La presea Generalísimo Morelos, tal como se entrega en la actualidad, chapeada en oro. La pieza robada del Museo del Estado estaba acuñada en una aleación de plata y esmalto.

La histórica primera presea Generalísimo Morelos, que fue emitida en el año de 1942 por el Ayuntamiento de Morelia, fue robada del Museo del Estado hace dos semanas. El hurto fue cometido poco después de que se entregó la edición 2010 de ese galardón, durante las conmemoraciones por el aniversario de la ciudad, el pasado 18 de mayo.
La pieza arrebatada al patrimonio en resguardo de la Secretaría de Cultura se localizaba en la sección de etnología del Museo del Estado, en la planta alta de ese recinto, y perteneció al doctor Julián Bonavit (1872-1953), científico, divulgador y rector nicolaita. La familia del personaje fue la que donó a los acervos del Museo del Estado (fundado en los años ochenta) tanto la presea como una parte significativa de la biblioteca del doctor Bonavit.
La presea, que originalmente era acuñada en una aleación de plata y esmalto, y que actualmente se entrega chapeada en oro, es la prenda con que la autoridad edilicia de la capital michoacana reconoce cada año “a aquellos morelianos que excepcionalmente se hubieren distinguido en las ciencias, en las artes o por sus virtudes cívicas”.

La pieza y la denuncia
La presea Generalísimo Morelos que fue sustraída del Museo del Estado estaba acuñada en una aleación de plata y esmalto y presentaba la forma de una cruz ankorada ceñida por un círculo. En su anverso, al centro, ostentaba en sobrerrelieve el rostro de José María Morelos. En su reverso, también en la parte central, presentaba el escudo de armas de Morelia.
El descubrimiento de que la pieza ya no se encontraba en su vitrina se hizo el sábado 22 de mayo y al día siguiente, domingo 23, ya informadas de los hechos las autoridades de la Secretaría de Cultura, el Departamento Jurídico de la institución, acompañado por el director del museo, hizo del conocimiento de los hechos a la Procuraduría General de Justicia del Estado.
La Mesa II de la XXII Agencia del Ministerio Público tomó conocimiento de los hechos ese mismo domingo 23 de mayo e instruyó a los afectados para que acopiaran y presentaran la información necesaria, de manera documental, en el siguiente turno de la agencia, 48 horas después.
Fue así como el martes 25 de mayo se levantó formalmente la Averiguación Previa Penal número 284/2010, en la cual se emprenden las investigaciones correspondientes.

Dos o tres, los ladrones
El robo de la primera presea Generalísimo Morelos delata un grave relajamiento en la disciplina del Museo del Estado en general y en el trabajo de los resguardos de sala responsables del área donde se localizaba la pieza, en particular, ya que para sustraer la presea fue necesaria por lo menos la intervención de dos o tres personas: idealmente, dos que fueran capaces de levantar el pesado capelo de cristal y una tercera que introdujera la mano para extraer la prenda. También es posible (aunque más improbable) que el delito lo hayan cometido sólo dos personas.
La razón de lo anterior estriba en que la base de la vitrina que resguardaba a la pieza tiene pestañas de madera que impiden que una sola persona pueda levantar el capelo de vidrio, inclinándolo por cualquiera de sus lados. En cambio, la protección sólo puede ser retirada levantando el capelo en una posición vertical, para lo cual se precisan obligadamente dos personas colocadas en extremos opuestos del cubo de vidrio.

“Regresar a la norma”
Entrevistado en exclusiva el pasado jueves 3 de junio hacia las 13:40 horas, el director del Museo del Estado, sociólogo José Luis Aguilera Ortiz, se reservó declarar acerca de los detalles esenciales del incidente, aduciendo prudencia ante una posible malinterpretación “en el sentido de que estamos entorpeciendo las investigaciones”.
La entrevista, captada en video, puede verse al final de este post. También se puede ver en Youtube, con mejor tamaño y resolución de imagen haciendo click
aquí. Sería muy divertida si el asunto no fuera tan delicado.
Mientras, acerca del tema de las medidas de seguridad, el funcionario afirmó que “ahorita, por lo pronto, hemos platicado con todos los resguardos de sala para regresar a la norma
Este “regresar a la norma” implica retomar medidas elementales: registrar a todos los visitantes, impedir su acceso con mochilas al museo y exhortar a los resguardos de sala a que estén realmente al pendiente de la gente que visita el recinto museístico.
Al parecer, por lo que declaró el director, estas medidas no se estaban respetando. Aquí es donde el cuestionamiento inevitable es: ¿qué clase de director permite que su personal se relaje al punto de hacer posible un hurto como el de la presea?
El funcionario afirmó: “Estamos distribuyendo mejor al personal en las salas porque hay algunos puntos ciegos que deben estar vigilados. Eso es todo, por lo pronto. Nos hemos reunido con todos los resguardos de sala de todos los turnos para exhortarlos a que no descuiden su trabajo”.
En cuanto a las investigaciones que se siguen, afirmó: “Todavía ayer (miércoles 2 de junio) fue a declarar otra persona (al Ministerio Público) y va a ir a declarar otro compañero, hasta agotar lo que la Procuraduría considere necesario de investigación”.

Disciplina y seguridad
El único museo moreliano que cuenta con medidas electrónicas de seguridad desde hace más de veinte años es el Museo Regional Michoacano “Dr. Nicolás León”, dependiente del INAH, con su sistema de cámaras de circuito cerrado. Le sigue el museo de sitio Casa de Morelos.
Todos los demás (los tres museos de la Secretaría de Cultura, el del Poder Judicial, el de las Artesanías, la Casa Natal de Morelos, los cuatro de la Universidad Michoacana –si se cuenta la sala Melchor Ocampo– y el Museo del Fósil) carecen de los beneficios de la tecnología.
Pero lo cierto es que, de no ser por descuidos y relajamientos elementales en la disciplina del personal, ninguno de esos espacios requeriría de medidas excepcionales de vigilancia ni de dispositivos de alta tecnología. Véase si no: durante esta década, varias exposiciones han sido objeto de hurtos. En todos los casos, el factor clave ha sido la falta de disciplina entre el personal.
Y las medidas que se ocupan son muy simples: impedir que el público ingrese con mochilas a las salas. Mantener por lo menos un custodio, vigilante o edecán en cada sala o piso, al pendiente de los visitantes. Requerir, sin excepciones, que toda persona se registre, consignando la hora de su entrada y salida.
Estas tres reglas de oro bastan para impedir, razonablemente, cualquier saqueo.
Basten dos botones como ejemplo de lo anterior.
En 2007 desapareció una pieza del Museo del Estado. No era (como se dijo, amarillistamente, “la pistola del general Francisco J. Mújica”, sino un arma de aquella época). ¿Qué sucedió? La responsable de la sala de donde se sustrajo el objeto había bajado a la dirección del museo a responder una llamada telefónica y nadie se quedó en su lugar.
También en 2007 alguien sustrajo de la planta baja del Museo de Arte Contemporáneo Alfredo Zalce un pequeño óleo de Luis López Torres. Esa vez la falta de disciplina también fue clave: las edecanes estaban ocupadas de atender a la gente reunida para una conferencia sobre cartel japonés y las tres salas de la planta baja fueron dejadas a solas. No se aplicó la norma de impedir que los visitantes ingresaran sin mochilas. La suma de hechos desafortunados consumó el hurto. El patrón se repite ahora, con el robo de la primera presea Generalísimo Morelos en el Museo del Estado.

Robos en el Siglo XXI
Estos son los hurtos más significativos cometidos en museos y foros morelianos durante la presente década.

  • 2003 Congreso del Estado. Hurtan el grabado El herido, de Alfredo Zalce, durante exposición temporal de homenaje. Colección del autor.
  • 2003 Museo de Arte Contemporáneo Alfredo Zalce. Desaparecen dos grabados de Alejandro Delgado en exposición temporal. Colección del autor
  • 2004 Casa Natal de Morelos. Roban litografía del Siglo XIX. Acervo del Gobierno del Estado.
  • 2004 Museo de Arte Contemporáneo Alfredo Zalce. Lienzo No se sabe todavía, del autor tapatío Felipe de la Torre en exposición temporal. Colección del autor
  • 2005 Casa de la Cultura de Morelia. Dos grabados de la artista checa Mila Judge-Fürstová en exposición temporal. Acervo de la embajada de la República Checa en México.
  • 2005 Museo del Estado. Dos fotografías de Antonio Zirión en exposición temporal.
  • 2005 Museo de Arte Colonial. Facsímil de Mapa de la Provincia Carmelita de la Nueva España, en exposición permanente. Colección del Frente de Afirmación Hispanista.
  • 2007 Museo del Estado. Pistola de la época del general Francisco J. Mújica. Colección del museo.
  • 2007 Museo de Arte Contemporáneo Alfredo Zalce. Óleo de Luis López Torres en exposición temporal. Colección del autor.
  • 2010 Museo del Estado. La primera presea Generalísimo Morelos, entregada por el ayuntamiento de Morelia en 1942 a Julián Bonavit. Acervo del Museo.

Preseas e historia
Desde el 18 de mayo de 1942 hasta el 18 de mayo del actual 2010, un total de 95 preseas Generalísimo Morelos han sido entregadas por el poder municipal en 55 emisiones, las cuales adquirieron una periodicidad anual definitiva a partir de 1965.
Antes de esa fecha, intervalos de hasta cinco años mediaron entre la entrega de una y otra presea. Pero casi siempre, desde el comienzo, la ceremonia de entrega se ha emprendido en duplas.
En sus primeras cinco ediciones, por ejemplo, los galardonados fueron:
Maestro Ignacio Mier Arriaga y doctor Julián Bonavit (1942). Maestro Miguel Bernal Jiménez y doctor Salvador Jara (1945). General Lázaro Cárdenas del Río y doctor Salvador González Herrejón (1950). Doctor Ignacio Chávez Sánchez y licenciado Antonio Arriaga Ochoa (1954), y doctor Samuel Ramos Magaña y profesor Jesús Romero Flores (1955).
El doctor Bonavit, autor de libros como Historia del Colegio primitivo y nacional de San Nicolás de Hidalgo (1958) y de artículos de divulgación de consulta internacional como Esculturas tarascas de caña de maíz y orquídeas fabricadas bajo la dirección del Ilmo. Señor Don Vasco de Quiroga (Anales del Museo Michoacano, sept. 1944, n° 3, segunda época), fue uno de los intelectuales más activos de su tiempo en Michoacán y en su vida pública llegó a ser rector nicolaita.

EN VIDEO


El director del Museo del Estado, sociólogo José Luis Aguilera Ortiz, en entrevista con este blog el pasado jueves 3 de junio. Lo sustantivo de su declaración: "Hay que regresar a la norma" dentro del museo en materia de medidas de seguridad.
Ve este video con mejor calidad en
Youtube


Pasando por alto esa "pero a ver... ¿cómo lo vas a manejar esto?", hay una declaración sustantiva del sociólogo José Luis Aguilera en la entrevista que aparece en video más arriba: aquella que señala que hay que "regresar a la norma".
Y es que la norma es muy sencilla y muy eficaz: marca que cada trabajador, en los museos, cumpla con el trabajo que desempeña. En el caso de los resguardos o custodios o edecanes de sala, que estén siempre al pendiente de los visitantes.
Porque el robo de la presea Generalísimo Morelos sólo fue posible porque los ladrones pudieron moverse a sus anchas durante 20 ó 30 segundos, enteramente libres de "miradas indiscretas" o de presencias que los hicieran "pensarlo dos veces" antes de consumar el hurto.
"Regresar a la norma" también conduce a preguntarse cuándo dejó de respetarse esa norma y por qué.
Evidentemente, una parte de la respuesta tiene que ver con el mismísimo director del recinto museístico y obedece a la lógica de una frase que dicta: "Si la cabeza está mal, todo está mal". En efecto, un director de museo está, entre otras cosas, para fijar una disciplina, particularmente en materia de medidas de seguridad. Unas medidas que, además (y lo digo muy sinceramente) no tienen por qué ser necesariamente muy sofisticadas.
Generalmente, cada vez que se ventila públicamente un robo de este tipo, los medios de comunicación locales se desgarran las vestiduras y cuestionan "dónde están las cámaras" de circuito cerrado y otras medidas que implican tecnología electrónica para resguardar nuestro patrimonio.
Pero la verdad es que, aunque deseable, esa tecnología no es decisiva en materia de seguridad. Basta en cambio con que el personal de los museos, tanto el de sala como los vigilantes, "hagan la tarea" y desquiten el sueldo que devengan manteniéndose al pendiente de sus visitantes... tanto para atenderlos, claro, como para monitorearlos.
El relajamiento de la norma no puede ser sino consecuencia de una dirección débil (que, dicho sea de paso, en estos momentos es la constante en todos los museos de la Secretaría de Cultura, a excepción, quizás, de la Casa Natal de Morelos).
¿Hará falta que comience otra rachita de hurtos, como la de 2007 (qué sospechosa fue, por cierto), para que los museos del Gobierno del Estado dejen de ser la caricatura de sí mismos en que están convertidos y garanticen la seguridad del patrimonio que alojan, y que es la memoria y la historia de todos los michoacanos?