Acerca de esto, la parte que duele es precisamente la de un Jaime López que, tirando por la borda cuanto construyó en las últimas décadas, como una de las voces marginales más genuinas e inteligentes de la canción informal mexicana, y ya convertido en proxeneta de la música, acaba de entregar lo más valioso que tenía a cambio de unos pesos. Mi pregunta para él sería, dada la magnitud de los daños: ¿y, ahora, qué vas a vender para la próxima? ¿Las náylons?
¿El problema, desde un punto de vista del sentido? Sí, el asunto es absolutamente claro y simple. Se reduce a lo siguiente: no hay una sola emoción genuina, ni en el discurso textual ni en la estructura musical de El futuro es milenario.
El problema, tanto en la música como en la letra, es que las dos derraman un optimismo frívolo e irresponsable absolutamente postizo. Así es desde el mismo título, que reza: El futuro es milenario. ¿Lo es? Bueno, asi, en abstracto, claro que sí. Pero ¿lo verá la configuración nacional que hoy llamamos México? Es decir, ¿México será milenario? ¡Ah! Esa es otra cosa. Ahí sí, quién sabe, aunque desde esta perspectiva las probabilidades se reducen apresuradamente. El título (y la canción entera en sí) padece el famoso síndrome del “dime de qué presumes y te diré de qué careces”. Y es que, hasta donde podemos inferir a partir de la experiencia directa y de un análisis que eche mano de por lo menos un par de neuronas sanas, la realidad es que a México ya se lo cargó el payaso. Y los únicos que no se dan cuenta de esto son los pocos (poquísimos) rumiantes fresosos de nuestras clases media y alta, a quienes su sueldo y la aparente estabilidad de su tren de vida les hace suponer que todo marcha de maravillas y que el porvenir les pertenece porque son emprendedores y empresarios. Caro les va a costar ese comodino error de juicio (y con su pan se lo coman, a su debido tiempo). Pero mientras tanto, la verdad es muy distinta. El futuro delante de nosotros es lapidariamente breve. Está acotado por los cada vez más amenazadores vacíos de autoridad en el ámbito de nuestras instituciones; por la escalada de la violencia y la inseguridad en el país; por el irreversible desgarramiento de nuestro tejido social (que vivimos cotidianamente en nuestras escuelas, nuestros centros de trabajo, en nuestros hogares, en nuestras relaciones...) y, de manera muy señera, por esa nueva y perfeccionada forma de facismo que se agazapa, disfrazada, detrás de esas entidades a las que incomprometidamente el gobierno llama “Crimen Organizado”, a través de cuyas arterias ocultas circulan las novedosas formas de control y asunción del poder desde una perspectiva que ya ni siquiera es nacional, sino completamente trasnacional. Ante una realidad así, el optimismo de Syntek y López no es sino la ofensiva y sospechosa estrategia del avestruz. Ofensiva porque, si se dicen mexicanos que festejan y luchan a favor de la mexicanidad, pues ¡qué falta de tanates para entrarle al toro por los cuernos! ¿no? Y sospechosa porque ese “cerrar los ojos” ante problemas tan evidentes, ¿no será parte de la misma lógica que mantiene a nuestras crisis en pie?. Ese es el gran paso en falso de una cancioncita pop, inocua, inofensiva (pero no inocente), que no ayuda en nada a enfocar la dramática situación que sobrellevamos justo en este año de conmemoraciones emblemáticas y porvenires inciertos.
EN VIDEO / Synteks y Jaime López: declaraciones previas
Entre los filmes que ha escrito figuran títulos como el documental Assignment rescue (1997) y la película Searching for Myriam (1998), pero probablemente el trabajo que mayor prestigio le ha dado es su libreto para One day crossing (Joan Stein, 1999), que fue candidato al Oscar del año siguiente en la categoría de cortometraje (amplia información, aquí), aunque perdió ante el filme Quiero ser, de la guionista y directora alemana Florian Gallenberger.
Ambientado en la Budapest de 1944, One day crossing se ocupa de Teresa, una joven madre judía que se hace pasar por cristiana para proteger a su hijo de los fascistas húngaros del Arrow Cross (simpatizantes de Hitler). El corto fue filmado en blanco y negro en 16 mm, con una extensión de 25 minutos de pietaje. Su tema es la lucha para mantener la identidad. Actualmente Christina Lazaridi enseña guionismo en la División de postgrado de Cine, en la Universidad de Columbia. También trabaja como guionista y consultora de guiones de los dos lados del océano Atlántico. Mientras, uno de los talleres que imparte para la universidad de Princenton, Estructurando tu libreto atesora a grandes rasgos buena parte de lo que es el workshop en Tarerio. En palabras de Lazaridi: “Este taller busca desmitificar el proceso de estructura del guión. Lo importante es que los talleristas obtengan un sentido renovado de cómo acercarse a la estructura. Mi propuesta busca captar el matiz de la estructura de una escena para aclarar, a partir de ahí, las alternativas orgánicas para cada storyline”. “Esto –añade– permite emprender una metodología para despejar elementos de historia, personajes, argumentos, diálogos y temas. Se aporta asimismo una lista de soluciones para cuando las cosas no funcionan y todo esto brinda la oportunidad de trabajar mucho la apertura de una historia, de pulirla y estructurar sólidamente el primer acto, a partir de lo cual el resto fluye por sus propias líneas”. Lo anterior, claro, a grandes rasgos. Pero si la facilitadora posee un perfil alto, los talleristas no se quedan atrás. A continuación, los perfiles y breves entrevistas con los participantes del Cine Qua Non Lab 2010.
Periodista de cultura. Vive, ama, trabaja, juega y a veces duerme en Morelia desde 1986. Ha sido integrante de los equipos fundadores del extinto vespertino "Buendía" (1990) y del diario "Cambio de Michoacán" (1992). Ha escrito en la sección de cultura de "El Financiero" y en las páginas de "La Voz de Michoacán" en tres periodos (1986-87, 1994-2000 y 2002-2009). Ha procurado especializarse en teatro, artes visuales y cine. Desde 2009 optó por abandonar los medios impresos y abrió el blog poliedrodigital.