Entre tácticas y estrategias (no a la Benedetti, sino con un inconfundible sazón mexicano, es decir, ladino y picoso), este martes Paco Ignacio Taibo II cumplió su cita con la más bien opaca V Feria Nacional del Libro y la Lectura Michoacán 2012.
Arribó casi una hora tarde a la sede del Centro Cultural Clavijero, en el centro histórico de Morelia y, tras disculparse con la concurrencia, confesó que había perdido el avión matutino (“es algo que no me sucedía en años. Debe ser la edad”). También se tomó su tiempo para visitar a jóvenes preparatorianos que, muy a modo, horas antes habían cerrado una cuadra de la avenida Madero, frente a la Biblioteca Pública Universitaria, así como, de forma inédita, la esquina de Melchor Ocampo y Guillermo Prieto y la de Nigromante con Santiago Tapia, cubriendo así los accesos a la sede de la feria en una toma efímera que se disolvió al ocaso. El padre de Héctor Belazcoarán les declaró a los jóvenes su solidaridad, posó para la foto de los periódicos y para las cámaras de telenoticieros e instantes después, mientras respondía a las preguntas banqueteras de algunos medios electrónicos, enfiló hacia el foro Isabelino donde se realizaría su presentación.


Oficialmente, la estadía pública de Taibo II en Morelia tuvo como fin dar a conocer el lanzamiento de la colección La Negra, con la cual Editorial Planeta presenta una reedición de las mayores obras del autor: un total de 17 títulos que van desde su debut en la novela policíaca con Días de combate (1976) hasta las semblanzas históricas noveladas dedicadas a personajes como Pancho Villa y Ernesto el Che Guevara o a episodios como el del asalto a El Álamo. Sin embargo, fue poco el espacio que PIT II le dedicó a estos detalles editoriales. En cambio, enfiló sus siempre atractivas baterías discursivas a compartir con el público los antecedentes del relato negro en México y en América Latina y a describir el papel decisivo que esta literatura ha jugado en algunos momentos históricos recientes para llenar los vacíos de una literatura social que no pudo ver la luz.


Magnético y poseedor de una privilegiada oralidad, acaso sólo comparable a la del ya difunto Eraclio Zepeda, Paco Ignacio abriría fuego desde el prólogo dedicado a las disculpas. Tras citar la pérdida de su vuelo, añadió:
– Además, tenía que ver a los estudiantes en plantón: Me parecía fundamental ir a solidarizarme con ellos. No puedes pasar por la vida mirando a otro lado. Ya hemos mirado a otro lado, los mexicanos, demasiadas veces. Y es un lujo que no nos podemos dar en tiempos oscuros, como los que se aproximan.
Los aplausos de la concurrencia coronaron la frase. Luego, ya instalado y cigarro en mano, entró en materia.


“¡Qué paradoja que uno venga a presentar una colección de literatura policíaca y que este país viva en las condiciones de lo policíaco! –comenzó–. Por ejemplo, ¿quién fue el que le metió azúcar al depósito de gasolina de los helicópteros que tan frecuentemente se caen? ¿Quién quemó los camiones en las normales rurales aquí en Michoacán? ¿Quién hizo un fraude electoral de cinco millones de votos que afectó los comportamientos futuros de este país? Por donde quiera que toques, lees una historia policiaca. Lo criminal, la ruptura del orden, se están volviendo una constante endiabladamente peligrosa en la vida de los mexicanos desde hace muchos años. Y la novela policiaca, la literatura negra, ha estado cubriendo de alguna manera el hueco de la literatura social.
“No es un fenómeno del que yo sea responsable –puntualizó–. En Francia, en los años sesenta, Jean Patrick Manchette lo había dejado clarísimo. Y en Estados Unidos, a fines de los setenta, Ross Thomas, Roger Simmons y Channing también lo dejaron clarísimo. En la nueva novela policiaca española, surgida después de la caída del franquismo, autores como Vázquez Montalbán, André Martín, Julián Ibáñez o Juan Madrid, lo pusieron sobre la mesa. En todos estos y en muchos otros casos, lo que ha estado haciendo la literatura negra es recuperar el sentido de la literatura social”.
En este sentido, el autor de La lejanía del tesoro recordó que el material de trabajo del relato negro y más específicamente de la novela policíaca es la quiebra del orden, lo criminal, la ruptura de los tabúes. “Una sociedad se deja interpretar con mayor claridad a partir del hecho criminal que de la crónica política o de la sociología o del análisis económico. Muchas veces –insistiría– el hecho criminal revela de qué está hecha esa sociedad, cuáles son sus reglas del juego”.


Al hablar de los rasgos y virtudes que acompañan al relato negro, señaló:
“Me gusta usar la metáfora del iceberg. Como ustedes saben, sólo su diez por ciento es visible sobre la superficie del agua. Cuando en México alguien dice: ‘tengo que contarte una historia’ y te remite al diez por ciento conocido, los mexicanos, que somos paranoicos (definición de paranoico en México: un ciudadano que piensa que lo persiguen y que, en efecto, lo persiguen; por lo tanto, redefinición de paranoico: un mexicano con sentido común), sabemos que el noventa por ciento de la historia es invisible y que está inconclusa. Está debajo del agua. Para remediar esa situación, la novela policíaca hace eso: explora el noventa por ciento oculto. Ata los hilos que los centenares de historias inconclusas dejan sueltos”.
Hablaría luego de otro rasgo del relato policiaco: su capacidad de atravesar el panorama geométrico de una sociedad en diagonal, de arriba abajo, revelando los secretos que guardan cada una de sus capas. “Pero también hay un panorama geográfico para la novela policiaca, que es el espacio inmenso de la totalidad de lo urbano”.


No dejó pasar la ocasión para hablar de una característica recurrente en sus libros: el manejo del lenguaje.
“La novela negra también opera en términos del lenguaje: recoge el lenguaje oficial, el lenguaje televisivo, el cantinfleo del aparato estatal y del gobierno, que ahora se está multiplicando a una velocidad increíble, al punto que nos esperan unos años de cantinfleo potentes, y exhibe todo eso para bocabajearlo en sus absurdos y en sus sinsentidos. Al mismo tiempo, recoge al lenguaje como un elemento de variación continua. Recoge los humores, los elementos de lo que podemos llamar cultura nacional.
Dijo, en ese sentido, que “cuando comento con algunos autores extranjeros cómo hago novela policiaca, muchos me dicen ‘¡pero si tú tienes ahí un uso y abuso del humor negro endiablado!’ Y yo digo ‘¿Ah, sí?’ Yo creía que no. Es decir: ya está tan interiorizado el humor negro como una parte de nuestras vidas que no nos damos cuenta cuando lo tenemos ahí, sobre la mesa. México es el único país en el cual, horas después de un incendio en el que mueren decenas de personas, hay chistes en la calle sobre los quemados”.
Por lo demás, apuntó que “todas las corrientes cotidianistas de la literatura negra introdujeron el día a día en la crónica de lo criminal” y que “los mexicanos sabemos que la diferencia entre estar libre o estar preso estriba en el accidente: estar en el momento y lugar equivocado. A partir de ahí se desatan las fuerzas oscuras del sistema”. Describió al respecto varios episodios de los que ha sido testigo en primera persona y en los que se han desatado esos demonios para llevar a la prisión a personas inocentes.


Por lo demás, la vivaz charla discurrió por los temas más disímbolos: la resurrección del detective Héctor Belascoarán Shayne; la relación de Taibo II con la crítica literaria a lo largo de las décadas; el proceso de reconocimiento académico a un género como el policiaco, considerado menor, pero que ha ido conquistando escaños hasta llegar a nuestros días, cuando ya nadie niega la vigencia de la novela policiaca. El más interesante de todos fue objeto, sin embargo, de apenas una breve exploración: el por qué los escritores de relato negro en México no han escrito la novela de a deveras sobre lo que pasa con el narcotráfico. La respuesta de Taibo fue sucinta y no del todo convincente: “En primera, porque afortunadamente el periodismo está haciendo su trabajo, y en segunda porque en un tema como el del narco se necesita cierta distancia para tener a punto las herramientas”.


Más sustanciosas fueron las entrevistas que, al final de la presentación, abordaron cuestiones políticas vigentes en los escenarios sociales y políticos, como el destino de Morena en el gozne de convertirse en una presencia electoral institucional, con todos los bienes y males que eso conlleva o las perspectivas de una izquierda totalmente noqueada en los últimos comicios federales, pero de la cual Taibo II sostuvo que salía más fortalecida que nunca.


Durante una entrevista con la reportera Ivonne Monreal, del matutino Cambio de Michoacán, que parcialmente comparto en el video que abre este post, Taibo II dijo, entre otras cosas de interés, que la mayor lección de la pasada derrota electoral consiste en las estrategias de fondo que la izquierda necesita instrumentar. Consideró:
“Enfrentamos un problema gravísimo: hemos intentado destruir la hegemonía priísta a partir de lo electoral y hemos visto que no la podemos destruir desde ahí. En las pasadas elecciones, allí donde teníamos una sólida presencia electoral, perdimos. En cambio, ganamos donde había una amplia base social. Esa es una lección a tener en cuenta. La fortaleza de un partido como el PRI está en el aparato corporativo, en los controles sobre la sociedad y los sindicatos charros lo que le dan esta hegemonía. Es en esos puntos donde hay que pegarles y, sobre todo, hay que trabajar mucho a favor de la construcción de base y movimiento social. Al país tenemos que liberarlo desde abajo. De abajo hacia arriba. El tres a uno que les metimos en el Distrito Federal no fue gratuito; el gran reto es que tenemos que construir un movimiento que logre unificar todos los movimientos sociales”.


Interrogado sobre esa posibilidad de congregar base y movimiento social en momentos en que prevalece un estado de persecución, tanto mediática como material, particularmente en las provincias más alejadas de la capital del país, el autor consideró: “La sensación de que salimos derrotados de estas elecciones es una verdad, nos pusieron una madriza de órdago. Esos cinco millones de votos capturados de forma corrupta nos desmadraron. Es como decir que ganamos unas elecciones que perdimos en el fraude. Pero, de manera curiosa, la medida de la victoria o de la derrota no te la da lo inmediato. Pensemos en el 68. Aquel movimiento fue derrotado militarmente, y sin embargo fue la mayor victoria que hubo en este país porque durante los siguientes 20 años su recuerdo sirvió para reproducir conciencia social”.
Siguiendo el símil, opinó que la reciente derrota les ha heredado “una enorme fortaleza porque “son muchísimos más los mexicanos con conciencia social que hay hoy, a los que había hace un año y, ahora, el problema es convertir eso en organización unitaria”.
Acerca del desfallecimiento que exhiben movimientos que se generaron en la coyuntura electoral, como el de #yosoy132, estimó que son naturales y que su trascendencia no radica en su durabilidad: “Lo importante es que puso sobre la mesa la voluntad de cientos de miles de jóvenes y eso es el cambio profundo, eso ya no te lo quita nadie”.
En el caso del futuro de Morena, concluyó que el destino del movimiento se decidirá en el congreso nacional que se efectuará el 19 y 20 de noviembre en el Distrito Federal: “Nos dará una idea de si se puede convertir en una alternativa real de un movimiento capaz de coordinar y apoyar las luchas sociales que hoy están en México o si por desgracia se volverá otro aparato electoral más”.