La mega fiesta

y la mega cruda

El presidente Calderón durante la presentación del programa de festejos 2010, en el Centro Empresarial Banamex.

Hace casi cien años, en 1910, don Porfirio encabezaba los festejos más costosos que hasta entonces se habían visto en la historia del país, con el objetivo de celebrar el centenario de la Independencia. La mega pachanga de hace una centuria, sembrada de excesos, fue coronada aquel 15 de septiembre con la inauguración de la Columna de la Independencia. Pero luego de todo el dispendio, la cruda de semejante Noche de copas llegó dos meses después bajo la forma del estallido de la Revolución Mexicana. Para mayo del año siguiente, apenas ocho meses más tarde, Díaz dimitía a su cargo presidencial y el país se sumergía en la antesala de la Decena Trágica, que nos llevaría a la vorágine de la guerra civil.
Casi tan fastuosos y artificiales como los de hace cien años (en el sentido de que son un festín de oropel, organizado –como hace diez décadas– por una oligarquía empresarial, política y religiosa, que le está dando a la conmemoración un sentido absolutamente populista… y esta vez, mediático), los festejos del bicentenario propuestos esta semana por el presidente Felipe Calderón auguran una mega fiesta cuya mega cruda ni me quiero imaginar.

Entre la algarabía y la grosería
El alarde más grosero de cuantos se dieron a conocer es, indudablemente, la contratación de la empresa Spectak Productions, del australiano Ric Birch, para que coreografíe los dos eventos más espectaculares de 2010: el del bicentenario de la Independencia, el 15 de septiembre, y el del centenario de la Revolución, el 20 de noviembre. Ambas celebraciones tendrán, aparte de su ostentosa producción, una difusión masiva por TV a través de canales públicos y privados que garantizan su transmisión a todo México y a varios países de Europa, Estados Unidos y Sudamérica.
Hasta ahora, nadie ha dicho “esta boca es mía” para revelar en cuánto va a salir el chiste de contratar a Birch, cuya empresa se ha especializado en producir ceremonias mundiales y espectáculos masivos. Hasta hoy, Spectak Productions ha producido las ceremonias de apertura de los Juegos Olímpicos en Los Ángeles (1984), Barcelona (1992), Sydney (2000) y Turín (2006). También asesoró la apertura y la clausura de las Olimpiadas de Pekín (2008).
Y aunque la federación anda muy calladita y nadie ha mostrado los términos del contrato que (con recursos públicos) se le ofreció a Spectak Productions, la ceremonia de apertura de las Olimpiadas en Sidney, hace diez años, costó 42 millones de dólares. Ese es el nivel de juego en el que se mueve Birch y no es cualquier moco de pavo.
La dimensión del dispendio es absolutamente ciega e insultante. Y no es que yo sea un aguafiestas, pero miren ustedes: convivir es una cosa y dilapidar es otra. El gobierno federal podría muy bien darse el gusto de una súper fiesta como la que nos están anunciando si el nivel de bienestar social del país se pareciera, aunque fuera un poquito, al que disfrutan naciones como Holanda o Bélgica, donde todos andan bien comidos, bien vestidos y hasta sexualmente satisfechos.
Pero basta echar una mirada alrededor para confirmar que, si en eso de “darle vuelo a la hilacha” los mexicanos nos pintamos solos y no nos va tan mal, en todo lo demás la situación está para llorar. No estamos en absoluto bien comidos, ni bien pagados… lo que es peor: ni siquiera bien educados (y de allí tanto requiebro a la hora de invocar al civismo, a la solidaridad y a otras especies fósiles).
El caso es que las cada vez más precarias condiciones de vida son tan explícitas que sólo la ceguera puede explicar que la administración calderonista se empecine en la alternativa del Pan y Circo cuando el país está en franca bancarrota… ¡Perdón!, bancarrota es una palabra políticamente incorrecta… cuando el país está en franca crisis.
Es un hecho: los festejos por el centenario y el bicentenario son totalmente esquizofrénicos: el programa que se nos ha anunciado poco o nada tiene qué ver con el México real que vivimos todos los días.

En la casa de los dueños
Ceremonia extraña como la que más, el anuncio de las conmemoraciones de este Año Patrio por parte de la federación no pudo encontrar mejor sede que el Centro Empresarial Banamex (alguna vez Banco Nacional de México, hoy filial del Citibank).
Pero tratándose de un programa de festejos orientados a episodios de nuestra historia y nuestra identidad, cualquiera puede preguntarse: ¿no habría sido mejor anunciarlos en Palacio Nacional, en el Museo Nacional de Antropología e Historia, en el Palacio de Bellas Artes, en el Auditorio Nacional o, ya de perdis, en alguna chalupa, chinampa o invernadero en Xochimilco?
No. Tenía que ser en la sede de una firma dedicada a las finanzas y la especulación (dos de las actividades por las cuales el México de hoy está en bancarro… perdón, en crisis).
O quizá no haya equívoco. Soy yo el que yerra al sugerir un foro como el Museo de Antropología. Es la Presidencia de la República la que está en lo correcto al mostrarnos, con un signo tan claro, en manos de quién está realmente el changarro, del cual el señor presidente es un empleado más.

¿Qué México festejamos?
El editorial del periódico El Universal en su edición electrónica del 11 de febrero, fue dedicado íntegramente al tema del anuncio de los festejos por parte del mandatario. El texto, titulado ¿Qué México festejamos?, es contundente y sin desperdicio. Dice en su primer párrafo: “Había dos formas de conmemorar el Bicentenario de la Independencia de México y el Centenario de la Revolución. La primera era revisar nuestros 200 años de vida bajo una perspectiva histórica, reflexionar sobre quiénes fuimos y quiénes debimos ser. Implicaba organizar foros en toda la República, actividades culturales entre las clases populares, disertaciones desde los centros del pensamiento nacional, proyectos de profunda significación científica y social. Pero se decidió la segunda opción: alquilar botargas, lentejuelas, maquillaje y fuegos artificiales con el objeto de embriagarnos frente a la ilusión de que somos una gran nación por la magia de las pirámides precolombinas, los mariachis y los tacos al pastor”.

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