En cierto sentido, la noticia no es nueva. Fue entre el 14 y el 15 de julio de 1965 (hace 45 años), durante la misión estadunidense de la sonda automática Mariner 4, cuando el mundo supo por primera vez de la existencia del cráter más extraño de todo el sistema solar: el Orcus Patera, localizado cerca del ecuador marciano, justo entre el gigantesco Monte Olimpo (que a su vez es el mayor volcán que se ha encontrado en el sistema solar) y el Monte Elíseo.
Pero el Orcus Patera ha vuelto a ser noticia esta semana, debido a que la Agencia Espacial Europea (ESA, por sus siglas en inglés) reveló nuevas y más detalladas fotos del cráter que fueron captadas apenas el viernes 27 de agosto por la sonda Mars Express.
El desconcierto científico, que se ha despertado fundamentalmente entre los geólogos, puede ser comprensible a la luz de la imagen que posteo arriba de estas líneas y que es una interpretación artística (rigurosamente fiel, a partir de la información real que se posee,) del ilustrador Kees Veenenbos, que tiene varios años trabajando para la NASA.
Más abajo hay otra imagen, esta vez sí una foto de la misión Mars Express.
El hecho es que desde hace 45 años los científicos no logran ponerse de acuerdo al buscar una explicación satisfactoria para la forma elíptica del cráter, que mide unos 380 kilómetros de longitud por unos 140 de envergadura. Mientras, en sus puntos más altos, su borde se eleva a casi dos kilómetros y su profundidad promedio es de entre 400 y 600 metros.
Hasta ahora hay varias hipótesis que intentan explicar la inusual forma elíptica de Orcus Patera. Dos son más aceptadas. Una propone que ha podido tratarse de un atípico impacto, por parte de un objeto que ingresó al campo gravitacional marciano con una inclinación menor a los 5 grados, ocasionando la estela que dio origen al cráter. La otra sugiere que el cráter puede ser resultado de distintos impactos que, mediante procesos naturales de erosión, terminaron por darle al cráter la extraña forma que exhibe.
Pero ambas sugerencias no pasan de meras hipótesis porque hasta el momento nadie ha podido explicar satisfactoriamente los detalles geológicos implicados, de modo que, por el momento, Marte nos ofrece un nuevo enigma que tendrá ocupados a los expertos durante los próximos años.
La información completa, tal como fue emitida por la Agencia Espacial Europea (en idioma inglés, ni modo) el pasado 27 de agosto, en este enlace.


Caleidoscopio del desamor


Los actores Alberto García y Lucía Díaz en una de las escenas de Intimidad (Hugo Hiriart, 1984) en versión de Hasam Díaz y la agrupación moreliana Pólux Teatro.

Nunca es fácil aceptar al desamor cuando llega a nuestra vida: ese momento en el que agonizan la complicidad, el deseo y el entusiasmo que definen una relación de pareja. El desamor es el tema de Intimidad (Hugo Hiriart, 1984), la cual fue estrenada por el director Hasam Díaz y la agrupación Pólux Teatro a comienzos de este año en Morelia.
Pero si el desamor es el asunto muy particular del que se ocupa esta puesta en escena, su desencanto es caleidoscópicamente multiplicado a través de su paso por dos parejas que se desdoblan en cuatro, potenciado a partir de las situaciones patéticas o ridículas que protagonizan y resignificado por las distanciadas reflexiones que, en determinados momentos, emite cada personaje, insólitamente situado como observador frío e imparcial de la tragedia o el absurdo de los otros.
Intimidad fue la tercera de las seis obras morelianas que el pasado fin de semana audicionaron en Morelia ante dos jurados de la XXXI Muestra Nacional de Teatro, con miras a figurar en el escaparate de diciembre próximo en Guadalajara.

Uno
Acompañada por los lánguidos compases de un piano (música original de Heriberto Díaz), de la oscuridad surge una pareja que atraviesa el escenario, encaramada la una encima del otro, que la lleva a cuestas como entre ciertos insectos cuando cumplen sus ritos de apareamiento. Ese tránsito fugaz preside la primera escena de Intimidad, que nos lleva al espacio más íntimo de nuestros mundos domésticos: la alcoba en la que Martha (Cuauhtli Hernández) y Julio (Jaime Noguerón) despiertan y comienzan su día discutiendo por algo tan nimio como una extraviada aguja de coser.
Sin embargo, lo que parecería anunciarse de esta manera como una probable comedia de enredos, deja de serlo tan pronto como Martha y Julio se congelan en plena escena e ingresa una Pipa (Lucía Díaz) que estudia críticamente a los personajes e invita al público a escudriñar con más cuidado la circunstancia que protagonizan. En efecto, en el subtexto de la situación pulsa un intenso duelo de poder a través de reproches mutuos que son desmenuzados y analizados a detalle por la narradora.
Similares mecanismos de ruptura y distanciamiento serán permanentes a lo largo de la puesta en escena, enriquecidos por un juego de reiteraciones en el que una misma situación se repite en cuatro distintas conjugaciones entre los personajes (primero son las parejas de Martha y Julio y de Pipa y Pedro, luego las de Julio y Pedro y de Martha y Pipa), tan sólo para mostrar que en el desamor, como en ciertas operaciones matemáticas, el orden de los factores no altera el producto, que en este caso es una experiencia amorosa que se mantiene, agridulce, a medio camino entre el cielo y el infierno.

Dos
Lo anecdótico es, probablemente, lo de menos en una dramaturgia como la de Intimidad, ya se trate de la disputa por irresponsabilidades e incomprensiones mutuas (“¿En vez de emborracharte no crees que sería mejor que buscaras empleo? Sí, los sábados, domingos y fiestas de guardar. Porque no sé si habrás notado que no nos alcanza. En vez de andar pensando genialidades deberías darnos para comer. Porque no sé si has notado que hay que comer todos los días”) o por alardes varoniles de open mind que, a la hora de la hora, cuando viene la confesión pedida de parte de la pareja, no saben aguantar vara y dejan salir al “macho ilustrado” que al parecer todos llevamos dentro (“¡¿Perdiste tu virginidad arriba de un coche?!” “No. Adentro”. “¡¿Cómo es posible?!” “Era un coche muy grande”).
En cambio, lo que realmente importa es la estructura del trabajo, con esa sucesión de rupturas que nos permiten, como espectadores, ir poniendo en perspectiva experiencias bien conocidas, prácticamente universales, y que se transforman en una suma de situaciones muy exigentes porque obligan al público a confrontarse consigo mismo, a revisar sus propias actitudes ante el amor que agoniza.
De todos los cuadros escénicos dedicados a estas rupturas y distanciamientos (muy brechtianos, por cierto), recupero sólo el siguiente, que es uno de los más significativos y en el cual Julio propone el leit motiv de lo que es toda la obra:
“Permítaseme un símil: todos podemos diferenciar entre un color rojo y un color azul; pero hay ciertos tonos de color de los que no sabríamos decir si se trata de un rojo o un azul. Y es precisamente ese tono vacilante y ambiguo el que colorea la existencia de esta pareja indecisa entre el sufrimiento o el placer, entre la dicha o la pena. Álzanse uno frente a la otra como obstáculos, como el aire de la paloma de Kant, que se siente como un freno, pero sin el cual no se puede volar” (la metáfora aparece en la introducción de Crítica de la Razón Pura, Emmanuel Kant, 1781). “Y es aquí donde aparece la flor de las contradicciones: no puedo vivir contigo, no puedo vivir sin ti. La vida de la pareja es un callejón estrecho pero de doble sentido. Las cosas van y vienen. Vamos a ver”.
De manera que, desde esta estructura y desde las premisas que operan a través de ella, Intimidad se convierte, adicionalmente, en un interesante replanteamiento del viejo conflicto decimonónico entre las posiciones encontradas del empirismo y el racionalismo que hasta hoy juegan un papel tan grande en nuestra vida cotidiana.
Por lo demás, una última ruptura, que en gran medida nos convoca a poner a prueba la mecanicidad (algo bergsoniana en su sentido) de las matrices del amor, se convierte en una insólita especie de cuadro musical en el que las parejas bailan y representan, estilizadamente, los ritos del encuentro sexual, mientras la música es acompañada por una voz mecánica, autómata, que exhibe al amor como una mera fisiología de la pasión.

Tres
No es manda, desde luego; sin embargo, para disfrutar plenamente de Intimidad vale mucho la pena acercarse a un libro imprescindible de Hugo Hiriart: Los dientes eran el piano (Tusquets Editores, 1999), que reúne ensayos donde el autor reflexiona sobre el arte y la imaginación. Dos textos de ese libro, en particular, brindan claves decisivas para comprender la manera en que acomete sus procesos creativos este dramaturgo, poeta y escritor. Se trata de La oropéndola de plata y Más sobre las irregularidades.
Hiriart afirma que, generalmente, la imaginación trabaja articulando conjuntos de regularidades y que lo importante, creativamente, es alterar esas regularidades. ¿Qué pasa, por ejemplo, si en vez de proponer una imagen regular, como la de un perro que duerme sobre un tapete, ante la chimenea de una sala, la imagen que se propone es la de un caballo? Hiriart sostiene que mecanismos de este tipo conducen de inmediato al territorio de la fábula.
Y es esto, precisamente, lo que hace Hiriart en Intimidad. Todo el texto le apuesta a bordear ese aspecto de la imaginación: la alteración de las regularidades. De ahí la importancia de las rupturas y de los juegos de transiciones que ponen en tensión la lógica habitual de la simple comedia y desarrollan (estilística y genéricamente) configuraciones inéditas.
Evidentemente, tal propuesta dramatúrgica exige de la dirección un trabajo de problematización particularmente elaborado (aunque su resultado, en la puesta, sea de una muy decantada simplicidad). En este sentido, Hasam Díaz sale adelante con el compromiso: va a lo esencial indispensable, emprende una escenografía ligera, define su espacio como el de un teatro-arena y se respalda con un grupo de actores que asumen y saben responder al desafío, empezando por Lucía Díaz y un Jaime Noguerón que, por cierto, es el único actor que está participando en las audiciones por partida doble (en los elencos de Intimidad y de La verdadera venganza del gato Boris)... aunque también hay que decir que, durante la función sabatina, ante la dirección artística de la Muestra Nacional, la energía no siempre estuvo en su sitio y hubo ciertas premuras en el ritmo.

EN VIDEO

Algunos momentos de Intimidad en la función de la agrupación moreliana Pólux Teatro para el jurado de la MNT.


Los actores David Hurtado y Aidet Fuentes Mapourmé en una imagen de Round de sombras, correspondiente a la primera temporada de esta pieza, estrenada a comienzos del año pasado en Morelia.

Recién separados, el bioquímico Andrés Belaunzarán (David Hurtado) y la ejecutiva bursátil Julia (Aidet Fuentes Mapourmé) se reúnen una noche en la casa que compartieron. Él la ha invitado a cenar y durante el encuentro se muestra obsequioso, parece buscar una reconciliación. Ella, en cambio, se resguarda detrás de una calculada armadura de frialdad y sarcasmo por la que resbala cada intento de Andrés en pos de empatía.
La cena se desarrolla entre diálogos que transitan activamente de las confidencias al enfrentamiento y al reproche mutuo. Tal situación nos permite reconstruir la historia de los personajes y la naturaleza del momento que comparten: una vez perdido el amor y con las heridas vivas y abiertas, no queda más que revolcarse entre los escombros de un afecto que ya sólo será alevosía o no será.
Así: agria, irónica y con un doloroso twist final, la pieza Round de sombras (Carmina Narro, 1996) hace de sus protagonistas ejemplares perfectos para vivisectar al amor como duelo de poder. Un duelo en el que cada uno de los enamorados, en nombre de su amor perdido, buscará y conseguirá la cruel destrucción del otro.

Uno
Este trabajo, que forma parte de la trilogía Químicos para el amor, fue emprendido por Ramsés Figueroa el año pasado para la materia de Dirección II, en el octavo semestre de la licenciatura de Teatro de la Escuela Popular de Bellas Artes. La obra, de unos veinticinco minutos de duración en su formato original, hizo una corta temporada estudiantil, intramuros. Más tarde, durante un taller de dirección escénica impartido en Morelia por Fausto Ramírez y a modo de experimento, Ramsés Figueroa resolvió extenderla para poder inscribirla a la Muestra Estatal de Teatro de 2009 (una de cuyas cláusulas demandaba que las obras aspirantes tuvieran una duración mínima de 45 minutos). Este “extenderla” implicó proponer una segunda vuelta para la pieza, pero con los roles de los personajes invertidos.
Precisamente esta versión doble es la que el pasado fin de semana, en la segunda de las seis audiciones de obras morelianas aspirantes a la XXXI Muestra Nacional de Teatro, fue presentada por los integrantes del grupo Silencio Teatro en el foro La Bodega.

Dos
¿Sólo podemos poseer lo bello cuando lo destruimos? Esto es lo que propone la sinaloense Carmina Narro en Round de sombras. Hay ocasiones en las que aventurarse significa desventurarse más. A los personajes de esta pieza les ocurre precisamente eso. Una vez asumido el amor como duelo de poder, sólo conduce al abismo. Deberían detenerse, pero no pueden.
La pieza es también un cumplido breviario del maquiavelismo de la simulación, ya que el personaje que parece ser el más vulnerable es el que termina sometiendo al otro, derrotándolo en el último momento al destruir la belleza sobre la que fundaba su supremacía.
Y el hecho de que este personaje sea el varón en la primera vuelta de la obra y la mujer en la segunda vuelta, establece una tensión de género a la que el público resulta muy sensible. Desde este punto de vista, el experimento de Ramsés resulta muy provocador.
Por lo que atañe a los valores teatrales, la puesta del grupo Silencio Teatro es una pieza redonda en sus aspiraciones naturalistas, de una gran veracidad escénica, incluso en escenas tan difíciles como la del bofetón.
También importa tener en cuenta que se trata de un trabajo muy atento a su realidad, que toma una dramaturgia nacional y que aborda un tema que no es en absoluto ajeno o extraño, sino común, muy asequible al público: el de esas relaciones enfermas, destructivas, que se transforman en un asunto de sometimiento y dependencia.
Lo escribía aquí, en este mismo blog, el año pasado (los interesados en el texto y, sobre todo, en el video que registra más aspectos de esa puesta en escena, favor de dar un clic
aquí): En términos de actuación el aplauso sigue siendo para Aidet Fuentes Mapourmé, quien logra una potente caracterización. David Hurtado aparece correcto. Pero hay suficiente simetría y equilibrio entre los dos personajes para convencer y conmover. Además, los protagonistas afrontan una experiencia particularmente difícil porque tanto la dramaturgia como el concepto de la puesta en sí (como teatro arena, muy cerca del público) están pensados para que todo el trabajo recaiga en los personajes. Es un teatro de actores.
Como director, Ramsés Figueroa resuelve con limpieza y sencillez, dos atributos que nunca serán lo suficientemente festejados. Escenográficamente establece la mesa de la cena como centro de gravedad del espacio, con una taciturna lámpara pendiendo sobre ella y nada más.
Una experiencia de teatro estudiantil muy profesional: apasionada, responsable, inteligente y veraz.

EN VIDEO




Superviviente de la leucemia infantil, una Carmelita ya adulta (Yareli Muñoz) comparte con el público los recuerdos de su experiencia de casi cuatro años con la enfermedad, cuando tuvo entre siete y diez años de edad. Esta es la anécdota del monólogo Carmelita, la niña del mechón (Santa Herejía Producciones, 2008), que nos narra la historia de una pequeña confinada con otros niños en el pabellón oncológico de un hospital, pero también (y sobre todo) que nos muestra a un personaje que reconstruye y nos comparte los escenarios de su mundo de infancia.
Esta idea de recrear la niñez es el rasgo más sobresaliente de la dramaturgia emprendida por José Luis Pineda Servín dentro de un proyecto que ganó la convocatoria Apoyos al Fomento de la Producción Teatral, en la categoría de Teatro para Niños, emitida por el Departamento de Teatro de la Secretaría de Cultura de Michoacán en 2008.
El trabajo abrió este sábado 28 de agosto las audiciones en las que seis obras de teatro morelianas han competido para figurar en la XXX Muestra Nacional de Teatro, que este año se celebrará en Guadalajara.

Uno
Dirigida a un público específico, el de niños en situación de hospital, Carmelita es una obra esencialmente positiva y juguetona; su tema alude a la fuerza de un amor capaz de vencer incluso a la muerte (una muerte que se muestra ella misma afable o, en todo caso, mitigada a partir de los queridos rasgos de una abuela ya fallecida).
Mientras, la estructura se organiza en una sucesión de cuadros que, narrativamente, cumplen dos objetivos: hacer avanzar el relato y mostrar el mundo de Carmelita: un mundo que comienza hablando de la fugacidad de la existencia y de su cualidad ilusoria (“parecemos nubes que van y que vienen, que cambian de color con el día”) y que concluye con un voto de confianza hacia las razones de la vida (“hoy tengo la esperanza de que todos podemos ser felices, pase lo que pase”).
En medio de este arco, Carmelita, la niña del mechón es una sucesión de estampas que comienzan con la imagen de cierto ocaso, cuando la abuela de Carmelita abre una ventana para disfrutar de la noche y le anuncia a su nieta que un día morirá (“Carmelita, un día saltaré por esta ventanita y me iré cuando menos te lo esperes. Te aviso para que no te asustes ni te pongas triste porque yo estaré feliz […]. Cada quien tiene su ventanita, a cada quien se le aparece cuando llega el momento oportuno, ni antes ni después”). Pero la fatalidad también será compensada en el mismo cuadro escénico con el paso de una estrella fugaz y la petición de deseos que, hacia el final de la historia, redimirán tragedias y abrirán oportunidades a favor de la vida.
Entre una y otra cosa, Carmelita describirá los placeres y anécdotas de un día de campo familiar; nos compartirá su pasión por el futbol y el rechazo de Beto ante la idea de aceparla en las cascaritas callejeras; nos revelará su indiferencia a los juegos de muñecas; nos confesará su primer amor de infancia hacia Pepe (“el más guapo de la cuadra”), con quien sueña tener “una granja de hijos”; describirá los recurrentes desmayos que terminarán enviándola durante varios meses a un pabellón para el tratamiento de niños con cáncer, en el que nos presentará a los otros internos y desde el cual se enterará de la muerte de su amada abuela, a cuyo funeral no podrá acudir. Finalmente, restablecida y de vuelta al hogar paterno, Carmelita nos narrará el episodio, durante una tormenta, en el que estará a punto de morir, pero del que será salvada por una abuela que le indica que su hora no ha llegado y que es tiempo de volver al mundo para cumplir una vida plena.

Dos
Concebida como monólogo, Carmelita, la niña del mechón busca y logra implicar a su público (que, no hay que olvidarlo, es mayoritariamente infantil).
Desde el primer momento del trabajo, una Yareli Muñoz que suple con su desenvoltura natural ciertas carencias actorales, anuncia al público que va a necesitar de su colaboración para la creación de paisajes sonoros y “efectos especiales” a lo largo del relato. Un primer y ágil ensayo que captura el entusiasmo de la concurrencia conduce a recrear onomatopeyas que aluden al canto de un gallo o el rechinido de ventanas que se abren y se cierran. El ejercicio va aumentando paulatinamente su grado de complejidad al demandar sonidos que ilustren el paso de una estrella fugaz, la risueña presencia de un ermitaño o la lucha de una gallina que es devorada por un zorro, entre otras viñetas acústicas.
Otro elemento que acierta a conseguir la empatía del público es la música en vivo, a cargo del propio dramaturgo y director. José Luis Pineda se instala a un lado del espacio escénico, apenas visible, para acompañar a Yareli con un acordeón que lo mismo ambienta que acentúa matices con vivacidad.
En tanto, la escenografía se reduce a un atril que se emplea solamente durante el comienzo del monólogo y la presencia de tres estilizados rehiletes.
Pero dentro de la configuración anterior, el desafío más exigente de la dramaturgia es aquel que le impone a la actriz veloces transiciones para pasar de un personaje a otro, pues a lo largo de la obra Yareli debe representar a una docena de personajes o poco menos (desde un pequeño escarabajo-rinoceronte hasta los amiguitos de Carmelita en el pabellón del hospital, pasando por padres, abuela, médicos, ermitaño, un pájaro azul, etcétera).
Evidentemente, es difícil manejar los diversos pesos escénicos que exige tal anecdotario de presencias y, sobre todo, responder al tempo de interacción preciso entre ellas. No sólo hace falta la correcta administración de la energía en sí, sino el entrenamiento fisio-vocal más riguroso.
En este sentido, hay un momento de particular riqueza durante el episodio de Carmelita y el escarabajo que se posa en su brazo: aquel en el que nuestro personaje se desdobla entre la Carmelita que, asustada por la presencia del insecto y en crisis de pelos parados y dientes pelones, se demanda, histérica, a sí misma: “¡Pregúntale si es peligroso!”, mientras otra Carmelita, ecuánime, es la que interroga muy educadamente al pequeño coleóptero: “Disculpe, ¿es usted peligroso?”, las dos acotadas por una tercera Carmelita, totalmente dueña de la situación, que se dice a sí misma, observando sagaz y reflexiva al inofensivo insecto: “Ese cuernito no me inspira nada de confianza”.
Pero en realidad, y con absoluta franqueza, sólo recuerdo dos experiencias teatrales en las que esta elevada demanda de pesos escénicos y transiciones bien establecidas se ha cumplido a cabalidad: durante el monólogo Divino Pastor Góngora (visto en Morelia en 2003, durante la Muestra Nacional de Teatro de aquel año, protagonizado por Carlos Cobos) y durante el unipersonal Los días de Carlitos (visto en Ciudad Juárez en la Muestra Nacional de 2008 y aquí en Morelia en 2009, a cargo de Adrián Vázquez). Y en esos dos excepcionales casos estamos hablando, sin eufemismo, de súper-actores.
Sin embargo, si el desafío es muy alto, también es necesario puntualizar que Yareli Muñoz saca adelante el compromiso con una estrategia correcta, la de deslizar su desempeño actoral hacia otra dirección, desde la cual sus posibilidades sí le permiten cumplir con lo que se espera de ella: la de la fluida oralidad propia del cuentacuentos, desde cuya eficacia, a medio camino entre lo relatológico y la representación, logra ilustrar las situaciones que describe.
Es esta solución, desde mi punto de vista, la que consigue que el trabajo conserve un encanto indispensable y, sobre todo, una conexión genuina con el público (que es lo más importante en cualquier experiencia teatral), a despecho de las limitaciones que existen. Es claro que falta mucho más entrenamiento, pero el teatro está ahí.



Algunos instantes del monólogo de Santa Herejía Producciones, con el que abrieron las funciones de audición en las que seis grupos morelianos compiten para acudir a la Muestra Nacional de Teatro.



Los teatristas universitarios morelianos acapararon este año, en una experiencia inédita, las audiciones con miras a participar en la XXXI Muestra Nacional de Teatro (MNT), que se realizará en diciembre próximo en la ciudad de Guadalajara, Jalisco. Seis grupos morelianos, todos dirigidos por egresados de la licenciatura de Teatro de la Escuela Popular de Bellas Artes (dependiente de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo) mostraron sus propuestas ante dos integrantes de la dirección artística de la MNT 2010.
Las audiciones tuvieron como sede el foro alternativo La Bodega, de la Secretaría de Cultura de Michoacán y se emprendieron entre el sábado 28 y el domingo 29 de agosto, distribuidas en tres funciones diarias.
Los trabajos participantes fueron Carmelita, la niña del mechón, del grupo Santa Herejía, escrita y dirigida por José Luis Pineda. Round de Sombras, de Carmina Narro, del grupo Silencio Teatro en dirección de Ramsés Figueroa. Intimidad, de Hugo Hiriart, con el grupo PoluX Teatro y dirección de Hasam Díaz. Lágrimas de agua dulce, de Jaime Chabaud, con el grupo Hecho a mano y una dirección original de Perla Szuchmacher (+). La verdadera venganza del Gato Boris, de Maribel Carrasco con el grupo Sonaja Roja y dirección de José Suanate (Suárez Nateras), así como La luna vista por los muertos, de Daniel Rodríguez Barrón, con el grupo Aleatorio Teatro que dirige Sheila A. Rodríguez.
Ningún grupo profesional michoacano se inscribió este año a la Muestra Nacional de Teatro. Contrapeso, por ejemplo, se encuentra atareado en estos momentos resolviendo la puesta en escena de su obra sobre Emiliano Zapata, con miras a los festejos patrios de este año, la cual estará lista para su estreno en octubre o noviembre entrantes.
Mientras, las jornadas de audición comenzaron con una propuesta emprendida por el más veterano de quienes conforman al grupo de universitarios: José Luis Pineda Servín (Carmelita, la niña del mechón), ya treintañero, y las sesiones concluyeron con la propuesta de la realizadora más joven de la camada, Sheila A. Rodríguez (La luna vista por los muertos), que apenas remonta los veinte años de edad.

Presentes, Enrique Mijares y Alejandra
Tello, de la Dirección Artística de la MNT
Para audicionar los trabajos locales, estuvieron en Morelia el dramaturgo, director, ensayista y crítico teatral duranguense Enrique Mijares, así como la actriz, promotora cultural, catedrática de artes escénicas y crítica tapatía Alejandra Tello Arenas. Valga señalar aquí que, procedente de Chihuahua, donde también audicionó obras, el maestro Mijares no arribó a la capital michoacana sino hasta el sábado por la tarde, de modo que no pudo ver las dos primeras puestas en escena (Carmelita… y Round de sombras), que sólo fueron cubiertas por Alejandra Tello.
Al término de las dos jornadas teatrales de fin de semana, Poliedro entrevistó tanto a Mijares como a Tello Arenas. Ambos coincidieron en señalar que el teatro universitario que han encontrado en Morelia tiene propuestas y compromiso profesional. A continuación, las entrevistas con cada uno de los jurados.

Enrique Mijares: he visto mística teatral
“De lo que he visto en Morelia –dice el norteño Enrique Mijares–, lo que más me gusta es que estamos viendo resultados de gente de teatro que viene de estudios universitarios, con una formación académica de nivel superior. Prácticamente todo lo que hemos visto en Morelia es de egresados universitarios y lo importante es que veo un nivel de compromiso, de mística teatral, que en otras partes no se ve. Porque también hay lugares del país en los que, aunque haya escuelas o facultades de artes escénicas, de todos modos se opera a nivel de me vale madres y ahí se va, y eso no se vale”.
“Esta situación –abunda– me obligó a detallar, en la cláusula del acta de una de las muestras en las que participé, lo siguiente: hay grupos que toman por asalto el escenario y que son oportunistas porque se aprovechan de las características de la convocatoria, que permiten que el grupo se desplace de distintas partes del Estado con gastos pagados, hospedaje y alimentación, para venir a presentar cosas que no tienen absolutamente nada qué ver con el teatro. Hay gente que no tiene conciencia de lo que es el teatro, que no tiene esa veneración por el escenario que debemos profesar quienes atendemos al público. Pero hubo otros casos en los que vimos obras que ojalá veamos en la Muestra Nacional”.
Indica más adelante que, ya como jurado invitado a muestras estatales o como integrante de la dirección artística de la MNT para audicionar obras aspirantes, ha estado en Mérida, Tampico y Chihuahua. “Pero no se puede ver todo –lamenta–. Ojalá se pudiera, porque ver el teatro en carpeta o en video es muy difícil, muy engañoso. El teatro es una experiencia de comparecencia. De modo que ha sido mucho trabajo. Son 221 carpetas las que se inscribieron a la Muestra Nacional de este año y los integrantes de la dirección artística hemos terminamos hoy (domingo 29 de agosto). Pasado mañana, el día martes 31 de agosto, comenzamos la plenaria de la Dirección Artística de la Muestra Nacional de Teatro, que se extenderá hasta el jueves 2 de agosto. En esos tres días tenemos que resolver qué obras integrarán la Muestra de este año, así como programar el calendario de actividades de la muestra en sí y comenzar a revisar traslados, etcétera”.
En tanto, acerca del panorama escénico que ha advertido en estos meses, señala:
“En cada lugar encontramos niveles que van como en una montaña rusa: hay picos muy interesantes, pero también hay muy preocupantes abismos. En algunos casos hemos recomendado que, por favor, se pongan al corriente; lo malo es que la gente no tiene conciencia, no tiene humildad para aceptar las sugerencias y entonces piensan que uno quiso decirles que ‘no tenían talento’. Tuvimos problemas graves en algunas plazas en el sentido de que los que no resultaron premiados (porque en algunos casos sí fui jurado de muestras estatales), decían ‘¿pero por qué no nos premiaron?’ Y yo les decía: ‘lo que yo vi está plasmado en el acta’. No quieren entender que si estamos recomendando talleres o mesas de análisis en las muestras, tales sugerencias son por alguna razón. Ojalá que esa pasión que tienen para protestar también se viera en el escenario. Desgraciadamente no es así: quieren ganar por amiguismo con funcionarios o porque el jurado esté un poco a modo. Pero al Fonca, por ejemplo, le interesan jurados que no sean bien vistos, como es mi caso, porque eso significa que son jurados muy rigurosos que no contemplan amiguismos ni conocencias, sino trabajo: calidad.

Alejandra Tello: hay propuestas
“Vi propuestas interesantes de gente joven –dice, por su lado, la tapatía Alejandra Tello–. Pero Fernando de Ita siempre dice que no es bueno dar impresiones al terminar una función porque hay que analizar las cosas. Más cuando uno tiene como profesión dedicarse a la crítica teatral. Pero así, de entrada, aquí en Morelia vi propuestas”.
Interrogada acerca de cuántos trabajos michoacanos podrían participar en la Muestra Nacional, dice: “No sé cuántos lugares haya, porque esta es la primera vez que estoy en una dirección artística y son 32 estados de la República y 221 carpetas las que están inscritas. La revisión de ese material es exhaustiva. Pero una cosa sí tenemos muy clara en la dirección artística de la Muestra: el no incluir demasiadas obras del Distrito Federal porque la muestra se volvería centralista otra vez. Y de lo que se trata es que se presente lo mejor de todo el país. También hemos estado discutiendo que, como son tantas las puestas en escena, sólo deben entras las excelentes. Es decir, hay varias muy buenas que pueden ser invitadas, por ejemplo, a la sección La Muestra en Cinco Actos, pero definitivamente a la selección oficial sólo entrará lo excelente y yo soy de quienes que piensan que a la Muestra Nacional tiene que ir lo mejor de lo mejor”.
Concluye: “Enrique (Mijares) y yo no hemos platicado acerca de cuántas obras de las que hemos visto en Morelia se pueden incluir, vamos a discutir lo que vimos con la Dirección Artística, durante la plenaria. Y se decidirá en conjunto. Sería muy irresponsable de mi parte decir ahora ‘puede entrar esta o esta otra’. Hay que seguir un proceso”.

Ecos de las audiciones
Y como el proceso oficial de selección concluirá el viernes 3 de septiembre (dentro de unos cuantos días), cuando se darán a conocer los resultados, hay tiempo suficiente para dar cuenta en este blog de lo que han sido estas jornadas de audiciones protagonizadas por las nuevas generaciones de universitarios morelianos.
En el riguroso orden en que se presentaron, a partir de hoy mismo, las entregas de las audiciones morelianas en pos de la Muestra Nacional de Teatro.

EN VIDEO / Entrevistas con los jurados de la MNT



Quién sabe a los demás, pero a medios como este humilde blog nunca se nos invitó. Apenas al caer la tarde de ayer, en un brevísimo comunicado de prensa que en realidad era un pie de foto acompañado de tres imágenes, se nos compartió lo que están ustedes viendo arriba de estas líneas: el secretario de Cultura de Michoacán, Jaime Hernández Díaz, promoviendo, cual especie de Tío Gamboín (1917-1992), la edición especial de bicentenario, correspondiente a Michoacán, de la célebre marca de refresco de cola de la que fue gerente de piso, en una de sus filiales, nuestro querido y siempre bienamado presidente Vicente Fox Quezada (mhhh… no; esta vez ni la sorna me salió convincente. Demasiado macabro el asunto para intentar siquiera volverlo más grotesco de lo que es).
Las imágenes estaban acompañadas de este sucinto texto:
“Con la finalidad de hacer un respetuoso homenaje al Bicentenario de la Independencia y el Centenario de la Revolución Mexicana, la Secretaría de Cultura de Michoacán en coordinación con Coca Cola, presentaron la botella que representa a entidad dentro de la colección que vestirá la íconica (sic, en realidad debía estar escrito “icónica”) botella contour, en la que se muestra una abstracción de la mariposa monarca, ícono del estado y orgullo de México”.
Vale. Mal habría hecho la Coca Cola en pasar por alto las conmemoraciones patrias de la mayor colonia que posee en América Latina ¿no es así?. De todos modos, henos aquí, en plena puerilidad, celebrando El lado Coca Cola de la vida, bailando por un chesco o tentando al destino con la famosa bebida de la que dice el slogan (pero a la mexicana), que es “El refresco que te chispa la vida”. Salud.


EN VIDEO / Y sí te chispa la vida ¿eh?

Una cápsula cultural cortesía de destacados Youtubers.







En este blog dimos la nota en exclusiva hace un par de semanas (consúltenla aquí), pero este jueves 26 de agosto, a través de su comunicado de prensa 191, la Secretaría de Cultura de Michoacán está confirmando lo que yo llamé la “Mini-Muestra Estatal de Teatro 2010”, que este fin de semana, los días sábado 28 y domingo 29 de agosto, se celebrará en el foro La Bodega, con las seis obras locales que se inscribieron para participar en la Muestra Nacional de Teatro (MNT) y las cuales harán audición ante la dirección artística de la MNT.
Dice el sucinto boletín de prensa: “La Dirección Artística que evaluará a las agrupaciones participantes, para el caso de Michoacán, se integrará por Enrique Mijares y Alejandra Tello, quienes seleccionarán al representante estatal, el sábado 28 y domingo 29 de agosto, en el Foro La Bodega”.
De acuerdo al comunicado, estos son los horarios de las funciones, que están abiertas a todo público y con entrada gratuita, aunque el cupo es limitado:

SABADO 28 DE AGOSTO
12:00 horas. Carmelita, la niña del mechón. Grupo Santa Herejía. Escrita y dirigida por José Luis Pineda.
16:00 horas. Round de Sombras, de Carmina Narro. Grupo Silencio Teatro. Dirige Ramsés Figueroa.
20:30 horas. Intimidad, de Hugo Hiriart. Grupo PoluX Teatro. Dirige Hasam Díaz.

DOMINGO 29 DDE AGOSTO
11:00 horas. Lágrimas de agua dulce, de Jaime Chabaud. Grupo Hecho a mano. Dirección original de Perla Szuchmacher (+) Dirigen Ana Zavala y BenHadad Gómez.
16:00 horas. La verdadera venganza del Gato Boris, de Maribel Carrasco. Grupo Sonaja Roja. Dirige José Suanate.
20:00 horas. La luna vista por los muertos, de Daniel Rodríguez Barrón. Grupo Aleatorio Teatro. Dirige Sheila A. Rodríguez.


El equipo de jóvenes documentalistas veracruzanos durante una de las tomas de Manovuelta, documental dedicado a los museos comunitarios oaxaqueños.


Doña Morelia frente a la costa yucateca en un still del documental El camino hacia donde yo voy, de María Fernanda Rivero.

La vida en el ocaso
Con un extraordinario oficio narrativo, que construye una poética propia y de gran lirismo, el mediometraje en video El camino a donde yo voy toma como título el fragmento de un poema de León Felipe: “Nadie fue ayer ni irá mañana / por el camino donde yo voy. / Para cada quien tiene / un camino virgen el destino. / Y un rayo de luz, el sol”.
Siguiendo esta vocación de singularidades, y con un ritmo que se abre a partes iguales a lo contemplativo y a la reflexión, el material de 40 minutos realizado por María Fernanda Rivero nos muestra atisbos al ocaso de la vida entre ancianos de la comunidad mayense de Sotuta, Yucatán, donde la relación con la muerte matiza la miseria, la laboriosidad, los recuerdos y la alegría.
Conoceremos así, por ejemplo, a Eusebio, quien maneja un bicitaxi y fabrica miel en su rancho; es un personaje muy práctico y muy ocupado, que sólo vive para el trabajo. Naturalmente, sus concepciones sobre la vida, la muerte y el Más Allá están matizadas por ese pragmatismo.
Pero también nos encontraremos con parejas como la de Juanita y Teodoro o como la de Gabriel y Morelia. En el primer caso, se trata de dos octogenarios que, después de una vida dedicada al cultivo del maíz, consideran que ya han cumplido aquello para lo que vinieron al mundo, aceptan que ya están cansados y sólo aguardan la llegada de la muerte; en el segundo, en cambio, encontramos a dos personajes que se dedican a barrer las calles del pueblo y (ya sea juntos o alternadamente) a emborracharse a la menor oportunidad; existencias al vaivén de los días, cuyo azar encuentra reposo en la contemplación del mar.
El camino a donde yo voy es el quinto título que dirige María Fernanda Rivero (debut en 2005 con Kalan: la savia vida) y el documental obtuvo el premio Ariel al mejor cortometraje en marzo pasado. Es una experiencia memorable como reflexión de vida.

El material protagonista del documental Piedra de hormiguero, del videoasta michoacano Raúl Máximo.

Piedra de hormiguero
La contaminación con plomo en la alfarería vidriada de Santa Fe de la Laguna y la alternativa de volver a materiales tradicionales, sucedáneos de la greta, que ayudarían a combatir este problema, es el meollo del documental Piedra de hormiguero (Siruki Tsacapu, en puhrépecha), del videoasta michoacano Raúl Máximo.
En sus 27 minutos de duración, alfareros de la comunidad lacustre de Santa Fe de la Laguna, entre ellos Lorenzo Santana, describen los procesos tradicionales de los artesanos de la región para elaborar alfarería vidriada. Gracias a sus descripciones, sabemos que desde tiempos prehispánicos los artesanos purépechas empleaban el material denominado Piedra de hormiguero para obtener el vidriado negro característico de su alfarería, en tanto que los materiales con óxido de plomo fueron introducidos por Vasco de Quiroga.
A su vez, científicos purépechas como el MC Salvador Lucas dan cuenta de las propiedades de la greta y de la Piedra de hormiguero y aportan propuestas para mejorar los hornos tradicionales en los que se elabora alfarería de alta temperatura.
El problema de que se ocupa este trabajo es vigente y real. Del millón 500 mil artesanos registrados en el padrón nacional del Fondo Nacional para el Fomento de las Artesanías (Fonart), en 15 años sólo 9 mil 640 han aceptado trabajar con sustancias libres plomo, de acuerdo con cifras del propio fondo.
Sin embargo, informa el Fonart, no ha sido fácil hacer que los alfareros cambien la técnica tradicional, y de acuerdo con cifras de 2009, de 24 entidades que firmaron el Acuerdo Nacional para la Sustitución del Esmalte con Plomo, en 19 se ha logrado capacitar a gente en el uso de la greta sin plomo, entre ellos Michoacán (3 mil 435 alfareros capacitados), Oaxaca (2 mil 500), Puebla (mil 931) y el estado de México (754).
Los alfareros recurren a diversos argumentos para evitar usar el esmalte sin plomo: que a la gente no le gusta la loza con el nuevo esmalte, que no hay acceso fácil a la greta sin plomo, que la técnica ha estado en la familia desde años y no les ha pasado nada, etcétera.
Muchos artesanos sólo adoptan el esmalte sin plomo cuando comienzan a tener malestares y se les detectan índices altos del metal en la sangre, por lo que debieron cambiar su nivel de producción, su alimentación y estar en permanente desintoxicación.
Datos oficiales señalan que el nivel de plomo en la sangre no debe rebasar los 10 microgramos por decilitro (mcg/dl). A la intoxicación crónica por plomo se le conoce como saturnismo, producido por la lenta acumulación del elemento en el cuerpo, lo que ocurre a través de la exposición repetitiva al metal.
Los intoxicados presentan dificultad para aprender, daños al sistema nervioso y malformaciones físicas; de ahí que desde hace 15 años el Fonart lleva a cabo un programa para desalentar el uso de greta o esmalte con plomo, y motivar a los alfareros a usar esmalte libre del metal.
Los efectos del plomo son los mismos si se ingiere o inhala, y daña casi todos los órganos del cuerpo; el más sensible es el sistema nervioso. En mujeres embarazadas, la exposición a niveles altos de plomo puede producir saturnismo en el feto, el cual corre el riesgo de que al nacer tenga problemas físicos, como paladar hendido, estrabismo o labio leporino.

El museo comunitario de Santiago Huauclilla, uno de los espacios documentados en el video Manovuelta.

Manovuelta
En entrevista exclusiva con Poliedro, Luis Alberto Mendoza señala que Manovuelta nació como fruto de un error o, mejor dicho, como un instrumento para reparar un error.
Sucintamente, hace varios años, en la comunidad veracruzana de Piedra Labrada, el propio Luis Alberto y otros colegas llegaron para impulsar y conducir el proyecto de un museo comunitario, para el cual se dispuso de una partida federal.
“Desgraciadamente, como buenos antropólogos mestizos ingenuos, regamos el tepache con actitudes paternalistas. El dinero disponible se distribuyó a manos llenas, comenzó el proyecto del museo, los habitantes de la comunidad no sabían exactamente cómo se emprendía una tarea de este tipo, surgieron algunos pleitos locales por dinero, las cosas no funcionaban, la hechura del museo comunitario se abandonó a medias… un desastre”.
Para remediar el asunto, se optó por emprender un proyecto que fue respaldado por el Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (FONCA), cuyo objetivo era registrar y difundir en video algunas experiencias de este tipo que se han convertido en un referente no sólo nacional, sino internacional: los museos comunitarios de Oaxaca.
Fue así como siete jóvenes procedentes de la UVI-Selvas y del telebachillerato de Piedra Labrada recibieron una capacitación en técnicas de video y entrevista, y durante dos viajes en el año 2008 registraron las experiencias y vivencias de las personas de 12 comunidades oaxaqueñas de las zonas mixteca y zapoteca, que han desarrollado museos comunitarios, algunos con una trayectoria de más de 20 años.
“La intención era doble –dice–: darle a los habitantes de Piedra Labrada testimonios de primera mano acerca de cómo se erige un museo comunitario, pero también, en el buen sentido, picarles la cresta, acicatearles el orgullo, para que tomaran más en serio la idea del museo comunitario local”.
De las grabaciones realizadas durante 2008 se obtuvo una gran cantidad de material documental que durante todo 2009 se estuvo organizando y editando para dar forma a Manovuelta, cuyo título alude precisamente a la tradición de ayuda mutua para diferentes tareas entre las personas de una comunidad, que es la base que sustenta el trabajo que se ha llevado a cabo en los museos de Oaxaca, y que aún persiste con diferentes nombres en las zonas indígenas y rurales del país.
La versión final de este documental se presentó apenas en febrero pasado y se ha convertido en un material de consulta indispensable a la hora de aproximarse a la experiencia que han tenido comunidades de Oaxaca para impulsar museos comunitarios, mediante los emotivos testimonios de algunos de sus protagonistas y las imágenes de estos lugares y su patrimonio. Se plantea así una reflexión acerca de la importancia que han tenido este tipo de espacios para la memoria colectiva, la autorepresentación y la salvaguarda del patrimonio cultural basada en concepciones y formas de organización locales y en gran medida autónomas.



Narrado casi totalmente en idioma náhuatl, el video documental Nin Tekuani (Ángel Gabriel Álvarez, 2010. Estado de Morelos) abrió este lunes la competencia oficial del VI Festival de Cine y Video Indígena, en Morelia.
Subtitulado La identidad de un pueblo que se niega a morir, el material se ocupa de la fiesta que, entre diciembre y febrero de cada año, se realiza en la comunidad de Alpuyeca, Morelos, en conmemoración de la Virgen de la Purísima Concepción, patrona del lugar, y a quien está dedicado el 8 de diciembre.
La parte esencial de los festejos es protagonizada por la ancestral Danza de los Tecuanes o La caza del tigre, una manifestación artístico-ritual que se remonta a tiempos prehispánicos: ya la documenta Fray Bernardino de Sahagún en su Historia General de las cosas de la Nueva España (1540 - 1585).
A lo largo de casi cincuenta minutos, Nin Tekuani detalla desde las características y hechura de los instrumentos musicales que acompañan los festejos hasta la confección de los atuendos para la danza y las 12 estaciones narrativas que conforman a esta última a lo largo de sus aproximadamente 240 minutos de duración.
Entre una y otra cosa, el protagonista del documental es el pueblo de Alpuyeca, quien se entrega cada año a los preparativos de la fiesta con un poderoso sentido de devoción.
Este asunto de la devoción es importante. Ya en entrevista con este blog, al término de la función, Ángel Gabriel Álvarez detallaría que fue ese rasgo el que más lo atrajo a la hora de decidir conservar la memoria de la danza ritual en un testimonio audiovisual.
Con la mirada directa propia del buen periodista (antes de convertirse en videoasta, Ángel Gabriel Álvarez ha sido un reportero que se ha desenvuelto tanto en la prensa escrita como en medios electrónicos) Nin Tekuani se distribuye en cinco segmentos definidos que se ocupan de otros tantos temas. A saber: la crónica pormenorizada del discurso de la danza en sí misma; el seguimiento de los tres días que conforman la parte central del festejo (los preparativos de los días 6 y 7 de diciembre, así como la jornada climática del día 8); el registro de la jornada conclusiva de la fiesta, en el mes de febrero; entrevistas con distintos participantes de los festejos, captando sus recuerdos y opiniones sobre la misma, y documentación de campo a lo largo de varios meses para dar testimonio de diversos preparativos que van desde la organización social de la comunidad de acuerdo a usos y costumbres centenarios hasta la manufactura y preparación de distintos elementos que intervendrán en las conmemoraciones.


En la parte nucléica del filme, dedicada a describir los contenidos que se expresan en la danza de los Tekuanes, el video narra los episodios que dan sentido a cada una de las dos partes en que se distribuye el ritual festivo, en la primera de las cuales se da cuenta de la búsqueda del feroz animal, mientras que en la segunda se describe la cacería del Tekuán.
Estructurada a modo de leyenda, la historia que narra esta danza habla de cómo, hace mucho tiempo, al Salvadorchi, que era el hacendado local, le habían llegado rumores de que por sus tierras andaba rondando una temible criatura. Tanto él como los demás habitantes del pueblo andaban inquietos por los rugidos que se dejaban oír por los campos y que pertenecían al animal más temido por todos: el tigre.
Inquieto por la presencia de la bestia, el Salvadorchi manda llamar a su capataz (el Mayeso), al cual le pide ir en busca del tigre para matarlo. Este último dice que un hombre solo no podrá cumplir esa tarea y obtiene el permiso de contratar a un segundo personaje que figura en las danzas: el Changuasclero, famoso por su habilidad para confeccionar trampas.
Desgraciadamente, las habilidades del trampero son rebasadas por la astucia del felino, de modo que el Mayeso contrata a un virtuoso en el arco y la flecha: el Flechero, pero este último también fracasa en la empresa, tal como le ocurrirá a un personaje posterior: el Lancero.
Muy preocupado por los hechos, el Mayeso decide pedirle ayuda a un cuarto personaje; el Monterrey, “quien quizás era simplemente un extranjero que pasaba de visita por aquellos rumbos”. Como sea, a su vez el Monterrey fracasa y esto lleva al Mayeso a terminar pidiendo ayuda a el Rastrero, que es un experimentado cazador al que siempre acompaña su mascota, la Perra.
Auxiliado por su animal, por otros dos nuevos personajes (el Tirador y el Gerbacio), el Rastrero traba feroz combate con el tecuán y entre todos consiguen, al fin, darle muerte.
Lo curioso de esta historia es que, naturalmente, se pueden rastrear en ella distintas metáforas que aluden al tema de la colonización por parte de los españoles y el sometimiento de los grupos indígenas. A fin de cuentas, ¿Qué otra cosa es el tekuani sino la manifestación simbólica de las fuerzas telúricas, de las potencias silvestres e indomadas de los naturales de Mesoamérica? De allí que, desde una aproximación al mito desde este ángulo, en la danza del Tekuani la muerte del feroz tigre no representa sino la simbólica dominación del español sobre el indígena.
Pero quedarse en esta lectura sería, a su vez, tremendamente reduccionista. Ante todo, porque –aunque sea una interpretación contemporáneamente correcta, dados los hechos que nos llevaron a los tres siglos de la época colonial–, no es fiel a las verdaderas raíces precolombinas de esta práctica. En este sentido, otra aproximación importante al mito y al ritual, y que es precisamente la que enarbola este documental, es la que propone que la danza del Tekuani es una herencia cultural de los primeros pobladores de la región, es decir, los Olmecas, para los cuales el jaguar (tigre) representaba a una divinidad de la fertilidad y de la fecundidad, tal como documenta cierto bajorrelieve que se localiza en el Palacio de Cortés, en Cuernavaca, Morelos.
A este sentido original se añade el hecho de que la danza del tekuán cumple hasta nuestros días una función específica en la comunidad de Alpuyeca, que es la oración que se eleva por la generosa lluvia y por la buena siembra (ambas preservadoras de la vida de los hombres) y cuestiones indispensables entre comunidades esencialmente agrícolas). Estas devociones están actualmente poderosamente conectadas con la adoración que se le rinde a la Virgen de la Purísima Concepción.

Originario del DF, pero radicado en Cuernavaca, el videoasta y periodista Ángel Gabriel Álvarez, 2010 dice en entrevista con Poliedro que, durante su trayectoria como comunicador, se ha ocupado tanto de reportajes de tema social como de saqueo de arte sacro y de conservación del medio. “Mi trabajo para medios electrónicos fue lo que me acercó al documentalismo. Creo que el lenguaje audiovisual es una herramienta importantísima en nuestros tiempos para mostrar aquellas cosas que nos son ajenas, por ejemplo las tradiciones, las creencias y la forma de vida de las comunidades étnicas del país. Esto es, en todo caso, lo que me motivó a filmar este documental acerca de la Danza de los Tekuani: mostrar esa parte que desconocemos, qué hay del otro lado. Lo asombroso de una tradición como la de esta danza, es que sobrevive a pesar de la miseria en la que viven las comunidades. También es uno de los canales más poderosos para preservar el idioma materno de la región, que es el náhuatl”.



La pequeña semilla en el asfalto
Realizado entre 2009 y 2010 y estructurado a partir de cuatro historias que se van intercalando para poner a dialogar tanto sus afinidades como sus contrastes, el documental La pequeña semilla en el asfalto es una exploración acerca de la manera en que las jóvenes generaciones pertenecientes a distintas etnias chiapanecas asumen las riendas de su destino y comienzan a escribir sus propias historias. Historias insertas en un mundo global que es, al mismo tiempo, cosmopolita pero intolerante, lleno de oportunidades nuevas, pero también de viejos prejuicios.
A lo largo de 77 minutos de duración, el filme nos muestra los casos de Dolores Santiz, Pascuala Díaz, Floriano Enrique (el Ronyk) y Flavio Jiménez, cuatro indígenas que abandonaron sus comunidades maternas, algunas muy adentro, en la selva lacandona, a fin de abrirse paso en la ciudad de San Cristóbal de las Casas, casi todos ellos con el objetivo preciso de emprender o continuar sus estudios superiores al seno de la Universidad Intercultural.
Desde este punto de partida, cada una de las cuatro historias exhibe los retos, dilemas y anécdotas de los personajes durante sus esfuerzos por abrirse paso y encontrar su lugar en el México actual.

En entrevista, Pedro Daniel López López indica: “Me importaba mucho poder reflexionar acerca de lo que ha estado pasando en Chiapas a partir de 1994, cuando se dio el alzamiento del EZLN. Desde entonces, por ejemplo, los procesos de migración desde las comunidades a centros urbanos, han aumentado. Muchos jóvenes se van a las urbes, sobre todo, a emprender estudios. Algunos de ellos salen de sus comunidades y nunca más los vuelven a ver, pero está la otra parte, que en la película la representan personajes como el de Flavio López, que siempre está pensando en su gente, en su familia, precisamente porque tiene una conciencia social debidamente formada. De hecho, siendo todavía un niño, él fue promotor de salud durante la guerra de 1994-95 contra los zapatistas y su misma familia fue parte del movimiento zapatista, de modo que es natural que él esté muy vinculado a su comunidad. El otro lado de la moneda es Pascuala. Ella dice: ‘yo me quiero ir a otro Estado donde me pueda desarrollar, seguir estudiando y encontrar un destino mejor’. A mí me parece que las dos cosas son válidas; en todo caso, se me hace muy difícil juzgar quién tiene más razón que otro. Todos tenemos derecho a buscar nuestra mejor manera de vivir”.
Interrogado al respecto, el cineasta agrega más adelante:
“Yo elegí estas historias porque sentía cierta urgencia por hablar de qué es lo que está pasando con los jóvenes indígenas, de manera muy precisa en San Cristóbal de las Casas, que es una ciudad muy especial porque en ella viven los coletos, que son los que se hacen llamar a sí mismos descendientes directos de los españoles. Ese orgullo los vuelve muy racistas, muy discriminadores y, a causa de ese rasgo, en San Cristóbal de las Casas siempre se ha dicho que los indígenas ‘nomás llegan a invadir, a estorbar y a ensuciar la ciudad’. Entonces me interesaba mucho contar historias como las que aparecen en La pequeña semilla en el asfalto para demostrar que eso no es verdad, que los indígenas sí estamos aportando. Que somos artistas, científicos, comunicadores… Que somos inteligentes, que tenemos sueños y metas, sobre todo entre los jóvenes”.



“Hay muchos procesos –reconoce después–. En Chiapas hemos tenido la experiencia de un levantamiento armado y hay muchísimas cosas de qué hablar. Sobre todo porque prácticamente todo el cine mexicano se ha quedado con sus ojos fijos en el centro y siempre habla del DF o de conflictos entre personajes de clase media. En Chiapas, en cambio, hay miles de historias; serían interminables de contar”.
Abundará más tarde acerca de su interés por explorar un tercer tema con este filme: lo que ha pasado con la Universidad Intercultural, que fue un legado del gobierno federal foxista. Dice:
“Fue muy curioso lo que ocurrió con la primera generación de egresados. Algunos acabaron su carrera y no sabían qué onda con sus vidas. Otros querían convertirse en profesores, porque se dispersó un chisme en el sentido de que a varios podrían darles plazas, pero finalmente resultó ser una mentira; luego se dijo que se les podía insertar en el sector turístico, pero eso tampoco resultó cierto. Muchos jóvenes estaban muy desilusionados, algunos pensaban en tomar la universidad. Dolores, que es uno de los personajes de mi documental, dijo: ‘no hay qué esperar a que nos den, hay que innovar nosotros fuentes de trabajos’. Y eso es precisamente lo que está haciendo. Ella está echando a andar una cooperativa de tejido, está trabajando mucho lo que es la elaboración artesanal del pox (un aguardiente tradicional chiapaneco) y su objetivo es crear un centro ecoturístico donde el visitante pueda conocer el proceso para hacer el pox, así como los procesos para la artesanía y a la vez vender esos productos”.
“Hay muchas historias –concluye– y narrándolas habemos muchos videoastas, activistas, líderes, cooperativas, mujeres… Me siento a gusto porque estamos demostrando que sí sabemos”.

El filme La pequeña semilla en el asfalto comenzó a ser desarrollado con una beca de la fundación Rockefeller. “Pero se acabó el dinero y creí que se iba a quedar en cortometraje. Tenía una versión de 35 minutos. Luego, en el Festival Internacional de Cine de Morelia de 2008, acudí a una charla sobre cine indígena y platiqué del proyecto. Estaba de moderadora Marina Stavenhaggen, directora de Imcine, y me dijo que la presentara a las convocatorias del Instituto. La inscribí y resultó seleccionada. Vimos que podía dar para un largo. Grabamos más material y nos llevamos seis meses de edición. Luego, durante todo 2009, fue postproducción: corrección de color, diseño de audio… pero también nos tocó la crisis y eso nos causó muchos problemas porque la mayoría de los presupuestos y cotizaciones eran en dólares. Tuvimos que negociar y la directora de Imcine nos apoyó para hacer el transfer de video a 35 mm. Ese fue el proceso para filmar esta película”.




Fragmentos de la entrevista con el realizador Ángel Gabriel Vargas, del documental Nin Tekuani.