Bajo el signo de noviembre II

La Revolución y México hoy:

recomposición de estructuras

El filósofo neolonés Severo Iglesias reflexiona sobre el México actual y plantea escenarios de cara al bicentenario de la Independencia y el Centenario de la Revolución Mexicana



La nueva democracia, mural de Siqueiros en el Palacio de Bellas Artes

De visita en Morelia, donde participó en la conferencia De los sabores y olores a la creación artística, y en vísperas de una conferencia magistral dedicada al tema El arte como metáfora epistemológica, el filósofo neolonés Severo Iglesias fue entrevistado por Poliedro con motivo del centenario de la Revolución Mexicana y los escenarios y perspectivas del México de hoy. A continuación, sus declaraciones esenciales durante la entrevista.

Líneas en conjunto
“El problema por el que atraviesa México es complejo –dice el autor de Estética: teoría de la sensibilidad; Triádica y otros títulos–. Coincide con un deterioro nacional en todos los ámbitos. Pero al pensar en este asunto hay varias líneas que deben verse y estudiarse de manera conjunta; de lo contrario, todo se va a comprender nuevamente a la vieja usanza, a partir de los viejos fantasmas que asuelan a América Latina.
“Por ejemplo: ahora que se habla del bicentenario de la Independencia y del centenario de la Revolución, se acentúa el hecho de que hubo miseria en 1810, que también la hubo en 1910 y que la hay ahora, en la antesala de 2010. Se colige que en los tres momentos hemos sido dependientes de influencias foráneas. Pero juicios como estos siempre implican un error de perspectiva, porque los verdaderos hechos históricos son irrepetibles: tienen un caso y un carácter particulares, de los cuales pueden surgir soluciones. Porque aunque hay líneas generales, los resortes que empujan a las fuerzas en acción siempre son particulares.
Por ejemplo, es evidente que la miseria es un factor que perdura y recurre, que no desaparece, debido a la base social; pero las perspectivas que tiene ante sí el trabajador de cada época son muy diferentes. Por ejemplo, el pueblo, en 1810, era incapaz de guiar la gran transformación que desencadenó el movimiento de los conspiradores de Querétaro. Hoy, en cambio, el trabajador enfrenta una situación difícil, pero dada la evolución tecnológica posee nuevas alternativas para saber, para acceder al conocimiento y para organizarse. Es decir: tiene oportunidades que no tuvo antes. Instrumentos que, por ejemplo, el cura Hidalgo y sus hombres no tenían.
“Pero la miseria que padecemos hoy tampoco es la misma de hace doscientos años. No se trata sólo de la miseria propia de un ‘país atrasado’ sino de esa otra forma de pobreza, más cruel, que, como decía Marx, paradójicamente surge del trabajo mismo”.

El filósofo Severo Iglesias durante la entrevista.

Contra el destino del Leteo
“A mí me parece –añade– que una de las cuestiones más importantes de estas conmemoraciones del año próximo, por el bicentenario de la guerra de Independencia y el centenario de la Revolución Mexicana, es que representan una buena oportunidad para reflexionar acerca de lo que ha sido la nación mexicana a lo largo de estos doscientos años.
Y esto me parece importante porque no hay que permitir la amnesia. No hay que dar lugar a la desmemoria. No podemos permitirnos el lujo de sumergirnos en las aguas del Leteo, ese Río del Olvido entre los griegos, porque la amnesia implica un peligro real y terrible: genera un pueblo que puede ver, pero que no puede pensar. No hay sufrimiento más inútil que ese: el de quien padece pero es incapaz de hacer algo para resolver correctamente ese sufrimiento. Sin memoria tampoco se sabe tener identidad.
“Por eso es importante que el pueblo mexicano recobre la conciencia. Y estas conmemoraciones son una buena oportunidad para reflexionar en la descomposición nacional”.

Factores en acción
Para el fundador de la Escuela de Filosofía de la Universidad Michoacana, en los años setenta del siglo pasado, el proceso de descomposición que vivimos opera, pues, desde distintas líneas, varias de las cuales coinciden y en algunos casos corren paralelas, fortaleciéndose unas a otras. Cita las que le parecen más significativas. Dice:
“La primera de la que hablaría consiste en que, en esta crisis que afrontamos, hay un cambio histórico que tiene que ver con la aparición de una nueva tecnología que desde hace unos treinta años está transformando muchas de nuestras experiencias humanas fundamentales: la educación, el trabajo, la comunicación… las mismas relaciones íntimas. Me refiero a la internet y los ordenadores, que constituyen por sí mismos herramientas inéditas, de amplísimas posibilidades.
“Otra más tiene que ver con el hecho de que hemos visto la quiebra del esquema bipolar capitalismo – socialismo, pero no sabemos aún hacia qué mundo nos dirigimos. Es decir, no se nos ha revelado el sentido de todos los reajustes, algunos muy complejos, que se vienen operando en el mundo desde hace al menos cincuenta años y de manera clara, para la coyuntura en que nos encontramos, desde fines de los años ochenta del siglo pasado.
“Un factor adicional y muy significativo se relaciona con el efecto de una recomposición del capital a nivel mundial, con una capacidad de reacumulación de la riqueza que opera exclusivamente en beneficio de unos cuantos, que a su vez representan a una clase supranacional que, desde esa posición privilegiada, es perfectamente capaz de destruir naciones a su albedrío. En este último sentido, lo que percibo en México es una composición de poderes que, a la sombra de esa clase supranacional, tratan de medrar… pero sin jugársela con el papel que les corresponde dentro de la historia, como, digamos, sí lo hizo en su momento la burguesía francesa del siglo XVIII. Ahí hay otro plano.

Villa y Zapata durante su estadía en la ciudad de México.

“Y finalmente está, propiamente hablando, el asunto del fin de la era de la Revolución Mexicana. Esto es muy importante, pero también muy curioso. Porque el hecho es que todavía en fechas tan tardías como los años setenta del siglo pasado, los políticos y el partido en el poder, que era el PRI, se preguntaban por la Revolución Mexicana. Hasta se fundaron organismos e instituciones para dedicarse al tema. Pero hoy podemos advertir que, en el fondo de esfuerzos como esos, la ceguera ante la verdad fue tal que ni el mismísimo PRI se dio cuenta de que la madre Revolución ya estaba muerta. Y murió porque las posibilidades de transformación se dan desde principios sentados, que fundan algo nuevo. Lo esencial es eso: fundar algo, la base general de una sociedad. Ese conjunto constituyente abre a su vez posibilidades que se desenvuelven y que al concluir cierran su vigencia.

Las líneas de la Revolución
Yo reseño esto desde las principales líneas que activó la Revolución Mexicana y el cómo se han articulado con la historia. El hecho es que la revolución cumplió: abrió un nuevo régimen de vida en la sociedad agraria. Claro, lo que realmente hizo del campo fue convertirlo en un mundo subsidiario, saqueado por las urbes y sus necesidades. Eso fue lo que hizo. Pero eso se cumplió, ya se realizó… aunque su alcance era necesariamente limitado.
“Porque para que iniciativas como, digamos, la de la Reforma Agraria, hubieran tenido una duración y sobre todo una eficacia mayor, debieron de haberse establecido otras bases: la reorganización integral, o lo más amplia posible, de las fuerzas de producción propias del mundo rural, y no meramente la repartición de la tierra, ya que a través de ese solo principio no fue posible darle al campo, al mundo rural mexicano, la indispensable dignidad que amerita. Y esa es una deuda pendiente que tarde o temprano nos va a pasar su factura. Que nadie lo dude. El mundo agrario debe alcanzar dignidad.
“Mientras tanto, la verdad es que hoy en día la Reforma Agraria… o lo que se ha dado en llamar así, ya no tiene sentido. Desde el régimen del presidente Ávila Camacho se dijo: ‘La Revolución ya concluyó con la repartición de la tierra y lo demás son pequeñeces’.
“Eso por un lado. Por el otro, ya durante la Revolución, algo así como el 83% del capital, en México, estaba en manos de extranjeros. Y los actores locales eran simplemente empresarios-satélite, como los del negocio de las pulquerías, que en aquel entonces era muy boyante.
Además, la clase obrera que se generó en países como México no era como la pensaban Marx o Lenin, estaba inmersa en procesos similares. Ahí tenemos como ejemplo la configuración, en 1912, de una organización sindical como la de la Casa del Obrero Mundial, que estaba fundada sobre los ideales que emergieron en buena medida del pensamiento magonista y a la que dieron vida trabajadores industriales como una respuesta a las condiciones de inseguridad en las que se desenvolvían.
Pero a propósito de esto vale la pena recordar una diferencia sustancial que se ha dado en los procesos en América Latina y Europa. Esa diferencia consiste en que, en el Viejo Continente, el desarrollo del capital generó a la clase burguesa, que una vez consolidada se apropió del Estado. En América Latina ocurrió exactamente al revés: en diferentes naciones primero se gestó el Estado y luego la clase burguesa o empresarial que tomó las riendas del Estado. En nuestro país el proceso se dio con enorme claridad hace unos treinta años, durante el régimen del presidente José López Portillo”.


Catarsis. Mural de José Clemente Orozco en el Palacio de Bellas Artes

Líneas de descomposición
“México se ve inmerso en líneas de fuerza que han coincidido y que marcan la descomposición del país. Estas líneas tienen que ver con las estructuras energéticas, con las estructuras educativas y con las estructuras del mercado, todas en descomposición.
Por ejemplo, se habla de que hay que impulsar el mercado interno, que a su vez tiene dos vertientes: la de los bienes de capital, que también conocemos como bienes de producción, y la de quien o quienes los compra para crear los bienes de consumo. ¿Qué fue lo que pasó con esta relación? En 1939 se inauguraba la etapa de la protección a la industria, durante el régimen del general Lázaro Cárdenas, quien buscaba fundar una industria mexicana de la transformación que creara bienes secundarios. Para 1941 estas acciones adquirían estatuto de ley con Ávila Camacho; así nació la Canacintra, en medio de acciones proteccionistas que se extenderían hasta la etapa, ya en los ochenta, de la sustitución de importaciones. Cada una de las acciones articuladas en ese arco buscaba ayudar a generar una industria propia y razonablemente sólida, pero ninguna de ellas logró romper la dependencia de México del capital extranjero. Y así llegamos al régimen de Gustavo Díaz Ordaz, en el que concluye la etapa desarrollista bajo un signo de derrota, porque, como se llegó a decir en su momento: ‘queriendo liberarnos, nos esclavizamos más’.
El problema de fondo, en este asunto, es que los esquemas de infraestructura, especialmente el mercado, estuvieron siempre desarticulados, dependiendo de capitales foráneos y de otro porcentaje que estaba en manos del pequeño mercado, cuya eficacia hasta hoy es menor a la que el país necesita. Por eso el PIB no se logra remontar: se navega contra la corriente de la historia”.
“O el caso de la educación superior: es curioso ver que en 1999-2000, la UNAM se paralizó por completo a causa de la huelga desatada por las inconformidades contra la modificación al Reglamento General de Pagos. Y a pesar del desastre que significaba el ver correr los meses mientras las aulas de la mayor universidad pública del país permanecían inactivas, al Estado no le importó. Tampoco al empresariado. Entonces ¿cuál era la alta función de la UNAM? Para advertir en toda su dimensión el trasfondo de esa experiencia basta leer datos como los del INEGI, que son clarísimos: Los sectores más desocupados actualmente en México son los más ilustrados. Es decir que en México, hoy, un peón o un albañil (con todo el respeto que merece su trabajo) tienen mejores perspectivas laborales que cualquier académico o profesionista”.
“Un caso más: La clase trabajadora se ha visto obligada a convertirse en la defensora del líder charro que por décadas la pisoteó. Porque hoy el gobierno busca anular la autonomía sindical y, en esas condiciones, los trabajadores optan por defender a caciques como Napoleón, si tomamos como ejemplo el caso del sector minero, a quienes en otras condiciones no apoyarían.
“Pero el hecho es que el sindicalismo es otra estructura que también ya llegó a su fin, porque ya no es necesario como puntal del sistema político mexicano. Su vieja fuerza se va diluyendo rápidamente, se pierde por completo y a los trabajadores se les van rescindiendo derechos que alguna vez fueron fundamentales: los que garantizan artículos como el 27, el 123 y el tercero.
“Volvamos sucintamente al asunto de la educación. La educación debería propiciar la democracia, así se definió en uno de los incisos del texto constitucional a partir de su segunda reforma, hacia 1946: ‘El criterio que orientará dicha educación será democrático, considerando a la democracia no solamente como una estructura jurídica y un régimen político, sino como un sistema de vida fundado en el constante mejoramiento económico, social y cultural del pueblo’. Pero esta parte parece haber desaparecido del texto constitucional. Desapareció con el Plan de Desarrollo de la Educación en tiempos de Salinas de Gortari”.


"Han sido los trabajadores, a lo largo de las décadas, quienes sí se la jugaron con la historia. En cambio la otra clase, la burguesa mexicana, nunca arriesgó ni un pelo".

Derecho y sociedad

“Por otro lado, en ámbitos del derecho, podemos considerar que México ha transitado por tres generaciones distintas del Derecho Moderno a partir de la Revolución Mexicana hasta llegar a nuestros días.
“Y es que a fines del siglo XIX en Europa y a comienzos del siglo XX en México se dan los derechos colectivos, como los de los campesinos o los asalariados. Allí, nuestra constitución fue un documento realmente de avanzada.
“Pero hoy, en la tercera generación del derecho, nos enfrentamos a una constelación de derechos inventados: los derechos de los gay, de los niños, de los ancianos, de las mujeres, de los animales… Nos encontramos así con que esta suma de derechos segmentados debilita a los derechos colectivos. Y lo hace además de una forma muy selectiva. ¿No es por lo menos sospechoso que, curiosamente, en esta pléyade de derechos sectorizados, no haya derechos de los estudiantes, a pesar de que en México tenemos 30 millones de estudiantes?
“Y a esto se añaden una serie de derechos internacionales, casi todos relativos a la conservación y protección del medio, que se imponen… pero sin que haya fuerzas coactivas que obliguen a cumplirlos efectivamente. Y mientras tanto, los derechos generales de la sociedad se ven erosionados, los derechos humanos se encuentran en una crisis garrafal y los derechos colectivos se diluyen y parece que el derecho se torna privilegio, una suerte de “ley privada”, como podemos colegir de la etimología de la palabra privilegio, según el estamento medieval. En este sentido es muy evidente que vamos hacia un neo feudalismo.
“Vemos el caso del Sindicato Mexicano de Electricistas. Los trabajadores ya ni siquiera se ven interesados en hacer eco a las demandas de sus compañeros. ¿Por qué? Porque la forma corporativa de las grandes corporaciones, hoy, es muy parecida a lo que ocurría durante el medioevo, donde los trabajadores, sus equivalentes, se ‘ponían la camiseta’ y por eso los analistas dicen que la noción de ciudadanía ha venido a ser paulatinamente absorbida por un sentido corporativo, en medio del cual ya podemos hablar de ‘la sociedad Nike’, ‘la sociedad Sony’ o ‘la sociedad Coca-Cola’, etcétera.
“De esta manera, la sociedad se va tornando una suma de cotos urbanos que van delimitando la estructura social para proteger un interés particular en contra del bienestar social, del bienestar colectivo.
“Y de allí aflora el crimen, la miseria, la educación deficiente. Todo es repercusión de esta descomposición general”.

Recomponer la organización
de los trabajadores de México

“No quiero engañarme –concluye el autor–. Recomponer la organización de los trabajadores de México es la tarea. Han sido ellos, a lo largo de las décadas, quienes sí se la jugaron con la historia. En cambio la otra clase, la burguesa mexicana, nunca arriesgó ni un pelo. Y a estas alturas, esa clase acomodada tampoco tiene las convicciones ni la fuerza real que se necesita para recomponer las estructuras. La burguesía solamente va a empeñarse en medrar, al amparo de esa clase ultra-nacional de la que hablábamos, y va a tratar de conservar lo más posible, pero sin avance social.
“Porque, además, desde tiempos del presidente Zedillo se reconoció: los sistemas de avance no tocan la micro-economía.
“Y hoy Felipe Calderón dice claramente que aunque nos recuperemos, la recesión no va a restituirnos todo lo que hemos perdido en materia de ocupación laboral.
De manera que los problemas fundamentales de México son de su estructura, no los problemas coyunturales que tratan de vendernos como ‘actuales’ o ‘de hoy’. Y no es un problema menor. El mexicano debe empuñar su libertad por sí mismo. Debe ser leal a sí mismo”.