El equipo de jóvenes documentalistas veracruzanos durante una de las tomas de Manovuelta, documental dedicado a los museos comunitarios oaxaqueños.


Doña Morelia frente a la costa yucateca en un still del documental El camino hacia donde yo voy, de María Fernanda Rivero.

La vida en el ocaso
Con un extraordinario oficio narrativo, que construye una poética propia y de gran lirismo, el mediometraje en video El camino a donde yo voy toma como título el fragmento de un poema de León Felipe: “Nadie fue ayer ni irá mañana / por el camino donde yo voy. / Para cada quien tiene / un camino virgen el destino. / Y un rayo de luz, el sol”.
Siguiendo esta vocación de singularidades, y con un ritmo que se abre a partes iguales a lo contemplativo y a la reflexión, el material de 40 minutos realizado por María Fernanda Rivero nos muestra atisbos al ocaso de la vida entre ancianos de la comunidad mayense de Sotuta, Yucatán, donde la relación con la muerte matiza la miseria, la laboriosidad, los recuerdos y la alegría.
Conoceremos así, por ejemplo, a Eusebio, quien maneja un bicitaxi y fabrica miel en su rancho; es un personaje muy práctico y muy ocupado, que sólo vive para el trabajo. Naturalmente, sus concepciones sobre la vida, la muerte y el Más Allá están matizadas por ese pragmatismo.
Pero también nos encontraremos con parejas como la de Juanita y Teodoro o como la de Gabriel y Morelia. En el primer caso, se trata de dos octogenarios que, después de una vida dedicada al cultivo del maíz, consideran que ya han cumplido aquello para lo que vinieron al mundo, aceptan que ya están cansados y sólo aguardan la llegada de la muerte; en el segundo, en cambio, encontramos a dos personajes que se dedican a barrer las calles del pueblo y (ya sea juntos o alternadamente) a emborracharse a la menor oportunidad; existencias al vaivén de los días, cuyo azar encuentra reposo en la contemplación del mar.
El camino a donde yo voy es el quinto título que dirige María Fernanda Rivero (debut en 2005 con Kalan: la savia vida) y el documental obtuvo el premio Ariel al mejor cortometraje en marzo pasado. Es una experiencia memorable como reflexión de vida.

El material protagonista del documental Piedra de hormiguero, del videoasta michoacano Raúl Máximo.

Piedra de hormiguero
La contaminación con plomo en la alfarería vidriada de Santa Fe de la Laguna y la alternativa de volver a materiales tradicionales, sucedáneos de la greta, que ayudarían a combatir este problema, es el meollo del documental Piedra de hormiguero (Siruki Tsacapu, en puhrépecha), del videoasta michoacano Raúl Máximo.
En sus 27 minutos de duración, alfareros de la comunidad lacustre de Santa Fe de la Laguna, entre ellos Lorenzo Santana, describen los procesos tradicionales de los artesanos de la región para elaborar alfarería vidriada. Gracias a sus descripciones, sabemos que desde tiempos prehispánicos los artesanos purépechas empleaban el material denominado Piedra de hormiguero para obtener el vidriado negro característico de su alfarería, en tanto que los materiales con óxido de plomo fueron introducidos por Vasco de Quiroga.
A su vez, científicos purépechas como el MC Salvador Lucas dan cuenta de las propiedades de la greta y de la Piedra de hormiguero y aportan propuestas para mejorar los hornos tradicionales en los que se elabora alfarería de alta temperatura.
El problema de que se ocupa este trabajo es vigente y real. Del millón 500 mil artesanos registrados en el padrón nacional del Fondo Nacional para el Fomento de las Artesanías (Fonart), en 15 años sólo 9 mil 640 han aceptado trabajar con sustancias libres plomo, de acuerdo con cifras del propio fondo.
Sin embargo, informa el Fonart, no ha sido fácil hacer que los alfareros cambien la técnica tradicional, y de acuerdo con cifras de 2009, de 24 entidades que firmaron el Acuerdo Nacional para la Sustitución del Esmalte con Plomo, en 19 se ha logrado capacitar a gente en el uso de la greta sin plomo, entre ellos Michoacán (3 mil 435 alfareros capacitados), Oaxaca (2 mil 500), Puebla (mil 931) y el estado de México (754).
Los alfareros recurren a diversos argumentos para evitar usar el esmalte sin plomo: que a la gente no le gusta la loza con el nuevo esmalte, que no hay acceso fácil a la greta sin plomo, que la técnica ha estado en la familia desde años y no les ha pasado nada, etcétera.
Muchos artesanos sólo adoptan el esmalte sin plomo cuando comienzan a tener malestares y se les detectan índices altos del metal en la sangre, por lo que debieron cambiar su nivel de producción, su alimentación y estar en permanente desintoxicación.
Datos oficiales señalan que el nivel de plomo en la sangre no debe rebasar los 10 microgramos por decilitro (mcg/dl). A la intoxicación crónica por plomo se le conoce como saturnismo, producido por la lenta acumulación del elemento en el cuerpo, lo que ocurre a través de la exposición repetitiva al metal.
Los intoxicados presentan dificultad para aprender, daños al sistema nervioso y malformaciones físicas; de ahí que desde hace 15 años el Fonart lleva a cabo un programa para desalentar el uso de greta o esmalte con plomo, y motivar a los alfareros a usar esmalte libre del metal.
Los efectos del plomo son los mismos si se ingiere o inhala, y daña casi todos los órganos del cuerpo; el más sensible es el sistema nervioso. En mujeres embarazadas, la exposición a niveles altos de plomo puede producir saturnismo en el feto, el cual corre el riesgo de que al nacer tenga problemas físicos, como paladar hendido, estrabismo o labio leporino.

El museo comunitario de Santiago Huauclilla, uno de los espacios documentados en el video Manovuelta.

Manovuelta
En entrevista exclusiva con Poliedro, Luis Alberto Mendoza señala que Manovuelta nació como fruto de un error o, mejor dicho, como un instrumento para reparar un error.
Sucintamente, hace varios años, en la comunidad veracruzana de Piedra Labrada, el propio Luis Alberto y otros colegas llegaron para impulsar y conducir el proyecto de un museo comunitario, para el cual se dispuso de una partida federal.
“Desgraciadamente, como buenos antropólogos mestizos ingenuos, regamos el tepache con actitudes paternalistas. El dinero disponible se distribuyó a manos llenas, comenzó el proyecto del museo, los habitantes de la comunidad no sabían exactamente cómo se emprendía una tarea de este tipo, surgieron algunos pleitos locales por dinero, las cosas no funcionaban, la hechura del museo comunitario se abandonó a medias… un desastre”.
Para remediar el asunto, se optó por emprender un proyecto que fue respaldado por el Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (FONCA), cuyo objetivo era registrar y difundir en video algunas experiencias de este tipo que se han convertido en un referente no sólo nacional, sino internacional: los museos comunitarios de Oaxaca.
Fue así como siete jóvenes procedentes de la UVI-Selvas y del telebachillerato de Piedra Labrada recibieron una capacitación en técnicas de video y entrevista, y durante dos viajes en el año 2008 registraron las experiencias y vivencias de las personas de 12 comunidades oaxaqueñas de las zonas mixteca y zapoteca, que han desarrollado museos comunitarios, algunos con una trayectoria de más de 20 años.
“La intención era doble –dice–: darle a los habitantes de Piedra Labrada testimonios de primera mano acerca de cómo se erige un museo comunitario, pero también, en el buen sentido, picarles la cresta, acicatearles el orgullo, para que tomaran más en serio la idea del museo comunitario local”.
De las grabaciones realizadas durante 2008 se obtuvo una gran cantidad de material documental que durante todo 2009 se estuvo organizando y editando para dar forma a Manovuelta, cuyo título alude precisamente a la tradición de ayuda mutua para diferentes tareas entre las personas de una comunidad, que es la base que sustenta el trabajo que se ha llevado a cabo en los museos de Oaxaca, y que aún persiste con diferentes nombres en las zonas indígenas y rurales del país.
La versión final de este documental se presentó apenas en febrero pasado y se ha convertido en un material de consulta indispensable a la hora de aproximarse a la experiencia que han tenido comunidades de Oaxaca para impulsar museos comunitarios, mediante los emotivos testimonios de algunos de sus protagonistas y las imágenes de estos lugares y su patrimonio. Se plantea así una reflexión acerca de la importancia que han tenido este tipo de espacios para la memoria colectiva, la autorepresentación y la salvaguarda del patrimonio cultural basada en concepciones y formas de organización locales y en gran medida autónomas.