¿Y si Heidegger no hubiera muerto?


Ser, libertad y verdad


Las palabras le fueron dadas al hombre para disfrazar sus pensamientos
Charles-Maurice de Talleyrand

El amor es una memoria educada (o un olvido insistente)
Como pájaros perdidos V / Jaime Sabines

¿Acaso me contradigo?
Muy bien, me contradigo.
Soy grande: dentro de mí hay multitudes
Celebración a mí mismo / Walt Withman

El momento de la llamada telefónica en ¿Y si heidegger no hubiera muerto?. La agrupación teatral Contrapeso en la jornada inaugural

Las apariencias engañan. ¿De veras engañan? Claro que sí. Pero sólo a quienes no son lo bastante sutiles o agudos para interpretarlas o comprenderlas. Después de todo, si una apariencia es y existe, entonces también guarda una verdad: no sólo sobre sí misma sino sobre aquello que intenta disimular o esconder.
Aún así, las cosas no son tan simples. En el fondo, cada una de las certezas que creemos tener y con las cuales vivimos depende siempre de una suma muy diversa de factores.
He aquí el punto de partida de ¿Y si Heidegger no hubiera muerto? (Roberto Briceño, 1996 / 2008), con la que anoche se declaró inaugurada la Muestra Estatal de Teatro 2009 en el foro La Bodega.

El quinto personaje
Distribuida en cuatro cuadros, esta pieza en un acto comenzó a ser concebida por Briceño hacia 1996, cuando se cumplían veinte años de la muerte del filósofo de Friburgo, y de cuya importancia Foucault dijo una vez: “quizá algún día el siglo XX se recuerde como heideggeriano”
En este trabajo, tras una noche de fiesta, conocemos a los cuatro amigos bachilleres Martha, Sofía, Manuel y Fernando quienes comienzan su día, crudos pero felices, en el departamento de este último.
Al compás de Lucy in the sky of diamonds, el desenfadado amanecer de los jóvenes oscila entre duchas eróticamente juguetonas, impaciencias por desayunos que se dejan enfriar, intolerancias contra el volumen de la música en el estéreo y pláticas de temas académicos que detonan por la proximidad de un examen escolar. Pero la placidez cotidiana es quebrantada por una extraña declaración del personaje de Manuel, que al hablar por teléfono con su preocupada madre, le confirma que se encuentra bien en el departamento con sus tres amigos y luego añade, prácticamente sin que venga al caso, que también está con ellos Beatriz, "la nueva amiga de Fernando".
La alusión a ese quinto personaje, que los demás no conocían y que no ven, pone sobre la mesa los temas de la verdad, del ocultamiento y del relativismo de nuestras certezas. En una palabra: premisas caras para el pensamiento filosófico de Heidegger.
Como rasgo adicional, la puesta en escena recurre tres veces sobre una misma situación. Esto pone en tensión los principios opuestos de determinismo e incertidumbre que definen nuestro discurrir por el tiempo, un poco a la manera del díptico cinematográfico Smoking / No smoking (Alan Resnais, 1993), o del filme Corre, Lola, corre (Tikwer, 1998).

Los personajes de Manuel y Sofia en la escena en la que se cuestiona la epidermia y trivialidad extremas de los medios de comunicación.


Libertad y revelación
“¿Ser existencialista o ser metafísico? Esa es la cuestión”, diría un filósofo. Pertenecer al primero de los dos bandos es llevarse de guiños y piquetes de ombligo con el pensamiento de Nietzsche, Unamuno, Leopardi, Schopenhauer, Kierkegaard, Heidegger y Cioran. En cambio, figurar en el segundo grupo implica embelesarse con las premisas de Platón, Kant, Hegel y Husserl, entre otros.
En ¿Y si Heidegger no hubiera muerto?, Roberto Briceño se pronuncia claramente por el primero de los dos grupos. Y lo hace con vehemencia al poner en operación uno de los postulados clave de Heidegger, a saber: que “la libertad no es la licencia para poder hacer o no hacer (…)”, sino que “la libertad, antes que todo esto, es el compromiso con el develamiento de un ente como tal”.
En efecto, entre disimulos, ignorancias y hasta “actos fallidos”, en esta obra el personaje de Fernando oculta a los demás y, en el extremo, hasta a sí mismo, un hecho fundamental: la verdadera identidad de esa desconocida “Beatriz” que había sido intuida, prefigurada y convocada por su amigo Manuel.
En la revelación de esa realidad oculta, que llega al final de la puesta en escena, confluyen absolutamente todos los elementos propuestos a lo largo del trabajo: el tema de la mentira, de los “lapsus”, de esas “maneras” individuales que llegan a segregar a un individuo cuando no se ajustan a las “maneras” colectivas de la sociedad en la que vive, así como el relativismo en nuestras apreciaciones sobre cuanto experimentamos.

Los personajes de Fernando y Martha.

Procesos y resignificación
Innegablemente realista en su temperamento, esta versión actualizada de ¿Y si Heidegger no hubiera muerto? es un corte de mangas con respecto al concepto original de la puesta, hace una década.
Más allá de los contenidos descritos hasta aquí, este otro hecho es importante.
Hace unos diez años, en el Conservatorio de Las Rosas, se presentó este trabajo por primera vez. El texto era prácticamente el mismo, pero la forma de resolverlo escénicamente tenía grandes deudas con la estilística del grotesco criollo, a la sazón objeto de entusiastas exploraciones por parte de Briceño, que a través del mismo daba cauce a un definido interés por la plasticidad visual del montaje en términos fantásticos (casi diría que pánicamente extravagantes a la hora de cuestionar y aún de provocar, subversivamente, las premisas del teatro convencional).
Hay que recordar que de ese periodo, más o menos, datan otros trabajos de Briceño como El extraño jinete (Michel De Ghelderode, 1958) y Mateo (Armando Discépolo, 1923), a los que se añadirían experimentos contestatarios como El guayabo peludo (Silvia Peláez, ¿1994?) y Delicias y tormentos de la carne (Fernando Arrabal, 1983, en la que dirigió Juanjo Segurajáuregui, pero donde Briceño encarnó a un bonaerense comisario Borges que aún recuerdo bien).
En breve, desde este otro punto de vista, ¿Y si Heidegger no hubiera muerto? vale adicionalmente como el testimonio de un proceso en el que Roberto Briceño ha ido asentando sus hallazgos e intereses, transitando desde ámbitos de inspiración expresionista hasta llegar al momento actual, en el que su trabajo apunta a una resignificación del realismo y cuyas raíces bien pueden remontarse a su versión de Marsal, Marsal, de Sanchis Sinisterra, también realizada en los años noventa.
Esta resignificación se da ahora con el respaldo de las premisas del “teatro de la presencia”, concepto que debemos a autores como Brook y Grotowsky. Uno de los resultados de este “teatro de la presencia” (aunque no es el único resultado) consiste en que el espacio íntimo, lúdico, de cada actor, no interfiere con el espacio escénico que comparte con sus colegas en acción. De alguna manera el espacio personal del actor se disuelve porque todo es “personal” (el espacio íntimo, el escénico y el teatral, lo tres fundidos por la conciencia que el actor y su personaje cobran a partir de procesos de “un saber hecho de experiencias” que fortalecen la construcción de las formas y que transforman radicalmente la misma noción de “representación”).
¿El meollo de todo esto? Pues que al transformarse la experiencia de esta forma, inmediatamente todo el entorno del actor cambia a la par que su conciencia y su misma eficacia artística: el espacio escénico deviene espacio teatral y este último también es rebasado hasta transformarse en un espacio público, abierto, en el que el actor derriba la cuarta pared e incluye al público en sus acciones. Se trata de una búsqueda que procura llevar la veracidad escénica a sus últimas consecuencias. Una cumplida noche inaugural.

EN VIDEO: La escena de apertura de ¿Y si Heidegger no hubiera muerto?, el sábado en La Bodega..


Recursos en la red


Para quienes deseen ahondar un poco más en temas y cuestiones planteados por ¿Y si Heidegger no hubiera muerto? propongo los siguientes vínculos, todos actualizados y asequibles en la web:

Semblanza filosófica de Heidegger (por Elena Diez de la Cortina)
Una introducción virtuosa porque se mueve en el filo de una sencillez muy asequible, pero que no trivializa su tema. El material dedicado a Heidegger se localiza en el muy aceptable portal de divulgación filosófica Cibernous.com, en:
http://www.cibernous.com/autores/existencialismo/index.html

Nietzche: la invocación de la mentira (por Alberto Constante).
Un documento importante para el contexto de uno de los temas de ¿Y si Heidegger no hubiera muerto? El material puede ser consultado en formato pdf en:
http://serbal.pntic.mec.es/~cmunoz11/constante41.pdf

Heidegger y Lacan (por Rolando Karothy). Este texto revisa la obra del filósofo de Friburgo en el contexto de su influencia para el revolucionario pensamiento psicoanalista de Lacan y el tema de la verdad y el ocultamiento; su redacción es lo bastante clara para que ciertos conceptos esenciales sean comprendidos prácticamente por cualquier “no especialista”. El documento en:
http://www.efba.org/efbaonline/karothy-06.htm

La fundación hermenéutica de un estilo posthumanista de lecto-escritura entre Heidegger y Derrida: una cuestión ético-política (por Simón Royo Hernández, investigador postdoctoral por la UNED).
He aquí un texto más especializado, que será sin duda “oscuro” para los no filósofos, pero que sabrán agradecer los curiosos más avezados en estas lides. Más todavía porque incide en su tema desde una perspectiva políticamente despierta. El material en:
http://saavedrafajardo.um.es/WEB/archivos/AEEFP/Comunicaciones/034.pdf

Desde la más absoluta y más forzada independencia (de Arturo Ruiz Ortega).
Finalmente, aprovecho este momento y este tema para recomendar este blog, que es la continuación de un proyecto que Ruiz Ortega comenzó, insólitamente, en el sitio Facebook (¡quién lo dijera! un espacio con las neuronas operando desde un portal tradicionalmente dedicado a las triviales redes sociales). Un buen punto de partida para cualquier “simple mortal” que comienza a interesarse en la filosofía y el arte. La dirección en:

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