Zalce desde lo íntimo

Entre la diversidad de técnicas y temas en la retrospectiva del Museo Nacional de la Acuarela, se atisban inéditas aproximaciones a la valiosa veta íntima que cultivó el autor patzcuarense desde su lirismo geométrico


Los discípulos de Emaús. Carbón, sanguinea y pastel, 1989.


Quizás por ser de casa, acaso por la indolencia que se filtra en la textura de las ideas en esta década o posiblemente por el ardor con que se persigue hoy (y a qué precio) la idea de lo nuevo, en Morelia y en México todavía queda bastante por conocer de la obra de Alfredo Zalce.
El hecho es que frente a un autor como Zalce es preciso luchar contra prejuicios y valoraciones parciales más o menos explícitos que entorpecen el verdadero diálogo con su obra.
Así, por ejemplo, su prestigio como exponente de la Escuela Mexicana de Pintura y como "artista militante" suelen opacar uno de los rasgos esenciales del quehacer zalceano: la pasión e intensidad con las que Zalce se acercó a lo cotidiano y a lo íntimo.
En efecto, más allá de los afanes nacionalistas y del activismo político que definieron a los artistas de su generación, en la primera mitad del siglo XX mexicano, Zalce comenzó a definir su propio camino a partir de una aportación estilística fundamental y exclusivamente suya: el lirismo geométrico con el que hizo del plano y de la línea los canales de manifestación de la ternura, de la alegría o del reproche, pero siempre en el registro de un mundo diminuto, íntimo, en singular.
Esta dimensión doméstica, lírica es el rasgo más sobresaliente de las obras que figuran en la muestra que se aloja actualmente en la ciudad de México, en el Museo Nacional de la Acuarela, y a las cuales se dedica esta entrega.

Del Evangelio según San Lucas

Una de las sorpresas de la retrospectiva es el dibujo Los discípulos de Emaús, inspirado en un episodio de los Evangelios.
La obra, que fue cedida para esta muestra por un coleccionista particular, muestra el momento exacto en el que Jesús parte el pan eucarístico y se le revela a dos discípulos a los que había interceptado en el camino al pueblo de Emaús, tal como se narra en el último capítulo del Evangelio según San Lucas.

El dibujo, resuelto fundamentalmente en sanguina y pastel, con algunos acentos vigorosos en carboncillo, es una absoluta rara avis, evidentemente realizada por encargo, que pertenece a un coleccionista particular.

El interés de este título consiste en que el tema bíblico de Emaús ha sido uno de los más interpretados en la pintura desde el siglo XVII. Al acometerlo, Zalce opta por una composición frontalista y asimétrica y, sobre todo, por una serie de tensiones visuales establecidas por las trayectorias que marcan los brazos, antebrazos y manos de los tres protagonistas.

Por lo demás, Zalce busca en esta imagen la atmósfera de íntima concentración propia de un milagro, registrando el episodio como una experiencia discreta, intransferible, personal. Un gran dibujo.


El caserío. Acuarela. 1992.

A la acuarela
Tratándose de una exposición organizada en un museo dedicado a la acuarela, El caserío es una de las pocas acuarelas de Zalce que se exhiben. Como también ocurrirá en su óleo Alambres, se trata aquí de uno de los muchísimos registros urbanos y rurales que Zalce emprendió acerca de los alrededores de Morelia.
Es muy claro, en este dibujo, la manera en que Zalce echa mano del medio: ha trabajado la composición procurando que la transparencia de la acuarela le permita a él como realizador y al público como espectador, regodearse con el temperamento de las líneas y las tensiones visuales que de ellas se desprenden, generando (como es habitual en los paisajes zalceanos), una composición extremadamente sólida, fuerte a partir de la línea, pero llena de delicadezas y matices a través de la modulación de tonos y colores.


La pecera. Tapiz bajo liso


La vida en lo cercano
Una de las obras clásicas de Zalce, en el sentido de que muestran cómo el espíritu geométrico del autor aprovecha las bondades del textil para acentuar esas posibilidades, es el tapiz La pecera, un bajo liso en el que el autor, además, también recurre en uno de sus temas favoritos: la interpretación de la vida en su entorno más íntimo: el del estudio de trabajo, que aquí aparece poblado además por dos elementos muy comunes en su obra: las caracolas y las flores.

Azucena Solórzano corta el listón inaugural acompañada de funcionarios del Museo y de la Secretaría de Cultura de Michoacán.

Concurrida inauguración

Los vecinos del barrio de Coyoacán se congregaron en el Museo Nacional de la Acuarela para una ceremonia que comenzó pasado el mediodía y concluyó poco antes de las tres de la tarde del domingo.
Este rasgo es también significativo, aunque al parecer no lo ha consignado ninguna de las crónicas del evento. El hecho es que el museo goza de una envidiable buena relación con su barrio, con los vecinos de Coyoacán, y la concurrencia ha acudido como quien llega a la casa de un anfitrión y tiene la confianza y la libertad de "ir hasta la cocina", compartiendo los hallazgos que se presentan.
Una jornada inaugural larga, pues, pero amena y calurosa.

Paricutin. Lápiz graso. 1943.

Documento y expresión

De los legendarios días del nacimiento volcán Paricutín, figura asimismo el dibujo Paricutin, donde Zalce consigue otro de sus aciertos sintéticos: las dos actitudes esenciales de los personajes que pueblan el desolado paisaje dan cuenta de la dramática situación que viven.

En la obra aparece una hilera de hombres, mujeres y niños emprenden el éxodo. Mientras, una mujer levanta los brazos hacia el volcán, formulando con su gesto la pregunta común ante toda tragedia que nos rebasa: "¿por qué?".

Despojado de cualquier pintoresquismo, el dibujo da cuenta de un mundo de figuras grises que abandonan su tierra en medio de la desolación.



Madre con niño. Batik, 1996.


Retrato filial

De los numerosos estudios para retrato emprendidos por Zalce a lo largo de su vida, se exhibe aquí este batik que muestra la extrema fluidez de la línea zalceana. Líneas moduladas de las que se desprende una enorme ternura y una definida serenidad.

También interesa, en series como las de estos retratos, la forma en que el autor reformula el clásico tema de las madonnas europeas, pero circunscribiendo las sensaciones al escenario mestizo nacional.

Alambres. Oleo sobre fibracel. 1971


El estudio urbano

Numerosos dibujos y pinturas de Zalce dan cuenta de su pasión por el registro de un paisaje urbano que debio fascinarle porque se abría y respiraba, rompiendo con el abigarrado amontonamiento propio de metrópolis como la ciudad de México, de la que salió a fines de los años cuarenta para instalarse en Morelia.

Es en obras como el óleo Alambres donde se puede estudiar con particular claridad las premisas de su lirismo geométrico, concediéndole calidez a lo que originalmente es gelidez matemática. Las ricas tensiones de esta composición, a partir del cableado, los postes y las siluetas y volúmenes de otros objetos, es una cátedra de dinamismo en equilibrio al seno de una composición que, de primera intención, parecería muy contemplativa. Es un estado de ánimo en acto.


Delito de disolución social. Linoleografía, 1958


El activismo social

Mientras, de los distintos grabados de contenido social y militante que se exhiben, sobresale Delito de disolución social, en el que el tratamiento de la forma se desliza hacia la caricatura, pero sin concluir en ella.

Datada a fines de los años cincuenta, la obra se ubica en los tiempos de las grande movilizaciones de ferrocarrileros y docentes, anteriores a 1968 y da cuenta, literalmente, de la violencia bruta del autoritarismo.

Interesa también la técnica, que es la de grabado sobre linóleo. El procedimiento es idéntico al de la xilografía (el grabado en madera), excepto por la bondad más flexible del soporte, que es un material a base de corcho pulverizado, aceite de linaza y sisal.

La cabra. Batik, 1992

El mundo natural

Hubo un momento, a comienzos de los noventa, en el que Zalce comenzó a trabajar el batik, una de las técnicas más difíciles de controlar, a través de la cual emprendió una serie de estudios dedicados a diferentes animales.

A esta serie pretenece La cabra, que es otro excelente ejemplo de cómo Zalce mediaba el espacio no sólo a partir de trazos anchos, fuertes y seguros, sino a través de planos de color o de tono de una enorme vitalidad.


México se transforma en una gran ciudad. Buril. 1947.


El grabado del adiós

El grabado en buril México se transforma en una gran ciudad es una de las obras más significativas de la gráfica zalceana porque recupera el momento en que el autor decide abandonar definitivamente la ciudad de México para volver a su terruño, pero no sin antes formular un apunte crítico a la clase de metrópoli en que se transformaba la capital del país.

Nuevamente cercano a la caricatura, Zalce registra aquí la manera en que la miseria se agiganta en una urbe que, en pleno auge modernizador, aspiraba desde entonces a ingresar a un primermundismo (el término, obviamente, aún no existía) que difícilmente podía maquillar la verdadera dimensión de las carencias sociales que nos acompañan hasta hoy.