Fotograma de Times of Harvey Milk, uno de los documentales de la realizadora Francis Reid, a lo largo de 30 años de trayectoria en el cine y el video.

A continuación una entrevista exclusiva con Francis Reid, la realizadora de Viaje de una larga noche al día: el largometraje que documenta algunos de los casos ante la Comisión de la Verdad y la Reconciliación, durante la amnistía post-apartheid en Sudáfrica. El filme se ha exhibido en las jornadas de la gira de documentales Ambulante en Morelia. Un agradecimiento especial a Amanda Sucar por el eficaz trabajo de traducción simultánea.

Con treinta años de trayectoria, todos los documentales en los que usted ha participado tienen que ver con el respeto a la diferencia. En Deep skin son las relaciones interraciales entre estudiantes de campus universitarios. En Straight from the heart es la experiencia de padres que han aprendido a aceptar a sus hijos de orientación gay o lesbo. En Times of Harvey Milk recupera la historia y el asesinato del primer hombre abiertamente homosexual que fue elegido para un cargo público en Estados Unidos, como funcionario municipal de San Francisco. En All God’s children explora el tema de las preferencias sexuales al seno de la iglesia católica. En Waging a living sigue durante tres años a cuatro trabajadores mal pagados, para documentar cómo sacan adelante a sus familias y su cine también ha estado muy cerca de la comunidad afroamericana. ¿De dónde surge su interés por estos temas?

– Siempre me ha interesado el asunto de los derechos humanos y el de los derechos civiles, en especial entre grupos vulnerables como el de los gay o el de las mujeres, porque yo soy mujer y soy lesbiana, de modo que comprendo muy bien esos problemas. Los comparto. En cuanto a los afroamericanos, la cuestión racial siempre ha estado muy presente en los Estados Unidos. Son cosas de las que hay qué hablar porque están allí. Hay conflicto en torno a ellas y para colaborar a resolver esos conflictos es necesario mostrar lo que está pasando.

– La influencia de este tipo de documentales en la sociedad depende mucho de la distribución que se les dé. ¿Hay buenos canales para difundir este tipo de filmes en Estados Unidos?

– Sí, Los más importantes son los circuitos educativos, los ciclos que se organizan para comunidades estudiantiles. Por ejemplo, el documental Deep Skin lo filmamos hace 15 años y todavía se exhibe mucho en las universidades del país para que los jóvenes tengan una perspectiva de lo que implica una convivencia multirracial y multicultural en sus centros de estudio. El otro canal de distribución importante es la televisión.

– ¿Allá sí funciona la TV para difundir documentales? Es que en México, la verdad, no.

– Sí. Actualmente en Estados Unidos la televisión difunde documentales y hay un público importante para ellos. Hay interés por ver este tipo de materiales.

La cineasta Francis Reid durante la entrevista.

Desde su punto de vista, como una cineasta que tiene treinta años dedicada a estos temas, ¿cómo ha evolucionado en ese lapso el respeto a los derechos humanos entre la sociedad estadunidense? ¿Ha mejorado?

– Sí y no. Desgraciadamente, por ejemplo, si Deep skin se sigue proyectando mucho en las escuelas es precisamente porque hay una gran necesidad de corregir las conductas discriminatorias que perduran en las aulas ante la cuestión racial. Los cambios que se han dado en estas tres décadas son ligeros. Sin embargo, actualmente yo tengo mucha esperanza en las nuevas generaciones, especialmente entre los adolescentes (teenagers) y los veinteañeros. Veo en ellos más apertura, menos prejuicios y una actitud más dispuesta a comprender que a juzgar.

Hay un dato en Viaje de una larga noche hacia el día que me sorprendió. La política del Apartheid fue impuesta por los blancos en Sudáfrica, pero una cita del filme dice que el 80 por ciento de quienes pidieron la amnistía a través de la Comisión de la Verdad, fueron negros. ¿Cómo se explica eso?

– Hay muchas razones. En primer lugar, aunque fueron los blancos los que aplicaron el Apartheid, ellos eran la minoría racial en Ciudad del Cabo; la población negra es mucho mayor y por eso es natural que se dieran más incidentes relacionados con negros que con blancos.
“En segundo lugar, cuando se instaló el proceso de amnistía a través de las confesiones y los juicios en la Comisión de la Verdad, los líderes negros motivaron a sus comunidades a que se acogieran al procedimiento en pos del perdón; en cambio, los líderes blancos no mostraron el mismo interés y por eso hubo una presencia mucho menor de blancos.
“En tercer lugar, durante los últimos años del Apartheid, el gobierno sudafricano maniobró para que ciertos grupos negros se enfrentaran y atacaran a otros grupos negros. Lo asombroso fue que, más tarde, fueron precisamente esos grupos los más activos en el proceso de amnistía. La Comisión de la Verdad fue el instrumento que les dio la oportunidad de reconciliarse entre ellos”.

Disturbios en Sudáfrica. Una imagen de fines de los años ochenta en el contexto del apartheid.

– ¿Cómo llegó al tema del Apartheid?

– En los años noventa se hablaba mucho del tema en la prensa, de la violación de los derechos humanos y de lo que el gobierno de Mandela estaba haciendo con la Comisión de la Verdad y la Reconciliación en Sudáfrica. Me conmovió ver que se hablaba abiertamente de hechos horrendos. Deborah Hoffmann, mi productora, me dijo que valdría mucho la pena hacer una película sobre eso. Fue apenas un comentario, pero tres meses después ya íbamos rumbo a Sudáfrica.

– Viaje de una larga noche hacia el día es una película muy fuerte en términos emotivos, humanos. ¿Buscaban ese ángulo desde el comienzo o quizás pensaban en un documental más político?

– No. Buscamos ese enfoque desde el comienzo. La intención era hablar o exhibir la ambigüedad humana, lo buenos o lo malos que cada uno de nosotros puede llegar a ser, y para lo cual no hay fronteras de raza ni de ninguna otra clase. Por otro lado, yo vengo de Estados Unidos, un país que tiene muchos paralelismos con Sudáfrica. La idea era mostrar el lado humano de la historia.

– ¿Qué es lo más importante del filme para usted? Y viéndolo en perspectiva, a diez años de su rodaje ¿qué le ha dejado este documental?

– Bueno, lo más importante es, indudablemente, que todo el proceso de la amnistía y las sesiones de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación se documentaron. Es un material que queda para la historia. Ahí está. El proceso de la comisión concluyó en el año 2000. El documental que filmamos, también. En cuanto a lo que me deja este trabajo, viéndolo a diez años de distancia… bueno, conservo el recuerdo de un proceso muy difícil. Por ejemplo, pasé mucho, muchísimo tiempo, viendo el material filmado y las grabaciones de las audiencias de la comisión. Fue un trabajo exhaustivo, absolutamente absorbente, en medio del cual pude establecer saludables momentos de distancia cuando tenía que regresar a Estados Unidos, fundamentalmente en busca de fondos para continuar con el trabajo. Pero en definitiva, pasé mucho tiempo en Sudáfrica. Creo comprender bien el estado en que se encuentra esa nación y me duele muchísimo lo que le está pasando hoy a ese país. Espero que se recupere pronto, pero en estos momentos tiene un gobierno terrible.

La realizadora acompañada por Amanda Sucar, quien se ocupó de la traducción simultánea durante la entrevista, a las afueras del auditorio universitario José Rubén Romero, en Morelia.

Finalmente, en sus treinta años de cineasta y con unos quince documentales, ¿cuál habrá sido el más difícil de filmar, el más doloroso?

– El de los enfermos de Sida en África (Faces of aids), a comienzos de los noventa, porque la miseria en aquella región acentuaba hasta lo insoportable la situación de esos pacientes. Como no había mucha información acerca del Sida, los familiares rechazaban o despreciaban a sus enfermos. Por otro lado, había una ausencia gravísima de tratamientos médicos. Era gente absolutamente desamparada. Esa es la experiencia más dolorosa que he tenido.