El escritor michoacano Fernando López Alanís durante la conferencia.

En un año de conmemoraciones patrias que hasta el momento no se ha caracterizado por las actividades de divulgación, sino por un generalizado relajamiento en la actitud dedicada a los temas de nuestra memoria histórica, el dramaturgo, columnista periodístico y ensayista Fernando López Alanís ha hecho un llamado a no ceder a la salida fácil de “los chistes o de las mentadas de madre” contra el gobierno o contra los asuntos alusivos a la Independencia y la Revolución mexicanas.
El autor zitacuarense, autor de obras teatrales de tema histórico y quien también ha sido funcionario del sector educativo michoacano, participó en el programa de divulgación Viernes Culturales, que cada semana organiza el museo de sitio Casa Natal de Morelos.
Allí, con el tema Mexicanos traidores y descastados 2010, consideró que la ligereza con que se están abordando los temas patrios del Bicentenario y del Centenario genera un peligroso movimiento de desprestigio hacia esos episodios históricos y sus protagonistas.
Lo grave de tal estado de cosas, afirmó, consiste en que la trivialización y manipulación de tales hechos contribuyen a convertirnos en un pueblo más sumiso, más susceptible a la manipulación en temas que son sustantivos para nuestra realidad actual.

Al comienzo de la velada, durante la lectura de una misiva recibida desde Europa.

Desprestigio sistemático y omisiones dirigidas
El ponente advirtió contra la trampa de suponer que el mero hecho de hacer chistes y de trivializar a los personajes de nuestra historia, o de solamente burlarse e insultar al gobierno, sean expresiones que ensanchan nuestra libertad. Por el contrario –dijo–, tal relajamiento distorsiona el sentido de los héroes y de sus gestas y empobrece la capacidad crítica para reaccionar ante los desafíos de nuestro tiempo.
La plática dio inicio con una anécdota: el contenido de un correo que le escribió a López Alanís un amigo que actualmente radica en Francia. La misiva acentúa la manera en que México es percibido por algunos sectores del extranjero, así como las apreciaciones del propio autor en torno a México, visto desde “el otro lado” del Atlántico. Uno de los acentos de la epístola se ocupa de señalar la manera en que la economía nacional sufre una despiadada sangría por parte de diferentes firmas trasnacionales.
Desde ese punto de partida, el autor de José María sostuvo que, aunque en apariencia parezca positivo “desacralizar a los héroes” para “volverlos más humanos”, en realidad esa premisa está siendo manipulada para arrebatarle a esas figuras todo sentido de respeto y de inspiración.
“Están desprestigiando por completo todo el movimiento de Independencia –indicó–. Casi nos están diciendo que somos un pueblo indigno de haber nacido. Y los desprecios de los otros pueblos casi dicen: ‘ustedes son prescindibles, no tienen nada qué hacer en la historia de la humanidad’; ‘si los mexicanos desaparecen del planeta no pasa nada, al contrario. Nos están estorbando’ ”.
“De la Revolución –agregó– se habla bien poquito, y lo poquito también es así: asesinos, ladrones, enemigos de Dios y no sé cuántas cosas más; Madero estaba chaparro, flaco y feo”.
Señaló asimismo que, en medio de estas actitudes, hay algo de lo que no se ha dicho absolutamente nada en este año. Y es del sesquicentenario de la promulgación de las Leyes de Reforma, que se está conmemorando también en este 2010.
“Hace 150 años se promulgaron las Leyes de Reforma, que fueron las que acabaron con la sociedad teocrática que existía en el país, para darle nacimiento a una sociedad civil”.
Así pues, el ponente adujo que en este año de celebraciones patrias, en los hechos se nos están escamoteando los hechos más importantes de nuestra historia: nuestra Independencia, nuestra Reforma y la Revolución.
De esclavitud y compromiso con el futuro
“¿Qué les vamos a dejar a nuestros hijos y a los hijos de nuestros hijos?”, fue el exhorto esencial de la conferencia.
“Fíjense a dónde vamos –detalló–: “esto que decía mi amigo desde Francia, es terrible. Todo nuestro dinero y toda nuestra producción de riqueza ¿a dónde va en estos momentos? Eso hay que preguntárselo a Wal-Mart, a Costco, a los bancos, a las empresas ferroviarias… Si no somos un pueblo esclavo, estamos a punto de serlo. Estamos trabajando y generando riqueza para extranjeros. Y no lo vemos. No lo sentimos. Si alguien nos lo dice, le chasqueamos la lengua con incredulidad”.
“Pero en los hechos estamos trabajando, por ejemplo, para comprar nuestra agua pagada a extranjeros porque su patente de purificación y sus maquinarias de purificación son extranjeras” Y reincidió: “¿Qué les vamos a dejar a nuestros hijos y a los hijos de nuestros hijos?”

Momento de actuar
En este contexto, el escritor propuso:
“Yo pienso que es hora de acabar con los chistes y con las mentadas de madre. Digo que es hora de reaccionar. Yo digo que mandemos a los políticos al carajo y nos dediquemos a buscar a los verdaderos líderes que surjan de nuestro pueblo. Porque ¿de dónde salen los líderes? Del pueblo”.
Ejemplificó: “Hidalgo, Allende, Jiménez, Morelos, los Bravo, los Galeana, Matamoros… todos ellos dijeron ‘¡Ya basta! Vámonos a morir para ser libres o para que nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos sean libres’. Y hay una causa más por la que ellos salieron a luchar, y que también nos han escamoteado en los libros de texto: ‘para que nuestros descendientes sean dueños de un país donde puedan ser felices’. Y dijeron: ‘si para ello es necesario morir, ¡vámonos a morir!’ Y se fueron a morir”.
Ponderó: “Ninguno de ellos, cuando era niño y jugaba a los trompos o a las canicas, sabía que iba a ser un líder. Pero ellos se convirtieron en los dirigentes de una generación de mexicanos que salieron a morirse por nosotros… sin saber que nosotros los íbamos a traicionar aceptando, como lo hacemos ahora, que fueron una bola de bandidos y una bola de borrachos y de buenos para nada, salvo para matar gente”.
Porque cuando se dice de ellos que sólo querían apoderarse de la riqueza de los demás, se omite decir que esa riqueza era producida por este pueblo, en el territorio de la Nueva España, y que los novohispanos nacidos aquí sentían que ellos eran los dueños, y que era inaceptable que vinieran los extranjeros a llevársela”.
“¿Qué hizo –interrogó– la generación más pura y gallarda que yo he conocido en la historia de este país, que es la generación de los liberales del ’58? Dijeron ‘¡Vámonos a morir para acabar con las dictaduras y con una teocracia que nos tiene en la ignorancia!’. Y ellos sí vivieron circunstancias críticas. Lo que estamos viviendo ahora no se compara con lo que vivieron los liberales del Siglo XIX: no sólo habían padecido cuatro invasiones extranjeras, sino que además tenían encima todas las prédicas en los templos, donde se predicaba a la gente la idea de que era urgente y necesario traer un rey de Europa que pusiera orden en este país. Y mucha gente lo creía. Yo respeto esa creencia, pero también entiendo que había una reacción que decía: ‘lo que necesitamos es acabar con la causa de todas estas desgracias’, y la causa era la enorme riqueza de la Iglesia. Y los liberales pensaron quitarle esa riqueza, pero no para enriquecerse ellos (alguien que revise las cuentas bancarias de Don Benito), sino para hacer en México lo que ya se había hecho en Europa: que la riqueza de manos muertas se pusiera a producir. Y eso fue lo que se logró. Que después se desvió con las haciendas del porfiriato, es otra cosa”.

"Es hora de que rescatemos el orgullo, la dignidad, y con ellos la casta"

Sacar la casta
“Nos tienen narcotizados –aduciría después–. Somos felices, estamos encantados porque nos dejan mentarle la madre al gobierno, porque nos dejan hacer chistes y subirlos a la internet. Y seguimos trabajando para que todo se lo lleven los extranjeros, tan tranquilos. Creo que es hora de que rescatemos el orgullo y la dignidad y con ellos la casta. Debemos mostrar la casta”.
Concluiría su convocatoria con las siguientes reflexiones:
“Vale la pena que tengamos presente esto: que las futuras generaciones no vayan a pensar en nosotros como una generación que traicionó los ideales y los sueños de 1810, de 1860 y de 1910. ¿Cómo le podemos a hacer? Soñando un país, imaginando la justicia, la razón, la verdad y la felicidad para nosotros y para nuestros hijos y después ir a pelear por eso”.
“Alguien me dirá ‘es que ya no hay revoluciones armadas’. Muy bien, entonces no hagamos una revolución armada. Hagamos una revolución ideológica. O vamos a hacer otro tipo de revolución… ¡pero vamos a hacer algo!”
“Necesitamos pensar, reflexionar, tener la mente lista y el corazón en su sitio, de manera que alguna vez se pueda decir de nosotros: “se dieron cuenta de lo que estaba pasando, reaccionaron y se murieron para que los siguientes mexicanos fuéramos un pueblo digno, un pueblo orgulloso, un pueblo que verdaderamente hizo un servicio a la humanidad”.

EN VIDEO


Fragmentos de la conferencia en la Casa Natal de Morelos.

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