Difusión a los premios Eréndira

Roberto Briceño y


la Mirada de Babel


Dialécticamente tríadicos, tres personajes aparecen en escena durante la pieza en un acto Mirada (Roberto Briceño, 2005), aunque más que personajes son más bien entidades: presencias que alzan su voz para cuestionar la validez de conceptos como la veracidad de nuestras percepciones, la eficacia de la palabra como medio de comunicación y la pertinencia del mundo de la vida como un mundo cultural, es decir, como universo de significación para los individuos, quienes debemos interpretarlo para orientarnos y conducirnos en él.

Estos y otros temas caros para las reflexiones filosóficas en torno a la comunicación y a la percepción de la realidad dan sentido a este trabajo que le mereció a su autor y director, Roberto Briceño Figueras, el premio de la Muestra Estatal de Teatro 2010.
La obra, repuesta en formato de lectura en atril, fue llevada a escena el domingo 15 de diciembre en el Centro Cultural Clavijero, como parte de las actividades de homenaje y difusión al quehacer de los ganadores del Premio de las Artes Eréndira, ya que Briceño Figueras fue recipendario del galardón en su edición 2011.
La lectura dramatizada contó con la participación de los actores Yesenia Barajas, Juan Velázquez y Justo Rodriguez, los dos primeros ocupando los papeles que en la puesta en escena original recaían en Sheyla Rodríguez y Sergio González Pérez.
La presentación del trabajo en formato de lectura ha tenido su valor, ante todo porque hace recaer todo el peso en la palabra, en la oralidad, prescindiendo del espacio escénico en sí e incluso, hasta cierto punto, de la presencia del cuerpo. Este acento a la palabra, que es a la vez la gran protagonista y el atributo más cuestionado por el discurso de la obra, ha sido un acierto que en cualquier otro caso habría lucido menos.
Vale recordar, sin embargo, que la puesta original acentuaba un espacio geométrico y cerrado definido por un cuadrilátero de luz (es decir, a la vez concreto pero etéreo, insustancial) y despojado de cualquier otro elemento escenográfico. Esta poética del vacío instalaba a los personajes-voz, no en un espacio físico, sino en un espacio mental, ya que el espacio que los espectadores teníamos ante nosotros era el de nuestra propia mirada.
A propósito de esto, en el video que abre esta entrega he hecho una breve edición a partir de un video que registra aspectos de la puesta en escena original, perteneciente a la Asociación Teatral Contrapeso, de la que es director Roberto Briceño.
Concluye el video con una breve entrevista al realizador que es, sin duda, uno de los referentes del teatro michoacano de los últimos treinta años.

Difusión para los

premios Eréndira

Presentan los primeros dos catálogos y abren exposición


Las primeras dos antología dedicadas a los ganadores del Premio Estatal de las Artes Eréndira en el periodo 2005-2012 en las categorías de Artes visuales y Artes tradicionales vieron la luz pública el pasado miércoles 11 de diciembre, durante una presentación que tuvo como sede el patio principal del Centro Cultural Clavijero, en Morelia.
La velada, variada y amena, comenzó poco después de las 5:30 de la tarde y concluyó ya bien entrada la noche, unas cuatro horas después.
El programa incluyó el acto de presentación en sí, que reunió a los coordinadores de cada proyecto editorial, a varios de los autores que participaron con sus ensayos y a casi todos los artistas homenajeados en los dos volúmenes. Más adelante se realizó la inauguración y recorrido por la exposición Obra artística de los creadores visuales y tradicionales galardonados con el Premio Estatal de las Artes Eréndira 2005-2012, que reúne 33 obras en los ámbitos de la pintura, la estampa, la escultura, libros de autor, cerámica, máscaras, carteles y laudería, las cuales dan ejemplo del quehacer de los galardonados.

Para cerrar la velada se proyectó una colección de materiales audiovisuales con semblanzas y entrevistas a los creadores; la serie de breves documentales se proyectó sobre uno de los muros de la planta baja del recinto jesuita, mientras público e invitados eran convidados a un generoso banquete de bocadillos y vino de honor.
En su conjunto, el encuentro dedicado a celebrar a los prolíficos y veteranos maestros reseñados en las antologías, tuvo sabor de fiesta.

ARTES VISUALES Y ARTES TRADICIONALES

Las dos antologías presentadas el miércoles
La presentación de las antologías estuvo presidida por el secretario de cultura de Michoacán, Marco Antonio Aguilar Cortés. Le correspondió a Argelia Martínez, directora de Vinculación e Integración Cultural de la dependencia y coordinadora general del proyecto por parte de la Secretaría de Cultura, el moderar las intervenciones.
En primer término, la coordinadora de la antología dedicada a las artes tradicionales, Amalia Ramírez Garayzar, detalló los contenidos del volumen e indicó que, por el perfil de los investigadores y especialistas convocados, los ensayos tienen una definida orientación hacia los terrenos de la antropología social. También celebró el hecho de que los libros aparezcan en una edición bilingüe, español-purépecha, respondiendo a lo que contempla la Ley de Cultura de Michoacán y llamó la atención hacia la suma de esfuerzos inter institucionales, particularmente entre planteles de educación superior, para hacer posible el proyecto de divulgación. Consideró que materiales como estos contribuyen a demostrar que "en Michoacán hay mucha gente buena".
Los autores que escriben en la antología de Artes tradicionales son Eva María Garrido Izaguirre, Rosa María González Mora, Alejandro Martínez de la Rosa y Leobardo Armando Ceja Bravo, quienes se ocupan de la vida y obra de Emilio Molinero, Saulo Moreno Hernández, Fernando Mendoza, Victoriano Salgado y Juan Nicanor Pascoe.
A su vez, la coordinadora de la antología de Artes Visuales, Ioulia Akhmadeeva, acentuó la experiencia de colaboración que permitió sumar talentos entre ensayistas, diseñadores y fotógrafos, a fin de generar las cuatro antologías que difunden el quehacer de artistas y artesanos. "Es una obra producida por y para michoacanos que se enorgullecen de sus artistas" afirmó.
Como es habitual en estos casos, sostuvo que "unas páginas no pueden cubrir todo lo alusivo a la obra de un autor", pero detalló que cada ensayo incluye análisis acerca de la historia, los procesos creativos y en su caso la labor docente de cada artista reseñado.
Los ensayistas de este volumen son Eugenia Macías, Ireri Ortiz Silva, Francisco Bautista Rangel, Marisel Vázquez y María del Rosario Zamudio.

INTEGRAR LO DIVERSO: ARGELIA CASTILLO
En su turno, la crítica de arte Argelia Castillo, curadora de la exposición abierta en una sala de la planta baja del Centro Cultural Clavijero, señaló de manera sucinta que la intención del guión ha sido mostrar un criterio de unidad dentro de la diversidad de las 33 obras reunidas y que rinden ejemplos del trabajo de los once autores galardonados con el Premio Eréndira entre 2005 y 2012.
Señaló que, si bien cada uno de los creadores marca significativas distancias en gramáticas creadoras, disciplinas y técnicas, todos están reunidos por el denominador de oficios tenaces y las improntas de una profunda sensibilidad artística. La investigadora celebró la calidad de las publicaciones, "bien documentadas, tanto textual como iconográficamente".

FORTALECER A LAS INSTITUCIONES
La última intervención de la velada le correspondió, como anfitrión, al secretario de cultura.
En lo esencial, el servidor público señaló que el Gobierno del Estado busca que "los premios que la población otorga a través de sus instituciones no sean meros flashazos sin antecedentes ni consecuencias, sino parte de un proceso", pues a quien se le otorga un premio no sólo se le reconoce, sino que también se le impone un deber social, "así como es deber de un Estado no sólo castigar, sino premiar".
En este tenor, propuso que el deber de un galardonado es acrecentar la institución del premio, así como es necesario que sea la sociedad la que fortalezca a sus instituciones.
Los comentarios del funcionario abrieron con la observación de que no era casual haber organizado esta ceremonia en el recinto jesuita, ya que la más escolástica de las órdenes religiosas de Occidente fue en su momento una de las instituciones que más se preocupó por estudiar y reconstruir la identidad de los pueblos precolombinos del Nuevo Mundo. Esta vocación por comprender, rescatar y difundir una identidad dijo, es la misma que ha animado al proyecto de darle difusión al quehacer de los recipendarios del Premio Eréndira.   

LA EXPOSICIÓN, APUNTES DESDE LA CÉDULA
El texto de la cédula de sala de la colectiva Obra artística de los creadores visuales y tradicionales galardonados con el Premio Estatal de las Artes Eréndira 2005-2012 es breve, preciso y erudito. Orienta con sencillez y anima al espectador a emprender su propio recorrido por los trabajos que se exhiben.
Escrito por la crítica de arte Argelia Castillo, curadora de la muestra, entresaco del texto los siguientes párrafos:
La presente exposición reúne obras de los artistas visuales y tradicionales galardonados entre 2005 y 2012 con el Premio Estatal de las Artes Eréndira.
El objetivo de esta muestra es acercar al público a una serie de trabajos representativos de las trayectorias artísticas que han sido meritorias de tan importante distinción en Michoacán.
Abanico de propuestas temáticas y formales, de disciplinas y lenguajes, de técnicas y materiales, el conjunto de las piezas exhibidas revela como ejes articuladores lo perseverante del oficio, el virtuosismo de la factura, la práctica de la imaginación y el triunfo de la sensibilidad artística.
El itinerario expositivo incluye desde la refinada cerámica con diseños prehispánicos de Emilio Molinero, hasta la sugerente escultura contemporánea en cobre martillado de Ana Pellicer, pasando por la versada estatuaria femenina en bronce de Felipe Castañeda.
El ánimo lúdico del bestiario fantástico en los alambroides de Saulo Moreno establece un contrapunto con la solemnidad ritual de las máscaras en maque de Victoriano Salgado, al tiempo que las coloridas acuarelas de Nicolás de la Torre y los minuciosos óleos de Gerónimo Mateo Madrigal indagan en el territorio de la tradición, el origen y la identidad.
Con un vocabulario pictórico moderno, las telas de Luis Palomares recogen el trazo puntual de una inspirada paisajística del terruño, mientras que los lienzos de Jesús Escalera Romero dan cabida a la emergencia de un repertorio insólito de seres evanescentes.
Completan el recorrido objetos artísticos adscritos a dos nobles oficios ejercitados como poéticas: el de la laudería en los instrumentos de cuerdas de Fernando Mendoza Madrigal, y el de la impresión en los libros y carteles de Juan Pascoe Pierce.

Centro Cultural UNAM:

balances y proyectos


La apertura de una sala de lectura para usuarios de 4 a 12 años de edad, reforzada con un programa de cuentacuentos, así como un programa de 28 talleres de iniciación artística, de los cuales diez son para niños y dieciocho para adultos, conforman parte de la oferta que brindará el Centro Cultural UNAM a partir de febrero de 2014.
El recinto, que fue inaugurado en Morelia el pasado mes de mayo, ha emprendido un total de 87 actividades en el periodo que abarca de agosto a la fecha, en beneficio de más de doce mil personas.
Estas y otras estimaciones fueron formuladas por Ivonne Zárate, actual coordinadora del Centro Cultural UNAM, durante una entrevista.

Acerca de los talleres que se ofrecerán a partir del 4 de febrero y que concluirán en mayo, indicó que las disciplinas cubiertas son danza, teatro, artes plásticas, música y literatura. Del total de los talleres, 18 son para adultos que podrán inscribirse a las disciplinas de Teatro, Montaje, Guitarra, Composición musical, Jarana, Fotografía, Ilustración, Dibujo anatómico, Creación literaria, Salsa, Zapateados de México y Lectura de la imagen artística.
La oferta para niños incluye 10 talleres: Teatro para niños, Guitarra básica, Estimulación musical, Artes plásticas, Teatro y Fomento a la lectura.
La edad mínima para cursar alguno de estos talleres es de cuatro años, la máxima 13.
En comparación con el programa de talleres que hubo durante la segunda mitad del 2013, el Centro Cultural UNAM ofrecerá ahora nuevos horarios. Los talleres de creación literaria y de crónica se impartirán en la mañana y al medio día, buscando ofrecer al público diversas alternativas en horarios y fechas.
De acuerdo con el balance realizado por Zárate, esta oferta supera la que se ofreció durante el semestre pasado, de agosto a noviembre de 2013, en el que se tuvo un total de 17 talleres y 208 alumnos.
La mayor parte de los instructores darán continuidad a sus talleres en el próximo semestre. A ellos se suma Antonio Monter, que impartirá un taller sobre crónicas, dos veces por semana de 12:00 a 14:00 horas.

Desglosando cifras, Zárate indicó que en su primer semestre de funcionamiento, el Centro Cultural de la UNAM ofreció un total de 11 conciertos a los que asistieron mil 539 personas. Por otro lado, se inauguraron cuatro exposiciones, se ofrecieron cinco talleres extras, adicionales a los citados, así como ocho actividades literarias, 12 charlas y conferencias, 24 proyecciones cinematográficas y cinco encuentros y festivales culturales.
El Centro Cultural de la UNAM en Morelia continúa creciendo, está pronto a abrir el servicio de librería y café, la venta de artesanía y las salas de museo de sitio.
Durante el periodo de asueto por vacaciones de invierno, el Centro Cultural permanecerá cerrado y reabrirá sus puertas a partir del lunes 6 de enero cuando inician las inscripciones a sus talleres de iniciación artística.
Para mayores informes los interesados pueden acudir al recinto universitario o establecer contacto en el correo electrónico: centrocultural@enesmorelia.uanm.mx.

ILE, DE ANA ALANÍS:

LA DESOLADA PERSISTENCIA

The day the walls of the cities / will crumble away / uncovering our naked souls, / we'll all start singing, / shouting, screaming / loud , loud , loud , loud.
Vangelis y los Niños de Afrodita en el álbum 666 (1972)



Instalada en una radical frontera: aquella que media entre la árida desolación de la arena y el arrullo infinito y maternal del mar, yace la isla, ovillada sobre sí.
A solas despierta, piedra entre las piedras. Oleaje mineral que se desenrosca y asciende por la evolución en un delirio que va de la piedra al reptil, del reptil al homínido, del homínido al humano capaz del sueño pero también de la alegría, del anhelo, de la tristeza o el desconsuelo ante la conciencia de su propia soledad.
Y esta presencia solitaria, que continuamente oscila entre la isla-entidad (que es quietud e inmovilidad) y lo humano-individuo (que actúa y busca relacionarse con lo que le rodea), habita el escenario para practicar una permanente sucesión de ensayos.


El ensayo lo abarca todo en Ile (Isla), el más reciente trabajo de la coreógrafa Ana Alanís. Ninguna intención es definitiva. Sólo cuenta la tenaz persistencia de llegar a ser.
La obra se inspira libremente en el texto Relato (Récit), del escritor y poeta francés Edmond Jabès, y fue estrenada en Morelia este diciembre como resultado de un proyecto apoyado por el Sistema Estatal de Creadores (Secrea), a través del Programa de Estímulos a la Creación y Desarrollo Artístico de Michoacán (Pecdam).


Inscrita dentro del movimiento butoh, Ile es danza, pero ante todo ofrenda. No veremos aquí fraseos corporales, secuencias de movimiento o algún diseño formal propios de lo que llamamos danza contemporánea. Esta experiencia remonta esas estructuras en pos de generar su propio lenguaje. Es más un ritual sanador, en la medida en que la verdad estética restituye y ordena nuestros atributos humanos, dándonos la oportunidad de la plenitud.
En Ile el cuerpo deviene sentimiento puro; los movimientos, emoción en acto.
Desde este punto de vista, el personaje tiene vocación de poeta. Es su tarea cantar y tocar y vivir como si fuera el primero en hacerlo.
Para ello mantiene de manera especial una permanente interacción con las piedras que la rodean y la refieren, y que pudieran ser, cada una a su manera, como la rosa de El Principito (Antoine de Saint–Exupéry, 1943), a las que dedica apegos, rechazos, pulsos maternales, iras, desilusiones, reclamos y caricias.


En un primer tiempo es la piedra-fardo que se lleva al lomo, acunada por un estribillo siempre inconcluso. La piedra-proyectil, siempre a punto de ser lanzada pero que nunca encuentra destinatario. La piedra-máscara que arranca aullidos largos. La piedra-bebé que surge al mundo en un sereno parto. La piedra rasgueada, percutida y frotada para concebir una música concreta, acusmática, que acompaña cierto melancólico canturreo que es siempre preludio, una pura anunciación quebrada por el llanto, el grito o el suspenso.
Al final, es la piedra-caracola y su mágico sortilegio acuático.


Barrunta el mar y, en un segundo tiempo del trabajo, el eco traslada al personaje a otro ámbito: el de la bruma y el océano.
Es la hora de las delicadas manos-pez y de los cantos de sirena rotos por jadeos simiescos. Es la hora de los fugaces barquitos a los que el náufrago despide con un beso, porque instalado en su cuenco de mar, espuma y marea él mismo, ha asumido y aceptado el incierto asombro de las aguas.
No hay espacio sino para el devoto arrullo a esa piedra permanentemente querida y rechazada, y bajo cuyo peso también se operan las mayores mutaciones: aquellas que conducen de un mundo a otro, de una a otra realidad.


El tercer tiempo será el regreso a la isla y a los intentos de tender lazos con el mundo y con la memoria. Ante todo, de construir esa música órfica, geométrica, inquietante, capaz de articular sentidos arrebatados a la roca y al metal desde el golpe y la fricción, desde la desesperación o la sutileza, y que al final se van apagando en el tenue ascenso del ocaso.
No hay final. Sólo reposo. Un paréntesis. Antes de que vuelva el alba, todo continuará al amparo de la sombra. Ensayo y error, provocación y acierto. Anhelo de decir y ansia de guardar silencio.
Pulsos comunes, que en nada nos son ajenos. Esta es la isla primordial de la que todos somos deudores, todos venimos de allí.
Y es que, como escribe el propio Jabès: "La isla fue en otra época la falta, el agujero, / el olvido. / ¿Cómo se produjo? / Un vacío repleto de piedras / en el medio de las ondas". 



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Fallece el Dr.

Ireneo Rojas

El doctor Rojas en junio de 2012, durante el acto de toma de protesta como responsable de la Universidad Intercultural Indígena de Michoacán. FOTO: DEPTO. DE COMUNICACIÓN DE LA UIIM.

Un infarto complicado por un cuadro de neumonía cobró la vida del doctor en físico matemáticas Ireneo Rojas Hernández, poco antes del alba de este sábado 7 de diciembre de 2013. Tenía 72 años de edad.
Políglota y hombre cosmopolita, el doctor Rojas Hernández fue ante todo uno de los líderes étnicos más importantes del país a nivel regional, de manera particular en el ámbito de la academia y de las instituciones de educación superior y media–superior. Esta es, me parece, la dimensión que mejor lo define.
Tras realizar los primeros estudios en su Cherán natal, concluyó su licenciatura en Físico
Matemáticas en la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo (UMSNH) en los años sesenta y continuó sus estudios en el Instituto Politécnico Nacional. Más tarde obtuvo una beca de especialización que le permitió viajar a Europa, donde permaneció casi una década, hasta doctorarse como físico matemático en Alemania, en la Universidad Eberhardina de la ciudad de Tübingen.
Volvió a Michoacán y se desempeñó como profesor e investigador en la UMSNH y también ocupó puestos en la administración pública estatal, como el de jefe del Departamento de Educación Indígena, dependiente de la Secretaría de Educación en el Estado. A partir de 1987 ingresó como miembro del Seminario de Cultura Mexicana, corresponsalía Morelia.
Dada su larga estancia en Europa, dominaba el alemán y el inglés y también se las entendía con el francés y el italiano. Este rasgo contribuyó sin duda a fortalecer su interés por la preservación de su lengua materna (quizás recordando que Octavio Paz escribió una vez que "cada lenguaje es una forma de sentir el mundo"). De allí los pasos que lo condujeron a fundar y coordinar, en 1992, el 
Centro de Investigación y Estudio de la Cultura Purépecha, al seno del cual impulsó como uno de los principales proyectos uno de investigación sobre la  lingüística del idioma de su grupo originario.
Yo lo conocí cuando fue designado director del Instituto Michoacano de Cultura (fue el cuarto titular del IMC, luego de Homero Aridjis, Humberto Urquiza y Saúl Juárez), durante el interinato gubernamental de Genovevo Figueroa Zamudio, en el turbulento lapso que medió entre 1988 y 1992, cuando la caza de brujas contra el Frente Democrático Nacional y luego contra el PRD estaba en su apogeo. Su periodo en el IMC se caracterizó por los esfuerzos dedicados a difundir las diferentes manifestaciones y tradiciones de la cultura purépecha, de manera particular en el terreno de la música.

Era un hombre que sabía escuchar y austero en el hablar. A pesar de que su semblante era básicamente adusto, la sonrisa le salía fácil, aunque discreta.
Nacido en mayo de 1941 en la comunidad de Cherán, el académico, docente y promotor cultural fue un hombre preocupado por colaborar al desarrollo de una relación intercultural armoniosa entre el pueblo purépecha y el mundo mestizo. A ese objetivo dirigió la mayor parte de su quehacer, al punto que se le reconoce más por sus experiencias para ensanchar el conocimiento sobre el horizonte cultural de su etnia materna que por los estudios y publicaciones que emprendió en el campo de su especialidad dentro de las Ciencias Duras.

Entre sus investigaciones figuran ensayos como "Cálculo teórico de las funciones de onda del polarón en cristales iónicos"; "Probabilidades de transición radiactiva y no radiactiva en estados excitados F y F' en cristales iónicos" y "Cálculos numéricos de la absorción óptica en los cristales iónicos NaCI, KCI y KBr". También impartió múltiples conferencias sobre física e investigación científica en diferentes instituciones de educación media y superior e institutos de física de la República Mexicana.
El volumen de trabajos como los anteriores sólo es rebasado por el de los estudios que dedicó a su idioma natal. El más significativo de ellos es probablemente "El idioma de Michoacán" (Uandakua Michoakani Anapu), aparecido en 1992. A esta obra se suman títulos como "Escritos y fuentes de la Lengua P'urhepecha", "Impacto Social de la Tecnología en las Comunidades Indígenas" y "Experiencias Generales y Específicas del Centro de Investigación y Estudio de la Cultura P'urhepecha", a los que hay que añadir su co-autoría en el libro "Introducción al Idioma P'urhepecha" y su participación en la recopilación y traducción del folleto "Cuentos P'urhepecha". También fue co-autor del cuaderno de investigación "Pirekuecha", que editó la Universidad Michoacana en 1987 y de las traducciones al español de los poemas purépechas que conforman la edición de "La Troje Encantada".
Entre muchas actividades vinculadas a la burocracia, la docencia y la divulgación, en marzo de 1993 se integró como miembro del consejo asesor del Programa de Lenguas y Literatura Indígenas, de Conaculta. Desde 1996 fue presidente del Seminario de Análisis de Experiencias Indígenas, A.C. y apenas en junio de 2012 había tomado protesta como titular de la rectoría de la Universidad Intercultural Indígena de Michoacán (UIIM).
Una de sus últimas actividades significativas tuvo que ver, hace unos meses, con la puesta en marcha del Centro Juvenil para el Desarrollo de Ecotecnias (CEJUDE).


Difundirá Secum la obra

de galardonados con el

Premio Eréndira


Con el apoyo de recursos federales por el orden de un millón de pesos, gestionados ante el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta), la Secretaría de Cultura de Michoacán (Secum) presentará a partir de la semana entrante cuatro libros–catálogo y un quinto volumen, edición especial, que difunden el quehacer de los artistas michoacanos que han sido galardonados con el Premio Estatal de las Artes Eréndira durante los últimos ocho años.
El anuncio se hizo ayer en un desayuno–conferencia de prensa encabezado por el licenciado Marco Antonio Aguilar Cortés, titular de la Secum.
Durante la sesión también se informó que en esta temporada decembrina la dependencia impulsa 180 actividades artísticas en diversos puntos del estado (es decir, un promedio de 6 eventos diarios) y se promovió un magno concierto navideño donde intervendrán unos doscientos músicos y cantantes adscritos a diversas agrupaciones corales y de música.

"DIMENSIONAR Y PROMOVER"
Le correspondió a Argelia Martínez Gutiérrez, de la Dirección de Vinculación e Integración Cultural de la dependencia, detallar los pormenores relativos a la divulgación del quehacer que ha hecho merecedores del Eréndira a significativos veteranos de las artes en Michoacán.
“Lo que nos interesa es promover y dimensionar la calidad de la obra de los autores que han recibido el premio a partir de 2005 
–dijo. Para este fin se han organizado exposiciones y la edición de cuatro libros–catálogo que incluyen estudios críticos, realizados por especialistas. Lo importante para nosotros es que el Premio Eréndira no se quede en la mera ceremonia de entrega de galardones”.
En correspondencia a las categorías que incluye el premio, el primer libro–catálogo se ocupa de las Artes Tradicionales; el segundo, de las Artes Visuales; el tercero se dedica a la Música y el cuarto es una antología que reúne poemas de Luis Girarte, Homero Aridjis y Gaspar Aguilera. Cada uno de estos volúmenes consta de un tiraje de mil ejemplares e incluye análisis, comentarios y estudios críticos emprendidos por expertos como Eugenia Macías, Ireri Ortiz, Marisel Vázquez, Rosario Zamudio, Ricardo Aguilera y Enoch Valencia, entre un total de 25 académicos adscritos a planteles como las universidades Intercultural Indígena, Michoacana de San Nicolás de Hidalgo a través de su Facultad de Bellas Artes y de la maestría de estudios del Discurso, el Conservatorio de las Rosas, el Colegio de Michoacán y la Universidad Nacional Autónoma de México campus Morelia.
Adicionalmente se ha preparado una edición especial, con un tiraje limitado a 300 ejemplares, emprendida en tipos móviles por el autor Juan Pascoe y que incluye en su portada un grabado del maestro Artemio Rodríguez, alusivo a la princesa Eréndira.

Aunque la publicación de estos volúmenes representa la parte más significativa del proyecto de difusión, ya que se trata de objetos culturales susceptibles de ser distribuidos a nivel municipal, regional y nacional, los libros son apenas una parte de las acciones que se realizarán.
Argelia Martínez indicó que el miércoles 11 de diciembre, a las 17:30 en el Centro Cultural Clavijero, se presentan dos primeros catálogos y en la Sala III se inaugurará una doble exposición, en las categorías de artes tradicionales y artes visuales, la cual ha sido curada por la crítica de arte Argelia Castillo. La doble muestra, que incluye 35 obras de 11 autores, permanecerá abierta hasta el 19 de enero.
Por otro lado, el viernes 13 de diciembre habrá una presentación musical del maestro ichanense Julio Granados, también en el centro cultural Clavijero, a las 19:00 horas.
Para el sábado 14 se tiene prevista una función de la pieza Mirada, del realizador Roberto Briceño, quien ha sido otro de los galardonados con el premio Eréndira. Esta obra en particular fue la ganadora de la Muestra Estatal de Teatro en su emisión 2010 (la última en la que se entregaron premios).
El miércoles 18 de diciembre, en el teatro Ocampo, se presentará la antología de poesía, así como la edición especial preparada por Juan Pascoe. La velada tendrá el formato de una tertulia literaria.
Luego de una pausa impuesta por las festividades de fin de año, el 16 de enero de 2014 se ofrecerá una proyección de cortometrajes del maestro Dominique Jonard en el cineclub de la Casa Natal de Morelos.
Finalmente, el 17 de enero en el Museo del Estado se presentará el cuarto libro–catálogo, dedicado a la categoría de la música, en una velada amenizada por el maestro Francisco Bautista.


180 ACTIVIDADES DECEMBRINAS
En otro momento de la reunión con los medios, el director de promoción y fomento cultural de la Secum, Raúl Olmos, se explayó sobre el programa de actividades que realizará la dependencia a lo largo de este mes y cuyos pormenores pueden ver por sí mismos en el siguiente video.


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PRESENTAN LA ANTOLOGÍA

CUENTÍSTICA

MICHOACANA

Ejemplares de la antología, con ilustración de Lady Orlando. FOTO: DEPTO. DE COMUNICACIÓN · SECRETARÍA DE CULTURA
"Más vale tarde...", dice el refrán.
Con un mes de atraso, este martes 3 de diciembre se presentó la antología Cuentística Michoacana, fruto de una investigación del escritor y docente Francisco Javier Larios, adscrito a la Facultad de Lengua y Literaturas Hispánicas de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo.
El libro habría sido presentado durante la VI Feria Nacional del Libro y la Lectura Michoacán 2013, en octubre pasado, en la Casa de la Cultura de Morelia, pero un retraso por parte de la imprenta obligó a posponer el lanzamiento.
La obra aparece en una edición bipartita entre Conaculta y la Secretaría de Cultura de Michoacán.

LOS CONTENIDOS
Con una vocación didáctica, Cuentística Michoacana consta de cuatro capítulos, una introducción y un anexo que se distribuyen en 342 páginas.
En la introducción, el autor detalla la anécdota que dio origen a este material: Hurgando en las antologías dedicadas al cuento mexicano del siglo XX, descubrió que todas ignoraban de manera olímpica a los narradores de Michoacán. No encontró en ellas espacio ni siquiera para autores como Carmen Báez o Xavier Vargas Pardo, supernovas de la galaxia literaria de la entidad. Así comenzó la exploración y el recuento de autores, que arrojó como resultado una prolífica y variopinta camada de escritores, de 33 de los cuales da cuenta esta primera antología, a la que sucederá un segundo volumen ya en proyecto.
El primer capítulo plantea la historia y las distintas teorías acerca del cuento. Remonta los orígenes del género a Egipto, dos mil años antes de Cristo, y describe definiciones, elementos, tipologías y condiciones del cuento, de acuerdo a investigadores como Enrique Anderson Imbert, Lauro Zavala y Abelardo Díaz Alfaro, entre otros.
El capítulo dos mira a vuelapájaro los antecedentes del cuento en México, que surge en el Siglo XIX, fuertemente asociado a la novela, a la literatura epistolar y al periodismo. Revisa su paso por el romanticismo, el realismo, el naturalismo y el modernismo y da cuenta de sus principales exponentes.
En el tercer capítulo, ya con los antecedentes bien asentados, el libro "entra en materia" con el tema El cuento michoacano finisecular del Siglo XX, donde procura ubicar los signos de identidad de la narrativa regional y la tipología fundamental del cuento michoacano a la luz de tres categorías tradicionales: la del cuento clásico, moderno y posmoderno.
El capítulo cuatro se ocupa de reseñar, finalmente, a 33 autores significativos durante las últimas dos décadas del Siglo XX y el anexo comparte con el lector textos que dan ejemplo de la prosa de los escritores documentados.

BREVES APUNTES
Toda antología es bienvenida, no importa qué tan amplios o estrechos sean sus perfiles, pues cada esfuerzo de este tipo visibiliza una parcela del campo literario. Esto es aún más significativo en un territorio como el michoacano, donde hay pocos estudios en la materia.
El ejercicio que ha emprendido el maestro Larios tiene, como principal acierto, el de mostrarnos de modo casi exhaustivo un significativo número de escritores oriundos de los pueblos y municipios de la entidad, es decir: esa provincia de la provincia de la que el mal hábito del centralismo nos mantiene tan distantes.
Por otro lado, si una antología literaria importa por conjugar tanto cierto ejercicio crítico como determinada perspectiva histórica, Cuentística Michoacana cumple al ofrecer, aunque un tanto impersonalmente, es decir, un tanto incomprometidamente, una serie de apuntes críticos que me parecen demasiado elementales y académicos (concedo: propios para una iniciación en el tema... pero igual me pregunto: a este paso ¿a qué horas vamos a llegar a Gilbert Durand y a experiencias tan sorprendentes y luminosas como las de la mitocrítica, por ejemplo?). Sin embargo, al lado de lo anterior, el libro también ofrece algunos vivaces pincelazos descriptivos que ojalá hubieran abundado más.
Con una portada ilustrada por Lady Orlando, que alude al mundo de Hemingway, la edición tiene una tipografía grata y, en general, un diseño austero y correcto.
Por el lado de los bemoles hay que decir que la edición no está muy cuidada y varios "duendes de la redacción" han hecho de las suyas, sembrando diferentes tipos de erratas, particularmente en el apéndice en el que se transcriben los cuentos de los autores antologados. Faltó atención de parte de los correctores. Uno de los lapsus bochornosos figura en la página 327, donde se dice que la obra de la maestra Teresa Perdomo "es muy basta", cuando es claro que debería decir que es "muy vasta". Lo basto es zafio, tosco, bruto. Lo vasto es amplio, anchuroso, extenso.
Vale. Con sus sostenidos y bemoles, el libro ya está aquí y es, sin el menor recelo, un material de consulta que vale la pena. Los interesados en algún ejemplar pueden acudir al departamento de Literatura de la Secretaría de Cultura, a la librería de la Casa de la Cultura y a la Facultad de Lengua y Literaturas Hispánicas.    
En la presentación, Héctor Borges Palacios, jefe del departamento de Literatura de la Secum; el autor, Francisco Javier Larios, y los comentaristas Héctor Edmundo Alvarado y Juan Carlos González. FOTO: DEPTO. DE COMUNICACIÓN · SECRETARÍA DE CULTURA


ALUCINADA

Homenaje escénico a Concha Urquiza


Quieren que vivamos en el mundo redondo que nos aprisiona. Pero hay el otro, el mundo hermoso, tendido como una lengua de fuego que nos devora.
Elena Garro. La señora en su balcón

No hay infierno que no sea la entraña de algún cielo.
María Zambrano. Claros del bosque



A la manera de la cincuentona Clara que recapitula en tres tiempos la historia de su femineidad sofocada por un mundo de hombres en La señora en su balcón (Elena Garro, 1957) o como la desahuciada Frances que ajusta las cuentas afectivas con su pasado ante dos proyecciones de sí misma en el segundo acto de Tres mujeres altas (Edward Albee, 1993), la poeta moreliana Concha Urquiza estalla en una marea de reflejos que revisan su vida y obra en la pieza en un acto Alucinada. (Víctor Hugo Rascón Banda, 1992, en versión de Daniela Parra, 2012). La puesta en escena, que fue estrenada en la ciudad de México, cerró su ciclo con seis funciones en la capital michoacana, tierra natal de la protagonista, los días 24, 25 y 26 de mayo de 2013 en el foro La Bodega.
Concluyó así una temporada de cerca de cincuenta representaciones.


Adaptada y dirigida por Daniela Parra, Alucinada propone un ágil tratamiento caleidoscópico: tres actrices encarnan a la poeta y se alternan el personaje en un continuum que disloca su ubicuidad.
Los tonos que matizan la acción también mutan y fluyen a partir de rupturas que saltan de la anécdota a la poesía, del humor a la reflexión agónica y de la ensoñación metafórica a la reconstrucción biográfica. El resultado es una sucesión de improntas cuya suma exhibe los delirios y tormentos de la carne en la breve vida de la poeta mística michoacana más importante del siglo XX, pero también las epifanías y los anhelos de su espíritu.
La intervención a la dramaturgia permite, por otra parte, incluir en escena semblanzas y guiños parateatrales no previstos en el texto original. El más sobresaliente de estos últimos pertenece al cuadro-homenaje donde la actriz Olivia Lagunas hace del dramaturgo Rascón Banda un personaje más, quien aparece para describir brevemente la génesis de la obra.


Las estaciones de Alucinada cumplen un amplio arco de intenciones a lo largo de los setenta minutos que dura el trabajo.
En el principio es el rito. Todo comienza con un momento de consagración ceremonial iluminado por veladoras. Ante las serenas llamas, la actriz Sandra Garibaldi invoca y comulga con un soneto sorjuaniano (máxima expresión de la poesía mística en el continente), para que la Décima Musa sea el ángel tutelar de cuanto veremos.
A partir de allí, los cuadros se suceden.
Es la Concha Urquiza que se autorretrata en una suprema estampa de vulnerabilidad y fortaleza (“Yo soy la cierva que en las corrientes brama…”). Es la trinidad en femenino que desgrana fechas y acontecimientos de los primeros años de vida de la poeta y de su contexto histórico. Es la inquieta jovencita que vuelve precipitadamente a casa, procedente de una reunión clandestina con camaradas del Partido Comunista, incómoda por los guaruras del gobierno que la han seguido. Es la sucesiva y fugaz aparición de personajes como los sacerdotes Tarsicio Romo y Gabriel Méndez Plancarte: amigos, confidentes y tutores de la protagonista en diversos momentos de sus idas y vueltas en pos de la Devoción, o de amigas y cómplices como Chayo Oyarzún, que escuchan pacientemente las razones de Urquiza para abandonar a los comunistas, no porque rechace su ideología, sino porque abomina del machismo y del relajamiento que privan incluso en los círculos intelectuales.
Es la Concha Urquiza que prueba la amarga liviandad de amantes que la abandonan o a los que deja en el camino cuando confirma su ligereza. Es la joven casi treintañera que prueba el camino de la Fe e ingresa a Las Hijas del Espíritu Santo, una congregación de monjas docentes con quienes encuentra el placer de practicar el magisterio (su otra gran vocación), pero también el desafío de someterse a la observancia de una regla que limita su naturaleza más allá de lo que puede tolerar.
Es, en fin, la incansable trotamundos que en permanente búsqueda de sí misma va de Michoacán a Estados Unidos, a San Luis Potosí, a la ciudad de México y, finalmente, a la fatídica Ensenada.
El continuo desdoblamiento del personaje a lo largo de la obra, en estas y otras situaciones, le permite a esta multifocal Concha Urquiza acentuar los diferentes aspectos que definen su búsqueda de identidad. Sus otros yoes, cuando emergen, ponen en perspectiva el continuo examen de sí misma y el tratamiento colabora a hacer más explícitos sus conflictos interiores, ya convocando un acercamiento o ya marcando una distancia. Hay cuadros memorables. El de la angustiada confesión de que “todo es un casi en mi vida” (uno de los buenos momentos de Sandra Garibaldi, de pie al filo del abismo, cigarrillo en mano, en lo alto de una torre de Babel configurada con maletas sobrepuestas una sobre otra) es uno de ellos.
Pero a propósito de imágenes poderosas, en Alucinada hay varias estampas cuidadosamente construidas para expresar significaciones complejas. Una de las más intensas ocurre en la escena en que la bailarina y actriz Valeria Vega entona el Muero porque no muero de Santa Teresa de Ávila (con el célebre soneto convertido en canto). Allí, la Concha Urquiza que ya ha probado la dureza de la vida conventual canta devotamente, refiriéndose al Señor: “cuando el corazón le di, / puso en mí este letrero: / que muero porque no muero”, pero al mismo tiempo el personaje lava sus manos y se afana en borrar las marcas de la cruz (alegóricos estigmas) que previamente le había impuesto una de las hermanas.
Otro gran momento, esta vez revestido de exquisito humor, es la escena de la confesión. Todo allí es perfecto: la crepuscular presencia congelada de Valeria Vega en segundo plano, leyendo serenamente dentro de su maleta–dormitorio; la disposición de la silla alta cuyo respaldo hace las veces de rejilla confesional como foco de la acción; la deliciosa caracterización de Sandra Garibaldi como el sacerdote confesor de gestos fariseos y afectados, cuya postiza dignidad queda desenmascarada por el genial apunte de sus tribilinescos tobillos al aire (no sólo porque la silla, es decir la investidura, le queda grande, sino porque el dogma lo ciega y lo obliga, literalmente, a vivir en las nubes) y el desempeño de una Olivia Lagunas que, sin forzar los ademanes, deja fluir las emociones que comienzan en lo compungido, se van modulando hacia la indiferencia y terminan en la franca rebeldía, surcadas a cada tanto por los relámpagos de lo Porvenir desconocido que reclama su atención y la hace voltear continuamente para mirar por encima del hombro.


La poesía también es caleidoscópica en esta versión de Alucinada, y cada uno de los textos que se citan contribuye no sólo a introducir pautas rítmicas en la narrativa, sino a explicar al personaje y a reafirmar el sentido de la obra. Así, el Muero porque no muero, de Santa Teresa de Ávila, es un poema que por sí solo plantea el tema de la pieza teatral: exhibe las claves de placer y dolor de un personaje desgarrado entre la vida terrenal y su hambre de Infinito. El “Y diversa de mí misma, entre vuestras plumas ando; no como soy, sino como quisisteis imaginarlo”, de Sor Juana Inés de la Cruz, es prácticamente la justificación de motivos para el tratamiento que se le ha dado a la estructura de la puesta en escena, cuya meta es acentuar el relativismo de las múltiples perspectivas desde las que se puede leer una vida. Estos dos momentos de una poesía mística en femenino enmarcan poco más de media docena de poemas de Concha Urquiza.
Todo comienza –ya se citó párrafos atrás– con el autorretrato “Yo soy como la cierva que en las corrientes brama…”, carta de presentación de la protagonista y de su ansia de encontrar y entregarse a algo más grande que ella misma. Vendrá después La Cita (1941), que es una agridulce pero esperanzadora invitación: “Te esperaré esta noche, Señor Mío, en la siniestra soledad del alba, / en la morada antigua donde el amor se lastimó las alas”. Otro momento importante es el dedicado al poema Job (1937), que expresa los martirios que la búsqueda del éxtasis le impone a cuanto es barro cotidiano (“Él fue quien vino en soledad callada / y moviendo sus huestes al acecho / puso lazo a mis pies, fuego a mi techo / y cercó mi ciudad amurallada. / Como lluvia en el monte desatada / sus saetas bajaron a mi pecho; / Él mató los amores en mi lecho / y cubrió de tinieblas mi morada…”).
Para el final, como preámbulo al momento de la muerte de Urquiza en las escolleras de Ensenada, aparece uno de los últimos textos de la poeta, Nox II (1945): el lamento que llora una trascendencia vuelta inalcanzable y, con ella, la pérdida de sentido del mundo, ese Universo despojado de puntos cardinales (“¿Cómo perdí en estériles acasos, / aquella imagen cálida y madura / que me dio de sí misma la natura / implicada en Tu voz y en Tus abrazos? / Ni siquiera el susurro de Tus pasos, / ya nada dentro el corazón perdura; / te has tornado un ‘Tal vez’ en mi negrura / y vaciado del ser entre mis brazos”).
El desenlace llega con una extraña pero correcta serenidad. Es como un parpadeo, apenas una transición, el barruntar de una poderosa ola y un sordo grito en ralentí, en tiempo retardado. Hay un texto conclusivo, epilogal, y la imagen de las tres siluetas que se van desvaneciendo despacio y cadenciosamente hacia el fondo del escenario, al abrigo de uno de los tres melancólicos boleros que también puntúan la obra, hasta desaparecer en el oscuro final.


Pensada como una experiencia íntima y acotada en un área diminuta, muy personal, el formato ideal para la puesta en escena de Alucinada parecería ser el del teatro-arena, con el público lindando el espacio escénico por tres costados o, en todo caso, instalado muy cerca de la acción. Sin embargo el versátil foro La Bodega fue dispuesto a la isabelina, con el público sentado en las butacas frente al escenario y, dada la altura de este último, con limitaciones de isóptica para los espectadores que ocuparon las primeras dos filas. Algo de la fuerza de la obra pudo diluirse por esta disposición, ya que la dilatación del espacio es un factor que cobra sus facturas. Aun así la experiencia siguió siendo satisfactoria.
La obra posee una continuidad muy dinámica. La brevedad de la mayoría de los cuadros y la agilidad con la que se suceden le dan una enorme vivacidad al trabajo. Pero el virtuoso ritmo también conlleva un desafío: todo ocurre tan deprisa en Alucinada que hay poco tiempo para matizar y aún para interiorizar cada situación y cada experiencia. Son necesarias actuaciones muy precisas, muy puntuales, para sacarle provecho al ritmo y a la estructura de la puesta en escena. Es aquí donde se pone a prueba la pasta de la que están hechas las actrices.
Las tres actuaciones son buenas. Dentro de tal corrección, que es la que mantiene legítimamente en pie al trabajo, valen los siguientes apuntes. Olivia Lagunas es en ciertas ocasiones un caso irritante. No porque sea una mala actriz sino todo lo contrario, ya que es la intérprete con más tablas del trío. Por eso es más evidente la distancia entre sus momentos de virtuosismo (tiene varios) y aquellos donde la falta de intención o la incorrecta colocación de la energía aplanan sus trazos o desdibujan la emoción. En general, cuando recita los poemas que le corresponden se apodera de su gesto y sobre todo de su voz una afectada vehemencia que no gana profundidad y que sorprende porque en otros instantes todos sus tonos y ademanes no sólo están perfectamente cargados de sentido, sino que a veces alcanzan matices de gran delicadeza. Gajes del oficio.
Sandra Garibaldi, por su lado, se instala en la seguridad de un sobrio tono naturalista que le brinda unidad y certeza a sus caracterizaciones. Consigue desde allí matices correctos, desenvueltos y bien modulados. La austeridad que predomina en tal desempeño hace que luzcan más aquellos momentos en los que rompe el molde, por ejemplo en la bella caricatura que hace del confesor o en la dolorosa fragilidad que le imprime a su difícil escena arriba de las maletas.
Valeria Vega tiene a su favor el preciso control corporal que le ha dado su carrera de bailarina. En el teatro, ya se sabe, todo es forma. Independientemente del sistema actoral que se siga, la manifestación de la forma exterior correcta es la única manera de transmitirle al público las ideas y los sentimientos que preñan una situación o que definen a un personaje. Y Valeria, dada su preparación física, cumple irreprochablemente esa demanda. Por ejemplo, es probable que para este trabajo haya sido muy marcada por la dirección, pero lo importante es que el marcaje no se nota. Su trabajo actoral se desliza con espontaneidad, siempre protegida (como Sandra) en la seguridad que brinda un naturalismo bien asumido. Por lo demás, también alcanza con Sandra los mejores momentos de la puesta en escena a la hora de darle voz a los poemas de Concha Urquiza y tiene el plus de protagonizar uno de los cuadros más vistosos de la obra, el de la versión musicalizada y delicadamente coreografiada del poema Muero porque no muero.


La llama que arde y brilla con más intensidad dura poco tiempo. Y Concha Urquiza vivió tan intensamente que su temprano desenlace, a los 35 años, ahogada en las costas de Ensenada, no es tan sorprendente después de todo.
Perdura el misterio. ¿Accidente? ¿Crimen? ¿Suicidio? Pero lo extraordinario con esta mujer nacida en Morelia en 1910 es la precocidad y la pasión con la que se lanzó a cada una de sus búsquedas y ocupaciones a lo largo de siete lustros de existencia. Transitó del ensayo al guionismo y la poesía, fue de la burocracia a la docencia, del comunismo a la religión y de los excesos de la vida bohemia a la austeridad del retiro conventual.
Es importante distinguir, en todos estos giros de veleta, el denominador que les da sentido. Ese denominador existe y vale la pena tenerlo en cuenta.
En una de sus novelas, el escritor y teólogo británico C. S. Lewis nos ha legado esta frase luminosa: “Los dioses no nos hablarán cara a cara hasta que nosotros mismos tengamos un rostro”. Este fue el afán que dictó todos los bandazos, contrastes y requiebros en la vida de Concha Urquiza: la búsqueda de su propio rostro, que a fin de cuentas no es sino la progresiva construcción de ese rostro a cada paso que se da. Y es muy significativo que esta mujer haya emprendido tan personal Odisea en los tiempos en los que el México que salía de la Revolución hacía lo mismo: ensayar y construir su nuevo rostro.
A su vez, el teatro, cuando no es comercio, es siempre rebelde e inédito. Construye un rostro. Y por eso es siempre una experiencia política.
Alucinada cumple esta alta exigencia. Lo político atraviesa sus metáforas. Más allá de su lirismo intimista, el texto de Rascón Banda y las audacias conceptuales en la dirección de Daniela Parra explicitan una posición de género, una actitud vital y una declaración de principios pero, eso sí: sin hacer panfleto.
La lección es vieja. Nos la legó Kant en sus Críticas a la razón. Siempre es más revelador prestarle atención a la excepción que a la norma, porque de la excepción se aprende más. “La excepción confirma la regla” porque la pone a prueba: si la regla no es capaz de explicarla, entonces la regla es falsa y hay que reformularla.
De modo que al elegir llevar a escena la vida de una mujer fuera de serie, tan asombrosa por la potencia de su poesía y tan inquietante por sus muchas e imperfectas contradicciones, el equipo de Alucinada está levantando su voz coral para romper estereotipos y poner a prueba cuanto solemos dar por sentado en torno a lo femenino, a lo numinoso (es decir, al numen: a lo sagrado sin dogma) y a la búsqueda de identidad.
Al reflexionar y procurar una forma novísima y personal de manifestar todo esto, Alucinada está haciendo política y la hace de la manera correcta. No arenga ni hace proselitismo o discurso social. Su fuerza política está en su capacidad metafórica. Le basta ser una pieza teatral artísticamente buena para conseguirlo.
DANZA PERPETUA

Y deberíamos considerar perdido cada día
en el que no bailamos al menos una vez.
Y deberiamos considerar falsa cualquier verdad
no acompañada por lo menos de una carcajada.
Nietzche


En el principio es el Cosmos. Hay cuatro mujeres–mundo que se encienden despacio, mientras el círculo de luz azul que define a cada una gira en cadencia con sus glifos y diseños particulares. Son cuatro mujeres–elemento que despiertan a su individualidad, antes de lanzarse al encuentro consigo y con sus compañeras. Son cuatro mujeres–mevleví que, a la manera de esos derviches oficiantes del Samâ, van confirmando y remontando sus límites mientras sus esferas giran sobre sí mismas en una danza–meditación.
Es de esta manera, transitando de lo cósmico a lo terrenal, ensayando solidarios encuentros o despiadadas rivalidades, ya jauría de lobas abandonadas, ya druidesas que ofician trances de resurrección, como se desarrollan los temas de Danza perpetua, debut como coreógrafo del realizador teatral José Luis Pineda, en compañía de las bailarinas Atenas Morales Aguilar, Carolina Nazareth Orozco Rueda, Alina y Ana Contreras García, al lado de Héctor Daniel Pérez Aguilera (multimedia) y Alberto Weird Moire (música).
El trabajo, que se encuentra todavía en proceso, fue estrenado el miércoles 27 de noviembre en el foro La Bodega.
Danza perpetua es, ante todo, una noche de aquelarre, una velada de carnaval en la que se pueden romper todos los límites y en la que están permitidos, dionisíacamente, todos los excesos.
Al amparo de esta carta blanca a lo radical, se abre la noche y en sus sombras es posible jugar al zig–zag con la vida y con la muerte, con el amor y el miedo, con las pulsiones y las ideas. Todo esto, acaso, sólo para recordarnos que somos diminutos seres extraviados en el Infinito; pequeñas pero recurrentes aves Fénix capaces de morir y renacer de la ceniza estelar.
Originalmente inspirada en textos del apócrifo Evangelio según Magdalena, Danza Perpetua se ha ido reconfigurando sobre la marcha, merced a la colaboración activa de todos sus integrantes, hasta transformarse más bien en un fresco que vibra y reflexiona acerca de lo femenino.
La coreografía se distribuye en media docena de cuadros, en los que los recursos multimedia son uno de los elementos estelares. Pocas veces hemos visto en Morelia un empleo tan justo y meditado de los efectos visuales al servicio de los bailarines, como se puede apreciar en el video que abre este post.
Por lo que atañe a las intérpretes, hay frescura y vitalidad en su trabajo, así como, por lo menos, un extraordinario momento coreográfico, correspondiente al tercer cuadro (hacia el minuto 6:24 en el clip), en el que tres de las cuatro bailarinas avanzan sobre una carpeta de luz que pulsa al ritmo de la música y se va tiñendo de hilos rojos (ya carmín menstrual, ya sangre de sacrificio), mientras se precipitan hacia la cuarta bailarina.
Un rasgo interesante en este trabajo consiste en que sus diversos cuadros se desdoblan continuamente entre la anécdota y el rito. Aluden a situaciones a veces muy cotidianas, pero siempre hay en ellos una resonancia trascendente, cósmica, oceánica, que conduce cuanto vemos a otro ámbito.
Por lo demás, varias ideas y alegorías están abiertas e inconclusas. Son caminos que hacen pausa antes de bifurcarse o definirse. Este hecho les aporta un sentido de inminencia, de preludio, de anunciación, que por el momento es correcto, ya que siembra en el espectador una rica gama de sugestiones que tienen que ver con el sentido del Ser y del Estar.
Un brioso debut, que osadamente busca hacer suya la música de las esferas y darle a sus cuatro bailarinas–demiurgo cierta omnipresencia, al mismo tiempo angustiosa y alegre, que le guiña el ojo a una idea de Nietzche: la de que somos un estremecimiento entre dos Nadas.

PRIMER ENCUENTRO ESTATAL DE MONÓLOGOS

PERSPECTIVA

EN SIETE OBRAS 

El Primer Encuentro Estatal de Monólogos, organizado por la Secretaría de Cultura de Michoacán, se realizó la semana pasada, del lunes 18 al sábado 23 de noviembre. Tuvo como sede el foro La Bodega, en Morelia, y reunió ocho obras.
El perfil de la actividad fue generoso, ya que un encuentro es más fraternal que un festival: no se compite por un premio, se comparten quehaceres de la escena.
El adjetivo "estatal" quedó apenas en una buena intención, pues todos los participantes fueron morelianos.
Doy cuenta de siete de los ocho trabajos, como sigue:  

CENA DE COMPROMISO
Ansioso por compartir su felicidad con sus amigos, Rodrigo los invita a la cena en la que pedirá la mano de Ana Luisa. Mientras la espera, narra cuitas que van anunciando el desastre que se avecina y que es evidente para todos, salvo para el propio Rodrigo.
Desde esta anécdota, Cena de compromiso se desarrolla como una pieza de Teatro-Bar, en dirección de Verónica Villicaña.
Noche afortunada, con un Manuel Barragán que desde la dramaturgia y la actuación juega con el potencial de los géneros chicos: del sketch carpero y los guiños al burlesque hasta la Stand-Up Comedy, para conducir al público de lo cómico a lo trágico a través de un personaje que se crece y se disminuye al vaivén de sus esperanzas y desilusiones.
Lo mejor de Cena de compromiso, a mi modo de ver, es que detrás de la anécdota sentimental e íntima Barragán nos muestra al prototipo del hombre de hoy: un personaje que nunca dirime en qué pie está parado, ciego a una realidad que lo desborda y que termina por ahogarlo; todo desde un tono que coquetea con esa actitud tan mexicana del "¡Viva mi desgracia!" 
Un ejemplo de que no es necesario debatirse entre el compromiso estético y el inmediatismo político para lograr una experiencia que hable de lo cercano y que valga la pena. Sólo es cuestión de integrar los aparentes opuestos. Un ejercicio eficaz, agridulce y verazmente escénico.


EL RITUAL MAYA

Libremente inspirada en Ritual Maya del Dios Desconocido (Raúl Cáceres Carenzo, Chiapas, 1990), esta "pieza mágica de voz y danza" en un acto es a la vez rito y documento, memoria y premonición.
Revelándose como una de las manifestaciones del dios Chac, el personaje de Huay-Cuento aparece en escena y habla de los orígenes del pueblo maya; narra sus gestas y holocaustos, la hora agónica de la Conquista y pone en perspectiva las riquezas del mundo antiguo en contraste con la pobreza de nuestro "oscuro tiempo sin dioses".
Un trabajo veterano del grupo Foro-4, estrenado hace casi veinte años (hacia 1994) en el extinto foro La Librería de la Calzada, que homenajea la cultura raíz y a los pueblos originarios.
La dramaturgia es de una gran belleza poética, es decir, reveladora. Hace suya la premisa que da sentido al teatro indígena latinoamericano que conocemos: aquella que pide restaurar un tiempo ancestral, capaz de vivificar mitos fundadores a través de un ejercicio corporal que haga suyos los pulsos y ritmos del universo.
La puesta en escena, tal como la resuelve el director Sergio Camacho, opta por lo austero más que por lo exuberante: no hay tiempo ni espacio para la danza celebratoria. En cambio, despliega cuadros, estampas plásticas y fraseos corporales que generan sensaciones simétricas a los tonos más hieráticos y sombríos del texto.
Hay una excelente escenografía que opera en términos simbólicos, una música que homenajea al olvidado Jorge Reyes y un correcto manejo de la multimedia, con imágenes en video alusivas a la realidad de los pueblos chiapanecos contemporáneos. Por lo demás, como fruto de la experiencia y el tiempo, el trabajo tiene limpieza y unidad.
Una poética escénica en la que pervive la intensidad de "la Flor y el Canto".


EL CORAZÓN DELATOR

Magnificados por su conciencia culpable, los latidos del corazón de un asesino hacen que el criminal se delate y enloquezca, justo cuando cree que su delito puede quedar impune. Esta mínima anécdota, magistralmente desarrollada por Edgar Allan Poe, configura El corazón delator, uno de los mayores cuentos de horror gótico del Siglo XIX.
El relato es un diamante. Pienso que Poe condensa en unas cuantas páginas todo lo que Dostoievsky, con otra textura, nos legó en su Crimen y castigo. El meollo en ambos casos es el de una conciencia en acto que le pasa la factura de sus trasgresiones a personajes incapaces de lidiar con la magnitud de lo que han hecho.
Desde este punto de vista, la adaptación de Alan Delgado me resulta ambigüa. Le añade un rasgo al protagonista: cólicos nefríticos que lo atormentan y lo hacen consciente de su propia vulnerabilidad.
Idealmente este apunte le daría al criminal una dimensión más humana, pero tal como se resuelve en la puesta y desde los alcances en la actuación de Dulce Rangel, la adenda más bien desdibuja el despiadado conflicto interno del protagonista. Distrae del enfrentamiento del asesino con su locura y, sobre todo, entorpece el implacable ritmo con que las emociones de horror y de demencia incuban, crecen y se apoderan del alma del obsesivo malhechor.
Como en toda experiencia escénica, hay algunas imágenes eficaces, ciertos trazos afortunados (a los que hay que sumar una buena ambientación escenográfica, siempre sugerente, nunca explícita), pero en su esencia, el trabajo me queda a deber. 


VIDA EN SUEÑO AZUL

Anita despierta y se deleita en experiencias simples como caminar o beber a sus anchas un sorbo de agua. Comparte sus inquietudes de adolescente, vagamente perturbada por la idea de ser "un algo entre cuatro paredes". Nada parece distinguirla de cualquier otra joven de su edad, hasta que el cuadro final revela que está confinada en un hospital y que sufre parálisis cerebral.
Concebida como una obra para públicos específicos, Vida en sueño azul es probablemente la mejor dramaturgia de Alan Delgado. El texto debe tener al menos quince años y se sustenta en lo elemental del tema y de la anécdota: una serie de estampas donde el personaje hace explícito todo lo que en la vida real es incapaz de hacer, a fin de que valoremos la riqueza de esas "pequeñas cosas" y los retos que sortean quienes poseen capacidades diferentes.
El trabajo cumple cuanto exige ese subgénero que (de modo particular en el cine) se ocupa de las víctimas de diversas disfunciones. La actriz Landy Medina resuelve el compromiso con la mínima corrección, ya que aún se le pueden sacar y/o modular muchos matices a su personaje. Mientras, la edición musical responde bien al perfil melodramático del asunto y la escenografía propone los elementos indispensables sin rebuscamiento.


LA CALACA CATRINA

El personaje inmortalizado por Diego Rivera hacia 1947 (aunque la autoría sea de José Guadalupe Posada, casi cuarenta años antes) sube al escenario para hablar de su prosapia en este monólogo poco convincente y que está concebido como una experiencia de Teatro-Bar.
La actriz Yesenia Barajas, distante de lo que le hemos visto en trabajos como La ópera descuartizada (Durán, 2011), no afianza el tono de su personaje, que va de cierta ingenuidad ridícula a la dignidad postiza, pero sin alcanzar nunca la estatura que de veras le corresponde: la de una presencia sobrehumana, lo cual le daría a sus momentos de humor y de crítica una dimensión perturbadoramente metafísica.
La dramaturgia está poco problematizada; no dice algo que vaya más allá de lo elemental (digamos, de lo que cualquiera puede encontrar en la Wikipedia) y en tales términos, sin agudezas ni intensidad, lo banal se apodera pronto de la experiencia.
Hay un intento de enriquecer la propuesta con elementos de video e imagen y de acudir a recursos musicales como el popular tema La Calaca, de Amparo Ochoa. Empero, con lo actoral en entredicho y con una dirección de trazos más bien esquemáticos, el espíritu catrinesco, que tanto tiene que ver con lo mexicano, no alcanza a cumplir su cita.
Un ejercicio que es todavía un work en progress.  


LOS CUENTOS DE PIMPLUNA

La cuentacuentos itinerante Pimpluna sube al escenario para narrar la pequeña odisea de tres amigos: Lucas, Jos y Alejandra, quienes resuelven un misterio que tiene que ver con la llegada de un circo a su pueblo y la extraña desaparición de fotos en los hogares de la comunidad.
Original de Sandra Rangel, quien también actúa, este unipersonal es un ejercicio de cuentacuentos concebido para representarse ante un público infantil y juvenil, con mucha interacción y en espacios públicos.
Hay, ante todo, un correcto despliegue escenográfico, con diaporamas que ambientan situaciones y espacios sobre el ciclorama, el uso de sencillos artilugios de enmascaramiento (pelucas, sábanas, narices de clown...) y un animismo intenso en movimientos y colores, como pide el decálogo de las experiencias escénicas dedicadas a los niños.
A pesar de todo, "el coco" de la puesta recae en Sandra, a quien le cuesta mantener el ritmo y, por tanto, el interés hacia cuanto sucede a lo largo del relato. A esto pudo contribuir, el día de la función, el hecho de que hubo poco público y muy, muy escasos niños.
Aun así, vale la pena que la actriz revise su manejo de energía. Necesita fortalecer su presencia escénica, a fin de que la veracidad artística legitime este ejercicio imaginativo.


DE PRINCESAS, PRÍNCIPES Y OTROS BICHOS
En pos del sapo perfecto, aquel capaz de transformarse en un Príncipe Azul, cierta fresa y modosa princesa / científica, en plan de la Alicia de Lewis Carroll, comparte con el público las desventuras de su búsqueda y de cómo está a punto de terminar (contra todas las convenciones de clase que la limitan) en los brazos de un alucinado y barriobajero Sapus Pachecus.
Desde esta anécdota, la actriz Valeria Ortega reelabora la exquisita dramaturgia de Paola Izquierdo en lo que ha sido la tercera experiencia de Teatro-Bar dentro del Encuentro Estatal de Monólogos.
El texto es una delicia porque bocabajea todos los tics, manías y complejos de la élite social mexicana actual y revisa en particular los prejuicios que acotan al mundo femenino chic.
A pesar de su eficacia, ocurre algo exasperante con el trabajo de Valeria. Ella es indudablemente una actriz. Tiene, sobre todo, algo que le falta desesperadamente a otros actores y actrices que hemos visto en este encuentro: un control preciso de la bioenergía, gracias a lo cual consigue investir a su personaje de una soberana y genuina presencia escénica. Es capaz de llenar el escenario con su presencia. No obstante esta virtud, todavía necesita explorar matices más delicados, ya que se desborda, con la energía arriba, pero nada más. A momentos vocifera demasiado. Falta un equilibrio con la sutileza.


CONFORMARSE O ARRIESGAR
El arte es siempre Porvenir y madura en el mundo de lo incierto. El suyo es el reino de lo aún no dicho, de lo todavía no configurado. Una experiencia artística genuina es siempre el salto hacia un abismo que, iluminado por las audacias de la conciencia imaginante, revela nuevas parcelas de lo Posible transfiguradas en Realidad.
Desde tal perspectiva, los siete trabajos de los que da cuenta esta entrega muestran un conjunto de dramaturgos, directores y actores que tienen como desafío remontar sus certezas, desprenderse de la seguridad de la rutina y arriesgarse hacia territorios en los cuales los primeros en sorprenderse sean ellos mismos. En términos estrictos, sólo Manuel Barragán nos ha ofrecido una experiencia novedosa con su Cena de compromiso: ha dado un salto hacia el Teatro–Bar y a la comedia, trasladando con éxito a ese ámbito sus inquietudes, habitualmente sombrías.
Por lo demás, los veteranos Sergio Camacho y Alan Delgado han ofrecido puestas ya muy trabajadas y que datan de mucho tiempo. Vida en sueño azul y El ritual Maya se han ido modulando al vaivén de los años con distinto éxito, pero ese mismo añejamiento atenta contra la frescura, la creatividad y la posibilidad de innovar y de descubrir dentro de una trayectoria artística. Particularmente en el caso de UnomásOtros Teatro, me parece que el grupo se ha ido encajonando en la rutina de hacer simplemente lo que ya sabe hacer. Esa forma de cómoda conformidad es peligrosa porque cuando uno se estanca en aquello que ya sabe hacer, sin luchar por el hallazgo de horizontes más amplios, lo que suele pasar es que, a medida que corre el tiempo, ese hacer seguro va perdiendo eficacia y lo que se ha sabido con tanta confianza se va debilitando hasta perder su sentido.
El único remedio contra esas dos acechanzas es la permanente búsqueda de nuevos desafíos.
La observación no es personal. Va para todos los participantes de este encuentro, ya que aún los autores e intérpretes más jóvenes (Landy, Bernardo, Sandra, Yesenia…) participan de cierta dosis de ese conformismo que paraliza y vuelve infructuosas las mejores intenciones.