Tres iniciativas en compás de espera

Los pendientes con Zalce

Un grabado de Alfredo Zalce nos muestra el autorretrato del artista.


El fragmento del mural La historia de la Industria y el Comercio en México, de 3.80 metros de largo por 2.96 metros de alto, que fue restaurado por el INBA en 2004.


Mural, historia y destino
Realizado en 1962, durante el régimen del presidente Adolfo López Mateos, el mural en acrílico La historia de la Industria y el Comercio en México medía 32 metros de largo por 3 metros de altura y mostraba sintéticamente el devenir de esas dos ramas de la actividad económica en el país. Fue realizado a petición del gobierno federal y durante 23 años se alojó en el enorme vestíbulo de la Secretaría de Comercio y Fomento Industrial (Secofi), localizada en un edificio de cinco pisos en el número 80 de la avenida Cuauhtémoc esquina con Dr. Liceaga y avenida Chapultepec, en el Distrito Federal.
El 19 de septiembre de 1985, durante el terremoto de 8.1 grados Richter que sacudió a la capital del país, el inmueble de la Secofi se mantuvo relativamente en pie; no colapsó, pero sufrió daños estructurales gravísimos que obligaron a su demolición. La mayor parte del mural de Zalce, en la planta baja del edificio, se perdió, a excepción de algunos fragmentos que pudieron ser recuperados por el Instituto Nacional de Bellas Artes.
Después de haber permanecido embodegado durante 19 años (prácticamente la misma extensión de tiempo que estuvo expuesto), un fragmento restaurado de esa obra fue presentado por el INBA en 2004, en el marco del primer aniversario luctuoso de Alfredo Zalce. Se trata de un segmento de 380 X 296 centímetros (3.80 X 2.96 metros), cuyas imágenes aluden a la riqueza petrolera del país y a la pertenencia de este tesoro al patrimonio nacional, hecho que se acentúa visualmente con la aparición de un lábaro patrio que cubre una de las torres, al centro de la composición.
Al año siguiente, 2005, se comenzó a manejar públicamente por parte de la debutante Secretaría de Cultura del Gobierno de Michoacán la posibilidad de que el fragmento mural fuera traído a Morelia, pero a partir de entonces la bolita empezó a rodar, aduciendo en lo general las siguientes versiones: ora que el proyecto original para alojar la pieza en terrenos del Museo de Arte Contemporáneo Alfredo Zalce no había sido correctamente razonada y que definitivamente no era viable, ora que no se ha podido acceder a la partida federal destinada para la elaboración del soporte de metal necesario para contener la obra o que el Gobierno del Estado no había podido aportar cierto porcentaje que le correspondía dentro de un acuerdo establecido al respecto.
De una a otra cosa, el tema del fragmento mural viene respetando el libreto y el destino que ya en vida el propio Alfredo Zalce reconoció para su obra monumental. “He tenido muy mala suerte con mis murales”, se lamentó alguna vez, ante el recuento de todos los frescos surgidos de su talento y que habían sido destruidos.

La fachada de la Secofi, en la ciudad de México, días después del terremoto de 1985. En su vestíbulo se encontraba el mural La historia de la Industria y el Comercio en México. Aunque el inmueble no colapsó, sufrió daños estructurales severos que demandaron su demolición.

Los empeños de una casa
El segundo pendiente es el destino de la casa-taller de Alfredo Zalce, ya que la muerte del artista en enero de 2003 sólo azuzó un litigio entre particulares que se disputaban la propiedad de ese inmueble desde hacía por lo menos dos años atrás.
La historia que voy a compartir de manera parcial aquí es conocida sólo por algunas personas y no ha sido difundida nunca por ningún medio local, ni impreso ni electrónico. No seré yo quien rompa la discreción que debo, pero hay algunos hechos (sólo algunos) que sí puedo ventilar sin violentar mi palabra.
Tales hechos son los siguientes:
En 1997, Alfredo Zalce, quien se había visto muy afectado por la súbita muerte de su hijo menor, Xavier Zalce, acontecida poco antes, decidió donar en vida todos sus bienes (casa incluida) a sus nietos Leonora y Federico Zalce, vástagos del matrimonio conformado por su hijo mayor, Andrés Zalce Reason con Maricarmen Rivero.
Como en ese momento tanto Leonora como Federico eran menores de edad, y como Alfredo Zalce conocía la voluntad más bien dispersa, que era parte del carácter natural de Andrés, dejó como albacea a Maricarmen.
Fue a partir de ese momento cuando los sinsabores se precipitaron. Poco antes del año 2000, Maricarmen y Andrés pelearon y se separaron… pero no se divorciaron. Un año y medio más tarde, en julio de 2001, ocurría el accidente de carretera en el que murieron Andrés (quien conducía el vehículo) y sus dos niños.
Si ya a mediados de los noventa, la muerte de Xavier había sido un primer y golpe duro para Alfredo Zalce, quien comenzó a acusar más acentuadamente los síntomas del Alzheimer que terminaría por arrebatarle la memoria, ahora la violenta muerte de su hijo mayor y de sus dos nietos aceleró el proceso. Fue precisamente el veloz avance de la enfermedad lo que impidió, entre el año de 2001 y el de 2003, cuando falleció, que Alfredo Zalce pudiera modificar el contenido de su testamento.
Dicho sea de paso: esta es también la razón por la cual, a partir de 1999, cualquier entrevista con Alfredo Zalce se volvió reiterativa y definitivamente infructuosa. Muy consciente del avance de su mal, Zalce había memorizado cuidadosamente ciertos hechos, con los que construyó un guión del que ya no se salía en prácticamente ninguna conversación. De modo que nadie se deje engatuzar: todas las entrevistas realmente significativas con Alfredo Zalce son anteriores a 1998.
Volviendo al tema, el mismo día en que Alfredo Zalce murió, el 19 de enero de 2003, pero por la noche, la casa del artista se convirtió en una zona de conflicto, con “guaruras” que impidieron que Maricarmen Rivero pudiera ingresar al domicilio, mientras el cuerpo de Zalce era velado en las salas del MACAZ, acaparando toda la atención. A partir de allí, la viuda de Andrés inició un juicio para recuperar lo que (en términos legales, si asumimos que “papelito habla”) le correspondía, pues ella era la heredera de la propiedad de sus finados hijos. Al mismo tiempo, la única hija viva de Alfredo Zalce, Beatriz Diana Zalce de Guerriff (muchas gracias, Laura Angélica), proponía al Congreso de Michoacán y al gobierno del Estado (encabezado en ese entonces por el antropólogo Lázaro Cárdenas Batel), que la casa-taller fuera declarada como un lugar de interés público, para que se convirtiera en un espacio culturalmente vivo. Por si fuera poco, otra parte interesada entró a la palestra y se sumó al litigio por adeudos laborales.
Como resultado de ese pleito judicial, la casa de Alfredo Zalce fue adquirida finalmente por el corporativo moreliano Grupo de Oro, una firma que reúne a cuatro empresas locales relacionadas con la industria de la construcción y sus servicios. El monto de esa transacción específica no se conoce. Mientras, durante el periodo en que la casa estuvo en posesión de los particulares, el Tecnológico de Monterrey campus Morelia presentó un anteproyecto para adquirir en comodato el inmueble y echar a andar un centro cultural, pero la propuesta del plantel de educación superior privado no prosperó.
También durante ese periodo se creó la Fundación Cultural Alfredo Zalce, que echó mano de recursos financieros del Premio Nacional de Ciencias y Artes 2001, que el artista había recibido de manos del presidente Vicente Fox en febrero de 2002 (insólitamente, ya que Zalce había rechazado el reconocimiento en dos ocasiones anteriores y no simpatizaba en absoluto con la figura de Fox Quezada).
En tanto, a fines de 2007, el gobierno del Estado (aún encabezado por el nieto del General) logró adquirir, finalmente, la casa de Alfredo Zalce. De acuerdo a lo que trascendió, la compra se consumó al precio de 15 millones de pesos: una transacción muy ventajosa… para los vendedores, ya que la casa-taller de Zalce, con una superficie construida de mil 809 metros cuadrados, tenía en 1997 (es decir, una década antes, cuando Zalce hizo su testamento) un valor catastral de un millón 300 mil pesos.
En mayo de 2008, durante una reunión celebrada a puerta cerrada en la Casa de la Cultura de Morelia, a la cual ninguno de los medios de comunicación de entonces tuvimos acceso, se instaló oficialmente el Patronato de la Casa Alfredo Zalce, que había sido constituido meses atrás y que quedó integrado por Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, Manuel García Contreras, Fausto Vallejo Figueroa, Jaime Hernández Díaz y Silvia Figueroa Zamudio.
Al término de esa junta, y ya en entrevistas con los personajes que salían de ella, se dijo en lo general que el encuentro era apenas la primera reunión formal del patronato y que el proyecto que se destinaría a la casa-taller del artista estaba por ser articulado en posteriores encuentros. Por lo pronto, como parte de los planes para el inmueble como futuro centro cultural, se reveló que el gobierno del Estado había entregado el predio en comodato a la Fundación Cultural Alfredo Zalce. En la fundación participan Beatriz Zalce, Mizraim Cárdenas y Mariela Ferreyra.
Hasta aquí, la historia. Pero los empeños de esta casa no culminarán hasta que se concrete en los hechos el proyecto (totalmente legítimo) de convertirla en un espacio que le brinde, de alguna manera, continuidad a la vocación que el artista patzcuarense le dio durante el medio siglo en que hizo de ella su hogar, su estudio, su taller y su Sancta Sanctórum.
Por lo pronto, como una nota bene, debo decir que en cierto sentido (sólo en cierto sentido), el Patronato de la Casa Alfredo Zalce ha hecho bien en moverse hasta ahora con los pies de plomo. Más vale eso, y no que el proyecto del inmueble quede baldado o lesionado por tantos intereses que aún circulan por ahí.

Urna y homenaje funerario
El último pendiente institucional con la memoria de Alfredo Zalce tiene que ver con la propuesta (formulada por primera vez, hasta donde recuerdo, por el arquitecto Jorge Solórzano) de concebir alguna estructura que, a modo de instalación, pudiera incorporarse al conjunto escultórico Las tres Constituciones de México, que se localiza en la glorieta de la avenida Camelinas y la calzada Benito Juárez. La idea era que la urna con las cenizas del artista pudiera instalarse allí o, en su defecto, que se pudiera concebir alguna discreta instalación funeraria.
La idea no ha sido hasta hoy descartada explícitamente por nadie, pero tampoco ha tenido visos de seguimiento. Hasta donde se sabe, luego de la ceremonia de cremación del cuerpo de Alfredo Zalce, en la funeraria Jardines del Tiempo, las cenizas quedaron en posesión de su hija, Beatriz Zalce.
Mientras, la idea de alojar la urna o de concebir algún monumento alusivo al pie de las estelas es particularmente significativa porque, como el propio Alfredo Zalce recordaba, el conjunto de Las Constituciones tiene mucho que ver con la casa-taller que él habitó. El artista narró una vez cómo realizó las estelas como un acuerdo con el gobierno para saldar el pago de un predial impuesto a su casa cuando la actual avenida Camelinas fue diseñada y construida, pasando por el frente del domicilio.

4 comentarios:

  1. Excelente reportaje!!! Muy completo. Sólo una pequeña observación: el segundo apellido de Beatriz Zalce no es Reason. Sydney Reason, segunda esposa del Maestro, fue madre de Andrés y Xavier, pero después se divorciaron y Zalce mantuvo la custodia de los niños. Tiempo después, se casa con Diana de Guerriff y nombran a su hija Beatriz Diana Zalce de Guerriff.
    Saludos =)

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  2. Cierto. Zalce se casó en tres ocasiones y al estar redactando el material lo pasé totalmente por alto. Beatríz no fue hermana de Xavier y de Andrés, sino media hermana, lo cual explica... tantas cosas. Errata corregida. Muchas gracias

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  3. MUY BUENO, no sabía nada de esto

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