Detrás de cámara durante el rodaje de Nómadas. Ricardo Benet aparece acompañado por la actriz Lucy Liu

En la multicultural ciudad de Nueva York, Roberto (Tenoch Huerta) y Susan (Lucy Liu) se conocen y comparten brevemente sus vulnerabilidades mientras cada uno se apresta a cerrar ciclos en su vida. Esta es la anécdota de Nómadas (Ricardo Benet, 2010), una película que verá la luz pública hasta 2011, pero de la cual el cineasta ha traído un primer corte al Festival de Cine de Morelia, todavía sujeto a postproducción
Benet debutó en largometraje en 2005 con Noticias Lejanas, que ofrece un retrato despojado y sin maquillajes del mundo rural mexicano y del submundo de los desempleados en urbes como la ciudad de México. Ahora, con Nómadas, Benet consigue un honesto y emotivo acercamiento al desamparo e incertidumbre que (en sus propias palabras) “son los sentimientos que más se están extendiendo por el mundo, gracias a la globalización”.
El filme, que hila muy fino sus atmósferas y situaciones, abre con una secuencia en la que un operador del metro, en el DF, habla de los distintos tipos de suicidas que suelen lanzarse a las vías del subterráneo. “Los decididos se avientan al comienzo del andén, cuando el tren todavía avanza rápido –explica–, los indecisos se lanzan a la mitad y los que sólo quieren llamar la atención se lanzan al final del andén, cuando el tren ya casi se ha detenido”.
Las declaraciones del operador forman parte de un reportaje que emprende la joven Susan, una neoyorquina de sangre china que está lidiando con una reciente ruptura sentimental y que además no ha podido superar la muerte de su padre (quien, sabremos más tarde, se quitó la vida precisamente arrojándose debajo de un tren en el metro del DF).
En tanto, Roberto es un ilegal mexicano que se gana la vida como limpiavidrios en Nueva York; su intención es la de ahorrar suficiente dinero para poder volver a México y reunirse con su esposa.
A través de Susan y Roberto, en este filme conoceremos a otros personajes que se mueven en el invisibilizado mundo de los trabajadores indocumentados en los EU: el fornido pero afable afroamericano Phil, el chaparrito mexicano Romy, la rusa Irina y su pequeña hija, Sonja, cada uno de ellos con motivos distintos para la crisis, para la lucha o para simplemente sobrellevar su otredad con la mayor dignidad posible.
La ciudad de Nueva York es otro personaje, del que Benet registra su arquitectura y sus contrastantes inmediaciones: de Coney Island a Manhattan, Brooklin, Jersey, Central Park…
En medio de tales escenarios y de anécdotas ya amables o sombrías, así como de una fotografía cuidada a detalle y emprendida en formatos HD y 35 mm, a lo que se suman actuaciones absolutamente honestas, llenas de veracidad escénica, lo que Benet nos ofrece en este filme es una entrañable radiografía de almas baldías, de aves de paso profundamente huérfanas porque no terminan de “encontrarse” o de situarse y descubrirse a gusto en el lugar en el que están.
A propósito de esa babel sociocultural que es la Gran Manzana, Benet acentúa en algunos momentos ese popurrí racial y cultural con apuntes contundentes. Uno intenso es el que dedica al mexicano Roberto, a la china Susan y a la caucásica Sonja, de ascendencia rusa, integrados los tres como una familia feliz durante cierto paseo por Central Park.


Una imagen de Eniac Martínez que aparece en el filme Nómadas, de Ricardo Benet.

En otros momentos, y merced a imágenes poderosas o al recurso de flash backs que fluyen y se integran ágilmente al discurso, el cineasta plantea metáforas de enorme fuerza expresiva a la hora de manifestar el estado interior, el alma de los personajes. Así, las imágenes de una exposición del mexicano Eniac Martínez (Camino real de tierra adentro), permiten visiones desoladas como la de ese coyote atrapado y muerto justo a la mitad de una violenta cerca de púas, en las desahuciadas zonas desérticas del norte mexicano, o la de esa águila que, capturada y todo, voltea hacia la cámara con la mirada desafiante característica de las aves rapaces de su especie. Mientras, entre los flash back más impresionantes figura aquel que devuelve a Roberto a una imagen de infancia: la de una vaca agonizante en medio de un paisaje de magueyes.
El filme de Benet cumple en varios niveles con la tarea de mostrar el desamparo fundamental de nuestros tiempos y que tiene que ver con migrantes, sí, pero también con individuos que, independientemente de la geografía, cada vez se descubren más carentes de certezas y anegados por la zozobra. Una experiencia inquietante, conmovedora (porque a pesar de su tema, también se permite atisbos de luz), que en pocos meses estará lista para su lanzamiento en las salas de cine. Una noche memorable.

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