto es la novela de la Revolución. Los novelistas de la Revolución, muchos de ellos protagonistas del movimiento revolucionario, vieron lo que era ese movimiento y sobre todo acentuaron las líneas oscuras. Es decir: Aquí no hay nada qué celebrar, porque han conocido toda la parte oscura de la Revolución y hay una mirada tremendamente amarga. De hecho, cuando se consienten los momentos orgullosos, se vuelven más tristes todavía.
“En Vámonos con Pancho Villa, de Muñoz, es terrible, porque hay momentos maravillosos de afirmación de los villistas, que en contraste con todo el destino trágico de los protagonistas hacen que al final todo se sienta más terrible. Entonces, por contraste, la novela de la Revolución va a tener esa mirada tremendamente crítica”.

Una propuesta de arco

“Ahorita hablamos sobre todo de obras que hablan de manera directa de la Revolución Mexicana, quién peleó, cómo peleó, qué logró, qué no logró… Pero, ¿qué pasa después con el arte y con la literatura particularmente en México? Yo pienso que lo que en los libros de texto se nos presenta como la novela de la Revolución no es toda la novela de la Revolución. Uno de los planteamientos que pretendo formular un día en algún espacio pertinente para eso, es que se analice como novela de la Revolución desde Mariano Azuela hasta José Revueltas, porque sus novelas, aún aquellas que parece que no hablan de la Revolución, están hablando del México que emergió de la Revolución y nos están ayudando a entenderla.
Hay un enorme conjunto novelístico que nos cuenta varias cosas: cuáles fueron las condiciones que permitieron la explosión de la Revolución Mexicana, cómo fue la Revolución Mexicana como movimiento armado y después cómo fue el país el país que se construyó sobre eso. Y en este sentido nosotros llegamos hasta Carlos Fuentes, que para mí es un novelista de la Revolución. Lo es en La región más transparente, no porque describa la Batalla de Celaya, sino porque te está diciendo cómo se organizó, es decir, a qué dio lugar ese México. Y te ayuda a entender de dónde salió la burguesía mexicana, qué pasó con los héroes, cómo se construyeron las instituciones. Realmente, lo que está contando Carlos Fuentes en sus novelas más importantes es el nacimiento de la burguesía mexicana, que es la otra tendencia histórica importantísima de la Revolución”.

Burguesía y transición
“Para entender esto debemos comprender que antes de la Revolución Mexicana no hay burguesía en este país; hay terratenientes, pero ellos ya no son burgueses y para entenderlo hay que ponernos marxistas porque, aunque ya no esté de moda, hay ideas de Marx que aún valen científicamente.
“Marx hablaba de que la burguesía no son los ricos como los de la colonia Chapultepec, aunque uno diga es que este es bien burgués… y es gerente de la Comercial. Y no. Eso no es ser burgués. A estas alturas, ni siquiera el dueño de la Comercial es burgués.
“Los burgueses son los dueños de los medios de producción, y el hecho es que ya en los tiempos del porfiriato el medio de producción ya no era la tierra, sino las máquinas. ¿Cuál es el gran emblema burgués del siglo XIX? El ferrocarril. ¿Y en manos de quién está el ferrocarril en el México del siglo XIX? Pues en manos de puros extranjeros. No hay burguesía mexicana. No hay mexicanos que sean dueños de los medios de producción.
“Y la Revolución Mexicana opera una cosa muy curiosa. Nosotros asumimos, desde una línea marxista, que las revoluciones se hacen para tirar a la burguesía, pero la Revolución Mexicana no se hizo para tirar a la burguesía. Entre otras cosas, la Revolución Mexicana construyó a la burguesía.
“La burguesía que tanto se queja de la Revolución y del aparato institucional emanado de la revolución, es obra de ella y de él. Y sigue siendo obra de ella y de él, porque cada vez que la IP hace un desastre como el fraude carretero, el fraude azucarero, el Fobaproa y el IPAB ¿quién viene a sacarla del hoyo? Pues el Estado Mexicano. De modo que en este sentido la clase empresarial mexicana ha sido tremendamente parasitaria en este país. Navega con el discurso de que nosotros hemos engrandecido a México a partir del esfuerzo y el trabajo de hombres que con su visión particular han ensanchado al país y debemos seguir en esta línea. Y todo esto es, evidentemente, un fruto de la Revolución Mexicana: una clase mexicana burguesa que está en condiciones de asumir las riendas de este país desde esa perspectiva. Y fue un proceso largo. Se tomó cincuenta años en consolidarse la burguesía mexicana.
“Entre otras razones, por qué ocurre el movimiento del 68. Es un momento en el que la burguesía mexicana dice: ¿sabes qué, Estado Mexicano? Gracias, pero ya no te necesito. Ya puedo gobernar este país yo sola. El problema, evidentemente, es que el Estado Mexicano estaba allí, ya instalado, y era imposible que las cosas fueran tan fáciles como para decirle pues gracias por tus servicios y órale: vete. Así que a partir de allí comienza el otro proceso, que es el de mirar al Estado Mexicano y decir bueno ¿y ahora cómo desarmamos esta cosota?, ¿cómo desarmamos toda esta estructura que, de todos modos, nos fue de mucha utilidad? Y todo esto, toda la visión de esta parte aparece allí, en la novela de la Revolución”.

Entre los dos extremos
“Hay gente que comienza a leer novela de la Revolución y se deprime y mejor la deja porque es durísima. No es melodramática, es pura tragedia. Es esta conciencia dolorosa, para la cual, entre más me duele, más entiendo. Esa es la enseñanza brutal de la novela de la Revolución.
“Y ahora la pregunta sería cómo le hacemos, porque lo que estoy planteando es una situación netamente trágica. Tenemos de un lado el canto afirmativo, pero si yo persisto en él me conduce a la idiotez, a la estupidez. Si yo sigo cantando qué bonito, voy a terminar en poemas como México, creo en ti, que no nos dicen nada, ni poética ni patrióticamente hablando.
“Estas novelas y películas celebratorias del orgullo mexicano, totalmente superficiales, no son alternativa. La otra tampoco, la de hundirse en la mirada oscura, porque así acaba uno suicidándose.
“La gran pregunta es cómo volvemos habitable esto ¿se puede? Porque cuando terminas de leer Muerte sin fin, de Gorostiza, o Pedro Páramo, de Rulfo, la pregunta es ¿y ahora qué? Es decir, esos autores nos dan una mirada lúcida de lo que es la condición humana, de lo que somos los mexicanos, de la disolución, de la muerte, etcétera… ¿y ahora qué sigue? Y dices “Me la dejaste complicada”. ¿Cómo termina Gorostiza su Muerte sin fin? Muy mexicanamente: si ya vimos que todo vale para pura chingada, ¡pues vámonos a la chingada!: Anda, putilla del rubor helado, anda, vámonos. Todo se derrumba, todo se pierde. Volteo a ver al hombre y el hombre se me deshace entre las manos.

Opción a la lucidez
Ese es uno de los planteamientos que he estado desarrollando. ¿Cómo le haces para evitar una claridad que o bien te aplasta o bien te idiotiza. Y entonces llega López Velarde y en Suave Patria dice: Suave patria, te otorgo de tu dicha la clave: sé siempre igual, fiel a tu espejo diario. Eso suena muy bonito, no cambies nunca, que México sea igualito siempre. Pero eso es terrible. México no puede permanecer así. Ni México ni nadie. Ningún ser humano. ¿Quieres permanecer igual durante treinta años? Vean lo que le pasó a María Félix, quien es una de las obras estéticas más acabadas del México de la Revolución. Se decía año tras año hasta los noventa: “María Félix es el rostro de México”. Y uno la veía y decía… me cae que sí, porque su rostro siguió envejeciendo. Y vean los discursos de los años cincuenta del PRI, que se siguieron usando hasta los años noventa. Y hasta hoy, cuando escuchas hablar al líder de la CTM, dices qué chistoso, porque es como escuchar rugir a un dinosaurio: ya no refiere a nada.
“Entonces, ante la disyuntiva de petrificarte por el lado de la depresión, o por el lado de la risa idiota, ¿cuál es la alternativa? Porque finalmente los humanos debemos habitar o plantear el horizonte de un espacio vivible, compartible. Y yo detecto en el ámbito literario y especialmente en la poesía, esa alternativa, esa vía. El que abre el camino es Ramón López Velarde. Su poema fundacional La suave patria tiene una lucidez poética y espiritual profunda, aunque la gente lo asuma como una especie de piropos al rebozo. No lo vamos a analizar aquí, pero podemos resumir su magia central.
“Cuando tú piensas la patria, sientes que te aplasta porque la piensas y se te aparece ante los ojos algo como el Ángel de la Independencia. Pensar la patria es pensar a Medusa. ¿Y qué pasa con Medusa? Que si la miras a los ojos, te petrifica. ¿Qué es México, cómo hablo de esto. Quien haya tratado de escribir poemas o de montar obras de teatro o hacer coreografías sobre el tema de México, sabed que salen unos panfletos infumables. Trato de hablar de la patria y me voy a la convención y no puedo romper. Y eso le pasa a muchísima gente.
“Por ejemplo, el Himno Nacional Mexicano es un repertorio de lugares comunes. Tiene un enorme valor espiritual, pero no tiene valores literarios ni poéticos. Es abominable como poesía. Funciona perfecto para ir a apoyar al Tri, porque es un himno guerrero, lleno de orgullo patriotero.
“En cambio, La suave patria es una cosa rarísima porque parece un poema de esas mismas características, pero apenas lo empiezas a examinar, se te va de las manos. No por intenso, no por fuerte. Por sutil. Tú no puedes aprehender a la patria de La suave patria. Cuando te dice: Suave patria, creeré en ti cada vez que una muchacha en este país estrene una blusa, y con su estreno todo el país quede lleno con el aroma de la estrella. Imagínense eso y sientan esos versos de López Velarde, dice que cada vez que una muchacha estrene una blusa y ese perfume aflore en ese lugar íntimo, yo sentiré que todo el país se llena con ese mismo aroma. López Velarde me habla de cosas profundamente íntimas que cobran una dimensión patria. Y todo lo que me dice López Velarde en ese poema es totalmente íntimo”.