Rocío Boliver en Morelia

Una tarde con Lilith


El pecado supremo es la limitación de
espíritu; todo lo que se comprende, está bien.
OSCAR WILDE / Epístola In Carcere et Vinculis (De Profundis) 

Rocío Boliver al comienzo de su conferencia en la UdeM.

Es Lilith. Una de sus manifestaciones. No hay duda con respecto a eso.
Aparece aguda e intensa, consciente de sí, preñada de la rebeldía, el encanto y la dignidad de quien sabe quién es, lo cual le permite exponer las entrañas sin miramientos y a flor de piel. Es como si encarnara —me digo— una idea de aquel santón de los sesenta, el Maharishi Mahesh Yogui. ¿Alguien se acuerda?: “Mi afuera estar adentro, mi adentro estar afuera”.
Es Rocío Boliver. Entera y de una pieza. Lo increíble es que La Congelada de Uva está en la capital michoacana, en el auditorio Fundadores de la Universidad de Morelia (UdeM) ante un centenar de azorados y atentos alumnos que siguen cada una de sus frases y proposiciones.
La sesión mantiene una auténtica línea caliente, como le dicen los músicos a un concierto de alta sinergia con el público. La atención se mantiene en alto desde la declaración inaugural y contundente de “sólo sé enseñar mi cola”, hasta diversas sugerencias con las que nuestra más extrema oficiante del Arte Acción mexicano invita a los jóvenes a expandir su perspectiva. Les sugiere que procuren clásicos contemporáneos indispensables como el de Zygmunt Bauman (La Modernidad Líquida, que exhibe la mendicidad en que han caído las relaciones humanas, sofocadas por el individualismo capitalista) o que se arriesguen a probar la generosa incertidumbre de vivir en ese estado de gracia que los griegos llamaban epokhé y que Husserl recuperaría para la fenomenología contemporánea como la condición mental que “suspende el juicio” para no mutilar lo que pueden aportarnos los aleccionadores tormentos y delirios de la realidad y de nuestro mundo interior.
Convencida, Boliver seduce y convence. Lo interesante es que en su discurso, contra lo que podría creerse, no hay obscenidad. Nada es sucio. Lo que hay, en cambio, es una mirada despiadadamente directa, una lucidez irreductible y una vehemencia que a momentos adquiere una extraña cualidad de ternura.
Todo es tan genuino que desarma, tan natural que no escandaliza. No hay sino vida fluyendo a su ritmo: sin adornos y sin estigmas.

Desde el mundo interior
Quince de septiembre. Tarde de viernes en Morelia. El abarrotado auditorio de la UdeM, con capacidad para unas sesenta butacas, no permite una presencia más. Ha de haber unos cien alumnos congregados en el recinto.
La introducción corre a cargo de la gestora y promotora cultural Erandi Avalos, de la organización civil Núcleo, Arte y Letras, que es la que ha hecho posible esta actividad.
Luego de la presentación, la conductora del ya extinto pero bien recordado programa La Polaca, del canal 13, desarrolla una semblanza de su vida con el título Sobreviviente a la censura.
Comenzará mostrando el video de un trabajo que presentó en un reciente festival internacional de performance, en Brooklyn, que es parte de su proyecto Entre la menopausia y la vejez. Sobre la pasarela, la experiencia es hard-core puro, como se puede ver en las imágenes debajo de este párrafo. Sin embargo, no es sexplotation: hay ideas circulando, emociones en movimiento; un orden y un sentido que le están vedados a la mera fetichización del sexo.

Tres aspectos del video con un fragmento del performance con el que Boliver participó en un reciente festival internacional de Brooklyn. 
Poco más adelante, Boliver explicaría: “Un artista debe trabajar en aquello que lo conflictúa; de allí debe sacar su material. Yo comencé en el performance a los 35 años de edad y en ese momento lo que me interesaba era el mundo queer. Ahora, a mis 57 años, hablo de lo que vivo, de lo que me preocupa. En Entre la menopausia y la vejez pienso en las mujeres que pasan por ese periodo y en todo lo que implica para ellas en nuestra sociedad contemporánea: el paso fugaz del tiempo, el deterioro del cuerpo, la cercanía de la muerte y las presiones de un sistema capitalista y mercantil que vende ficticias panaceas de juventud y de belleza”.
“El tema —insiste— debe llegar siempre desde adentro. Sólo de ese modo es posible hablar con una verdad que sea capaz de tocar al Otro”.
“Hay que partir del inconsciente más oscuro —abunda—. Mi trabajo es No–lineal. Tiene mucho que ver con el sueño, porque las experiencias oníricas son las únicas capaces de sobrepasar el colador de la razón, que nos entrega todo ya muy filtrado. El performance atraviesa la razón y la obliga a ponerse en entredicho, porque todo es tan intenso y tan inmediato en el performance, que la razón no sabe a dónde acomodar la hecatombe de la experiencia que está viviendo”.
La artista es de la opinión de que “quien no valora el performance, es porque nunca ha tenido la oportunidad de ver uno bueno”.


“Nunca como Dios manda”
Incidentalmente, las experiencias performativas de La congelada de uva (o, como ella prefiere referirlas: sus ejercicios de Arte-Acción), son tan buenas que jamás dejan al espectador indiferente. Puede despertar la repugnancia más visceral o la admiración más filosa, pero lo que cuenta es que nadie permanece igual tras presenciar su trabajo.
El escándalo más reciente (hizo de ella un trend-topic en el canal Twitter) ocurrió el sábado 7 de julio del 2012, durante una de las mega-marchas de protesta por el triunfo electoral del priísta Enrique Peña Nieto como Presidente de la República.
Instalada en pleno Zócalo de la ciudad de México, la autora se amacizó a un poste, se acuclilló “de aguilita”, debidamente despojada de las prendas necesarias; luego pujó y pujó y terminó defecando sobre una imagen del rostro del presidente electo, impresa en un cartel de campaña. No conforme con el gesto, ocupó su mano derecha en embadurnar a placer la materia fecal por la superficie de la publicidad electoral. Quien desee consultar uno de los videos que inmortalizaron esta manifestación efímera, puede dar click aquí.
La acción fue performativamente perfecta: entraña pura, mensaje directo, materialización de un deseo. Para todos los que alguna vez hemos dicho o pensado “me cago en la política”, el acto de Rocío Boliver fue tan inédito como implacable.
Durante la charla con los universitarios de la UdeM, la artista puntualiza: “Lo más importante para mí es no hacer nunca las cosas como Dios manda, sino buscando siempre otra forma, otra manera de emprenderlas. Desde luego, esto me pone en una posición de enfrentamiento con la divinidad, pero me permite reafirmarme como persona”.
En efecto, como dice cierta conseja, de la cual abrevaron tanto Nietzche como Kant, Heidegger y Baudelaire, “ser, es ser diferente”. Es aquí donde autores como Boliver desafían el espíritu de rebaño que suele dominarnos, para construir una individualidad propia que invita a otros al convite de novedosas epifanías de la originalidad.


Más adelante, el resto de la charla ilustra el derrotero de Boliver por el arte.
Nacida al seno de una familia de intelectuales (el abuelo materno, Enrique Jiménez, fue matemático, rector de la Universidad de Sevilla y ferviente Republicano; su padre, Ángel Boliver, fue un pintor y muralista que se alejó de modas, poses y reflectores y desarrolló una búsqueda intensamente personal, muy celebrada por personajes como Vicente Leñero; tres de sus cinco hermanos también son artistas en distintos campos), la autora detalla que fue una niña singular que a los 12 años de edad ya había leído al Marqués de Sade, a Nietzsche, a Sartre y a Kafka, entre otros.
Y todo porque un padecimiento de los riñones la obligó a guardar rigurosa cama durante tres años, de los 11 a los 14 años de edad. Durante ese periodo de convalecencia, “aparte de masturbarme”, devoró los libros que había en la bien surtida biblioteca de sus padres. De modo que creció en un ambiente lleno de estímulos que la llevaron a construir un rico mundo interior.
“Había mucho adentro, poco afuera. Descubrí pronto el momento Zen del Aquí y el Ahora. También me familiaricé con el feísmo y con lo grotesco y comprendí la necesidad de mirar de frente a la bestia que somos cada uno de nosotros, como una réplica a todo lo apolíneo”.
El recorrido es intenso y lleno de giros de veleta. Boliver irá del mundo del arte al del modelaje profesional. Se casará con un millonario y hará vida hogareña chic; luego ingresará a los medios de comunicación con distintos proyectos y llegará incluso a trabajar en la Secretaría de Gobernación, al tiempo que su cercanía con el maestro Juan José Gurrola (pionero del performance en México al lado de Arrabal, Jodorowsky y otro puño de geniales alucinados), la conducirá a los senderos de lo dionisíaco y de lo bacanal.
El resultado está a la vista. Una Lilith que resplandece en su oscuridad, que perturba con sus provocaciones, que sacude a los durmientes y hace del sexo la última arma que, todavía hoy, es capaz de estremecer a los hatos de ovejas, previniéndolas contra el degolladero.
“Yo estoy en contra de la dineylandización de la realidad —dirá en uno de sus momentos conclusivos—. Es un fenómeno terrible. Todos preferimos vivir en Disneylandia porque esa es una realidad anestesiada en la que nada real ocurre. En el mundo de Disney hasta los peligros más terribles están domesticados, todos los monstruos son manejables y, finalmente, inofensivos. Por eso preferimos eso a afrontar la realidad”.
“Sin embargo, es la parte oscura donde nos aguardan los verdaderos desafíos. Sumergirnos en la Caja de Pandora que somos nosotros mismos puede hacernos más nobles, aunque no sepamos por dónde nos conduce, ya que esa experiencia participa del epifenómeno, de la física cuántica, del efecto mariposa... Yo nunca sé por qué se me ocurre lo que se me ocurre, pero en cada Arte-Acción, en cada performance, hallo una verdad y me corto un ovario. El arte es honestidad. Sin eso, no hay nada”.

La dura bondad del suero
La sesión en la Universidad de Morelia ha sido extensa, de casi hora y media, pero el paso del tiempo apenas se ha dejado sentir.
Mucho más tarde, rumiando la jornada a solas, me digo que, indudablemente, el arte cura, como dice Jodorowsky, y que en ese sentido Rocío Boliver es una auténtica curandera.
La apariencia es nada, lo epidérmico no importa. Es el sentido lo que cuenta.
Y Rocío Boliver se revuelve contra su origen. Inmuniza contra las mismas iras y miserias que la han traído al mundo. A ella y a nosotros. Su Arte Acción es un suero; por eso es tan doloroso y tan subversivo… a veces tan intragable. Y siempre provocador.
Me lo repito: su arte es un suero.
Y duele porque, como todos los sueros, se ha decantado a partir de venenos. Ella es el antídoto contra lo impronunciable, lo oculto y lo tabú. Su Arte Acción es la cura contra los prejuicios y temores de esa mentalidad de antiparras que siempre está intentando confinarnos en el gris y pequeño reino de lo certero, de lo seguro, de lo definido. De lo muerto. Más vale compartir la medicina.

EN VIDEO
Rocío Boliver · Entrevista





Tuvieron que transcurrir dos años, nueve meses y seis días para que la escultura monumental Mujer, de Alfredo Zalce, volviera a la vida pública tras el accidente que sufrió la tarde del 14 de enero de 2010, cuando la caída de un árbol lesionó la base de la estructura.
Valga recordar, en nombre de la justicia, que el último verdadero director del Museo de Arte Contemporáneo Alfredo Zalce (y que fue una mujer: la maestra María Eugenia Fuentes Lanning), se ocupó en su momento de emprender las acciones necesarias para preservar la pieza y para iniciar ante el INBA los trámites correspondientes para las tareas de restauración por parte de personal calificado. Sin embargo, la intervención jamás se concluyó pues la Secretaría de Cultura (a la sazón encabezada por Jaime Hernández Díaz), nunca terminó de disponer del porcentaje de la inversión económica que le correspondía, en un formato de cofinanciamiento bipartita federación-estado, de modo que la pieza permaneció durante poco más de treinta meses en el ala derecha del jardín del museo, protegida por una tienda de campaña.

Pendiente saldado
Una de las muchas, muchísimas cosas que se le pueden reprochar a la administración que encabezó durante el sexenio pasado Jaime Hernández (pero que tampoco fueron una novedad, dada la experiencia que todos los relacionados con la cultura le conocimos una década anterior, durante su periodo como director del Instituto Michoacano de Cultura, a partir de 1996) fue la estudiada desidia con la que se dejaron en stand by todos los pendientes acumulados con el legado de Alfredo Zalce.
Como integrante del patronato responsable de impulsar un proyecto cultural para la casa de Alfredo Zalce, nada hizo, salvo pasarle la bolita de las declaraciones comprometedoras a los demás integrantes del patronato: (el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas, el entonces edil moreliano Fausto Vallejo, la doctora Silvia Figueroa Zamudio, de la Universidad Michoacana…).
Tampoco pasó más allá de las palabras en el tema del fragmento del mural La historia de la industria y el comercio en México, que el INBA presentó restaurado desde 2004, tras rescatarlo de la tragedia del terremoto de 1985 en la ciudad de México, con la intención de que la obra regresara al Michoacán natal del artista. Precisamente dos días antes de que el árbol cayera sobre la escultura Mujer, en los jardines del Macaz (hecho que acontecía el jueves 14 de enero de 2010 poco antes de las 3 de la tarde), el martes 12, durante el acto conmemorativo natal del creador patzcuarense, Hernández Díaz afirmó que las conmemoraciones del centenario de la Revolución Mexicana y del bicentenario de la Independencia, previstas para ese año, podrían contribuir a que al menos dos de las tres deudas institucionales pendientes con la memoria del maestro Alfredo Zalce pudieran cumplirse: el traslado definitivo a Morelia del fragmento mural y el establecimiento de un centro cultural en el inmueble de Camelinas 409 esquina con Vicente Santa María, donde el autor tuvo por más de cincuenta años su casa-taller.
Ambos compromisos se fueron postergando al amparo de diversos argumentos. Pero el hecho es que al llegar el 12 de enero de 2011, en el siguiente aniversario natal de Zalce, no se había consumado ni el proyecto de su casa taller ni el asunto del traslado del mural, a los que ahora se había sumado el percance sufrido por la escultura en el Macaz.
Olímpicamente, esas tres prioridades para con la memoria a don Alfredo se quedaron en el archivo.
Lo más cuestionable es que, precisamente, en aquel año de celebraciones centenarias y bicentenarias, cuando la federación distribuyó recursos para que se cumpliera en los distintos estados del país con programas alusivos, ni un centavo se redirigió a los pendientes con Zalce.
Conservo en este mismo blog la nota en la que Hernández Díaz afirmaba estar casi completamente seguro de que algo se podría hacer a favor del acervo del muralista. El enlace, aquí.
En aquella ocasión el funcionario afirmó: “Por fortuna, existe una partida presupuestal, de parte de la federación, con la que es viable concluir el asunto pendiente de la estructura que dará soporte al fragmento del mural”.
¿Qué fue de ella? Estamos todos como el Longe Moco: nadie sabe, nadie supo.
En cuanto a la habilitación y puesta en marcha de la casa de Alfredo Zalce como un centro cultural, aquella vez el funcionario se mostró mucho más prudente. Adujo: “el patronato creado para la casa del maestro Zalce es una instancia de la cual la Secretaría de Cultura es apenas uno de sus integrantes. Por respeto a esa situación yo no puedo adelantar algo que no haya sido previamente acordado por el patronato en su conjunto. Lo que sí puedo decir es que se ha avanzado en el estudio de distintas alternativas para ese espacio a lo largo de reuniones que hemos sostenido en 2009, pero cualquier declaración oficial debe ser formulada por el patronato en su conjunto, posiblemente en el transcurso de este mismo año”.
La posibilidad, está a sobras visto, no llegó.

Memoria de un accidente
En cuanto al incidente en sí, con la escultura Mujer, como se recordará fueron las lluvias y los fuertes vientos que surcaron la ciudad hace dos años las que ocasionaron que un pino se precipitara sobre el ala norte del Museo de Arte Contemporáneo Alfredo Zalce, en Morelia, causando daños al torreón, que es el elemento arquitectónico más bello del inmueble. Si ya de por sí ese incidente era grave, durante las labores para retirar el árbol, la caída de un segmento del tronco alcanzó a lesionar la escultura Mujer, realizada por el artista patzcuarense, la cual se localiza en el jardín del museo.
El incidente ocurrió el jueves 14 de enero, cuando uno de los pinos que flanquean los jardines del MACAZ cedió a los embates del viento. Al accidente contribuyeron tres hechos: que el terreno se había reblandecido a causa de las lluvias de la última semana, a que las raíces del pino no eran muy profundas y a que, además, se habían resentido por los trabajos que varias semanas antes habían emprendido empleados del municipio de Morelia para intervenir los distintos caminos pavimentados que surcan el parque Bosque Cuauhtérmoc, durante los cuales se lesionaron las raíces de algunos árboles.
El día del incidente, trabajadores de Parques y Jardines del ayuntamiento de Morelia acudieron para retirar el árbol cuya copa cayó sobre el torreón del museo, luego de que el departamento de Bomberos de la ciudad se declaró incapaz de emprender con éxito esa tarea. Los trabajadores municipales se vieron obligados a talar el tronco del árbol en por lo menos siete ocasiones, ya que el peso del tronco impedía cualquier maniobra con grúas. La estrategia funcionó, pero cuando el tronco finalmente se vino abajo, alcanzó a golpear la base de la escultura, que quedó inclinada en un ángulo de unos 70 grados. Al momento en que los trabajadores retiraron el árbol, la escultura terminó de caer al suelo.
Yo alcancé a grabar las maniobras que se emprendieron y casi capté el momento en que el árbol golpea a la pieza. Distaba yo unos cuarenta metros del lugar del siniestro (como se dice), pero me encontraba fuera del perímetro del jardín del museo y los arbustos sobre la reja impiden ver, en la toma, el golpe en sí a la escultura zalceana. Como sea, este es el material, que subí en su momento y que ahora reinserto debajo de estas líneas, en este post.

Mujer: el accidente en enero de 2010


Como cité al comienzo de este post, luego del acontecimiento, la maestra María Eugenia Fuentes Lanning, a la sazón directora del MACAZ, tramitó con toda oportunidad las gestiones ante el INBA para que peritos especialistas vinieran a evaluar los daños y formular las recomendaciones pertinentes. Sin embargo, el trámite nunca se concretó, entre otras razones porque el Secretario de Cultura, Jaime Hernández, nunca demostró en los hechos la voluntad política de restaurar la pieza.

Pendiente saldado
Ha sido apenas hasta ahora, con la nueva administración de la Secum, que se ha acudido a recursos domésticos para intervenir y poner en pie a la escultura. El resultado de los trabajos fue ofrecido el pasado viernes 26 de octubre,en un acto donde la Secretaría de Cultura presentó, ya restaurada, la escultura Mujer, acompañada de sus piezas hermanas Bailarinas y Acróbata.
Los trabajos de restauración y mantenimiento corrieron a cargo de José Luis Aguilar Pahua, quien aparte de sus conocimientos en la materia es actualmente el representante sindical de los trabajadores del Museo de Arte Contemporáneo ante el STASPE.
Durante el acto de develación, explicó diversos hechos relativos a la tarea de restauración, tal como se puede apreciar en el video que abre esta entrega. Entre otras cosas, precisó que los ejes que conforman el esqueleto de metal de Mujer habían perdido su estructura lineal a causa del accidente, por lo que hubo que estabilizarlos. Posteriormente se procedió a resanar con los mismos materiales utilizados por Zalce para colocar e “injertar” las partes que se desprendieron producto del accidente.
Satisfecho por los resultados y por la experiencia de participar en esta labor, Aguilar Pahua dijo que además de la ficha técnica contó con un diagnóstico previo con base en la constitución y materiales de cada una de las obras. Explicó también que se invirtieron alrededor de tres meses en la realización de dichos trabajos.

Preservar lo que tenemos
Por su lado, el secretario de Cultura, Marco Antonio Aguilar Cortés, indicó que Zalce fue uno de los grandes pintores, escultores y artistas gráfico de nuestro país, por lo que su valiosa obra debe protegerse para evitar que se destruya y muera.
Se refirió al compromiso que recae en la actual generación de funcionarios de la administración pública para preservar los acervos y legados de grandes hombres, a fin de que ni las obras ni el recuerdo de sus autores mueran. Habló asimismo de la necesidad de estimular a los creadores, particularmente a los jóvenes, para que con el correr del tiempo también ellos puedan convertirse en grandes talentos desde todos los campos y áreas del arte.
Sentenció que la dependencia a su cargo denotaría falta de responsabilidad si las obras de Zalce se quedaran arrumbadas en los jardines del museo y felicitó al personal involucrado en dicho proceso de restauración, lo que permitirá a los visitantes del MACAZ apreciar lo que se hace con sus impuestos, y observar el cuidado que se presta a esta clase de recintos, abiertos con el propósito de que el público solace su espíritu, en aras de que éstos sean momentos de la cultura.

En el marco de la V Feria Nacional del Libro y la Literatura Michoacán 2012, alumnos de la Facultad de Lengua y Literaturas Hispánicas de la Universidad Michoacana, emprendieron una lectura colectiva de la novela Aura, de Carlos Fuentes, para sumarse a las actividades de homenaje al escritor mexicano.
El clip, aqui arriba, documenta el comienzo de la sesión, celebrada en el auditorio Ramón Martínez Ocaranza, la cual dio comienzo hacia las 10:30 horas del viernes.
Tres perspectivas acerca del teatro en Michoacán fueron presentadas al público durante una mesa dedicada a la dramaturgia en la V Feria Nacional del Libro y la Lectura Michoacán 2012. Los autores Manuel Barragán, Carlos Romero Acosta y Fernando López Alanís compartieron su experiencias y puntos de vista, no sólo acerca del oficio de escribir para la escena, sino en torno a asuntos como la creación de públicos, la manera de acercarse a la gente, de elegir un tema y de acudir a los apoyos institucionales o buscar alternativas de autogestión.


El veterano de la mesa, Fernando López Alanís, cuya dramaturgia se ha decantado mayoritariamente hacia la reflexión y revisión de personajes y hechos históricos alusivos a Michoacán, echó de menos la presencia de gente de la escena como José Manuel Álvarez y el productor teatral Fernando Figaredo, quienes tenían la suficiente visión y las herramientas necesarias para generar públicos teatrales de manera eficaz.
Particularmente en el caso de Figaredo, en su papel neto como empresario, su visión consistía en hacer una inversión que le permitiera seguir invirtiendo, pero sus estrategias implicaban obligadamente la necesidad de crear público, a fin de que el negocio fuera rentable, tal como de hecho lo fue. Mientras, José Manuel Álvarez logró crear y consolidar públicos porque sus obras tenían la habilidad de tocar los temas a los que era sensible la gente y gracias sus continuas, permanentes giras por comunidades del interior del estado.
“Ahora hemos caído en un bache –lamentó– porque no se está educando a la gente a ver teatro; faltan obras que toquen a la gente, que le digan algo”.
El otro gran problema son los presupuestos. “La mayor parte de los teatreros de mi generación se han peleado los presupuestos de lo que fue el IMC o de los ayuntamientos y así se convirtieron en antagonistas, grupo contra grupo, descalificadores de los otros sin comprender que al hacerlo se descalificaban a sí mismos”.
“Este terrible pleito por el poco dinero de instituciones o ayuntamientos –agregó–, ha contribuido a empobrecer el panorama teatral de la entidad, donde tampoco hay públicos que paguen para ver teatro”.
De esta suerte, el escenario que percibe Alanís es el de un movimiento teatral que no consigue salir adelante con el éxito que le sería asequible si el gremio tuviera un mayor sentido de lo grupal y de la importancia de la colaboración.
“No veo falta de talento. Hay talento en directores, escenógrafos, tramoyistas, actores… lo que no veo es todo ese talento unido en líneas comunes, en vez de andarse peleando”.


Manuel Barragán, egresado de la carrera de teatro de la Universidad Michoacana y con una experiencia como dramaturgo que se remonta a su adolescencia, comenzó puntualizando que su perspectiva del teatro es totalmente política… no porque las puestas en escena deban ocuparse explícitamente de lo político sino porque la experiencia teatral, como forma de comunicación, ya es de suyo política. Es decir: es una forma de relación colectiva entre la obra y el público, un modo de comunicación que transmite y comparte ideas que necesariamente influyen en la forma de pensar y de actuar de las personas en su vida cotidiana.
Apuntó que su trabajo como dramaturgo siempre toma en cuenta la responsabilidad que lo anterior implica.
“Yo no sé si esto sirva para cambiar el mundo, pero por lo menos sí permite ponernos en contacto, compartir las cosas en las que creemos, o nuestras dudas o aquellos temas que nos parecen importantes y para los cuales a veces tenemos respuestas qué proponer y a veces sólo preguntas que, al compartirlas, impulsan a los demás a ensayar su propia respuesta”.
Por lo demás, consideró que el panorama del teatro en la entidad es alentador, sobre todo por la aparición de alternativas de formación académica. “Las escuelas de cine, de teatro, la propia Escuela Popular de Bellas Artes, son espacios de donde están egresando nuevas generaciones de jóvenes con una mirada fresca y con muchas ganas de experimentar, de hacer y de decir algo”.


Finalmente, Carlos Romero Acosta, quien se mueve principalmente en los ámbitos de la comedia de situación y del teatro–bar recordó que se acercó al teatro desde muy joven, a los 14 años.
“Mi primer intento de crear algo, en 2001, fue un ejercicio que llamé El sexo de tu pareja y que en 2011 lo trabajé de nuevo, lo reescribí y se convirtió en Hombre, mujer o quimera. En ese entonces mi necesidad de decir algo al mundo era mucho mayor que ahora. Quería compartir lo que tenía dentro y no encontré mejor manera de decirlo que a través del teatro”.
Actualmente con ocho dramaturgias, cuatro de ellas ya estrenadas, su trabajo se encamina ante todo al teatro cómico comercial. “Me gusta esta facilidad de digerir para el público, me gusta ver que la gente se vaya con una sonrisa, considero que agradecidos por todo el trabajo. También tengo una obra infantil, otras centradas más al melodrama, una pieza de suspenso y una experimental”.
La oportunidad de dirigir sus propias obras le da la certeza de darle a los personajes el tono y el ritmo que fue originalmente imaginado para ellos en el papel.
Por lo demás, el autor consideró: “Desde que entré a este ambiente de trabajo, antes veía mucho la situación de competir por los apoyos pero ahora veo más ímpetu de muchos compañeros por arriesgarse a hacer cosas solos. Esto me parece importante y ojalá podamos trabajar en comunión en bien del teatro. Debemos acercar gente para todo el teatro. Debemos ser capaces de compartir los escenarios o de recomendar al público los trabajos de otros”.

Entre tácticas y estrategias (no a la Benedetti, sino con un inconfundible sazón mexicano, es decir, ladino y picoso), este martes Paco Ignacio Taibo II cumplió su cita con la más bien opaca V Feria Nacional del Libro y la Lectura Michoacán 2012.
Arribó casi una hora tarde a la sede del Centro Cultural Clavijero, en el centro histórico de Morelia y, tras disculparse con la concurrencia, confesó que había perdido el avión matutino (“es algo que no me sucedía en años. Debe ser la edad”). También se tomó su tiempo para visitar a jóvenes preparatorianos que, muy a modo, horas antes habían cerrado una cuadra de la avenida Madero, frente a la Biblioteca Pública Universitaria, así como, de forma inédita, la esquina de Melchor Ocampo y Guillermo Prieto y la de Nigromante con Santiago Tapia, cubriendo así los accesos a la sede de la feria en una toma efímera que se disolvió al ocaso. El padre de Héctor Belazcoarán les declaró a los jóvenes su solidaridad, posó para la foto de los periódicos y para las cámaras de telenoticieros e instantes después, mientras respondía a las preguntas banqueteras de algunos medios electrónicos, enfiló hacia el foro Isabelino donde se realizaría su presentación.


Oficialmente, la estadía pública de Taibo II en Morelia tuvo como fin dar a conocer el lanzamiento de la colección La Negra, con la cual Editorial Planeta presenta una reedición de las mayores obras del autor: un total de 17 títulos que van desde su debut en la novela policíaca con Días de combate (1976) hasta las semblanzas históricas noveladas dedicadas a personajes como Pancho Villa y Ernesto el Che Guevara o a episodios como el del asalto a El Álamo. Sin embargo, fue poco el espacio que PIT II le dedicó a estos detalles editoriales. En cambio, enfiló sus siempre atractivas baterías discursivas a compartir con el público los antecedentes del relato negro en México y en América Latina y a describir el papel decisivo que esta literatura ha jugado en algunos momentos históricos recientes para llenar los vacíos de una literatura social que no pudo ver la luz.


Magnético y poseedor de una privilegiada oralidad, acaso sólo comparable a la del ya difunto Eraclio Zepeda, Paco Ignacio abriría fuego desde el prólogo dedicado a las disculpas. Tras citar la pérdida de su vuelo, añadió:
– Además, tenía que ver a los estudiantes en plantón: Me parecía fundamental ir a solidarizarme con ellos. No puedes pasar por la vida mirando a otro lado. Ya hemos mirado a otro lado, los mexicanos, demasiadas veces. Y es un lujo que no nos podemos dar en tiempos oscuros, como los que se aproximan.
Los aplausos de la concurrencia coronaron la frase. Luego, ya instalado y cigarro en mano, entró en materia.


“¡Qué paradoja que uno venga a presentar una colección de literatura policíaca y que este país viva en las condiciones de lo policíaco! –comenzó–. Por ejemplo, ¿quién fue el que le metió azúcar al depósito de gasolina de los helicópteros que tan frecuentemente se caen? ¿Quién quemó los camiones en las normales rurales aquí en Michoacán? ¿Quién hizo un fraude electoral de cinco millones de votos que afectó los comportamientos futuros de este país? Por donde quiera que toques, lees una historia policiaca. Lo criminal, la ruptura del orden, se están volviendo una constante endiabladamente peligrosa en la vida de los mexicanos desde hace muchos años. Y la novela policiaca, la literatura negra, ha estado cubriendo de alguna manera el hueco de la literatura social.
“No es un fenómeno del que yo sea responsable –puntualizó–. En Francia, en los años sesenta, Jean Patrick Manchette lo había dejado clarísimo. Y en Estados Unidos, a fines de los setenta, Ross Thomas, Roger Simmons y Channing también lo dejaron clarísimo. En la nueva novela policiaca española, surgida después de la caída del franquismo, autores como Vázquez Montalbán, André Martín, Julián Ibáñez o Juan Madrid, lo pusieron sobre la mesa. En todos estos y en muchos otros casos, lo que ha estado haciendo la literatura negra es recuperar el sentido de la literatura social”.
En este sentido, el autor de La lejanía del tesoro recordó que el material de trabajo del relato negro y más específicamente de la novela policíaca es la quiebra del orden, lo criminal, la ruptura de los tabúes. “Una sociedad se deja interpretar con mayor claridad a partir del hecho criminal que de la crónica política o de la sociología o del análisis económico. Muchas veces –insistiría– el hecho criminal revela de qué está hecha esa sociedad, cuáles son sus reglas del juego”.


Al hablar de los rasgos y virtudes que acompañan al relato negro, señaló:
“Me gusta usar la metáfora del iceberg. Como ustedes saben, sólo su diez por ciento es visible sobre la superficie del agua. Cuando en México alguien dice: ‘tengo que contarte una historia’ y te remite al diez por ciento conocido, los mexicanos, que somos paranoicos (definición de paranoico en México: un ciudadano que piensa que lo persiguen y que, en efecto, lo persiguen; por lo tanto, redefinición de paranoico: un mexicano con sentido común), sabemos que el noventa por ciento de la historia es invisible y que está inconclusa. Está debajo del agua. Para remediar esa situación, la novela policíaca hace eso: explora el noventa por ciento oculto. Ata los hilos que los centenares de historias inconclusas dejan sueltos”.
Hablaría luego de otro rasgo del relato policiaco: su capacidad de atravesar el panorama geométrico de una sociedad en diagonal, de arriba abajo, revelando los secretos que guardan cada una de sus capas. “Pero también hay un panorama geográfico para la novela policiaca, que es el espacio inmenso de la totalidad de lo urbano”.


No dejó pasar la ocasión para hablar de una característica recurrente en sus libros: el manejo del lenguaje.
“La novela negra también opera en términos del lenguaje: recoge el lenguaje oficial, el lenguaje televisivo, el cantinfleo del aparato estatal y del gobierno, que ahora se está multiplicando a una velocidad increíble, al punto que nos esperan unos años de cantinfleo potentes, y exhibe todo eso para bocabajearlo en sus absurdos y en sus sinsentidos. Al mismo tiempo, recoge al lenguaje como un elemento de variación continua. Recoge los humores, los elementos de lo que podemos llamar cultura nacional.
Dijo, en ese sentido, que “cuando comento con algunos autores extranjeros cómo hago novela policiaca, muchos me dicen ‘¡pero si tú tienes ahí un uso y abuso del humor negro endiablado!’ Y yo digo ‘¿Ah, sí?’ Yo creía que no. Es decir: ya está tan interiorizado el humor negro como una parte de nuestras vidas que no nos damos cuenta cuando lo tenemos ahí, sobre la mesa. México es el único país en el cual, horas después de un incendio en el que mueren decenas de personas, hay chistes en la calle sobre los quemados”.
Por lo demás, apuntó que “todas las corrientes cotidianistas de la literatura negra introdujeron el día a día en la crónica de lo criminal” y que “los mexicanos sabemos que la diferencia entre estar libre o estar preso estriba en el accidente: estar en el momento y lugar equivocado. A partir de ahí se desatan las fuerzas oscuras del sistema”. Describió al respecto varios episodios de los que ha sido testigo en primera persona y en los que se han desatado esos demonios para llevar a la prisión a personas inocentes.


Por lo demás, la vivaz charla discurrió por los temas más disímbolos: la resurrección del detective Héctor Belascoarán Shayne; la relación de Taibo II con la crítica literaria a lo largo de las décadas; el proceso de reconocimiento académico a un género como el policiaco, considerado menor, pero que ha ido conquistando escaños hasta llegar a nuestros días, cuando ya nadie niega la vigencia de la novela policiaca. El más interesante de todos fue objeto, sin embargo, de apenas una breve exploración: el por qué los escritores de relato negro en México no han escrito la novela de a deveras sobre lo que pasa con el narcotráfico. La respuesta de Taibo fue sucinta y no del todo convincente: “En primera, porque afortunadamente el periodismo está haciendo su trabajo, y en segunda porque en un tema como el del narco se necesita cierta distancia para tener a punto las herramientas”.


Más sustanciosas fueron las entrevistas que, al final de la presentación, abordaron cuestiones políticas vigentes en los escenarios sociales y políticos, como el destino de Morena en el gozne de convertirse en una presencia electoral institucional, con todos los bienes y males que eso conlleva o las perspectivas de una izquierda totalmente noqueada en los últimos comicios federales, pero de la cual Taibo II sostuvo que salía más fortalecida que nunca.


Durante una entrevista con la reportera Ivonne Monreal, del matutino Cambio de Michoacán, que parcialmente comparto en el video que abre este post, Taibo II dijo, entre otras cosas de interés, que la mayor lección de la pasada derrota electoral consiste en las estrategias de fondo que la izquierda necesita instrumentar. Consideró:
“Enfrentamos un problema gravísimo: hemos intentado destruir la hegemonía priísta a partir de lo electoral y hemos visto que no la podemos destruir desde ahí. En las pasadas elecciones, allí donde teníamos una sólida presencia electoral, perdimos. En cambio, ganamos donde había una amplia base social. Esa es una lección a tener en cuenta. La fortaleza de un partido como el PRI está en el aparato corporativo, en los controles sobre la sociedad y los sindicatos charros lo que le dan esta hegemonía. Es en esos puntos donde hay que pegarles y, sobre todo, hay que trabajar mucho a favor de la construcción de base y movimiento social. Al país tenemos que liberarlo desde abajo. De abajo hacia arriba. El tres a uno que les metimos en el Distrito Federal no fue gratuito; el gran reto es que tenemos que construir un movimiento que logre unificar todos los movimientos sociales”.


Interrogado sobre esa posibilidad de congregar base y movimiento social en momentos en que prevalece un estado de persecución, tanto mediática como material, particularmente en las provincias más alejadas de la capital del país, el autor consideró: “La sensación de que salimos derrotados de estas elecciones es una verdad, nos pusieron una madriza de órdago. Esos cinco millones de votos capturados de forma corrupta nos desmadraron. Es como decir que ganamos unas elecciones que perdimos en el fraude. Pero, de manera curiosa, la medida de la victoria o de la derrota no te la da lo inmediato. Pensemos en el 68. Aquel movimiento fue derrotado militarmente, y sin embargo fue la mayor victoria que hubo en este país porque durante los siguientes 20 años su recuerdo sirvió para reproducir conciencia social”.
Siguiendo el símil, opinó que la reciente derrota les ha heredado “una enorme fortaleza porque “son muchísimos más los mexicanos con conciencia social que hay hoy, a los que había hace un año y, ahora, el problema es convertir eso en organización unitaria”.
Acerca del desfallecimiento que exhiben movimientos que se generaron en la coyuntura electoral, como el de #yosoy132, estimó que son naturales y que su trascendencia no radica en su durabilidad: “Lo importante es que puso sobre la mesa la voluntad de cientos de miles de jóvenes y eso es el cambio profundo, eso ya no te lo quita nadie”.
En el caso del futuro de Morena, concluyó que el destino del movimiento se decidirá en el congreso nacional que se efectuará el 19 y 20 de noviembre en el Distrito Federal: “Nos dará una idea de si se puede convertir en una alternativa real de un movimiento capaz de coordinar y apoyar las luchas sociales que hoy están en México o si por desgracia se volverá otro aparato electoral más”.
Todo estaba listo para la primera sesión del ciclo Diálogos intergeneracionales, al amparo de la retrospectiva Cronografía visual en Michoacán, que aloja el Museo de Arte Contemporáneo Alfredo Zalce (Macaz). Un discreto pero entregado grupo de personas nos reunimos el jueves 9 de agosto en la planta alta de la antigua casona solariega, en el bosque Cuauhtémoc, dispuestos a escuchar con interés a Juan Carlos Jiménez Abarca, quien es uno de los pocos frutos de verdadero valor que ha dado hasta hoy la carrera de Historia del Arte de la Universidad de Morelia.
Fue una sorpresa para varios de los allí reunidos el enfrentar la súbita inclusión de un segundo ponente en el programa de la tarde. Esa noche, ya conectado a la internet, yo confirmaría que ni la cartelera cultural semanal de la Secretaría de Cultura (Secum) ni una nota preventiva emitida por el departamento de Comunicación de la dependencia, anunciaban otra cosa que no fuera la charla del columnista de Cambio de Michoacán y colaborador del Centro de Investigación y Documentación de las Artes de la propia Secum.
El caso es que, como preámbulo a la plática de Juan Carlos Jiménez, se anunció la presencia de Juan Manuel Pérez Morelos, del departamento de investigación del Macaz, quien se ocuparía –se dijo– de formular algunos comentarios introductorios a los movimientos romántico y modernista en el contexto de tres de los abuelitos significantes de esta colectiva: Manuel Ocaranza, Félix Parra y Luis Sahagún.
El hecho no habría pasado de ser una imprevista pero aceptable adición al programa, de no ser porque, déjenme decirlo así, la puesta en escena se convirtió en una puesta en desgracia.

Para empezar, la “breve charla” terminó por extenderse una hora y media (el reloj interno de mi videocámara da fe, agónicamente, que la intervención se extendió de las 2:24 a las 3:50 [la memoria de mi equipo está ajustada a otro uso horario, pero el punto es que se sigue tratando, exactamente, de una hora con 26 minutos]).
Y la extensión no habría tenido nada de malo si hubiera sido amena, honesta y verdaderamente personal; es decir, si Juan Manuel Pérez Morelos realmente se hubiera presentado para dialogar con la audiencia y compartir conocimientos suyos, resultado de sus experiencias y reflexiones en torno a un tema.
Y es que, permítanme recordárselos, el valor de una charla o ponencia consiste en la posibilidad de que el conferencista sea capaz de ofrecer una perspectiva propia, personal, sobre el asunto que lo ocupa. Lo importante es que nos diga algo que no podamos encontrar en un libro, sino que sea consecuencia de un pensar activo.

Por el contrario (y en segundo lugar), Pérez Morelos no nos ofreció ninguna opinión personal, ninguna reflexión propia, ninguna perspectiva suya. Lo que hizo, en cambio, fue leer retazos y pedacería de textos entresacados de otras fuentes a las que ni siquiera tuvo la decencia de darles crédito (salvo a algunas de las imágenes-ficha proyectadas en una pantalla, cortesía del Museo Nacional de Arte [Munal], en el DF).
Es penoso ver a alguien que presume de contar con estudios de nivel maestría y de impartir clases en un aula universitaria conducirse como un preparatoriano irresponsable, de esos que para salir del paso en los deberes escolares entran a la página BuenasTareas.com para agenciarse el primer texto que les parece satisfactorio y, gracias a la magia del copy–paste, descargarlo y ofrecerlo como propio.

Estoy meneando la cabeza. ¿Qué les digo? Esta clase de estafas se detectan de inmediato. Como el texto no era suyo y como obviamente no se tomó el esfuerzo de estudiarlo lo suficiente, la lectura que hizo Juan Manuel Pérez Morelos fue tremendamente accidentada, sin ritmo, sin plasmar los énfasis donde era preciso, sin dejar que las ideas del texto respiraran a su propio aire… la clase de errores inevitables cuando uno no comprende el sentido de lo que está leyendo.

Los daños fueron graves. El mayor, sin duda, consistió en espantar al público. En el video que abre este post y que resume algunos momentos de la lectura, incluyo dos tomas dedicadas a los asistentes a la charla.
La primera corresponde al comienzo de la intervención del investigador del Macaz (un paneo que va del 00:52 al 01:08). Hay 21 personas sentadas en las sillas, de las que pueden descontar a tres: el director del Macaz, la transcriptora que elabora los boletines de la Secum y un fotógrafo y camarógrafo que sube imagen de los eventos de la Secum a la página electrónica institucional. Es decir, hay 18 personas del público.
La segunda toma corresponde a la recta final de la intervención de Pérez Morelos (del minuto 08:19 al 08:28). Sólo quedan 11 personas sentadas; descuenten a dos: el funcionario Iván Holguín y la redactora de la Secum. En total, son 9 integrantes de la audiencia. Nueve (la mitad) se han ido.

El hecho de dar una conferencia sin la preparación mínima indispensable es una falta de respeto. Primero, para el ponente, que no se respeta a sí mismo lo bastante como para darle a su participación la estatura intelectual que cabe esperar de un académico. Luego, para el anfitrión de la noche, pues todos los que acudimos aquella tarde al Macaz lo hicimos convocados por el nombre de Juan Carlos Jiménez y por el prestigio que este joven crítico e historiador de arte se está construyendo, gracias a un trabajo bien hecho. Finalmente, es una falta de respeto hacia el público, al que siempre le resulta extenuante verse obligado a descifrar los contenidos de una mala lectura y a seguir el curso de ideas mal hilvanadas.

Hay que querernos un poquito más a nosotros mismos y ser menos perezosos. Creo que esa es la actitud que marca la diferencia entre la honestidad y el fraude. Qué bueno que el personal del Museo de Arte Contemporáneo quiso sumarse a las actividades de este ciclo de conferencias; eso es estupendo y hay que alentarlo. Pero qué malo que, al menos por esta vez, el responsable de las investigaciones en el museo haya optado, en su colaboración, por el disimulo.
Y para colmo, una vez concluida su lectura, el muy bribón se disculpó, se levantó y se escurrió para ir cumplir un compromiso en el Museo de Arte Colonial, con la catedrática Nelly Sigaut, que ojalá lea de alguna manera estas líneas y le propine un buen jalón de orejas a su pupilo. Se lo ha ganado a pulso.
Por lo demás, exhibo esto porque representa uno de los males más generalizados de nuestro tiempo: me refiero a esa actitud de pretender ser más de lo que uno es, de aparentar lo que uno no es. Muchos, muchísimos de los problemas que vivimos, derivan de esta manera de conducirnos. Hay que luchar contra ella.

Y bueno. En fin. Les comparto a continuación el texto íntegro que Juan Manuel Pérez Morelos leyó durante su intervención dedicada al Romanticismo. Esta versión la descargué del sitio web de Scribid, del que soy suscriptor, y la pueden encontrar, si lo desean, en este enlace.
Pero el mismo texto se encuentra en por lo menos otros siete sitios distintos, entre ellos el clásico Buenas Tareas, cuyo enlace es este.

Vale. Que lo aprovechen:

El Romanticismo
Es un movimiento cultural y político originado en Alemania y en el Reino Unido a finales del siglo XVIII como una reacción revolucionaria contra el racionalismo de la Ilustración y el Clasicismo, confiriendo prioridad a los sentimientos. Su característica fundamental es la ruptura con la tradición clasicista basada en un conjunto de reglas estereotipadas. La libertad auténtica es su búsqueda constante, por eso es que su rasgo revolucionario es incuestionable. Debido a que el romanticismo es una manera de sentir y concebir la naturaleza, la vida y al hombre mismo que se presenta de manera distinta y particular en cada país donde se desarrolla; incluso dentro de una misma nación se manifiestan distintas tendencias proyectándose también en todas las artes. Se desarrolló en la primera mitad del siglo XIX, extendiéndose desde Inglaterra a Alemania hasta llegar a países como Francia, Italia, Argentina, España, México, etcétera. Su vertiente literaria se fragmentaría posteriormente en diversas corrientes, como el Parnasianismo, el Simbolismo, el Decadentismo o el Prerrafaelismo, reunidas en la denominación general de Posromanticismo, una derivación del cual fue el llamado Modernismo hispanoamericano. Tuvo fundamentales aportes en los campos de la literatura, la pintura y la música. Posteriormente, una de las corrientes vanguardistas del siglo XX, el Surrealismo, llevó al extremo los postulados románticos de la exaltación del yo.

Características
El Romanticismo es una reacción contra el espíritu racional y crítico de la Ilustración y el Clasicismo, y favorecía, ante todo:
La conciencia del Yo como entidad autónoma y, frente a la universalidad de la razón dieciochesca, dotada de capacidades variables e individuales como la fantasía y el sentimiento.
La primacía del Genio creador de un Universo propio, el poeta como demiurgo.
Valoración de lo diferente frente a lo común lo que lleva una fuerte tendencia nacionalista.
El liberalismo frente al despotismo ilustrado.
La de la originalidad frente a la tradición clasicista y la adecuación a los cánones. Cada hombre debe mostrar lo que le hace único.
La de la creatividad frente a la imitación de lo antiguo hacia los dioses de Atenas. La de la obra imperfecta, inacabada y abierta frente a la obra perfecta, concluida y cerrada.
Es propio de este movimiento un gran aprecio de lo personal, un subjetivismo e individualismo absoluto, un culto al yo fundamental y al carácter nacional o Volksgeist, frente a la universalidad y sociabilidad de la Ilustración en el siglo XVIII.
En ese sentido los héroes románticos son, con frecuencia, prototipos de rebeldía (Don Juan, el pirata, Prometeo) y los autores románticos quebrantan cualquier normativa o tradición cultural que ahogue su libertad, como por ejemplo las tres unidades aristotélicas (acción, tiempo y lugar) y la de estilo (mezclando prosa y verso y utilizando polimetría en el teatro), o revolucionando la métrica y volviendo a rimas más libres y populares como la asonante. Igualmente, una renovación de temas y ambientes, y, por contraste al Siglo de las Luces (Ilustración), prefieren los ambientes nocturnos y luctuosos, los lugares sórdidos y ruinosos (siniestrismo); venerando y buscando tanto las historias fantásticas como la superstición.
Un aspecto del influjo del nuevo espíritu romántico y su cultivo de lo diferencial es el auge que tomaron el estudio de la literatura popular (romances o baladas anónimas, cuentos tradicionales, coplas, refranes) y de las literaturas en lenguas regionales durante este periodo: la gaélica, la escocesa, la provenzal, la bretona, la catalana, la gallega, la vasca... Este auge de lo nacional y del nacionalismo fue una reacción a la cultura francesa del siglo XVIII, de espíritu clásico y universalista, difundida por toda Europa mediante Napoleón.
El Romanticismo se expandió también y renovó enriqueció el limitado lenguaje y estilo del Neoclasicismo dando entrada a lo exótico y lo extravagante, buscando nuevas combinaciones métricas y flexibilizando las antiguas o buscando en culturas bárbaras y exóticas o en la Edad Media, en vez de en Grecia o Roma, su inspiración.
Frente a la afirmación de lo racional, irrumpió la exaltación de lo instintivo y sentimental. «La belleza es verdad». También representó el deseo de libertad del individuo, de las pasiones y de los instintos que presenta el «yo», subjetivismo e imposición del sentimiento sobre la razón.
En consonancia con lo anterior, y frente a los neoclásicos, se produjo una mayor valoración de todo lo relacionado con la Edad Media, frente a otras épocas históricas.
No es algo habitual en este blog, pero esta vez vale mucho la pena. Les comparto, íntegra, la participación de Juan Carlos Jiménez Abarca, historiador del arte por la UdeM en la mesa inaugural del ciclo Diálogos intergeneracionales, el pasado jueves, en el Museo de Arte Contemporáneo Alfredo Zalce.
El video, arriba de estas líneas, recupera solamente algunas de sus participaciones en el campo de la plástica. También extiendo una disculpa: en los créditos del video suprimí por error el apellido paterno de Juan Carlos, ese error, que exige reeditar el video, lo corregiré en breve.
Por otro lado, el texto que sigue ha sido editado para eliminar las muletillas que todos exhibimos en el lenguaje oral y que son indeseables en una prosa escrita. La edición ha respetado en todo momento el sentido de las frases originales.
Mañana, aquí mismo, no se pierdan una columna con observaciones pertinentes a otro episodio acaecido en  la jornada inaugural de este ciclo de charlas.
Por lo pronto, con ustedes, Juan Carlos Jiménez:

Voy a abordar directamente la exposición Cronografía Visual en Michoacán, que es el pretexto a partir del cual hacemos este ciclo de charlas que se titula Diálogos intergeneracionales. ¿Por qué este título? Porque, justamente, esta exposición conjunta una serie de generaciones que a veces ni siquiera se tocan como coetáneas Y aun así hay muchos artistas contemporáneos que ni siquiera se conocen. Ese es el comentario que yo he recibido de varios participantes de esta exposición. La exposición es una sorpresa porque nos permite encontrar cuáles son los límites del ambiente, más allá de lo que nosotros conocíamos. Incluso de lo que conocían los artistas que en ella participan. Hay grandes sorpresas, hay buenos encuentros y muchos ecos.
El objetivo de mi participación es hacer una lectura visual del panorama artístico tendiente hacia lo contemporáneo que nos ofrece esta exposición.

Quiero empezar con esta cita de Justino Fernández que me parece muy ilustrativa para el tema: “Ocuparse en la historia contemporánea es siempre una aventura, ya que es necesario caminar entre la neblina de lo coetáneo y, por lo tanto, informe, históricamente hablando. El tiempo es el gran decantador, según se dice, pero lo importante son las actitudes, las opiniones, los sentimientos, ideas e imaginaciones que se producen en determinada circunstancia. Y a esto me atengo, pues no puedo hablar sino desde aquí y ahora, tal como soy e interesado en ciertos aspectos, que tal vez otras generaciones desdeñarán en el futuro”.
Esto lo escribió en 1972, cuando preparaba la primera edición de su libro Arte Moderno y Contemporáneo en México, que trataba del arte desde 1900, es decir, desde los antecedentes del arte moderno en México, hasta 1960. De esta forma trataba de trazar en su tiempo lo que era contemporáneo. Esa misma actitud la tomo como propia, ofreciéndoles este recorrido, centrándome en lo que desde las obras podemos identificar como actitudes, opiniones, sentimientos, ideas e imaginaciones de los artistas con los que nos toca convivir hombro con hombro en nuestra época.

Podríamos imaginar la historia de México desde diferentes circunstancias y diferentes perspectivas. Lo mismo sucede con el arte en México. Y concentrándonos en nuestra entidad federativa, podríamos leer el arte en Michoacán a partir de una progresión de diferentes aspectos.
Por ejemplo, tomando como filón a Manuel Ocaranza, Félix Parra y Luis Sahagún, para terminar un poco arbitrariamente con Agustín Cárdenas, podríamos ver que justamente parecemos transitar desde una figuración realista e incluso pudorosa, pasando a un modernismo un poco más clásico, para después comenzar a indagar en ciertos aspectos de las vanguardias antes de 1900, por ejemplo con Luis Sahagún, quien pertenece al Siglo XX y sin embargo parece que sus formas de pintar tienen más que ver con el impresionismo que con cualquier otra corriente artística del siglo XX, ya de corte moderno, por decirlo así.
Le llamaban el maestro de la espátula y de alguna forma fue el representante mexicano que, al menos en Michoacán, mejor asimiló las enseñanzas que obtuvo de los pintores parisinos y las aplicó a temas locales. En el Jardín del Arte podemos incluso todavía sentir la influencia de Luis Sahagún. Tal vez esa es una presencia poco advertida.

Para terminar con Agustín Cárdenas que es a final de cuentas una figuración un poco, finalmente, hacia la metafísica.
Dentro de los artistas nacionales, aunque no siempre nacionalistas, justamente Agustín Cárdenas introduce un aspecto de magia, sobre todo en la figuración de la imagen femenina. Pero más allá de esto, hay que recordarlo como el creador de la imagen del escudo del Estado de Michoacán que conocemos, impreso en cualquier oficio. Los artistas se vinculan con el Estado, pero el Estado se sirve de los artistas para obtener su imagen.

Hay otra manera de ver el desarrollo de la pintura en Michoacán. Podemos ver aquí una serie de ecos en cuanto a composiciones: mujeres con criaturas en mano. Iniciando por Alfredo Zalce, al centro, podemos encontrar una serie de síntesis de color, de figuras, el sentido contrario de la postmodernidad, resecularizándose, volviendo al tema religioso, pero tratándolo de una manera moderna a través de las madonas y cristos de Gilberto Ramírez, de quien bien podría decirse que tiene una influencia algo localista sin haber sido michoacano. Él era del DF y aunque fue considerado un artista michoacano, creo que jamás fue considerado un michoacanista.

Del lado contrario de esta síntesis podemos ver la descomposición de las formas, la recuperación de la composición geometrizante pero también sumamente gestual que también encontramos en la escuela de Zalce en la pintura de Juan Torres, transformando la imagen de la mujer abrazando a un gato con la figura de la niña que sostiene una muñeca.
Finalmente, lo que parece ser relevante es la reunión de alumnos y maestros en esta exposición, que también han marcado la comprensión que tenemos de la historia del arte en México. Ciertos artistas se relacionan con otros. Son alumnos y ellos, a su vez, son maestros.

Hay quien se pregunta qué tiene que ver Gerardo Murillo en Michoacán. Por qué su cuadro del Paricutín está expuesto en esta exposición. Si no es una presencia vigente en Michoacán, la atención que le dedicó al Paricutín puso a Michoacán en el centro del huracán, vamos a decirlo así. Pocos eventos en el siglo XX provocaron tal tensión dentro de Michoacán como el nacimiento del volcán que en el transcurso de ocho semanas destruyó dos poblaciones, particularmente la del Paricutín, que estaba sobre lo que sería la boca del volcán, y San Juan Parangaricutiro, que se encontraba a las faldas y que a final de cuentas terminó cubierta por la lava.
Gerardo Murillo estuvo en 1943 en las inmediaciones del volcán Paricutín tomando bocetos y haciendo apuntes para con los que produjo una serie de 56 pinturas con diferentes aspectos del volcán. Dos de ellas se conservan en Michoacán: la que figura en esta exposición y otra que ha sido prestada para una magna retrospectiva del doctor Atl, a quien por cierto su estancia en Michoacán le costó un miembro, ya que sufrió una intoxicación por los gases que emanaban del volcán y a consecuencia de eso, al año siguiente, en 1944, los médicos le tuvieron que amputar una pierna. Tomando en cuenta la figuración de los nacionalistas respecto al paisaje, como una manera simbólica de hacer presente la fuerza de la sangre mexicana a través de las fuerzas tectónicas de la naturaleza, esta pintura marca un antes y un después de los muralistas mexicanos, dado que Gerardo Murillo fue el antecedente de los muralistas que, a fin de cuentas, tuvieron buena continuidad en el Estado de Michoacán.

De la figuración naturalista, encontramos a mediados del siglo XX la aparición de la máquina, entre ellas esta pintura de Manuel Pérez Coronado, Máquina, que siendo oriundo de Uruapan y conociendo esa región con la mayor abundancia que pudo haber tenido en el siglo pasado, vio aparecer justamente, primero la máquina, y luego la destrucción de ese ambiente. Buena parte de la obra de Mapeco se ocupa del ambiente rural, pero también de su urbanización y del desgaste de la naturaleza y de la necesidad de los movimientos sociales en su defensa.

Siguiendo esta línea que proviene de la naturaleza y su fuerza hasta la fuerza de la máquina, encontramos las obras de Feliciano Béjar, que en este triángulo, en este magiscopio, vemos trabajar una conciencia acerca de los elementos del agua. También michoacano, casi nunca estuvo presente en el Estado. Se le reconoce como artista mexicano y su presencia se justifica por la relevancia que tuvo, en algunos puntos, incluso internacional, a causa de lo cual se trató de vincularlo con el Estado.
Dentro de estos cristales encapsulados vemos la recuperación de pequeñas partes de máquinas, piezas de metal, engranajes. Podemos tomar la obra de Feliciano Béjar como una de las primeras que en el arte contemporáneo comienzan a ocuparse más profesionalmente del reciclaje de materiales…. No de una manera comercial, sino como una forma de llamar la atención a través del arte a las conciencias en la defensa del ambiente.

Generalmente hay artistas que centran su atención en todos estos panoramas. Si, como dice Luis Camintzer, “la obra de arte es la respuesta a una pregunta”, para entender una obra en particular habría qué entender cuál es la pregunta, pero también saber leer cuál es la respuesta.
En el caso de Nicolás de la Torre, su pintura se vuelve testimonial, ofreciendo escenas que principalmente tratan de una atmósfera, casi rayando en el realismo mágico. En el caso de una obra como la que exhibe en esta muestra, el tema es Tranquilidad. Y si bien el tema no es el objeto, sino la atmósfera, esta es la condición de la obra de Nicolás de la Torre. No se trata tanto de la figuración de objetos, sino del ofertamiento de atmósferas que de alguna forma pasan inadvertidas cuando observamos de una manera primera una obra en particular.

Voy haciendo este recorrido, justamente, buscando caer en los artistas actuales, y es que a final de cuentas la participación de autores como Enrique Revuelta sorprende por la manera en que asimila las revisiones de la pintura mexicana, en este caso la construcción de la composición a partir de la geometría, que es un método que desarrolló Jorge González Camarena, pintor y muralista.
Desafortunadamente no tenemos el dato de la fecha de La veda, que nos ayudaría a encontrar el eco que en Michoacán se hace de las producciones que tienen mayor difusión a nivel nacional y de las que llegan reminiscencias al Estado y, por lo tanto, de cómo el estado va replicando lo que se hace en el centro del país. El objetivo de este tipo de revisiones de arte buscaría encontrar cuál es la personalidad artística de la región, sin la replicación de los artistas del centro.

La figuración de los campesinos, de los trabajadores, de los obreros en el arte mexicano, ha hartado a muchísima gente. Sin embargo, hay quienes continúan con esta tradición. Buena parte del trabajo de Francisco Rodríguez Oñate se basa en ello, pero también encontramos que permite en su trabajo incluso el desarrollo de temas mitológicos para ofrecer trabajos de sentimentalidades muy particulares. Por ejemplo, Penélope infinitamente desdichada. En la mitología griega, Penélope es la esposa de Odiseo, rey de Itaca. Ella espera el regreso de su marido de la guerra de Troya durante veinte años y por esa razón se le considera un símbolo de la fidelidad conyugal. Esta obra de Oñate representa el momento en que la mujer se encuentra infeliz por la ausencia de su marido pero también por las presiones que debe aceptar para casarse con pretendientes que la asedian mientras ella ofrece, para evitar el matrimonio, el tejer un manto cuya referencia aquí encontramos en la parte inferior de la escena. Esta obra sorprende, dentro de la producción de Rodríguez Oñate, porque escapa a todo nacionalismo visible.

Jerónimo Mateo, originario de San Francisco Purenchécuaro, parece un pintor que asimila de una manera distinta las tradiciones de su pueblo. En este sentido, habría que distinguir cómo autores como Gilberto Ramírez o Rodríguez Oñate tratan de la cultura purépecha de una manera externa.
Jerónimo Mateo pinta estos formatos muy repetidamente y parece que pinta lo mismo, y sin embargo no lo hace. No sólo por los temas o los títulos, sino porque pareciera un cronista interno de su misma cultura, donde cada objeto va siendo pintado de una manera muy minuciosa. Pero además, como pintor, tiene el mérito de inventar los rostros. Conocida es la estrategia de los artistas a la hora de pintar de usar un modelo. Jerónimo Mateo no ocupa modelos. La intención de los rostros dentro de la tradición pictórica es algo muy particular.

La gráfica en la exposición tiene una presencia especial. Una de las mayores influencias a nivel nacional que en Michoacán he encontrado a través de su gráfica ha sido la de Adolfo Mexiac a través de Libertad de expresión, de 1954, que fue muy célebre en 1968 en diferentes movimientos sociales, tanto en Francia como en la ciudad de México. Reproducido en carteles, reproducido en mantas, también en programas de televisión e incluso en películas recientes, por ejemplo del año 2009.
Este grabado fue producido en 1954 en Chiapas. Su historia tiene que ver con la muerte de Frida Khalo y con la caída del gobierno de Jacobo Vargas en Guatemala a través de una acción intervencionista de Estados Unidos.
Poco se ve en esta imagen, pero hay un detalle en el candado que dice Made in USA. Se dice que este grabado fue generado a partir de la indignación que se sintió cuando, al velar el cuerpo de la Khalo, en Bellas Artes, se puso la bandera comunista sobre su féretro. Eso, en plena guerra fría, ocasionó entre otros problemas el despido del director del Palacio de Bellas Artes y dentro de esta dinámica, Libertad de expresión comenzó a ser un grabado reproducido para diferentes causas, a veces muy disímiles.

Me gusta comparar este grabado con La piñata que no cae.
Producido por Artemio Rodríguez en 2010, en pleno bicentenario, está hecho a partir de la remembranza de Porfirio Díaz y de su figura como una piñata que al romperse deja caer caramelos, dulces, calaveras… pero también carteles que dicen Poder, Dinero, Coca, Torta, Justicia, Democracia, ante una comunidad de hombres y mujeres que debajo, de forma muy desesperada, reciben todas estas cosas.
Las lenguas de nubes viajan hacia el espacio inferior de la composición como si desde el cielo cayera una calamidad sobre la gente que apetece probar algo de la piñata que no acaba y que sólo ofrece miserias de corta duración.
Un grabado como este puede tener una vigencia total en el año 2012, sobre todo a la luz de la incertidumbre política que se vive a partir de julio 1. Esta es una de las maneras en que la gráfica, a pesar de ser una técnica tradicional, tiene todavía una potencia contemporánea sumamente viva.

Hasta aquí hemos revisado trabajos de artistas con una larga trayectoria. Sin embargo esta exposición también acoge a artistas jóvenes, como Kitzia González Simón, que con esta pintura, Nocturna, parece más que nada tener el objeto de figurar una circunstancia cotidiana: un paseo nocturno en bicicleta. Es un tema bastante sostenido en la obra de esta joven. La obra Biproyecta lineal la expuso en la VII Bienal Alfredo Zalce en 2009 y el tema de las bibicletas pareciera a primera vista superfluo, sin embargo las obras contienen una dimensión social y política que no siempre es evidente y si este mensaje no llega plenamente al público, ocasionalmente no es por falla del artista, sino por culpa del público, podríamos decir, puesto que las coyunturas están allí y la comprensión del arte actual frecuentemente depende de la capacidad para vincular lo que vemos en una circunstancia con el resto de los sucesos que nos rodean.
Sabemos que el movimiento ciclista de nuestra ciudad va cobrando fuerza desde hace un par de años. Y sin embargo cada año se da un evento muy especial que es la ciclovía nudista. Una vez al año se pretende salir en grupo, a pasear por la ciudad en pleno día con las menores prendas posibles que uno desee portar. Se sabe que en el año 2010 el primer grupo de la ciclovía nudista fue detenido y ni siquiera los dejaron ponerse sus ropas hasta que llegaron a los separos. Debido a la protesta que se dio después de la detención, se logró un juicio a partir del cual obtuvieron un amparo gracias al que es legal, de manera organizada, transitar desnudo en bicicleta. Kitzia González estuvo precisamente ahí, presente en esa detención y en esa protesta, gracias a lo cual desde hace dos años es totalmente válido salir desnudo, en grupo, en bicicleta, para llamar la atención de los conductores de vehículos automotores para respetar a los que se transportan en bicicleta, bajo la consigna de que “si no me ves vestido, a lo mejor desnudo sí me ves”. Estos son bocetos de Kitzia y de alguna forma tienen que ver cómo una artista joven particular absorbe para su trabajo aquello en lo que ella invierte su energía y su interés como una responsabilidad individual y social. Particularmente, ella ha participado muy activamente en el movimiento 132.

Otro ejemplo de cómo los intereses por participar de una sociedad más equitativa o de alguna forma responsabilizarse del propio contexto inmediato es el de José Ángel Pahuamba en esta obra abstracta que es primordialmente lo que ha producido en los últimos dos años: Paliacates en el rostro.
Se dice que la pintura abstracta no busca representar nada en particular, salvo lo que los sentidos puedan captar de ello, de las vibraciones del color, de la fuerza de la línea, de la composición geométrica, etcétera. Sin embargo, aquellos que utilicen su imaginación, no de manera demasiado fantasiosa, podrán encontrar por qué esta obra se llama Paliacates en el rostro y podrán encontrar un rostro.
José Ángel Pahuamba es originario de Cherán y está muy vinculado con el movimiento que actualmente sucede en este pueblo, particularmente con la defensa de los bosques, la defensa contra la delincuencia organizada y también contra las agresiones a su pueblo.
El año pasado se presentó en una exposición en la galería Diana, en la casa de Pedro Friedember, en San Miguel de Allende, con estas obras: Con la cara cubierta y Todos despertaron. Estas son las mismas obras con las que participa en diferentes encuentros y bienales como la VIII bienal Alfredo Zalce y esta es la manera en la que podemos encontrar que por demasiada distancia que haya aparentemente entre una propuesta estética y una participación social, esta participación está ahí, de alguna manera.

Tal vez como nadie, Erandini Adonay Figueroa haya trabajado de una manera tan directa el problema del narcotráfico en nuestro Estado, que en general es una problemática nacional de décadas. Esta obra del año 2007, Caminos de Michoacán, se apropia de ese afamado son que a mucha gente le infla el pecho, pero lo mezcla con una temática que es poco agradable a muchos: el consumo de mariguana, los cargamento, las fosas comunes, las muertes, el domino de los territorios, etcétera. Apropiándose de elementos de códices que no son necesariamente purépechas, pero también de algunos aspectos de la Relación de Michoacán, traduce de una manera visual la presencia que se ignoraba por las autoridades pero que por poblaciones enteras se conocía desde hace décadas.
En el año 2010, en el Centro Cultural Clavijero, en una colectiva conmemorativa de esas fechas, Erandini presentó esta obra que sucitó pocos comentarios y tal vez eso sea lo importante de esta obra, prácticamente del mismo tamaño de la que podemos ver aquí a la derecha, donde encontramos este cuadro titulado simplemente Ja, ja, ja, de un niño sobre un Hummer de juguete que –por supuesto– está a punto de aplastar a una serie de siluetas de soldaditos, también de juguete. La ironía es aplastante. Si de hecho tomamos esto como una figuración de algo que sucede día con día en los campos de Tierra Caliente, de los cuales no nos vienen noticias y sin embargo sí existen estas circunstancias totalmente. Tal vez para muchos estas obras también hayan tenido que ver con el acierto o desacierto de las estrategias de combate al narco.

En este sentido es muy adecuado el encontrar junto a este cuadro de Erandini el cuadro de Martín Quintanilla Martínez, Michoacán power. A estas alturas quisiera apuntar algo que pude encontrar en una exposición de la ciudad de México llamada Neomexicanismos: el neomexicanismo fue una tendencia en los años ochenta que no solamente marcó una escena artística a partir del desarrollo del mercado sino también a partir de que los artistas comenzaron a traducir nuevamente los imaginarios y los lenguajes que los artistas nacionalistas habían producido hacia principios del siglo. Sin embargo, comenzaron a disentir con estos lenguajes. Los reprodujeron, no para hacerlos vigentes, sino para cuestionarlos. Y en este caso, las apropiaciones de las diferentes identidades a nivel nacional se fragmentaron justamente trayendo como consecuencia una estética en este caso kistch, que en general se puede considerar como un sucedáneo de cultura, es decir: como el desarrollo de una alta cultura, pero para las masas. Y por lo tanto utilizando materiales de un calibre diferente.
Como detalle sintomático de esta tendencia tiene que ver la incorporación de materiales poco convencionales y muchas veces sintéticos, en este caso llamo la atención sobre el peluchito del marco. Y en general las adhesiones que Martín produce en la parte inferior del cuadro: un billete de a cincuenta con un Morelos de paliacate tricolor, una imagen de la virgen María, pero también una envoltura de Zig-Zag, con la que generalmente se ponchan los cigarros de mariguana y en este caso alrededor hay un pequeño letrero que dice famoso cómplice.
De alguna manera todas estas imágenes comienzan a jugar con aquello que en la cultura mexicana se considera legítimo y reconocible, pero también con aquello que es vigente, aunque ilegal. Se trata también de una manera de confrontar los ambientes de la esfera pública como la lucha libre con los de la lucha clandestina como son los frentes zapatistas.
¿Qué sucede en Michoacán que, en pleno año 2000, al parecer las estrategias de los mexicanismos están produciendo? Esa es una respuesta que vamos a aventurar un poco más adelante.

De Sergio Ávila tenemos esta pintura: Ilegales en el malpaís, que trata de esta misma temática de explotación pero también de narcotráfico. O de la producción de estupefacientes en el campo que nosotros habitamos.
El malpaís se refiere a un accidente de relieve caracterizado por la existencia de rocas erosionadas de origen volcánico en un ambiente árido. En este caso vemos que el malpaís es un ambiente sobre el cual se producen plantas. Pero, en un ambiente de explotación, los campos son regados con la orina de los sujetos. No hay ninguna duda acerca de la referencia de explotación que esta imagen representa y en el caso de… buscando los signos que buscamos en los que podemos encontrar la referencia temática de este tema podemos encontrar esta figura del fondo con el humo que exhala pero, en general, con el color rojo de los ojos.

En las obras de arte, los detalles minuciosos son los que marcan las diferencias y creo que bajo esta observación minuciosa la apreciación sobre la obra de Dionisio Pascoe puede cambiar, como en esta obra, Paseo, de 2011, pues a través de esta estrategia de pintura, un poco infantil, ingenua y algo descuidada, se encuentra también un cuidado en los temas muy particular. Recuerdo esta otra obra del XV encuentro estatal de acuarela en la Casa de la Cultura, llamado Tsunami, y lo que pareciera al principio una escena de viento y agua y nado desnudo muy fresco, en realidad es la figuración de una tragedia. En este sentido, la contraparte estética se contrapone a una escenificación de lo terrible. Puesto así, dentro de un trazo ingenuo se encuentra una realidad descomunal. Un carácter fatídico.

Dentro de las apropiaciones que en Michoacán se han buscado hacer de los artistas, encontramos a Javier Marín, un autor de Uruapan pero que en general tiene una importancia mucho mayor a nivel nacional e internacional. Encontramos una litografía de 2011 y a partir de aquí quiero solamente apuntar la importancia del cuerpo en esta exposición, puesto q ue el cuerpo puede ser entendido como el receptáculo artístico en el que las identidades colectivas pueden diluirse para dar paso a la construcción de identidades personales.

En este sentido, la obra de José Luis Aguilar Pahua, Soledad, tiene mucho que ver con otras obras no presentes en esta exposición, por ejemplo de Rafael Flores. La figuración perfecta del cuerpo tendería precisamente a construir estas identidades a través de minucias que sólo un ojo cuidadoso puede ir absorbiendo.

A estas alturas, lo que queremos apuntar es la gran diversidad que representa la escena en Michoacán en arte contemporáneo, en arte actual. Y la dificultad que representa para construir un conocimiento íntegro sobre tal diversidad.

Caso especial es el de Fernando Motilla Zarur, un artista joven, que sigue los pasos de su maestro, Rafael Flores. En este sentido esta exposición es una reunión entre alumnos y profesores. Su sentido de la minucia o de encontrar todavía posibilidades poéticas en la estrategia de la mímesis de la imagen, es decir de la imitación pura, genuina de la realidad, a través del realismo fotográfico, todavía se está explotando. Y aún asi podemos encontrar caminos distintos, lejos de esta figuración perfecta, hacia una nueva figuración.
Un detalle muy especial de la exposición es este rincón que tenemos en la sala contigua, donde aparece la pintura de Irasema Parra sobre Ioula Akhmadeeva. Esta es una serie de retratos que Irasema produjo con una beca del Sistema Estatal de Creadores, en el cual ella proponía un retrato de una persona, pero esta persona, que además era un artista, intervenía el cuadro para, a final de cuentas, terminar los acabados que venían por parte de Irasema.

Se me hizo una coincidencia muy especial por la continuidad con la obra de Ioula: Nuevos Santos, de la serie Memorias objetuales, que es una obra también de origen colectivo a través de un proyecto por medio del cual se participó a través de la Universidad Michoacana y en el que se pretendía llevar a las artesanas de Santa Clara del Cobre técnicas no abrasivas o no invasoras para trabajar el cobre. De alguna forma era una colaboración artística pero también una intervención comunitaria a favor de las mismas artesanas. Y a partir de esta colaboración de artistas con artesanos se producían obras que a final de cuentas terminaban en este tipo de trabajos.

El territorio o la imaginación de los espacios es un detalle también muy presente en esta exposición. De Carolina Ortega Sánchez tenemos esta obra, Territorios, que en realidad es una obra parcial de la producción actual que se exhibirá en el Festival Internacional Cervantino de este año. Y en este caso Territorios tiene que ver con la preocupación del espacio como construcción abstracta. O también como un valor. A este respecto, el territorio se refleja como el ejercicio de una abstracción y de imaginación. Continente, no sólo como tierra, sino como contención de todos los espacios habitables. Una forma de extensión fuera de toda dimensión humana. Lo que en principio pareciera una construcción abstracta, bien puede verse como una construcción espacial vista desde el aire. Esta construcción de espacios tiene una motivación previa con una maqueta para libro de artista que Carolina estuvo produciendo a propósito de la estancia de Felipe Erhenberg durante el XL aniversario del Macaz y en el cual se desarrolló una tutoría sobre libros de artista.

La construcción del espacio terrestre podemos considerarla una asimilación del espacio urbano que también ha abordado Carolina Ortega y que en este caso tiene mucha relación con lo que desarrolla Raúl Calderón Gordillo. La imagen que les muestro es una obra gráfica del año 2009. Quienes conozcan el mapa de la ciudad de Morelia, podrán encontrar las semejanzas. A partir del accidente de la tinta se va construyendo un espacio y un reconocimiento del territorio que recorremos todo el tiempo pero del cual no tenemos conciencia plena de cómo está conformado. En este sentido se entiende su participación con Cúpula urbana, que en realidad es la cúpula del Congreso de Argentina, la cual produjo durante una estancia de grabado, justamente en aquel país.
Y se contrapone justamente con la exploración del espacio del cuerpo, en este caso el vocabulario de un mapa puede ser entendido como la construcción de un cuerpo ciudadano.

Y en el caso de Juan Pablo Luna la construcción del cuerpo va adquiriendo otro cariz.

Hay muchos detalles en el transcurso de esta exposición. Por ejemplo la participación de Celeste Jaime, que también tiene obra que es parte del acervo de este museo y que tiene que ver las formaciones orgánicas, pero con un detalle fantástico. El caso de Celeste Jaime nos recuerda que el mundo del arte es mucho más amplio que las exposiciones o el mercado, puesto que se vincula muchas veces con la formación de carpetas o la impresión de grabado o en sitios de internet de artistas. Por lo tanto su presencia aquí es relevante, no sólo como productora, sino también como parte de ese cúmulo de personas que tras bambalinas hacen funcionar una escena de proyección de artistas que están aquí presentes.

Alejandro Delgado y Armando Fraga parecen compartir la resaca de los años setenta. Sueños de ácido lisérgico con nuevas figuraciones o abstracciones no geométricas que de alguna forma nos hablan de que lo que en los años setena fue vanguardia, en los años 2000 sigue siendo un ejercicio con vigencia. Esta es una variedad de abstracciones y de construcciones estéticas que de alguna forma se contraponen a lo que en esa misma sala vemos en las formas de la abstracción lírica que presentan Miguel Rincón Pasaye y Enrique Ortega, que en buena parte han formado escuela que participa en la formación de muchos artistas jóvenes que exponen aquí.

La llama que se enciende procede de una retrospectiva que se le organizó a Enrique Ortega en el Centro Cultural Universitario: Embrujos pa’ no llorar. Esta obra que, de alguna forma, a través de sus colores y texturas pretendería, no dar un mensaje, sino construir una serie de reacciones orgánicas en el espectador. Con esto quiero llegar al punto de que las diferencias entre los artistas de Michoacán no sólo estriban en las maneras diferentes de hacer una pintura o una escultura; también tiene que ver con las diferencias de qué es lo que se quiere obtener o qué es lo que se quiere ofrecer. Las diferentes maneras en las que una existencia productiva se expresa. Hay quienes a través de obras figurativas más o menos realistas o simbólicas pretenden hacer llegar un mensaje o pretenden condensar realidades para que esas realidades sean comprendidas. En el caso de Enrique Ortega, por la abstracción que produce, no parece haber ningún elemento visible. Y sin embargo lo reconocible no es su objetivo a llegar. Más bien, dentro de esta construcción imaginativa hay un sentimiento condensado que en determinado momento tendría que ser reconstruido por los espectadores.

Hablo de escuela de Enrique Ortega porque encontramos también muchos ecos dentro de la misma producción plástica que se exhibe en la planta alta del Macaz.
En el caso de Janitzio Rangel, esta imagen que les muestro es de una obra que no está presente: El último aliento antes de la cena, y que marcó el inicio de una exposición individual que realizó en la galería Colón, en Yucatán. Es una manera de conectar este tipo de abstracción de Enrique Ortega con ciertos elementos que maneja Janitzio a través de su pintura.
Más abajo ofrezco esta imagen de Katsushika Hokusai, La gran ola de Kanagawa, para ilustrar un referente pictórico a través del cual Janitzio trabaja la obra que presenta en esta exposición. De esta manera el arte no es solamente social. El arte también cita al arte, pero para manifestar elementos de una reflexión individual y también transcultural. Hay un elemento de erotismo, de autocomplacencia o de auto satisfacción en este tipo de escenas donde la obra refleja circunstancias individuales que en cierto momento pueden ser compartidas.
¿Quién no ha deseado en algún momento hacer olas en una bañera?

Continuando con estos referentes acuosos, tenemos a Rosa Angélica Gómez Mier con Salvavidas rojo. Y en este sentido nos vamos aproximando hacia esta nueva figuración donde al parecer el perfeccionamiento técnico no tiene que ver con la imagen realista, sino con la construcción de un objeto lo más cerrado posible y que también ofrezca estímulos sensoriales que se traduzcan en afecto intelectivo para los observadores.

Héctor García Moreno, con esta obra: El existencialismo según García el hijo es una serie con la cual ganó recientemente un lugar en la bienal Rafael Coronel.

Esta imagen de Marcela Ramírez, Ofrendas para Angelita, parece una obra muy sencilla, pero la conecta de manera compositiva de manera muy interesante con obras por ejemplo de Arturo Rivera, en el cual el ejercicio del grafitti y del color con acuarela también resulta muy tradicional pero con un ejercicio conceptual que ofrece muchas posibilidades.

Pocos estudios hay acerca de la escultura en Michoacán. Uno de los casos más valiosos es el de Salvador Manzano, único escultor en Michoacán que ha tenido la ocasión de ser incluido en las colecciones del Museo de Arte Moderno que, de alguna forma, a nivel nacional, funciona como una institución legitimadora de una buena parte de la historia del arte en México. Y en este caso su escultura tiene que ver con abstraccionistas geométricos como Fernando González Cortázar o Sebastián, a través de estos anti monumentos geométricos que pueden ser experienciados a nivel de sala en una casa o en una plaza pública.
A este respecto yo llamo la atención de un espacio por recuperar en la ciudad y es el parque Lázaro Cárdenas, donde justamente hay esculturas de estos autores, entre ellos Sebastián y que es un espacio sumamente ignorado por la escena contemporánea y que de alguna forma es interesante recuperar tanto para los estudiantes como para el público en general.

Roxana Cervantes presenta esta escultura llamada Estival y marca también una pauta a partir de la cual los artistas que pueden ser considerados tradicionales van adentrándose a ciertas estrategias de los artistas conceptualistas como es la recuperación de objetos, como el objeto encontrado y en cierto momento transformado en un objeto significativo.

En el caso de Marco Antonio López Prado, presenta un collage. No es propiamente una pintura. Es una obra que sorprende por el misterio de su figuración, de los elementos que la componen, lo cual es muy visible dentro de su producción, generalmente muy cuidada en el aspecto técnico…. Llamo la atención acerca de este Corazón que ofreció en 2010 en una colectiva fragmentada que presentó en la galería de la Escuela Popular de Bellas Artes y que de alguna manera guarda semejanza con la obra de elección.

Finalmente, con Cuauhtémoc Castañeda vemos algo que podría semejarse a una estética a la Henri Moore.

Muchas dudas surgen acerca de todo este panorama que vamos revisando y es que la escena en Michoacán, toda esta cronografía visual en Michoacán arroja elementos auténticos y autónomos. Sin embargo, se mescla duramente con elementos que parecen asimilarse de otras tradiciones, de otras geografías, de culturas que propiamente no se corresponden y que tienen que ver con un momento de intento de universalización de la cultura en México, que se experimentó desde los años cincuenta con la Generación de la Ruptura.
Un aspecto a contemplar dentro del estudio de las artes de Michoacán tiene que ver con equipararla con la de México en general. Es decir: cuánto Michoacán ha sido un espejo del país y cuánto Michoacán ha sido una réplica del país en ese sentido.

De Ricardo Zambrano inaugurando la sección fotográfica de esta exposición figura Territorios. Zambrano no es exclusivamente fotógrafo. Hay obras suyas en la memoria, no sólo de este museo, sino también del público, por lo especial que ofrecen. Una foto como esta, titulada Territorios, forma parte de una serie que consta de 31 fotografías. Y más que la imagen, lo que aquí se ofrece es la estrategia de auto abordar. La serie consta de 31 fotos que son el registro de 31 amaneceres. Y el texto que Ricardo elaboró para esa serie dice: “Al despertar diariamente trato en vano de guardar las imágenes de lo que sueño. Abro mis ojos queriendo prolongar las escenas de lo que vivo cuando duermo. No lo logro. Sin embargo, al ponerme de pie me vuelvo al lugar que habité durante la noche. Todos mis sueños están atrapados allí. También mis pesadillas. Veo los restos de lo que fueron suaves pliegues así como violentas arrugas accidentando la superficie lisa. Sábanas húmedas. Rastros de mí. El peso de mi cuerpo y las huellas que este deja cuando se desliza. Despojos de mi esfuerzo, de mi noche, de mis otras vidas. Sólo eso queda. Sólo eso veo. Y lo registro. Los capturo y los revelo. Los territorios de mi nocturno exilio, los territorios de mi desvelo”. Escrito en enero de 2008. De alguna forma son los auto abordajes de un estado de ánimo convulso que es reflejo en las sábanas que todas las mañanas encuentra.
Dentro de todas estas obras conceptuales, fotográficas o en video, encontramos No tengas miedo, la cual consistía en un tránsito por la ciudad encontrando las señales que sus hijas iban dejando a través de los letreros que él produjo. Salir de casa a buscar las señales para no tener miedo y encontrar esas señales en la ciudad.
Esta serie, llamada Campañas para mí mismo, tuvo lugar precisamente en el Macaz y tuvo varios soportes. Conjunto de arroz devorado por palomas en la plaza de El Carmen o, a nivel de la sala, formando la palabra Fe con piedras de río que a fin de cuentas terminaron en los bolsillos de los asistentes, dado que esa era la voluntad que esta fe se repartiera entre los asistentes de la exposición.

En el momento en que llegamos a la fotografía con René Serrano en esta obra, Antiguas canciones, vemos aparecer justamente el abordaje de estas intimidades a través de los soportes fotográficos.

En el caso de Elsa Escamilla, con un ánimo casi antropológico, tenemos el retrato Víctor, de su serie Metamorfosis, en la cual se propuso registrar a jóvenes que a ella –mujer adulta– le llamaban la atención, para descubrirlos a través de la técnica fotográfica del género particular del retrato.

Isela Mora, a través de una exposición especial que se hizo en Fábrica de Imágenes, llamada Naturaleza Muerta como temática, abordó su propio morir como novia, su propio tránsito como amante, a partir de Mi naturaleza muerta, haciendo una referencia directa a el cuerpo inerte de la novia.

Y finalmente encontramos en este panorama a Iván Holguín Sarabia con una estrategia fotográfica de investigación donde la imagen es testimonio, también es constructo visual, pero es elemento de investigación porque permite reflexionar acerca de la diversidad vegetal a nivel nacional a partir de estos encuadres.

Y Staney Shumacker, un hombre joven, con Paisaje alterado, dando continuidad a su trabajo que consiste en la recreación de espacios arquitectónicos, con escenas fantásticas y en este caso usando el soporte fotográfico para ofrecernos una versión modificada del paisaje.

Esta es una primera aproximación a un panorama complicado, diverso, rico en posibilidades y todavía con una personalidad por encontrar y esperemos que en las participaciones de artistas en las mesas redondas de la siguiente semana, ojalá nos puedan acompañar. Buscaremos los perfiles de esta escena que buscamos construir.