Los actores David Hurtado y Aidet Fuentes Mapourmé en una imagen de Round de sombras, correspondiente a la primera temporada de esta pieza, estrenada a comienzos del año pasado en Morelia.

Recién separados, el bioquímico Andrés Belaunzarán (David Hurtado) y la ejecutiva bursátil Julia (Aidet Fuentes Mapourmé) se reúnen una noche en la casa que compartieron. Él la ha invitado a cenar y durante el encuentro se muestra obsequioso, parece buscar una reconciliación. Ella, en cambio, se resguarda detrás de una calculada armadura de frialdad y sarcasmo por la que resbala cada intento de Andrés en pos de empatía.
La cena se desarrolla entre diálogos que transitan activamente de las confidencias al enfrentamiento y al reproche mutuo. Tal situación nos permite reconstruir la historia de los personajes y la naturaleza del momento que comparten: una vez perdido el amor y con las heridas vivas y abiertas, no queda más que revolcarse entre los escombros de un afecto que ya sólo será alevosía o no será.
Así: agria, irónica y con un doloroso twist final, la pieza Round de sombras (Carmina Narro, 1996) hace de sus protagonistas ejemplares perfectos para vivisectar al amor como duelo de poder. Un duelo en el que cada uno de los enamorados, en nombre de su amor perdido, buscará y conseguirá la cruel destrucción del otro.

Uno
Este trabajo, que forma parte de la trilogía Químicos para el amor, fue emprendido por Ramsés Figueroa el año pasado para la materia de Dirección II, en el octavo semestre de la licenciatura de Teatro de la Escuela Popular de Bellas Artes. La obra, de unos veinticinco minutos de duración en su formato original, hizo una corta temporada estudiantil, intramuros. Más tarde, durante un taller de dirección escénica impartido en Morelia por Fausto Ramírez y a modo de experimento, Ramsés Figueroa resolvió extenderla para poder inscribirla a la Muestra Estatal de Teatro de 2009 (una de cuyas cláusulas demandaba que las obras aspirantes tuvieran una duración mínima de 45 minutos). Este “extenderla” implicó proponer una segunda vuelta para la pieza, pero con los roles de los personajes invertidos.
Precisamente esta versión doble es la que el pasado fin de semana, en la segunda de las seis audiciones de obras morelianas aspirantes a la XXXI Muestra Nacional de Teatro, fue presentada por los integrantes del grupo Silencio Teatro en el foro La Bodega.

Dos
¿Sólo podemos poseer lo bello cuando lo destruimos? Esto es lo que propone la sinaloense Carmina Narro en Round de sombras. Hay ocasiones en las que aventurarse significa desventurarse más. A los personajes de esta pieza les ocurre precisamente eso. Una vez asumido el amor como duelo de poder, sólo conduce al abismo. Deberían detenerse, pero no pueden.
La pieza es también un cumplido breviario del maquiavelismo de la simulación, ya que el personaje que parece ser el más vulnerable es el que termina sometiendo al otro, derrotándolo en el último momento al destruir la belleza sobre la que fundaba su supremacía.
Y el hecho de que este personaje sea el varón en la primera vuelta de la obra y la mujer en la segunda vuelta, establece una tensión de género a la que el público resulta muy sensible. Desde este punto de vista, el experimento de Ramsés resulta muy provocador.
Por lo que atañe a los valores teatrales, la puesta del grupo Silencio Teatro es una pieza redonda en sus aspiraciones naturalistas, de una gran veracidad escénica, incluso en escenas tan difíciles como la del bofetón.
También importa tener en cuenta que se trata de un trabajo muy atento a su realidad, que toma una dramaturgia nacional y que aborda un tema que no es en absoluto ajeno o extraño, sino común, muy asequible al público: el de esas relaciones enfermas, destructivas, que se transforman en un asunto de sometimiento y dependencia.
Lo escribía aquí, en este mismo blog, el año pasado (los interesados en el texto y, sobre todo, en el video que registra más aspectos de esa puesta en escena, favor de dar un clic
aquí): En términos de actuación el aplauso sigue siendo para Aidet Fuentes Mapourmé, quien logra una potente caracterización. David Hurtado aparece correcto. Pero hay suficiente simetría y equilibrio entre los dos personajes para convencer y conmover. Además, los protagonistas afrontan una experiencia particularmente difícil porque tanto la dramaturgia como el concepto de la puesta en sí (como teatro arena, muy cerca del público) están pensados para que todo el trabajo recaiga en los personajes. Es un teatro de actores.
Como director, Ramsés Figueroa resuelve con limpieza y sencillez, dos atributos que nunca serán lo suficientemente festejados. Escenográficamente establece la mesa de la cena como centro de gravedad del espacio, con una taciturna lámpara pendiendo sobre ella y nada más.
Una experiencia de teatro estudiantil muy profesional: apasionada, responsable, inteligente y veraz.

EN VIDEO




Superviviente de la leucemia infantil, una Carmelita ya adulta (Yareli Muñoz) comparte con el público los recuerdos de su experiencia de casi cuatro años con la enfermedad, cuando tuvo entre siete y diez años de edad. Esta es la anécdota del monólogo Carmelita, la niña del mechón (Santa Herejía Producciones, 2008), que nos narra la historia de una pequeña confinada con otros niños en el pabellón oncológico de un hospital, pero también (y sobre todo) que nos muestra a un personaje que reconstruye y nos comparte los escenarios de su mundo de infancia.
Esta idea de recrear la niñez es el rasgo más sobresaliente de la dramaturgia emprendida por José Luis Pineda Servín dentro de un proyecto que ganó la convocatoria Apoyos al Fomento de la Producción Teatral, en la categoría de Teatro para Niños, emitida por el Departamento de Teatro de la Secretaría de Cultura de Michoacán en 2008.
El trabajo abrió este sábado 28 de agosto las audiciones en las que seis obras de teatro morelianas han competido para figurar en la XXX Muestra Nacional de Teatro, que este año se celebrará en Guadalajara.

Uno
Dirigida a un público específico, el de niños en situación de hospital, Carmelita es una obra esencialmente positiva y juguetona; su tema alude a la fuerza de un amor capaz de vencer incluso a la muerte (una muerte que se muestra ella misma afable o, en todo caso, mitigada a partir de los queridos rasgos de una abuela ya fallecida).
Mientras, la estructura se organiza en una sucesión de cuadros que, narrativamente, cumplen dos objetivos: hacer avanzar el relato y mostrar el mundo de Carmelita: un mundo que comienza hablando de la fugacidad de la existencia y de su cualidad ilusoria (“parecemos nubes que van y que vienen, que cambian de color con el día”) y que concluye con un voto de confianza hacia las razones de la vida (“hoy tengo la esperanza de que todos podemos ser felices, pase lo que pase”).
En medio de este arco, Carmelita, la niña del mechón es una sucesión de estampas que comienzan con la imagen de cierto ocaso, cuando la abuela de Carmelita abre una ventana para disfrutar de la noche y le anuncia a su nieta que un día morirá (“Carmelita, un día saltaré por esta ventanita y me iré cuando menos te lo esperes. Te aviso para que no te asustes ni te pongas triste porque yo estaré feliz […]. Cada quien tiene su ventanita, a cada quien se le aparece cuando llega el momento oportuno, ni antes ni después”). Pero la fatalidad también será compensada en el mismo cuadro escénico con el paso de una estrella fugaz y la petición de deseos que, hacia el final de la historia, redimirán tragedias y abrirán oportunidades a favor de la vida.
Entre una y otra cosa, Carmelita describirá los placeres y anécdotas de un día de campo familiar; nos compartirá su pasión por el futbol y el rechazo de Beto ante la idea de aceparla en las cascaritas callejeras; nos revelará su indiferencia a los juegos de muñecas; nos confesará su primer amor de infancia hacia Pepe (“el más guapo de la cuadra”), con quien sueña tener “una granja de hijos”; describirá los recurrentes desmayos que terminarán enviándola durante varios meses a un pabellón para el tratamiento de niños con cáncer, en el que nos presentará a los otros internos y desde el cual se enterará de la muerte de su amada abuela, a cuyo funeral no podrá acudir. Finalmente, restablecida y de vuelta al hogar paterno, Carmelita nos narrará el episodio, durante una tormenta, en el que estará a punto de morir, pero del que será salvada por una abuela que le indica que su hora no ha llegado y que es tiempo de volver al mundo para cumplir una vida plena.

Dos
Concebida como monólogo, Carmelita, la niña del mechón busca y logra implicar a su público (que, no hay que olvidarlo, es mayoritariamente infantil).
Desde el primer momento del trabajo, una Yareli Muñoz que suple con su desenvoltura natural ciertas carencias actorales, anuncia al público que va a necesitar de su colaboración para la creación de paisajes sonoros y “efectos especiales” a lo largo del relato. Un primer y ágil ensayo que captura el entusiasmo de la concurrencia conduce a recrear onomatopeyas que aluden al canto de un gallo o el rechinido de ventanas que se abren y se cierran. El ejercicio va aumentando paulatinamente su grado de complejidad al demandar sonidos que ilustren el paso de una estrella fugaz, la risueña presencia de un ermitaño o la lucha de una gallina que es devorada por un zorro, entre otras viñetas acústicas.
Otro elemento que acierta a conseguir la empatía del público es la música en vivo, a cargo del propio dramaturgo y director. José Luis Pineda se instala a un lado del espacio escénico, apenas visible, para acompañar a Yareli con un acordeón que lo mismo ambienta que acentúa matices con vivacidad.
En tanto, la escenografía se reduce a un atril que se emplea solamente durante el comienzo del monólogo y la presencia de tres estilizados rehiletes.
Pero dentro de la configuración anterior, el desafío más exigente de la dramaturgia es aquel que le impone a la actriz veloces transiciones para pasar de un personaje a otro, pues a lo largo de la obra Yareli debe representar a una docena de personajes o poco menos (desde un pequeño escarabajo-rinoceronte hasta los amiguitos de Carmelita en el pabellón del hospital, pasando por padres, abuela, médicos, ermitaño, un pájaro azul, etcétera).
Evidentemente, es difícil manejar los diversos pesos escénicos que exige tal anecdotario de presencias y, sobre todo, responder al tempo de interacción preciso entre ellas. No sólo hace falta la correcta administración de la energía en sí, sino el entrenamiento fisio-vocal más riguroso.
En este sentido, hay un momento de particular riqueza durante el episodio de Carmelita y el escarabajo que se posa en su brazo: aquel en el que nuestro personaje se desdobla entre la Carmelita que, asustada por la presencia del insecto y en crisis de pelos parados y dientes pelones, se demanda, histérica, a sí misma: “¡Pregúntale si es peligroso!”, mientras otra Carmelita, ecuánime, es la que interroga muy educadamente al pequeño coleóptero: “Disculpe, ¿es usted peligroso?”, las dos acotadas por una tercera Carmelita, totalmente dueña de la situación, que se dice a sí misma, observando sagaz y reflexiva al inofensivo insecto: “Ese cuernito no me inspira nada de confianza”.
Pero en realidad, y con absoluta franqueza, sólo recuerdo dos experiencias teatrales en las que esta elevada demanda de pesos escénicos y transiciones bien establecidas se ha cumplido a cabalidad: durante el monólogo Divino Pastor Góngora (visto en Morelia en 2003, durante la Muestra Nacional de Teatro de aquel año, protagonizado por Carlos Cobos) y durante el unipersonal Los días de Carlitos (visto en Ciudad Juárez en la Muestra Nacional de 2008 y aquí en Morelia en 2009, a cargo de Adrián Vázquez). Y en esos dos excepcionales casos estamos hablando, sin eufemismo, de súper-actores.
Sin embargo, si el desafío es muy alto, también es necesario puntualizar que Yareli Muñoz saca adelante el compromiso con una estrategia correcta, la de deslizar su desempeño actoral hacia otra dirección, desde la cual sus posibilidades sí le permiten cumplir con lo que se espera de ella: la de la fluida oralidad propia del cuentacuentos, desde cuya eficacia, a medio camino entre lo relatológico y la representación, logra ilustrar las situaciones que describe.
Es esta solución, desde mi punto de vista, la que consigue que el trabajo conserve un encanto indispensable y, sobre todo, una conexión genuina con el público (que es lo más importante en cualquier experiencia teatral), a despecho de las limitaciones que existen. Es claro que falta mucho más entrenamiento, pero el teatro está ahí.



Algunos instantes del monólogo de Santa Herejía Producciones, con el que abrieron las funciones de audición en las que seis grupos morelianos compiten para acudir a la Muestra Nacional de Teatro.



Los teatristas universitarios morelianos acapararon este año, en una experiencia inédita, las audiciones con miras a participar en la XXXI Muestra Nacional de Teatro (MNT), que se realizará en diciembre próximo en la ciudad de Guadalajara, Jalisco. Seis grupos morelianos, todos dirigidos por egresados de la licenciatura de Teatro de la Escuela Popular de Bellas Artes (dependiente de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo) mostraron sus propuestas ante dos integrantes de la dirección artística de la MNT 2010.
Las audiciones tuvieron como sede el foro alternativo La Bodega, de la Secretaría de Cultura de Michoacán y se emprendieron entre el sábado 28 y el domingo 29 de agosto, distribuidas en tres funciones diarias.
Los trabajos participantes fueron Carmelita, la niña del mechón, del grupo Santa Herejía, escrita y dirigida por José Luis Pineda. Round de Sombras, de Carmina Narro, del grupo Silencio Teatro en dirección de Ramsés Figueroa. Intimidad, de Hugo Hiriart, con el grupo PoluX Teatro y dirección de Hasam Díaz. Lágrimas de agua dulce, de Jaime Chabaud, con el grupo Hecho a mano y una dirección original de Perla Szuchmacher (+). La verdadera venganza del Gato Boris, de Maribel Carrasco con el grupo Sonaja Roja y dirección de José Suanate (Suárez Nateras), así como La luna vista por los muertos, de Daniel Rodríguez Barrón, con el grupo Aleatorio Teatro que dirige Sheila A. Rodríguez.
Ningún grupo profesional michoacano se inscribió este año a la Muestra Nacional de Teatro. Contrapeso, por ejemplo, se encuentra atareado en estos momentos resolviendo la puesta en escena de su obra sobre Emiliano Zapata, con miras a los festejos patrios de este año, la cual estará lista para su estreno en octubre o noviembre entrantes.
Mientras, las jornadas de audición comenzaron con una propuesta emprendida por el más veterano de quienes conforman al grupo de universitarios: José Luis Pineda Servín (Carmelita, la niña del mechón), ya treintañero, y las sesiones concluyeron con la propuesta de la realizadora más joven de la camada, Sheila A. Rodríguez (La luna vista por los muertos), que apenas remonta los veinte años de edad.

Presentes, Enrique Mijares y Alejandra
Tello, de la Dirección Artística de la MNT
Para audicionar los trabajos locales, estuvieron en Morelia el dramaturgo, director, ensayista y crítico teatral duranguense Enrique Mijares, así como la actriz, promotora cultural, catedrática de artes escénicas y crítica tapatía Alejandra Tello Arenas. Valga señalar aquí que, procedente de Chihuahua, donde también audicionó obras, el maestro Mijares no arribó a la capital michoacana sino hasta el sábado por la tarde, de modo que no pudo ver las dos primeras puestas en escena (Carmelita… y Round de sombras), que sólo fueron cubiertas por Alejandra Tello.
Al término de las dos jornadas teatrales de fin de semana, Poliedro entrevistó tanto a Mijares como a Tello Arenas. Ambos coincidieron en señalar que el teatro universitario que han encontrado en Morelia tiene propuestas y compromiso profesional. A continuación, las entrevistas con cada uno de los jurados.

Enrique Mijares: he visto mística teatral
“De lo que he visto en Morelia –dice el norteño Enrique Mijares–, lo que más me gusta es que estamos viendo resultados de gente de teatro que viene de estudios universitarios, con una formación académica de nivel superior. Prácticamente todo lo que hemos visto en Morelia es de egresados universitarios y lo importante es que veo un nivel de compromiso, de mística teatral, que en otras partes no se ve. Porque también hay lugares del país en los que, aunque haya escuelas o facultades de artes escénicas, de todos modos se opera a nivel de me vale madres y ahí se va, y eso no se vale”.
“Esta situación –abunda– me obligó a detallar, en la cláusula del acta de una de las muestras en las que participé, lo siguiente: hay grupos que toman por asalto el escenario y que son oportunistas porque se aprovechan de las características de la convocatoria, que permiten que el grupo se desplace de distintas partes del Estado con gastos pagados, hospedaje y alimentación, para venir a presentar cosas que no tienen absolutamente nada qué ver con el teatro. Hay gente que no tiene conciencia de lo que es el teatro, que no tiene esa veneración por el escenario que debemos profesar quienes atendemos al público. Pero hubo otros casos en los que vimos obras que ojalá veamos en la Muestra Nacional”.
Indica más adelante que, ya como jurado invitado a muestras estatales o como integrante de la dirección artística de la MNT para audicionar obras aspirantes, ha estado en Mérida, Tampico y Chihuahua. “Pero no se puede ver todo –lamenta–. Ojalá se pudiera, porque ver el teatro en carpeta o en video es muy difícil, muy engañoso. El teatro es una experiencia de comparecencia. De modo que ha sido mucho trabajo. Son 221 carpetas las que se inscribieron a la Muestra Nacional de este año y los integrantes de la dirección artística hemos terminamos hoy (domingo 29 de agosto). Pasado mañana, el día martes 31 de agosto, comenzamos la plenaria de la Dirección Artística de la Muestra Nacional de Teatro, que se extenderá hasta el jueves 2 de agosto. En esos tres días tenemos que resolver qué obras integrarán la Muestra de este año, así como programar el calendario de actividades de la muestra en sí y comenzar a revisar traslados, etcétera”.
En tanto, acerca del panorama escénico que ha advertido en estos meses, señala:
“En cada lugar encontramos niveles que van como en una montaña rusa: hay picos muy interesantes, pero también hay muy preocupantes abismos. En algunos casos hemos recomendado que, por favor, se pongan al corriente; lo malo es que la gente no tiene conciencia, no tiene humildad para aceptar las sugerencias y entonces piensan que uno quiso decirles que ‘no tenían talento’. Tuvimos problemas graves en algunas plazas en el sentido de que los que no resultaron premiados (porque en algunos casos sí fui jurado de muestras estatales), decían ‘¿pero por qué no nos premiaron?’ Y yo les decía: ‘lo que yo vi está plasmado en el acta’. No quieren entender que si estamos recomendando talleres o mesas de análisis en las muestras, tales sugerencias son por alguna razón. Ojalá que esa pasión que tienen para protestar también se viera en el escenario. Desgraciadamente no es así: quieren ganar por amiguismo con funcionarios o porque el jurado esté un poco a modo. Pero al Fonca, por ejemplo, le interesan jurados que no sean bien vistos, como es mi caso, porque eso significa que son jurados muy rigurosos que no contemplan amiguismos ni conocencias, sino trabajo: calidad.

Alejandra Tello: hay propuestas
“Vi propuestas interesantes de gente joven –dice, por su lado, la tapatía Alejandra Tello–. Pero Fernando de Ita siempre dice que no es bueno dar impresiones al terminar una función porque hay que analizar las cosas. Más cuando uno tiene como profesión dedicarse a la crítica teatral. Pero así, de entrada, aquí en Morelia vi propuestas”.
Interrogada acerca de cuántos trabajos michoacanos podrían participar en la Muestra Nacional, dice: “No sé cuántos lugares haya, porque esta es la primera vez que estoy en una dirección artística y son 32 estados de la República y 221 carpetas las que están inscritas. La revisión de ese material es exhaustiva. Pero una cosa sí tenemos muy clara en la dirección artística de la Muestra: el no incluir demasiadas obras del Distrito Federal porque la muestra se volvería centralista otra vez. Y de lo que se trata es que se presente lo mejor de todo el país. También hemos estado discutiendo que, como son tantas las puestas en escena, sólo deben entras las excelentes. Es decir, hay varias muy buenas que pueden ser invitadas, por ejemplo, a la sección La Muestra en Cinco Actos, pero definitivamente a la selección oficial sólo entrará lo excelente y yo soy de quienes que piensan que a la Muestra Nacional tiene que ir lo mejor de lo mejor”.
Concluye: “Enrique (Mijares) y yo no hemos platicado acerca de cuántas obras de las que hemos visto en Morelia se pueden incluir, vamos a discutir lo que vimos con la Dirección Artística, durante la plenaria. Y se decidirá en conjunto. Sería muy irresponsable de mi parte decir ahora ‘puede entrar esta o esta otra’. Hay que seguir un proceso”.

Ecos de las audiciones
Y como el proceso oficial de selección concluirá el viernes 3 de septiembre (dentro de unos cuantos días), cuando se darán a conocer los resultados, hay tiempo suficiente para dar cuenta en este blog de lo que han sido estas jornadas de audiciones protagonizadas por las nuevas generaciones de universitarios morelianos.
En el riguroso orden en que se presentaron, a partir de hoy mismo, las entregas de las audiciones morelianas en pos de la Muestra Nacional de Teatro.

EN VIDEO / Entrevistas con los jurados de la MNT